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LA HISTORIA DE LA INTERNA PERONISTA

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COMO DECÍAMOS AYER
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    Hace cuanto tiempo comenzó la interna interminable entre Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner? ¿Fue en el instante en el que tironearon del bastón presidencial en el acto de asunción del Congreso? ¿Quedó sellada a finales del 2003, cuando el subsecretario de la Presidencia, Carlos Kunkel, horrorizó al duhaldismo con la idea de Cristina candidata bonaerense?¿O se desató en marzo de 2004, durante el accidentado congreso justicialista en el que Cristina Kirchner acusó a Chiche Duhalde de ser “portadora de apellido” y la legisladora le contestó que estaba orgullosa de llamarse Duhalde?
    Es engorroso y hasta fatigante bucear en los momentos de tensión política en la que está sumergida la Argentina casi desde el inicio del mandato de Néstor Kirchner. Sobre todo porque, indefectiblemente, los medios fueron el escenario elegido por ambos con la amplificación de todo lo dicho.
    Un día de abril de 2004, Kirchner criticó por primera vez abiertamente a su antecesor y mentor bonaerense. Dijo que la devaluación realizada por Duhalde había sido “poco prolija”.
    El ex presidente no tardó en contestar y, siempre frente a los micrófonos, no sólo defendió “la devaluación que salvó al país”, sino que redobló la apuesta al afirmar que ‘hasta que no se salga del default, el país no es confiable”.
    Fue el primer chispazo de la interna sin fin entre el santacruceño y el bonaerense. La misma que tiene a los argentinos como espectadores, pero que genera una atmósfera política sensible.
    Hubo momentos muy breves de calma entre ambos, pero la distancia política se fue ampliando a medida que avanzaba la puesta en marcha de la candidatura de Cristina Kirchner en Buenos Aires.
    En junio, el primer mandatario viajó a China todavía sin digerir las críticas y elucubraciones del ex presidente y su tropa. Porque la realidad es que ni el kirchnerismo ni el duhaldismo intentaron mantener una discusión de fondo a puertas cerradas; desde el comienzo la disputa por espacios de poder fueron abiertas al público.


Quejas en la China

   
El Presidente aprovechó para llevar al viaje a China a un grupo importante de gobernadores peronistas, como Felipe Solá (con quien se había reconciliado), José Manuel de la Sota, Jorge Obeid, Eduardo Fellner, José Luis Gioja, Sergio Acevedo y Julio Cobos. Todos ellos escucharon las quejas presidenciales sobre los modos con los que operaba el duhaldismo.
    Todavía en vuelo de regreso a bordo del Tango 01, Kirchner le dijo clarito a los cronistas que lo acompañaban: “Considero concluida la relación con Eduardo Duhalde”.
    Dicen que fue en ese viaje cuando decidió lanzar su propio partido, el Frente por la Victoria.
    Si hay algo que saben manejar muy bien Eduardo Duhalde y su esposa Chiche, son los silencios. Sus declaraciones son generalmente intermitentes, aunque espesas.
    En julio de 2004 las cosas estuvieron peor que nunca. Esta vez la polémica era la coparticipación federal de la provincia de Buenos Aires. El gobernador Felipe Solá protagonizó una pelea pública propia con los ministros Fernández, que le comunicaron que no habría un aumento de fondos para la provincia. El gobernador se quejaba porque Kirchner no le atendía el teléfono. Y Duhalde salió en rescate de los bonaerenses, una vez más.
    Por las radios porteñas, repitió al éter y con cierto tono de reprimenda que el reclamo de Solá era “justo” y que había hablado del tema con el Presidente y le había prometido que iba a recibir al gobernador. El santacruceño enfureció de inmediato. Y reaccionó brindando una entrevista a un programa de cable, en donde destiló sólo palabras amargas para el caudillo bonaerense.
    “Duhalde se tiene que definir, yo no voy a financiar el aparato político bonaerense”, advirtió Kirchner frente a las cámaras y dejó picando la posibilidad de que su esposa se presente en territorio duhaldista.
Por esos días un cable de la agencia Xinhuanet se preguntaba: “¿Hacia dónde llevan Kirchner y Duhalde a la Argentina?”. Y esa era la incógnita con la que hace un año convivían los argentinos también. La misma pregunta es válida hoy.
    Otros actores menores formaron parte del show de la interna por el poder. Es el caso del ministro del Interior Aníbal Fernández, considerado un duhaldista de paladar negro hasta que juró como ministro kirchnerista.
El ministro comparó a su ex jefe con lo que le sucedía al ex presidente español Felipe González al dejar su cargo. “Se sentía como un jarrón chino en una casa chica porque, donde lo pusieran molestaba y eso puede estar pasando con Duhalde”, dijo.
    A lo largo de la interna la carta oficial “Cristina candidata” es la que más fuerte jugó el Gobierno para intentar dominar al duhaldismo, más que a Duhalde. Encargó encuestas permanentes, y las mostró siempre que pudo. “Cristina le gana 3 a 1 a Chiche en intención de voto en la provincia”, le dijo a fines de año Carlos Kunkel a Debate. Y a Chiche, claro, no le causaba ninguna gracia.
    Pasó un tiempo fugaz sin cruces explosivos entre duhaldismo y kirchnerismo, por lo menos hasta que aparecieron los carteles que decían “Es tiempo de despegar”, y proclamaban a Felipe Solá como el nuevo líder del peronismo bonaerense. Los duhaldistas los arrancaron indignados. Y el matrimonio Duhalde evaluó que sin lugar a dudas la puesta en escena del felipismo con acto incluido era una puesta en escena armada por el Presidente. Y lo era.
    Hay registrados incidentes pequeños, con actores estelares y personajes secundarios. La plana mayor de la política argentina participó de uno u otro modo de la interna Kirchner-Duhalde. Con declaraciones, especulaciones varias y advertencias. O señalando un reflejo casi mecánico de Duhalde cada vez que tiene diferencias con Kirchner: el bonaerense siempre elige estar con sus leales, se planta en el Congreso “para ver temas de la provincia” y de paso da muestras de su poder residual que se centra cada vez más en el Parlamento.


Apunten a Solá


    La interna no se desactivó nunca. Desde finales del año pasado, el duhaldismo se concentró en hacerle la vida complicada al gobernador Solá por haberse pasado al bando kirchnerista. Hoy por hoy, el objeto de odio duhaldista es compartido por Solá y en menor medida por las exigencias del Presidente en territorio bonaerense.
    Que hay acuerdo o no hay acuerdo. Que Chiche se baja de su aspiración a ser candidata a senadora por el peronismo. Que no. Que tiene resuelta en un 80 por ciento su decisión, dice.
“Quiero desmentir que esté trabajando para un acuerdo” con el presidente Kirchner, fue la respuesta lacónica de Duhalde en Asunción, en donde compartió una foto helada con el Presidente. El bonaerense confesó además, que hace dos meses que no habla con el primer mandatario. Demasiado tiempo para dos supuestos aliados.
    Sin embargo, los duhaldistas se quejan de la oferta “indignante” que le hizo el kirchnerismo para el armado de las listas. “El acuerdo está cerca”, “yo no creo que haya acuerdo”. Dos posibilidades que se alternan desde hace meses en la vida cotidiana de muchos, preocupados por otras cuestiones, como vivir en una Argentina con casi medio país bajo la línea de pobreza, y la mitad de los empleados en negro.
    ¿Le importa al Presidente el desgaste? ¿Así es la nueva política? Duhalde tiene menos que perder, pero todavía retiene el poder de daño.
    Apenas ganó las elecciones presidenciales, el santacruceño tuvo que responder varias veces la misma pregunta: ¿usted siente una deuda con Duhalde por haberlo impulsado? Kirchner siempre respondía casi idénticamente: “La política es la arquitectura de construcción de poder. Acá muchos dicen que Kirchner le debe mucho a Duhalde, pero Duhalde, que no le gusta perder ni a la bolita, no hubiera acompañado a un dirigente que cree que es perdedor”. Y ese es el nivel del debate, quién le debe a quién.
    Lo cierto es que haya acuerdo o no haya acuerdo, esta interna no termina. Porque la relación con Duhalde es la que no está terminada. Por lo menos hasta que no cumpla con lo que él mismo había anunciado y nunca sucedió: su retiro de la política.

 

Ana Gerschenson

 

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