Se los ve radiantes en la foto a Roberto Perdía y Fernando Vaca Narvaja, por entonces al mando de Montoneros, festejando el indulto que les otorgara el presidente Carlos Menem en octubre de 1989. La euforia escondería que consiguieron las medidas de gracia a cambio de delatar a supuestos compañeros de militancia. Es lo que revela el libro de la periodista María O’Donnell, “Born”, consagrado al secuestro extorsivo contra pago de rescate de los hermanos cerealeros del citado apellido, cometido por los Montoneros hace 40 años, un caso cuyas ramificaciones judiciales siguen todavía abiertas.
Me encuentro entre los “botoneados” por estos dos referentes de los Montoneros, que así lo habrían perpetrado en sede judicial antes de finalizar 1989. Lo hicieron sin coerción física, mediante declaraciones voluntarias de acuerdo a sus exigencias para comparecer en tribunales. Tal cual lo destapa el capítulo 13 del libro de O’Donnell, entre otros pasajes y concretamente, en las páginas 305, 306, y particularmente en el segundo párrafo de la 307.
Obviamente rechazo las acusaciones que podrían deducirse de las alegaciones atribuidas a Perdía y Vaca Narvaja. Hasta hoy desconocía su existencia. Creía que no habían sido doblegados por las técnicas que emplearon con el fin de obtener ciertos testimonios para ese procedimiento judicial, los cerebros de aquel presunto canje de indultos: Juan Bautista Yofre, responsable de inteligencia del gobierno de Menem, y Juan Martín Romero Victoria, fiscal del sumario. Supe que se valieron de la intimidación, coacción y discriminación, violando la “Convención contra la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanas o degradantes de la ONU”, ratificada por la Argentina el 24 de septiembre de 1986.
Lo afirmo porque también me encontré entre quienes padecieron los designios de Yofre y Romero Victorica. Al respecto, ya me referí al calvario burocrático que atravesé para que se me concediese legítimamente mi indulto en agosto de 1990, sin la contrapartida exigida por los artífices de hacer avalar el contenido de las actuaciones judiciales y escrachar a otros. Tuve la ocasión de hacerlo en los “Anexos” de la segunda edición de mi libro “Montoneros final de cuentas”, aparecida en 1999, en un texto titulado “La fatwa”, que se reproduce al pie. Ese libro no fue incluido en la bibliografía utilizada por O’Donnell, periodista a la que no conozco, con quien nunca hablé ni brindé o intercambié información.
La tesis del libro de O’Donnell es que todos traicionaron en la historia del secuestro de los hermanos Born, especialmente los pretendidos o auténticos Montoneros por ella investigados, entre los que me incluye. Parece desconocer que las responsabilidades penales son individuales. En lo que me concierne rechazo su generalización, asimilando mi comportamiento al de otros que obraron distinto. Desmiento lo que terceros, identificados o no en el libro, hayan dicho, podido decir o insinuar contra mí. Nunca me auto-incriminé ni sindiqué a ninguna persona real y viva que pudiera haber tenido alguna participación en el aludido secuestro. Aporté la prueba en el documento consular que firmara en Suiza el 18 de enero de 1991, en respuesta a la convocatoria a declarar en Buenos Aires que me cursara Romero Victorica, protocolo notarial que acompañé a la publicación de “La fatwa” en “Montoneros final de cuentas”, mencionada anteriormente y que ahora reitero en los archivos relacionados con esta denuncia.
Sin embargo, O’Donnell desliza sutilmente entre líneas que presté declaración en 1989, tal vez para emparentarme con los que sí lo hicieron. Da la impresión de ignorar que en esa fecha no podía volver al país, por el pedido de captura y extradición que pesaba en mi contra, y era imposible que fuera indagado en el extranjero al estar refugiado en Suiza y protegido por Naciones Unidas. Recién fui indultado un año más tarde que Perdía y Vaca Narvaja, pero sin pagar ningún precio inconfesable. Siempre me mantuve en la misma posición, que es la de defender mi libro, “El crimen de Graiver”, originario de 1990, luego reeditado en 2007 y 2010, bajo el título, « Graiver, el banquero de los Montoneros », donde me ocupé de dar pistas falsas para obstaculizar la razzia desatada por Yofre y Romero Victorica, que aún perdura por las diligencias penales que no han sido interrumpidas en Argentina.