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CONSUMIDOR "FULL TIME"

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DICTADURA, ÉTICA Y SEGURIDAD
DICTADURA, ÉTICA Y SEGURIDAD

    Desde la dictadura militar y su genocidio se inauguró una nueva forma de hacer política, mejor dicho, una nueva forma de no hacer política sino una nueva forma de hacer ética. Y si bien este hacer tiene sus particularidades que están relacionados con nuestro país, también existe una sincronía con lo que sucede mundialmente.  
    Pero enfocarse en estas particularidades quizás nos permita entender todo un proceso que tiene aproximadamente 30 años y que en la actualidad decanta de una manera brutal y fehaciente. Esto no quiere decir que no existan antecedentes y que este sea un proceso suelto, más bien es el resultado final de un montón de caminos alternativos que fueron formando una forma ética de posicionarse.
 
    Me parece que se debe resaltar y tener en cuenta la relación que tiene el genocidio, si es que se me permite nominarlo de esa manera, con el auge del consumo. En este caso conjuntamente con las desapariciones de personas hay un incremento notorio del consumo que pudiera parecer no tener ningún tipo de relación, pero que sin embargo están enlazados ya que fue necesaria la represión para el establecimiento de un plan económico que entre otras consecuencias llevó a la creación de una demanda de productos importados por intermedio de la apertura del mercado.
 
    También es importante, y creo que pata fundamental de esta situación el intento de reforma laboral realizado por los militares.
Estas tres situaciones, o mejor dicho tres configuraciones, tuvieron una incidencia particular que van a marcar los años que siguieron.  
    Las desapariciones crean lo que voy a llamar liturgia de la víctima y que tiene una relación directa con los hijos muertos. Esta liturgia de la víctima, que hoy está reforzada y exacerbada, tiene su origen en una oposición necesaria contra lo terrible, contra la imposición del terror.
 
    Obviamente que este análisis es posible a partir del hoy, que es difícil y casi imposible pedir que se haya tenido otra conducta cuando lo que sucedía era directamente inenarrable.
 
    Sin embargo la liturgia de la víctima funciona como un shifter dirigido a legitimar un lugar único, que va de la mano con la legitimidad del hablar. Sólo puede hablar el que ha sido víctima, sólo puede hacerlo el que ha sabido el dolor sufrido, y sino es así sólo está autorizada la persona que comulga con este dolor y se alía con la víctima y sostiene sus consignas[1].
 
    Este lugar crea la práctica de la denuncia. La denuncia es la forma de esta expresión que deja de ser política ya que no se pretende en ningún momento obtener poder o definir lugares de poder, sino que directamente pretende evitar el suceso de una situación pero desde el dolor y la reprobación moral. Además la importancia que tiene la vulnerabilidad de los hijos incrementa que el lugar de los padres sea incuestionable políticamente o éticamente hablando y por consiguiente hay una eximición de responsabilidad porque basta con haber sufrido.
 
    Es así que, la denuncia se transforma en la actitud ética por antonomasia ya que es la comprensión del hecho desde un lugar de inseguridad sin objetivos políticos concretos.
 
    Pero a su vez, y contemporáneo con eso, el auge de consumo se da como posibilidad intentando entre otras confirmar y legitimar la represión. El consumo es posible ya que los que no debían estar, los que han sido perseguidos, los que desaparecieron, o los que fueron muertos salen de la escena. El consumo, de esta manera, está establecido como el éxito de la política de estado ante el enemigo que imposibilitaba, o bien el crecimiento, o bien la ampliación del mercado.
 
    Además, podemos decir que el consumo alumbra una actitud ética particular, la ética del consumo ya conocida por todos, o por lo menos sospechada, es la ética que se vislumbra en la actitud de la compra, en la actitud del deseo por un status mejor y que tiene la finalidad del mantenimiento de lo conseguido.
 
    Pero estos dos fenómenos éticos, tanto la denuncia como el consumo no son inescindibles, o separables, van unidos. La denuncia, con su posterior banalización, es simplemente la queja del consumidor impedido de gozar de su derecho de consumir[2].
 
    Es decir, hubo un lento y paulatino disciplinamiento dirigido hacia el consumo, hacia la ética. El abandono del lugar político o de la pretensión política es total de esa manera, y el ejemplo que nos da la petición ante el poder judicial se transformó en el pedido por la protección de derechos que se habían conseguido por intermedio de luchas políticas de larga data, pero que no pudieron ser mantenidos, y se transformó en esa denuncia del individuo consumidor.
 
    Hay marcas y síntomas a lo largo de todo el camino durante estos treinta años. El gobierno militar intentó establecer un debate político pero a través de su genocidio y su plan económico logro dar a luz a los primeros atisbos de esta forma ética.
 
    El radicalismo hizo una rehabilitación de la justicia (que debe ser tenida en cuenta por el lugar que hoy ocupa) en un periodo de transición pero con una prédica constante en pos de una reducción del estado, por el contrario el menemismo fue una época de definiciones, de proyectos iniciados desde el gobierno militar, tanto es así que por ejemplo ese primer proyecto que fue la reforma laboral es realizado de manera casi integral en esta época. Además el menemismo construyó en la oposición los lugares de la prédica ética y de la denuncia.
 
    El pos menemismo continuó fabricando ese lugar de la denuncia en contra de la corrupción como su supuesto lugar pero sin proyecto político.
 
    Obviamente esto es sólo un resumen, pero un párrafo especial merece el 19 y el 20 de diciembre de 2001. En esos días con los saqueos y el corralito empezó un proceso emparentado con la prédica en pos de la defensa de la propiedad, pero en especial en contra de los delitos que afectan los bolsillos, desde los robos hasta los secuestros. Este periodo tiene como hito importante el 1º de abril de 2004, en donde el proyecto Blumberg es el proyecto que encierra y conjuga el horizonte posible de la pequeña burguesía. Necesariamente estos movimientos conservan las características descriptas, y siguen siendo de manera cada vez más banal el pedido del ejercicio del consumo[3].
 
    Así, el llamado a los ciudadanos, por parte del gobierno de Kirchner, a no comprar a las estaciones de servicios de las petroleras que aumentaban, funciona como una última cuenta en este collar de situaciones,  en donde el ciudadano pretende hacer valer su derecho de consumidor.
 
    La seguridad, la tan mencionada seguridad, es una palabra que empezó a resonar con fuerza desde el gobierno menemista, es claro que la seguridad es algo difícil de entender y de captar de manera directa ya que depende de distintos planos de subjetividad.
 
    Una forma de acercarse al entendimiento puede surgir si comprendemos el objetivo de la reforma laboral, que no sólo debe ser entendida como una posibilidad de precarizar el empleo para obtener más beneficio por parte de los empresarios o empleadores, sino también como la pérdida de identidad de aquel otrora sujeto revolucionario, los trabajadores, que desaparecen como ese pretendido motor de cambio para transformarse en trabajadores eventuales, temporarios y consumidores full time[4].
 
    En cierta forma, el capitalismo propende a la seguridad, la seguridad es la meta máxima de todo el sistema. El problema surge cuando hay subterrenos o mesetas de seguridad diferenciadas y la existencia de estas afecta a otros sectores. El capitalismo, entonces, realiza un manejo eficaz de la seguridad, y para que  por ejemplo exista seguridad en la inversión es necesaria la precarización laboral.
 
    De esta manera tanto la denuncia, el consumo y la reforma laboral son tres patas de una misma transformación[5].
 
    La denuncia conlleva esta legitimación del lugar de la víctima del que hablé, así como el consumo crea identidades iguales (idealmente todos podemos consumir)[6] y por último la reforma laboral suma también la perdida de una categoría o clasificación que dividía a la sociedad. Son nuevas forma de entender y de expresar derechos fundamentales como la libertad y la igualdad[7].
 
    Con estos tres indicadores podremos leer de otra manera un periodo concreto de nuestra historia dejando de lado explicaciones que hablan de la maldad de los políticos o de los indefensos que estamos los ciudadanos. Me inclino mucho más a pensar que, en cierta forma, todos hemos tenido algún tipo de participación en este universo de consumo al que nos queremos meter y por el cual alguna vez se dijo que ganó Menem. Esto me recuerda que en mi caso efectivamente es cierto, con el gobierno menemista viajé y conocí y me compré mi primer celular.
 

 

Omar Darío Heffes
omarheffes@gmail.com


[1] Es destacable que dentro de la jurisprudencia se le esté dando un papel mayor a la víctima en los juicios penales. El principio básico de existencia del Derecho Penal es la apropiación del Estado del conflicto, sin embargo a partir de desarrollos doctrinales y jurisprudenciales se ha visto que el papel de la damnificado ha empezado a adquirir una papel creciente. También ciertas organizaciones no gubernamentales, que tienen una labor destacada en el ámbito de los derechos humanos, propugnan modificaciones legislativas en pos de un papel más activo por parte de la víctima.

[2] Como detalle al margen y que tiene relación directa con la liturgia de la víctima, en la marcha llevada a cabo el 30 de junio de 2005 los familiares y amigos de las víctimas de Cromagnon llegaron hasta Plaza de Mayo al sector tradicional donde están las Madres de Plaza de Mayo. Esto debe ser tomado en cuenta como una especie de simbolización espacial del reclamo. Funciona, en cierta forma, como el camino de la banalización de la liturgia de la víctima.

Podríamos ver como también existe un hilo conductor en la actitud del Estado respecto de esta liturgia. Originariamente, en el comienzo de este periodo descripto, el Estado jugó el papel del perpetrador de crímenes, en este momento la corrupción del Estado es la que permite que la Sociedad Civil perpetre esos crímenes de hijos muertos, o sea hay un camino claro desde “Terrorismo de Estado” a “Corrupción del Estado” que permite entre otras cosas un lavado de la responsabilidad por parte de la sociedad civil.

[3] Lemas, que se iniciaron el 19 y el 20 de diciembre de 2001, como “Piquete y Cacerola, la lucha es una sola” en su abandonó terminaron demostrando primero una actitud ingenua inicial y por último parte de la tensión interna de sectores con condiciones de vida similares o asimilables. Esta tensión nunca dejó de estar, traigo a la memoria a los Empleados del Supermercado Coto “defendiendo” con palos su fuente de trabajo en contra de los saqueos.

[4] Este cambio es parte de un disciplinamiento que vacía de contenido cualquier tipo de protesta o trivializa las condiciones sociales de vida, de esa forma ahonda aún más la relación exasperada que existe entre miembros de la misma clase. Por ejemplo piqueteros y “damnificados del piquete” en general comparte condiciones de vida similares, sin embargo hay por parte del “damnificado” una sensación de enfrentamiento con el piquetero, ya que cree que este último lo está perjudicando o dañando con su protesta porque no quiere trabajar.

[5] Quizás como un detalle que puede ser importante. Recuerdo que los tipos penales en los que se describe los delitos sobre drogas utilizan terminologías que usualmente son acciones del mercado (comprar, producir, consumir, transportar, vender, etc.), pareciera  como un mercado paralelo, sin embargo habría que pensarlo como una forma más que toma este mercado.

[6] Desde el punto de vista del discurso de la seguridad, esta pretendida igualdad funciona como un “todos podemos ser víctimas” por eso lemas tales “para que no se repita” o “por la vida de nuestros hijos”.

[7] Libertad e igualdad funcionan en la democracia como dos platillos de la balanza. La tensión en la que se encuentran está signada porque la existencia de una igualdad fuera de los planos establecidos iría en contra de la libertad. En cierta forma la existencia de la igualdad económica conspira contra la existencia de la libertad económica.

 

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