“¿Cuál es el partido político del presidente?”, se preguntan irónicos los más encumbrados dirigentes justicialistas, según diario Ámbito Financiero.
Ni Perón ni Evita, ni siquiera el 17 de octubre de 1945 existen prácticamente en los discursos presidenciales de Nestor Kirchner. Esto no es un dato accesorio.
Eliseo Verón y Silvia Sigal observan en su ya clásico libro Perón o Muerte. Los fundamentos discursivos del fenómeno peronista que todo discurso político contiene, como una de sus dimensiones fundamentales, la recuperación de la historia y que esta recuperación está siempre asociada... a la legitimación del enunciador. Es decir, este se proclama heredero, pero también superador de esa tradición. La historia es metáfora del presente.
Pero, precisamente el justicialismo no se manifiesta, por lo menos en los mensajes presidenciales, como fundamento de ese pasado histórico.“¿Cúal es el partido del presidente” .
Sería interesante preguntarse primeramente qué es ser peronista o qué es el peronismo. Tanto Eliseo Verón y Silvia Sigal, como Emilio De Ippola, sostienen que el peronismo más que un movimiento que responde a una doctrina determinada es “un punto de vista de enunciación”.
¿Qué quiere decir esto? Fundamentalmente, que más allá de la palabra del Líder lo que cuenta es el acto de enunciación del mismo, que más allá de lo que dice el líder, lo importante es quién lo dice. Entonces, el peronismo no es la palabra de Perón en sí misma, sino el hecho que lo haya dicho Perón. La condición de Perón como máximo enunciador le daba, como él mismo decía, cierta “infalibilidad papal”. Por eso podía pronunciar palabras contradictorias sin que eso alterase su carácter de conductor del justicialismo.
En la década del 70 llamó, antes de su retorno al país, a la liberación nacional, al socialismo y aceptó la violencia como parte de su estrategia. Pero ya en el país se apoyó en la derecha y en la ortodoxia peronista e impulsó la persecución de los infiltrados. La otrora juventud maravillosa terminó siendo los jóvenes imberbes que fueron echados de la plaza.
El que la extrema derecha y la extrema izquierda gritaran la vida por Perón no se visualizaba como contradicción al principio de la década del 70 porque el peronismo se caracterizaba por la adhesión o lealtad incondicional al líder. Esa inefable y cuasi religiosa cualidad del líder (el “óleo de Samuel) era también aceptada públicamente por la tendencia revolucionaria. En ese sentido, seguían fieles a la definición de John William Cooke : “El peronismo es un conglomerado de extraordinaria amplitud ideológica y humana . Pero el núcleo central es inmensamente mayoritario y ha demostrado una adhesión al jefe que no debe tener parangón en ningún movimiento político de ninguna parte del mundo. Para él la orden de Perón tiene virtud mágica”.
A pesar que muchos peronistas lo acusaban a Carlos Menem de traicionar al justicialismo, en sus discursos él simplemente decía que esos compañeros estaban equivocados que se habían quedado en el `45. Como bien señala Paula Canelo en “La construcción de lo posible : Identidades y política durante el menemismo”, Menem siempre fue fiel al “punto de vista de enunciación” del peronismo. Es más, se presentó ante su propio movimiento como “reintérprete” o “reactualizador” de la palabra de Perón, su más fiel heredero.
Como señala esta misma autora, Menem deberá apelar recurrentemente al recurso de que todo lo que él efectivamente ”hace” o “dice” está fundado en lo que “hubiera hecho” o” dicho” el general Perón”...En ese sentido, Menem aparecerá como una suerte de “enunciador segundo” que debe referirse permanentemente a la palabra del enunciador principal, transformándose en su portavoz :
“.. lo que estoy haciendo...es seguir el mensaje de Eva Perón y de Juan Domingo...El mandato del general era actualizar nuestra doctrina, nuestros principios a partir de nuestras ideología , y (esto es) el mandato de los niños pobres que tienen hambre, es el mandato de los niños ricos que tienen tristeza (Desde los balcones de la Casa de Gobierno,8,7,1989)”.
La adhesión de Menem al neoliberalismo siempre fue presentada por el mismo como una adecuación del justicialismo a los nuevos tiempos. Así la mayor parte del movimiento justicialista aceptó por lo menos al inicio de su mandato el histórico viraje con respecto a ciertos principios nacionalistas y estatistas tradicionales del justicialismo.
Kirchner tiene como adversario principal en su discurso político al menemismo como expresión del neoliberalismo que destruyó al país en la década del 90. Kirchner se opone a Menem como representante del discurso neoliberal, pero no lo hace, a pesar de su extracción justicialista, desde una ortodoxia doctrinaria. El discurso de Kirchner no lo sitúa como enunciador segundo de nadie, ni como prolongación de la palabra y el movimiento de Perón. No descalifica al menemismo como traidor a los principios doctrinarios del justicialismo, sino que sostiene que el menemismo en tanto neoliberalismo representa únicamente los intereses de una minoría poderosa.
Si prácticamente renuncia a refugiarse en la legitimidad de la herencia peronista, renuncia a la relación “pueblo-líder”. Repite hasta la liturgia que se ha terminado la época de los líderes mesiánicos y fundamentalistas. Se define a si mismo y a su gobierno como “hombres y mujeres comunes” con grandes responsabilidades. Enfatiza, asimismo, que su carácter de presidente es un mandato temporario.
No soy de aquí ni soy de allá
Pero, entonces, ¿cómo define al pueblo argentino y a sus partidarios en su discurso o , mejor dicho, quiénes son sus partidarios? Se vuelve a la pregunta inicial : ¿cuál es el partido político del presidente ?
Un minucioso análisis de sus mensajes como primer mandatario lleva a la conclusión de que, fundamentalmente, por ahora considera a su gobierno casi exclusivamente basado en la aprobación de la opinión pública a su gestión.
La opinión pública como concepto es casi una invención de la Ilustración, fruto de la imprenta y el ascenso de la nueva clase burguesa que solía reunirse en cafés, clubes o salones. Se trataba entonces de una opinión pública encarnada en un público ilustrado, ávido de protagonismo político, masculino y propietario. Se la consideraba una especie de humor o espíritu colectivo que surgía del debate de ideas y que se expresaba, fundamentalmente, a través de la prensa escrita. En el siglo XIX, con el ascenso de las masas y posteriormente el sufragio universal, los espíritus más ilustrados la empezaron a temer, la calificaron de voluble, irracional, emocional y poco apta para la consulta de actos de gobierno ya que las mayorías eran consideradas sumamente manipulables. Hoy en día, la opinión pública es la que, vulgarmente, se conoce como el resultado de las encuestas, es decir, no como entidad colectiva , sino como la suma de opiniones individuales. Pero también se puede establecer la diferencia entre especialistas como Walter Lippman que la consideraron, voluble, inestable, manipulable, irracional y poco decisoria de actos de gobierno. Y otros como Page y Shapiro que han llegado a la conclusión, después de estudiar la evolución de la opinión pública durante 50 años en el siglo XX en Estados Unidos, que, por el contrario, en un largo plazo se manifiesta como estable, racional y decisoria de actos de gobierno.
¿Cuál es el concepto de opinión pública presupuesto en el discurso de Nestor Kirchner? Esta no es una mayoría popular que sigue a un líder, sino “la decisión activa y conciente de la ciudadanía”. En oposición al discurso menemista y también al peronista no pide que lo sigan, porque “ya vimos lo que pasó cuando se sigue a alguien”, sino que lo acompañen. Pero, nuevamente es lícito preguntarse en qué se apoya esta relación simétrica. En una democracia, se supone, en donde se gobierna para todos pero generalmente desde un partido o un movimiento o una agrupación.
Más allá de los delirios del tercer movimiento histórico y el alfonsinismo convocante, Alfonsín siempre basó su legitimidad en el partido radical.
El discurso de Kirchner, por lo menos, en esta fase inicial pareciera que une prodestinatario (partidarios) y paradestinatario (los indecisos, excluidos los contrarios) La opinión pública es el sujeto al que se quiere persuadir, pero al mismo tiempo es casi el único sosten visible . Sin embargo, dentro de la construcción imaginaria que implica todo discurso, esta opinión pública apoya una gestión de gobierno porque adhiere a un proyecto de país. Es una adhesión que se supone racional y con capacidad de retroalimentar la gestión de gobierno.
Es interesante porque el concepto de opinión pública reina soberano. Ni el aparato del duhaldismo ni el gobierno de Duhalde aparecen tampoco en el discurso. No se plantea como continuidad, sino como cambio. Kirchner se presenta como si él hubiera asumido después de Menem. El gobierno de la Alianza es visto, no sin razón, como una continuidad que pretendía ser más prolija del modelo menemista en sintonía con “intereses poderosos”.
El presidente critica enfáticamente la “dedocracia” y la “vieja dirigencia”, “un modo de gestionar la política “ a espaldas del pueblo, como pactos ocultos que se contraponen a la voluntad de la mayoría. Obviamente, otros discursos presentes en los medios de comunicación, se encargan de recordarle que él subió con el apoyo del aparato duhaldista y que es razonable pensar que él también forma parte de esa antigua dirigencia.
Pero, si no es como peronista, ¿en qué funda su legitimidad política? Sus únicas marcas de identidad son principalmente, una identificación con la cultura malvinera y de los hielos continentales por ser patagónico y su pertenencia a la generación del 70
“formo parte de una generación diezmada, castigada con dolorosas ausencias ; me sumé a la lucha política creyendo en valores y convicciones a las que no pienso dejar en la puerta de entrada de la Casa Rosada”. La adhesión a ideas y convicciones no pertenece de por sí al punto de vista de enunciación del peronismo. Es más, en su versión menemista se acentuó, precisamente, el carácter contradictorio que muchas veces tiene la palabra del líder o del enunciador segundo que continúa su herencia.
“En el momento de opinar nunca pienso en lo que opiné antes. Mi meta no es ser coherente con mis afirmaciones previa , sobre un tema dado...Sin embargo, los amigos que observen alguna contradicción harán bien en tomar el sentido que se desprenda de mi última opinión, a menos, por supuesto que prefieran el antiguo. Pero antes de elegir es conveniente que traten de ver si no hay una coherencia subyacente y perdurable entre las dos coherencias aparentes” (Menem, Libro Azul y Blanco).
La coherencia subyacente y perdurable la impone el viejo dicho de Perón , la única verdad es la realidad. Y frente a la verdad de la realidad de nada valen las ideologías, las convicciones, las promesas políticas, la coherencia interna del discurso, etc.
Pero, precisamente, Kirchner se sitúa, por lo menos verbalmente, en lo opuesto a ese punto de vista de enunciación típicamente peronista.
Sin embargo, conserva como Menem, lo que Verón y Sigal, llaman “el modelo de llegada” de Perón. En su discurso previo al `45, Perón se situaba como un recién llegado a la escena nacional. Desde una institución lejana y privilegiada, como es el ejército, llega a la política en un momento de descomposición, de derrumbe. No es casualidad que Kirchner sólo mencione a Perón ante las Fuerzas Armadas para decirles que militó toda la vida en un partido fundado por un militar. Porque Perón llega desde una institución supuestamente fuera de la política dispuesto a redimir a la clase trabajadora y a la nación. En su retorno al país, aunque varía su lugar de partida, también se acentúa el modelo de llegada (ya que viene del exilio). Precisamente, enfatiza que “llega desde el extremo del mundo” totalmente desencarnado. Es decir, se sitúa casi más allá de la esfera humana. Nuevamente, aparece, el líder, el redentor en una época de destrucción y derrumbe.
En Menem también se da ese momento de llegada después de lo que él califica como el caos de la hiperinflación y los saqueos de los últimos días del gobierno alfonsinista. El pide como Perón, fe y confianza en su acción redentora.
Menem no viene del Ejército o del exilio, pero en su discurso preelectoral acentúa su condición de “humilde hombre del interior”, de hombre que avanza más allá del aparato partidario uniendo a adherentes de ideologías extremas y opuestas (fue apoyado en sus comienzos por un arco muy variado que iba desde seineldinistas y carapintadas hasta miembros del peronismo revolucionario y la cúpula de los montoneros).
Es el discurso, estúpido
En su discurso, Nestor Kirchner también adopta el modelo de llegada, se define como un militante político de toda la vida, pero acentúa su condición de outsider, de marginado por su procedencia patagónica. El sur del mundo se convierte también en un extremo del mundo. Y es ahí donde se retoman otros tópicos que forman parte del punto de vista de enunciación peronista. Siempre, se llega en un momento fuerte de la realidad nacional, en un momento de descomposición y derrumbe. Entonces, como Perón y también como Menem, se plantea refundar la patria, construir una “nueva Argentina”. Se apropia del cambio y del futuro.
Pero las similitudes se encuentran con un obstáculo insalvable, si quien llega no es un líder o el heredero de ese líder en qué basa su legitimidad histórica. En otras palabras, ¿quién es el que llega?
Quien llega es una generación o mejor dicho los sobrevivientes de una generación diezmada ya no identificada por su pertenencia peronista, sino por sus creencias y convicciones.
Verón y Sigal señalan que lo que caracterizó al peronismo revolucionario fue su adhesión a la figura de Perón, pero en tanto este significaba el líder de un determinado proyecto . Un proyecto inconcluso, que no se pudo concretar y que en ese momento no se planteaba como democrático, sino como de liberación y revolucionario, y que trataba de instaurar el socialismo nacional.
Kirchner deja bien claro su vocación democrática. Lo que busca es, por el contrario, un capitalismo nacional con un estado inteligente, un modelo neokeynesiano opuesto al neoliberalismo. Es decir, se reivindica como continuidad y cambio esa tradición generacional capaz de dar la vida por un proyecto de país.
En el fondo, (es la hipótesis de este artículo), se sitúa como impulsor de un proyecto nacional de centro-izquierda opuesto al neoliberalismo. Al fin y al cabo, el peronismo en sus orígenes fue también un partido o un movimiento formado en torno al apoyo a una gestión de gobierno, la del coronel Perón en la Secretaría de Trabajo y Previsión.
Kichner también se estaría planteando una construcción de poder sobre la base de la aprobación de la opinión pública a una gestión de gobierno. Pero, la gran diferencia es que no se lo haría por la adhesión a un líder, sino por el apoyo conciente y activo a un proyecto ideológico. Lo cual es casi una herejía en el movimiento peronista. Porque esa misma opinión pública no es la comunión inefable con un líder de una identidad peronista tradicional. Ni tampoco la mediática, irracional, afectiva y voluble. Por lo menos, en su discurso, Kirchner la presupone racional, participativa y decisoria. Es decir, así como hoy lo apoya mañana le puede dar la espalda si, como Alfonsín, no cumple con las promesas elementales de esa democracia que se supone debe dar de comer, educar y castigar a los que cometan crímenes de lesa humanidad.
¿Cuál es el partido político del presidente? El partido de la opinión pública.
Viviana Gorbato*
Especial para Tribuna de Periodistas
(Escrito el 13/07/2003)
*Viviana Gorbato falleció en extrañas circunstancias en mayo de 2005, en plena investigación sobre la figura del presidente Néstor Kirchner y su entorno. Iba a ser parte de su último libro.