El
loco mirando desde la puerta del jardín
hombre
normal que por un momento
cruzas
tu vida con la del esperpento
has
de saber que no fue por matar un pelícano
sino
por nada por lo que yazgo aquí entre otros sepulcros
y
que nada sino el azar y a ninguna voluntad sagrada
de
demonio o dios debo mi ruina.
Leopoldo
María Panero, Poemas del Manicomio de Modragón, 1987
Leopoldo
María Panero es el poeta más importante de España, aunque España le haya
puesto una camisa de fuerza y lo envenene con el calmante haloperidol.
Encerrado
en un manicomio hace casi dos décadas, el diario español, El País,
pareciera haberle descubierto, y le entrevistó en un lugar conocido como la
Residencia de Estudiantes. Escoltado, el poeta, por su colega y amigo, Félix
Caballero y una sugestiva admiradora, llamada Amaraba, habló de lo humano,
divino, la poesía, España, la democracia, el Quijote, Neruda, la psiquiatría,
sus preferencias sexuales, Freud, el Papa, Rasputín, Lacan, todas las etcéteras
de las preguntas y de lo que le rodea: la locura. Panero, creo, no le deja un
solo pelo a la lengua de sus palabras.
Panero,
viajó este año a Chile, invitado, bajo
una estricta custodia y recitó su poesía en el manicomio de Santiago de
Chile, sitio de una vieja capitanía hispana, cuyo capitán general perdió la
cordura en los momentos de apremio.
La
conversación de El País con Panero, autor de una poesía en el límite,
sin fondo, un lenguaje en escombros permanentemente, no incluyó
poemas de su factura, sino dejó funcionar la escopeta con su pólvora
acorralada en el manicomio del Dr. Rafael Inglod, en Islas Canarias.
EL PUTO INFIERNO, DICE PANERO
Les confesó en el arranque a sus entrevistadores, Miguel Mora y Jesús Ruiz
Mantilla, que España es la que está loca, no él. Sus
respuestas están llenas de lucidez, humor, del peso rotundo de su palabra. Y
ese fue el titular de El País.
“Lo de Rasputín fue una noche y a puerta cerrada; lo mío va para 20 años
y es a la luz del día: el diario de un hombre infinitamente envenenado”.
Es
probable que Mora y Mantilla no conozcan su poesía, pero Panero ha dicho esto: Se
cantan himnos a la virgen y loas a la cruz/que no existe, y al más allá,
mientras Dios quema/ y mi cuerpo escupe sobre el suelo el martirio/y vomita la
cerveza y el vino del sufrimiento./Porque la religión no son dogmas ni anhelos
abstractos/sino el sufrir de otro sufrir, el matar por amor/hasta llegar a este
final en donde sólo se habla de odio/Que Dios perdone mi odio, y lo
perdona/pero tú no, animal hispano, bestia que no perdonas/el genio que no
tuviste nunca caridad/mientras San Juan de la Cruz llora en la pradera de
la/noche.
En
este recreo con la prensa y que El País supo destacar en primera plana
de su WEB durante todo el día, Panero califica su hogar en Inglod, de puto
infierno, sí, el manicomio, donde pasa la vida junto a una ventana que
mantuvo tres años abierta, lo que le ha significado ingerir dosis de
haloperidol para atontarlo, comenta.
Atonta. Pero más inteligente que yo, imposible. Soy tan inteligente como
Nieztsche. Seguramente Panero pensó en la escena del 3 de enero en Turín,
Italia, 1888, cuando el filósofo alemán se abrazó llorando a un caballo que
un cochero golpeaba brutalmente. De
ese acto de amor partió la locura de Nietszche, dicen.
El
diagnóstico de Panero es esquizofrenia, una enfermedad normal en el mundo
actual. Salga a la calle, converse con un político, vea la disociación en el
discurso y la realidad, como los
semáforos son unas luces decorativas en el paisaje urbano desolado, reventado
por los avisos de neón, bajo el desamparo del hombrecito troglodita que
consulta su celular como un librito mágico lleno de entretención.
Donde
vivo, en el quinto mundo a mano derecha, los locos entran y salen del sanatorio,
se confunden en las calles, forman parte de la sociedad, la que les anima a
compartir sus proyectos en el
manicomio local. La gran frase, locos de atar, ha quedado totalmente obsoleta
donde vivo. Es una feria de idiotez erigida en la suprema causa perdida.
La
realidad de Panero es otra, y como interno, acusa que no le dejan fumar, le
obligan a hacer la cama siete veces al día (¿alguna cábala para locos?)
"y aquí azuzan a los locos contra mí y no los atan, solo lo hacen con los
viejecitos por nada", les comenta a los del Paìs. El periodista le
pregunta por otra medicina habitual: ¿Le dan electroshocks?. Es como una
especie de desayuno, al parecer, por la pregunta nada de poética. “López
Ibor te daba electroshocks y luego te ponía una imagen de santa Teresa en la
mesilla. No he visto un nazi parecido en los días de mi vida. Ahora, la lobotomía
y el electroshock están prohibidos, y las correas también, salvo en caso de
sangre o pelea”, complementa su respuesta Panero a El País.
LOS AÑOS HAN ROTO MI CARA
Ya el diálogo se ha animado: ¿Mienten los locos?, los periodistas
buscan la verdad de primera mano y arrojan esa pregunta de patinazo. Y viene la
lucidez de Panero: los locos yerran, pero no mienten. Èl, remató, a los
cuerdos reporteros: Un loco tiene
la perniciosa manía de decir la verdad, como el borracho.
Y
el cuestionario continúa por el mismo camino, mostrando una supuesta
soga en la casa del ahorcado: ¿Acaso existe la locura?. “No. Los locos
son gente muy puteada y se esconden para que no les hagan más daño. El mito
de la enfermedad mental, de Thomas S. Szasz: si el loco es un hipócrita, no
está loco, es un hipócrita y punto. Yo aprendí telepatía en París, entendí
que pensar venía de hablar, y hablaba y leía en voz alta. Me quedé telépata.”
Algo parecido a un vidente, un transmisor psíquico, quien se comunica con los
sentidos, sin Internet, ni otros intermediarios físicos.
En su libro, Poemas del Manicomio de Mondragòn, Panero dice que la
locura se puede definir, muy brevemente, como una regresión al abismo de la
visiòn, o en otras palabra, al cuerpo humano que èsta gobierna. Yo he sido la
diversión de España, acusa, por mucho tiempo, a la menor tentativa de
defenderme, encontraba la muerte, primero en Palma de Mallorca en forma de
una navaja, y luego, en el manicomio del Alonso Vega, en Madrid, en forma de una
jeringa de estricnina.
Los
años han roto mi cara/y dicen que no es sangre, sino pus la que
corre/lentamente por el tembladeral de mis venas/donde agoniza un dios del
pasado/que desde el poema nos llama con la llama e un muerto.
Panero habló con la lámpara y la vela encendida, de acuerdo a los claroscuros del momento. No en vano, sobre la mesa había siete paquetes de cigarrillos entreabiertos y el poeta es una chimenea en tiempos de elección papal. El humo se hace más humo en silencio.Nos ha dicho en su poesía y en esta entrevista, que es un poeta culto, con memoria, actual, de una vigencia extraordinaria en un planeta caótico, de notorios climax esquizofrénicos, de una banalidad rica, sustancial, irritante, para saturar un paisaje con un nuevo escalofrío y fantasmas que el viejo Marx hubiese preferido nunca mencionar.
LACAN, MARX, ANA TORROJA
Los
periodistas se sorprenden, es uno de los pocos comentarios que hacen en su
entrevista, que tampoco describe el lugar donde suele habitar físicamente el
poeta. Por ser las únicas definiciones sobre ese momento y relacionadas con lo
que perciben de Panero, escondido en la mala conciencia española, aquí
las incluyo textualmente, como un paréntesis de estos comentarios: “
(Leopoldo María Panero (Madrid, 1948) fuma como un loco pero apaga los pitillos
antes de la mitad. Sufre esquizofrenia, o eso dicen los psiquiatras. Los únicos
síntomas aparentes son sus murmullos inaudibles, su enganche a la coca light y
su paranoia (comprensible) con la CIA. Por lo demás, su lucidez destellante, su
inteligencia sarcástica, su cultura-baúl (suelta citas y recita en varias
lenguas y sectores: Lacan, Marx o ¡Ana Torroja!: "Y los jamones son de
York") y su curiosidad insaciable (poesía, literatura, psiquiatría,
antipsiquiatría, física...) le convierten, más bien, en estos tiempos lelos,
en un cuerdo tan indispensable como inalcanzable)”.
Ahora sólo duerme adentro, en el manicomio del Dr. Rafael Inglod, comentan los periodistas, bajo la carga demoledora del haloperidol, un tranquilizante que él desprecia, como toda la psiquiatría que le han echado encima en estas dos décadas. Todo ingreso es un secuestro, ha dicho Panero, y reiterado, toda internación es ilegal. Los periodistas continúan su cuestionario limpio, como una navaja. ¿Psiquiatría o poesía? He pensado dejar la poesía como Rimbaud para dedicarme a la psiquiatría, pero a la real, no a esa falsa que Wittgenstein llamó La máscara y el lenguaje.
Ambos
Poetas están editados por la Colección Visor de Poesía y comenzaron a
escribir desde muy joven. Rimbaud se deshizo de la poesía a los 19 años, pero
ya había vivido Una Temporada en el Infierno. Lo dice el poeta Maldito:
He creado todas las fiestas, todos los triunfos, todos los dramas. He tratado de
inventar nuevas flores, nuevos astros, nuevas carnes, nuevas lenguas. Creí que
había adquirido poderes sobrenaturales. ¡Pues bien!, tuve que enterrar mi
imaginación y mis recuerdos. África consumió
a Rimabaud, quien regresó Marsella, sólo para morir en brazos de su hermana
Isabelle. Panero vive hace dos décadas en su Infierno, y sus versos dicen: Y
yo soy el cristal del infierno/el cristal para morir tan solo/para morir como en
la página delgada del sufrimiento/como el sufrir del más atroz del sufrir que
no existe/el sufrir en la página /que no existe.
¿Cómo se hizo poeta? A los cinco
años. Mis padres estaban aterrados. El poema decía: "Mi corazón
temblaba y no era un sueño / fueron muriendo todos los soldados de la guardia
del rey / y mi corazón seguía temblando".
¿LE ROBÓ LAS CREDENCIALES A DIOS O AL DIABLO?
¿Panero le robó las credenciales a Dios o al Diablo? Es una pregunta para la sociedad y las autoridades españolas, sus poetas, periodistas, intelectuales, la Academia de la Lengua que Panero destraba con sus gestos, sonidos, miradas, la desesperación de sus ruidos, su intacta palabra.
El
cuestionario sigue viento en popa: ¿La literatura cura? Alguna sí. Los
literatos españoles se dividen en dos: el burgués ambicioso y los mamarrachos
abominables. Panero no tiene pelos en la lengua y responde como si viviera en el
Viejo Oeste. La soledad de la poesía, el desencanto, la infamia dorada, toda la
pasarela para un pobre escenario y perfomances provincianas. La roja nariz del
payaso sonriente en la palidez de la historia poética.¿Cree
en la democracia? Soy anarco
individualista, pero creo. Me sorprende que alguien dijera que la democracia es
un anacronismo. No creo que Tejero sea muy moderno. Pero los diputados están
como cabras. No hay tema para
Panero, donde él no tenga su claridad, vigencia, actualidad. ¿Por qué El
País no lo contrata como columnista? De pronto corresponsal en Afganistán.
Allí, el viento tiene cinco
esquinas. Panero, podría ser la alfombra voladora. Panero es admirador de Ana
Torroja, autora del álbum Puntos Cardinales. El poeta está al día del
día, que vive y lo vive, en la
marginalidad del escenario que se describe aparentemente en los periódicos en
las páginas de obituarios. Los reporteros de El País podrían haber
rayado a la salida del manicomio: Panero vive la locura de todos. Y podrían
recitar: En el oscuro jardín del manicomio/los locos maldicen a los
hombres/las ratas afloran a la Cloaca Superior/buscando el beso de los Dementes.
Se sigue deslizando el cuestionario con la actualidad. ¿Qué le
parece la ley de matrimonio homosexual? Yo soy bisexual y sadomasoquista. Sádico
con las mujeres y masoca con los hombres, aunque también sádico con
algunos tíos, depende de lo guapos que sean. Ahí está Panero, frente a su
propio espejo, mirándose las entrañas y dejándolas al descubierto, para su público
y admiradores. Es un triángulo de trece caras. La luz solitaria que nos ve en
el reflejo. Tal vez, en el diván todos los perros son azules, Panero. Y los lúdicos
reporteros, prosiguen su rutina con un disparador insaciable en su lengua. ¿Freud
o Lacan?, porque no pueden
preguntarle: Maradona o Pelé: están con Panero, con más formación que ambos,
sagacidad y manejo de la locura.
Freud
se creía el anticristo, pero era ambiguo, responde Panero, en su estilo filoso.
Decía: "¡¿Sabía usted que soy el diablo y Dios construye catedrales en
torno a mí?!". Lacan sabía que los locos sabían que él era el
anticristo. Según Jung, Cristo y el anticristo son el sí mismo. El yo no
existe en la especie humana. Es lo que Lacan llamaba "el sombrero de Napoléon".
El yo es en lo que se pierde el loco. Y el anticristo son los bancos.
Ese es Panero, si un pelo de retórica. Se prinuncia más que los intelectuales
que están libres, en las universidades. Lo hace con la actualidad de un monje
del siglo XXI.
EL
QUIJOTE, UNA NOVELA RIO ASQUEROSA
¿Por
qué no abre un dispensario antipsiquiátrico?
Pensé hacerme millonario con la antipsiquiatría y lo sería si me
pagaran los derechos. Sal y pimienta, el poeta, su materia y la de sus
interrogadores. La poesía, literatura, ha sido su mundo. La
pregunta no se hace esperar: ¿Su poesía es automática? ¿Pensaron
en el surrealismo o simplemente que un loco escribe en automático, con el
casete corrido, sin pensar, solo aflojando el disparador del subconsciente
incontrolable? ¿Es una pregunta vieja, de otra época o una viveza? Me pongo,
intento, ponerme en el lugar del poeta-entrevistado, objeto de observación,
ahora, y aniquilamiento, en los últimos 20 años. ¿Qué habrá pensado Panero,
me pregunto, y sobre todo, que le habrá pasado por la mente cuando le
preguntaron sobre su poesía, escritura, para ser exactos? Un poeta leído y que
tiene una particular visión, una manera de entender la poesía. Y así
responde, en la gracia de su
gracia:
No
me prohíbo nada salvo cagar en la silla. Pero mi poesía es técnica. Hablando
del cuerpo, Spinoza dijo: "Nadie sabe lo que puede el cuerpo". Y
Neruda: "Te escucho orinar al fondo de la habitación". Voy a echar
una meada.
[Se
va, vuelve]
Se refiere al poema de Residencia en la Tierra de Pablo Neruda,
Tango del viudo, que por demás es un gran poema.
¿Cuál
es su poeta favorito?
Neruda no me gusta. Mallarmé, sí. Escribe científicamente [recita un
poema en francés].
¿Preferiría
ser francés?
Querría
irme a París. Allí no están tan locos como aquí. Aquí no se puede pensar.
No es raro que el Quijote sea el ídolo. A San Juan de la Cruz casi lo queman
porque se lavaba todos los días. Este país está obsesionado con el sexo desde
hace siglos y por eso odian a Dios, porque lo ven castrador.
¿No
le gusta el Quijote.?
Es
una novela río asquerosa. Me gusta El licenciado Vidriera. Ahí está
retratado en sus gustos, verdades literarias, pero su poesía habla por él. Ahí
está su mirada y la máscara. No
viaja en automático el poeta, como suponían
los reporteros. Se instala en la lucidez de su sombra, en las ruinas que lo
dejan intacto para reconstruirse nuevamente. Es la sensación consciente de un
pataleo de un ahogado que sabe respirar a sus ritmos. Panero trabaja donde nace
y muere el poema. Crucifica la luz, arde en el sueño frío, es hermano de la
muerte, pero sobrevive por temperamento a su propias aguas y
costes. Sólo asume. El verbo proveerá. Todo lo demás, es Panero.Y
viene el final del barranco de preguntas. Los que no son poetas, creen en una
suerte de magia, inspiración celestial, un llamado del más allá, estando
todos bien acá. ¿El poeta es un mago, un pequeño dios, un duende, que coño
es Panero?.
¿Quién
le dicta sus poemas?, preguntan Miguel y Jesús, quienes le siguen crucificando
a preguntas: ¿Escribe en trance?
Como no sea mi conciencia... El hombre no habla, es hablado, dijo Lacan.
No creo en la bestia de la inspiración, yo cultivo el espanto como una ciencia.
Me pregunto en medio de este interrogatorio, ¿Por qué El País no editó
un solo verso de Panero? Un poeta desde un principio y final, es su poesía. Es
el cuerpo a la sombra. Todos somos el delito.
EL
PAPA, MI DOBLE
¿El
nuevo Papa?
Un
filonazi. Mi doble.
¿Zapatero?
El
príncipe de las tinieblas. "Oh, Satán, tú tienes dos cosas: el oro y el
regazo de la mujer" (Goethe).
¿Negociar
con ETA?
Por
supuesto. Hace siglos dije que sólo ETA hace oposición.
Mis preguntas, las que le hubiese hecho, y no es de locos: ¿Aceptaría el Premio Nobel? ¿Una Embajada en Bagdad? ¿Un poema es redondo, cuadrado, triangular o no tiene formas?¿Cuántas veces cree haber hecho su cama?¿Qué lee ahora?¿Qué libros tiene en su biblioteca?¿Participa en concursos de poesía?¿Mira el calendario o el reloj?¿Prefiere la noche o el día? ¿Sabe quien es después de las dosis de ¿Ama a alguna mujer, persona, animal o cosa? ¿Recuerda el día en que dejó su casa, la calle, la sociedad?¿Sueña?¿Qué recuerda de la vida que no sea la muerte?¿Una palabra favorita, una película, un libro, un animal?¿Qué acto de locura no cometería?¿Si lo dejaran salir, a dónde iría primero?¿La locura es un acto de fe?¿La cordura es una cuerda que puede cortarse?¿Qué le recomendaría a un loco?¿Por qué punta entra a una madeja un orate? ¿Usted trabaja con Internet, tiene acseso?¿Quién califica, administra y maneja la locura?¿La locura es un tema personal o de Estado?¿Una casa de locos es rentable?¿Con qué personaje le interesaría conversar, entablar una amistad?¿Quién fue el primer en abrir la puerta a la locura? ¿Está de acuerdo en que la imaginación es la loca de la casa?
Rolando
Gabrielli
Posdata
La poesía es un estorbo, una curiosidad no indispensable, un lenguaje cargado de malas intenciones para poner a pensar. Quizás, un acto locura, en un mundo esquizo, pero lineal. Panero es este espejo dormido en nosotros, un anillo para la boda con la realidad. Sólo veo su rostro sobre una ventana de España, su mirada peninsular, adentro de sus adentros, sus orejas y nariz larga, mirada de alguien sometido a la Inquisición. Pienso que Panero ya no está allí. Es un fragmento peninsular su rostro, el mapa árido de España, la fértil imaginería de un mundo de locos, alguien que no llegará a puerto, porque no existe
Panero,
Panero
Panero
ya conoció el infierno,
el
diablo celeste de la creación
viene
devuelta sin un respiro
y
escupe en la cara de España.
Reina
mía, se ha roto la luna
en
la roja noche del cristal
y
es puerco pensar ahora en Bizancio.
Locura
sería, mi Dama, que mi poesía
estuviera
en cartelera,
nada
más teatral que el espanto
y
el mundo arrodillado en un grano de arena,
meciéndose
con la muerte
frente
a nuestra vereda y de azul.
Falta
poco para que ocurra
ese
milagro, no lo sé.
Un
niño cierra su primera vocal.
En
alguna ciudad alguien
se
siente un paréntesis.
¿Por
qué lado abrirá el mundo
la
mañana de mañana, Panero?
Rolando Gabrielli¸ ©2005