En los tribunales federales de la calle Comodoro Py nadie quería demasiado a Alberto Nisman. Quienes se sinceran a grabador apagado adjudican aquellos esquivos sentimientos al caracter irascible del fiscal, a su porte ambicioso y a que rompió ciertos códigos internos al confrontar con los colegas que lo antecedieron en la investigación del tortuoso Caso AMIA, Eamon Mullen y José Barbaccia.
La ex de Nisman y jueza federal de San Isidro, Sandra Arroyo Salgado, tampoco goza de grandes simpatías en aquel ámbito. Adjetivos como “brava”, “engreída” o el menos caballeroso “más mala que las arañas” pueden caberle indistintamente en los clásicos pasilleos donde la información de primera mano suele mezclarse con opiniones impublicables y especulaciones políticas travestidas de prueba judicial.
“Entre el 18F y hoy, Arroyo Salgado pasó a ser la jefa espiritual del Partido Judicial”, se divertía el jueves 5 un juez que aún mantiene buen diálogo con la Casa Rosada, mientras Arroyo pateaba el tablero instalando, rodeada de próceres de la criminología nacional, la idea difundida pero no probada de que “a Nisman lo asesinaron”.
Hasta minutos antes, en Comodoro Py se vivía una sensación de “tregua” entre quienes se siguen alineando con el Gobierno y aquellos que convirtieron en bandera a alguien que no amaban para pelear contra las reformas K al Código Procesal Penal, que pretende retacear poder a jueces y fiscales. Esa es la pelea de fondo.
La marcha del 18F había marcado el pico de confrontación. Luego, el jueves 26, el juez Daniel Rafecas desestimó la denuncia de Nisman reelaborada por el fiscal Gerardo Pollicita, resolución que fue interpretada como una alfombra roja para que Cristina Kirchner recuperara oxígeno abriendo las sesiones ordinarias del Congreso Nacional con un marco multitudinario.
De hecho así ocurrió. Y el martes 3 de marzo, al inaugurar el año judicial, el titular de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti, selló una especie de “paz institucional” poniéndole la otra mejilla a las críticas presidenciales y propinándole críticas oblícuas de tono equilibrado y componedor.
Dicho clima se había percibido en el repleto salón de la Corte donde habló Lorenzetti. Todos los sectores de la familia judicial estaban representados allí. A la salida se respiraba cierto alivio.
Una jueza de polémica trayectoria rechazaba una entrevista periodística señalando que “no es momento ahora de levantar la cabeza”. Arroyo Salgado se retiraba bombardeada por los flashes. Cuarenta y ocho horas después, ella tiraría la bomba.
El peritaje paralelo de Arroyo volvió a recalentar un caso que el Gobierno no sabe cómo sacarse de encima. Detrás de la ex de Nisman, los K ven una contraofensiva de sus tardíos enemigos de la SIDE, grupo al que también la magistrada pertenece.
Y le adjudican la intención de trasladar la causa al ámbito federal, donde adquiriría el valor de una daga envenenada. Así estamos (Revista Noticias).