Una de las características del actual gobierno argentino es su propensión a construir un “relato” ajeno a la realidad. Esta cualidad se relaciona tanto con estrategias pragmáticas de adoctrinamiento y manipulación de la opinión pública, propias de un Estado autoritario, como con doctrinas filosóficas posmarxistas que le sirven de justificación. Se afirma desde una suerte de relativismo que la realidad es construida por el sujeto que la comunica. Por ende, la mentira no es inmoral en tanto sirva para sustentar un proyecto político que se considera revolucionario o liberador. La consecuencia es el cinismo.
El famoso “relato” es impiadoso. No conoce límites morales ni se deja condicionar por la realidad. Destruye todo lo ajeno, ya que se alimenta de una visión totalitaria donde los “otros” son los enemigos a aniquilar (aunque sea desde lo simbólico). Se sirve de periodistas y académicos adictos, así como también de partícipes ocasionales que con ingenuidad aceptan invitaciones a los medios oficialistas para ser usados como vehículo de la propaganda ilegítima financiada con el erario público.
Como era de esperar, el fuertemente subvencionado aparato mediático oficialista no tardó en abocarse a la tarea de construir un relato ficticio alrededor de la trágica muerte de Nisman. Incluso la presidenta participó, aunque mayormente desde la comodidad de las redes sociales. Primero se intentó infructuosamente instalar la idea del suicidio, la cual no fue aceptada por la población. Seguidamente, el aparato recalculó y se volcó a las tradicionales estrategias de auto-victimización y difamación.
Se denunció nuevamente un complot cósmico contra el gobierno y se dirigieron los dardos venenosos contra la persona de Nisman. Pero cuando resultó muy incómodo y difícil dejar caer sospechas sobre la persona del fiscal, el foco se puso sobre la denuncia, e indirectamente sobre la aptitud de Nisman para su trabajo. Incluso se llegó a decir que resultaba difícil de creer que la denuncia hubiera sido escrita por un fiscal. Inmediatamente después de la sorpresiva muerte, sin siquiera dejar pasar un tiempo prudencial, el aparato oficialista comandado por Cristina Fernández, atacaba cobardemente desde el poder y sin miramiento alguno a quien ahora ya no estaba en condiciones de defenderse.
En esta línea se expresó Maier en la TV pública: “Es muy difícil que mediante un tratado se pueda cometer un delito. Hace falta una imaginación que yo no conozco.” También lo hizo Arslanián: “La denuncia está huérfana de elementos probatorios serios como para ser tenidos en cuenta o considerados prueba.” Ricardo Forster, por su parte, expresó que las acusaciones de Nisman “se hubiesen desarmado” si no hubiese muerto porque “no tenían consistencia”.
Finalmente, Zaffaroni coronó esta línea defensiva del relato oficialista arguyendo que la denuncia “tiene la característica de datos de un borrador en computadora” y que “básicamente lo que se está denunciando no es un delito”. Y agrega: “Si se considerase que lo acordado con Irán es un principio de ejecución, lo que es bastante forzado por cierto, cuyo objetivo era la impunidad internacional de los sospechosos, la comunicación del Ministro de Relaciones Exteriores a Interpol sería un desistimiento que, como todo abogado debe saber, deja impune el acto de tentativa.”
Es difícil creer que un fiscal con el prestigio y la trayectoria de Nisman, quien reflotó nada menos que la causa AMIA luego de diez años de perdición, hubiera olvidado el contenido más básico del Código Penal. Así y todo, incluso si fuera cierto, sus críticos parecen dejar a un lado que se trata de una denuncia (como la ha señalado Moreno Ocampo), o sea de una puesta en conocimiento al juez a los efectos de que se inicie una investigación judicial. Tenía el deber de hacerlo, y se jugó la vida por ello.
No se entiende, tampoco, cómo los juristas del relato están tan seguros de que la denuncia es “inconsistente”. De hecho, no han tenido acceso a la prueba completa que el fiscal habría dejado en una caja fuerte temiendo por su muerte, que el juez Lijo tendría en su poder. Y, si el juez diera curso a la denuncia (cosa que no será fácil), todavía habría mucho para investigar y ventilar en un eventual juicio.
Se puede agregar que los hechos que Nisman denuncia, además de que todavía deben ser investigados, involucran varios posibles delitos además del encubrimiento (el cual Zaffaroni concluye que no ocurrió antes de que se lleve a cabo una investigación al respecto). Según Moreno Ocampo, el ex fiscal de la Corte Penal Internacional, para considerar que la promoción del Memorando de Entendimiento es el “aporte material” requerido por el delito de encubrimiento, la investigación que promovió Nisman debe ir más lejos y probar que la presidenta tenía la intención oculta y criminal de ayudar a los sospechosos del atentado de la AMIA a sustraerse de la Justicia.
Es dable puntualizar que la denuncia de Nisman aclara que el acuerdo con Irán sería “una de las vías para lograr la impunidad”, no la única, y “apenas uno de los medios elegidos” para “garantizar lo que se había acordado de antemano”. Esto daría la pauta de que podría no ser el único hecho material orientado a encubrir. Y sigue: “Las conclusiones de la llamada ‘Comisión de la Verdad’ (…) ya se encontraban previamente arregladas entre los signatarios”. Aclara también que el efecto del Memorando estaba pensado para el largo plazo, para servir como excusa permanente para sustraerse de la Justicia, razón por la cual carecía de plazos. Finalmente, asevera que se había tomado la decisión de fabricar un caso falso para desviar las imputaciones hacia terceras personas. Es decir, hay mucho para investigar.
La única defensa real esgrimida hasta ahora por el gobierno en medio de tanta denuncia vacía de golpe de Estado y agresividad contra Nisman, fue un correo electrónico citado por Timerman en el que ex secretario general de Interpol, Ronald Noble, le expresó: “Usted indicó que Interpol debía mantener las notificaciones rojas en vigor. Su posición y la del Gobierno argentino fueron consistentes y firmes.” Sin embargo, es el propio Nisman quien en su denuncia da a entender que el gobierno aparentaba una cosa mientras por atrás hacía todo lo necesario para que ocurriera otra. Por ejemplo, muchos han puntualizado que el artículo del Memorando que indica a los cancilleres de ambos países remitir el acuerdo a Interpol una vez que hubiera sido aprobado, sólo tiene sentido en el marco de un intento por lograr que las alertas rojas cayeran.
Por otra parte, el pedido a Interpol podría tratarse de un arrepentimiento tardío o de un “error” únicamente del canciller. De hecho, Nisman expone escuchas telefónicas de las cuales surgiría que los iraníes, en algún momento, se enojaron con el canciller argentino. Esto habría significado un contratiempo para la continuidad del plan de acercamiento entre ambos países. “Hay un poquito de desazón de allá”, habría dicho Khalil. “Me parece que el ruso éste de mierda se mandó alguna... Estaba firmado algo, en donde estaba el tema de las cautelares.” “Timerman no cumplió con algunas cosas. Esto es así de claro. No cumplió con algunas cosas.”
Cabe que nos preguntemos: Si la Justicia argentina no hubiera frenado el acuerdo por inconstitucional, o si Nisman no hubiera presentado su denuncia, ¿qué hubiera pasado? ¿Hubiera Irán firmado el memorando? ¿Hubiera sido el mismo enviado a Interpol? ¿Hubiera el gobierno presionado o “comprado” al juez de la causa para que solicitara el cese de los pedidos de captura?
Es una lástima que Alberto Nisman ya no se encuentre entre nosotros para terminar su trabajo, y para defenderse de quienes ahora lo atacan en sintonía con la maquinaria propagandística de un Estado mafioso. (El mismo Estado que permitió que al fiscal Taiano le secuestraran un hijo para forzar el vencimiento de la apelación en la causa por enriquecimiento de Néstor Kirchner, o que destituyó a Campagnoli por investigar a Báez). Tampoco se entiende que una denuncia tan inconsistente y disparatada haya provocado en el oficialismo una reacción tan frenética y violenta, el plan de acudir al Congreso “con los tapones de punta”, así como un bombardeo verbal contra el fiscal fallecido.
Quizás no sea casualidad que prácticamente los mismos relatores que se abocaron a desprestigiar la denuncia de Nisman se plegaron al meta-relato siempre presente del golpe de Estado invisible. El gobierno nunca se cansa de denunciarlo sin consistencia alguna. Para Zaffaroni, la denuncia de Nisman y su posterior muerte misteriosa serían parte de “una tentativa de golpe de Estado” (¿tendrá él alguna prueba o indicio para sostenerlo?, ¿no debería denunciarlo ante la Justicia como hizo Nisman?).
Forster, por su parte, no se quedó atrás y aseveró: “Se construyó una denuncia cuando la sociedad atravesaba con alegría el verano. (…). Soy de los que piensan que formó parte de un dispositivo de desestabilización, que tiene que ver con las elecciones de 2015, y el fortalecimiento político de Cristina Kirchner, en momentos en que la oposición se mostraba deshilachada y fragmentada...”.
De nuevo, ¿por qué se alega apresuradamente la inconsistencia de la denuncia de Nisman, y luego se afirma irresponsablemente una grave teoría conspirativa sin siquiera un mínimo indicio al respecto? Lo que Forster no parece advertir es que la realidad es, además, inversa a la que él describe. Era precisamente el gobierno quien se encontraba en decadencia, sin un candidato fuerte de su confianza, ante una oposición mejor posicionada, y para colmo de males con un fiscal denunciando a viva voz un posible hecho delictivo atribuible a la presidenta absolutamente creíble para la opinión pública.
En definitiva, según el “relato” oficial, Nisman habría pasado de ser el fiscal estrella que supo resucitar la causa AMIA gracias a la decisión política de Néstor, a convertirse en una imitación de abogado incapaz de redactar una denuncia y de leer el Código Penal. Lamentablemente, no tenemos todavía muchas certezas sobre la denuncia ni sobre la muerte de Nisman. Lo que no podemos permitir es que se pisotee la memoria de quien, de una manera u otra, en un entorno de corrupción e impunidad, nos regaló a los argentinos el orgulloso y noble ejemplo de dar la vida por el cumplimiento del deber.