Las especulaciones que se venían haciendo acerca
de la instalación de una base militar de Estados Unidos en territorio de
Paraguay ya tomaron forma concreta, luego del reciente desembarco en el país
vecino de más de 400 soldados, aviones, armas y equipo variado del ejército
norteamericano. Y no son pocas las
otras concesiones obtenidas por esas tropas, que cuentan a partir de ahora con
el mismo status de un diplomático y que les permitirán, por ejemplo, no tener
que responder ante la Justicia del país anfitrión por cualquier delito ni daños
que causen a la salud, al medio ambiente o a los recursos de la población.
Estos privilegios, que tienen vigencia hasta diciembre del 2006 y son
prorrogables automáticamente, incluyen la liberación aduanera, la exención de
inspecciones e impuestos, y el reconocimiento de sus matrículas médicas y las
licencias de conducir de los vehículos que traigan desde su país.
El lugar elegido para el asentamiento de esta base es
un aeropuerto semiclandestino ya existente desde hace algunos años en el Chaco
paraguayo, concretamente en Mariscal Estigarribia, a unos 200 kilómetros de la
frontera con Bolivia. La pista
cuenta con 3.800 metros de largo, lo que permite el aterrizaje de aviones B-52 y
Galaxy y el desembarco de material bélico pesado, y el lugar tiene espacio para
alojar hasta 16.000 militares. Según menciona el sitio digital Argenpress, se
espera que llegarán hasta 13 los contingentes que irán a parar allí.
Con este “éxito” avalado por la permisividad del
Congreso paraguayo, el gobierno de George Bush
logra colocar un importante peón adelantado mirando a la Triple
Frontera, zona que desvela a los norteamericanos por contener, según sus
esforzados y exagerados analistas de Inteligencia, todo tipo de bandas de
fundamentalistas islámicos que amenazan a Estados Unidos y a todos sus aliados.
Los adelantados del Gran Padre del Norte estarán así también muy cerca
de gobiernos que les molestan –en primera fila el de Venezuela- y de
conflictos que les resultan incómodos, como la ascendente radicalización de
los movimientos indigenistas de Bolivia y Ecuador y de sus demandas sociales.
Pero los militares norteamericanos podrán controlar
además -¿y tal vez un día saquear?- las cuantiosas reservas petroleras y gasíferas
bolivianas y el área en la que se encuentra la mayor reserva de agua potable
del mundo, otro objetivo a mediano plazo a la par del petróleo, que es el Manto
Acuífero Guaraní. De hecho, ya
han sido vistos soldados de Estados Unidos deambulando por distintos puntos de
la zona fronteriza, entre ellos Concepción y Encarnación, limítrofe con
Argentina. También cabe recordar,
quizás como un antecedente inmediato, que hace poco más de dos años se
asentaron por un tiempo tropas norteamericanas en el norte de la provincia de
Misiones, en el supuesto marco de “ejercicios militares” conjuntos con
elementos argentinos, para lo cual fueron autorizados por el entonces presidente
Eduardo Duhalde en uno de sus últimos actos en ese cargo.
Lo cierto es que hasta ahora el gobierno de Paraguay
no ha hecho ninguna desmentida respecto del asentamiento de la base
estadounidense en su territorio. Máxime
cuando el presidente de la Comisión de Defensa del Senado paraguayo, Alejandro
Velásquez, señaló recientemente, muy suelto de lengua, que “entre
aliados tenemos que defendernos”. Algo
equivalente, pueden pensar muchos, a vender su soberanía al mejor postor, además
de hacer peligrar la de los países vecinos.
Carlos Machado
karlos_585@hotmail.com