No pretenda descubrir el lector una sofisticada trama de arquitectura financiera llevada adelante por un grupo de truhanes, deshonestos pero ingeniosos y solventes en lo suyo, para entender el funcionamiento del sistema de corrupción K.
Por ese lado no va a encontrar nada. Lo que se ve es una piara de personajes deaudacia sin límite pero mediocres; sin trayectoria que destacar. Eso sí: convertidos desde la nada en millonarios.
Desde mayo de 2003, Néstor Kirchner organizó y condujo el sistema de recaudación nacional con los mismos personajes con los que había hecho lo mismo en Santa Cruz durante 12 años.
A esta tropa, sedienta y leal, solo le exigía obediencia ciega. Él concentraba la caja, repartía lo necesario y garantizaba la impunidad.
Es así como pudieron aparecer lujosos hoteles en El Calafate que todos veían vacíos pero figuraban llenos; caminos que se licitaban pero nunca se terminaban, hospitales y escuelas que se inauguraban varias veces pero tampoco se concluían, aviones que transportaban bolsas de misterioso contenido o efedrina que se ingresaba en cantidades estrambóticas.
La muerte del jefe trajo consigo el desconcierto inevitable. No cual-quiera tiene los nervios templados para mantener semejante emprendimiento.
Aparece otra cuestión central: en la provincia colonizar la Justicia y deshacerse de los funcionarios in-dependientes era sencillo. A nivel nacional es más complejo.
Con esos datos, la presión sobre los que lo continúan es demasiado pesada. Como en un volcán, la lava empieza a subir. En cualquier momento explota (Noticias).
*El autor es ex diputado nacional por Santa Cruz y uno de los que más conoció a los Kirchner.