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ESTE CARNAVAL QUE NO TE DEJA DORMIR

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LA POLÍTICA COMO CABARET NACIONAL
LA POLÍTICA COMO CABARET NACIONAL

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“Ni la contradicción es indicio de falsedad,
 ni la falta de contradicción es indicio de verdad”

                                       Blaise Plascal

    Diego Latorre fue, en su mejor momento, un muy buen delantero de fútbol, que llegó hondo al corazón de la parcialidad xeneixe. Incluso, algunos trasnochados llegaron a afirmar que era el sucesor del gran Diego Armando Maradona.
    Romance con un final abrupto. Disconforme con ciertos manejos de la dirigencia del club de la Ribera, firmó para Racing y ante la mirada de sus ex admiradores se convirtió lisa y llanamente en un traidor a la causa.
    Antes de retirarse, se atrevió a afirmar que “Boca es un cabaret”. No se lo perdonaron jamás, como tampoco aquella vez que luciendo ya la camiseta albiceleste, se tapó la nariz mirando a la 12 ni bien pisó el césped de la Bombonera.
    Si bien la política argenta tiene muchos puntos de encuentro con la gran pasión vernácula, podría trocarse el término cabaret (o cabarulo, a secas) por el más adecuado de carnaval. Pero sin comparsas, ni papelitos, ni guerra de agua.
    Algo así como un sambódromo patético donde muchos, como el aludido Latorre, trocan de camiseta y se olvidan de la que lucían antes.
    Aníbal Fernández, como muestra, salvó su honra gracias a los buenos oficios del entonces gobernador Duhalde, cuando en noviembre de 1994 los indignados vecinos de Quilmes habían cercado la intendencia con fines inconfesables.
    El mismo Kirchner le debe al mencionado presidente de transición el gran espaldarazo que lo catapultó a la presidencia, luego que el ahora vilipendiado Carlos Menem se bajara de la candidatura luego de ganar la primera vuelta. Y el propio caudillo hincha de Banfield, a pesar de que ahora se niegue reconocerlo, le debe demasiado al ex mandatario oriundo de Anillaco, puesto que lo puso primero de vicepresidente y luego de gobernador bonaerense.
    Felipe Solá, quien ahora parece más solo que Bin Laden en el Bronx, fue ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca del actual innombrable, haciendo luego tan bien los deberes que fue catapultado como sucesor en la gobernación con sede en La Plata cuando Carlos Federico Ruckauf optó por esfumarse en la espesura luego del tembladeral de diciembre de 2001. Este mismo, quien en 1975 era un joven ministro de Trabajo de  María Estela Isabelita de Perón, y en 1983 compartió una fórmula junto con el sindicalista de Luz y Fuerza Juan José Taccone, era ministro del Interior menemista cuando la mafia del narcoterrorismo voló la sede de la AMIA (y no precisamente mediante el mentado coche bomba de Telleldín), para convertirse en vice cuando el nombrado riojano logró su reelección en 1995.


Jugando al TEG

    Cuenta Miguel Bonasso en su monumental Recuerdo de la muerte, que el juego de mesa Teg hizo furor cuando el Proceso había lanzado su cacería genocida. Pero sus personeros confundieron lo que sucedía en el tablero, con la realidad internacional e ignoraron elementales relaciones de fuerza e iniciaron la recuperación de las Malvinas. El kirchnerismo, junto con algunos medios, se comieron el manjar del acuerdo hipotético y les es muy difícil desandar lo andado. “(Kirchner) supone que varios sectores del peronismo bonaerense hacen lo que hacen para desestabilizar a Felipe Solá y condicionar a su propio gobierno en el tramo que le resta. De ese propósito excluye a Duhalde. Agita, de paso, la amenaza de los días que precedieron a la renuncia de Fernando de la Rúa, que nunca resulta grato al duhaldismo”, según el análisis de Eduardo van der Kooy.
    El propio Kirchner junto con los otros popes justicialistas, le hicieron el vacío a Adolfo Rodríguez Saá, para luego entronizar en Balcarce 50 a Duhalde, quien luego del miércoles 26 de junio de 2002 saltó hacia delante y convocó a elecciones anticipadas el 25 de mayo de 2003. El resto, es historia más que conocida.
    Mientras el FMI vuelve a condicionar a Roberto Lavagna, el juez Norberto Oyarbide presupone que no fueron delincuentes comunes los que desvalijaron las cajas de seguridad del Banco Nación, y el oficialismo deshoja la margarita con la mira puesta en un domingo crucial de octubre.

 

Fernando Paolella

 

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