Hay algo en común que tiene
Romina Tejerina con Omar Chabán. Una relación extraña los une en cierta forma
como victimarios y víctimas. Lo cierto es que ambos casos iluminan una especie
de aparición de una nueva justicia, que tiene relación con una prédica por la
seguridad, que existe desde hace tiempo, y entre otros hitos que llegan a esta
conformación no puede olvidarse a Blumberg.
Hasta hace unos años, en la prensa y en el conocimiento de
la gente en general, existían dos tipos de delitos, escenas delictivas, o
sospechosos de delitos.
Unos, que tenían una relación directa con la esfera del
poder, tanto políticos como personas de alto poder adquisitivo que realizaban
delitos de corrupción, etc. Entre ellos podremos poner a Alfredo Yabrán y el
caso Cabezas, Amia o la Embajada de Israel, las causas contra los funcionarios
del gobierno menemista y también es importante agregar a este grupo, los
delitos de tipo represivo como los perpetrados por la Junta Militar, o los casos
de gatillo fácil.
En el segundo grupo encontrábamos a otros que tenían una
directa relación con casos estrambóticos, casos raros, o de una actuación
fabulosa de alguien, casos rayanos a la locura o con acontecimientos inéditos.
Por ejemplo el caso Barreda, o el robo realizado por el Tesorero del Banco.
Quizás hay delitos que sean difíciles de acomodar o de
integrar a esta clasificación, pero esta no tiene más que la intención de
clarificar una situación actual, o sea que funciona como una hipótesis ad
hoc. Lo cierto es que hasta un momento la relación del público en general
con la justicia tenía como expresión una relación extraña, externa y que
llevaba a una idea de un lugar diferenciado y de un amplio respeto para los
profanos. La justicia, prácticamente el único poder de la república que
funcionó siempre, se había puesto como un lugar de decisiones que podían
favorecer a sectores de poder, en un lugar directamente extraño o de imposible
acceso y aunque no por ello se dejara de recurrir a la justicia, la justicia fue
el lugar a dónde se derivaron todos los reclamos, tanto políticos como
salariales, etc.
Mientras tanto, Romina Tejerina tiene una condena de catorce
años de prisión, que cabe hacer la salvedad que catorce años es más acorde a
la escala penal del homicidio simple que del homicidio agravado por el
parentesco que cometió esta chica. Romina Tejerina planteó de manera directa
su situación de no querer tener un hijo producto de una violación. Esto
necesariamente lleva a pensar que la prohibición del aborto ha incidido en la
decisión final de esta muchacha, pero también es cierto que esta no ha sido la
preocupación generalizada de las personas que frente al televisor han seguido
los pormenores del caso.
He escuchado personalmente tanto posturas positivas como
negativas respecto de Romina Tejerina. Sobre lo terrible del infanticidio, sobre
lo terrible de la violación, sobre la situación personal de ella, sobre su
dolor, sobre la imposibilidad de realizar otra conducta.
Creo que más allá de lo poco que sé de la causa, que lo sé
por los medios, eso me imposibilita a opinar directamente sobre la causa, pero
es llamativa la reacción general que ocasiona una apropiación del caso con
ciertas particularidades.
Existe un establecimiento de una justicia "popular"
que tiene las siguientes características: a) se realiza un veredicto contrario
al realizado por la justicia que está basado en el sentido común; b) todos los
antecedentes del veredicto surgen de los medios; c) hay una legitimación del
papel de la víctima aún mayor que cualquier otro papel, la víctima es el único
que tiene la palabra permitida, o es el que realmente puede hablar; d) hay
cierta relación con un problema político o de corrupción pero es de fondo, el
caso es la encarnación última de ese problema político que es tan de fondo
que las circunstancias reales y concomitantes del caso no entran en él; e) no
tiene normas de derecho, sólo pareceres; y f) es un planteo total respecto de
la institución judicial ya que es heredero de los planteamientos sobre la
ineficacia del poder judicial respecto de los crímenes menores, o sea es una
instancia superadora del planteo.
Cromagnón tiene características similares, claramente se
puede ver en la situación de Omar Chabán. Chabán están entrampado en una red
en la cual nadie puede creer que él es inocente, la creencia en su inocencia, o
algún atisbo de defensa para con su persona puede conllevar odios generalizados
o miradas intimidatorias.
Blumberg realizó, aún sin saberlo, dos cosas. Legitimó el
papel de la víctima de manera total y a su vez, realizó una campaña de
pertenencia en la que cualquiera podía formar parte, de esta manera desde su
papel de víctima realizó una repartición de legitimación por el compromiso
que uno tenía en esa cruzada.
Era la transformación definitiva para ser todos camaradas
por el dolor y vigilantes para que no vuelva a ocurrir, algo parecido a lo que
plantean algunos grupos de padres de Cromagnón. Por eso Chabán es la encarnación
de la corrupción sin carne y hueso, Chabán es el ejecutor del
"holocausto" y es imposible que salga libre, "debe pudrirse en la
carcel" desde este momento antes de ser declarado culpable.
Más allá de los riesgos que puede conllevar el no respeto
de derechos fundamentales como la presunción de la inocencia que objetiva parte
del debido proceso debemos ver más allá de eso. Hay algo más que la deseada
libertad de Romina Tejerina y el anhelo del gran castigo para Omar Chabán,
ambos casos son el planteo de una apropiación mediática de la justicia, de un
camino que tiene quizás su origen en las cámaras ocultas, pero que nunca ha
resultado tan movilizador como hasta ahora, Blumberg, Romina Tejerina y Chabán
han producido movilizaciones de manera inaudita. Esto es un pliegue más de esta
lucha inaugurada en los '90 en pos de cambios generales en la sociedad pero
solicitados en el lugar equivocado, en la esfera judicial, forma parte de la
cesión de un terreno político frondoso en dónde ya no se solicita más nada o
en dónde no se puede pedir más nada ya que lo único que se pide es una
actuación ética, que hace rato que se ha disociado de la política y porque
los derechos, según sabíamos hasta los '80, no se consiguen porque se actúe
bien o mal sino por simple y pura voluntad política.
Omar
Darío Heffes
omarheffes@gmail.com
DNI
21668277