La órbita terrestre está llena de satélites, sondas y todo tipo de
chatarra, en desuso o en actividad, desde que en 1957 partió el primer Sputnik.
A partir de allí, aumentó año tras año la cantidad de lanzamientos a punto
tal que a 48 años de aquella primera experiencia toda esa chatarra acumulada
que circunda la Tierra es conocida ahora como “basura espacial”.
En estos días, un punto del planeta ubicado al extremo sur del
hemisferio occidental llamado Argentina está siendo inundado por otro tipo de
basura que nada tiene que ver con la astrofísica. Es la basura electoral.
Esta campaña lanzada
oficialmente el 24 de agosto, pero que en los hechos venía desarrollándose
desde mucho antes, es la más surrealista que le tocó vivir al país.
En primer lugar, si bien el pingüinerismo intenta captar votos en todo
el territorio, el “target” preferencial es la provincia de Buenos Aires.
Para senadora de la misma se postula una primera dama a quien, para
empezar, le hace la campaña más su marido que ella misma.
Al hecho de que la colagenada Kristina no conoce muy bien la provincia
que la vio nacer –y que joven aún abandonó para huir hacia el lejano sur- se
agrega que no la está “caminando” mucho que digamos, y encima de eso,
teniendo las pretensiones que tiene, opta por acompañar a su esposo a otras
provincias donde ella nada tiene que hacer. Pero eso sí, hace su parte en los
discursos, como otorgándole a aquél, en su campaña pingüinera, una
contraprestación por sus desvelos en la campaña kristinera.
Pero no es eso lo peor.
La suciedad y la bajeza en que ha caído esta campaña está mostrando
aspectos mucho más graves. El
asesinato del comisario Oscar Beauvais será muy difícil de resolver, toda vez
que el poder político y los medios genuflexos han insistido en implantar la
teoría del crimen pasional o cuestiones de drogas y dinero, para ir diluyendo a
continuación el tema y, tal es su costumbre, hacerlo desaparecer de la atención
pública. Sin embargo –y los
periodistas y medios no comprados o que ignoran las presiones del poder deberían
insistir en ello- se sabe por boca de ex compañeros y allegados del policía
asesinado, después de haber sido echado de la fuerza por haberse atrevido a
criticar al Dr. K, que Beauvais sabía “cosas interesantes” del gobernador
Felipe Solá y en mayor medida sobre el ministro del Interior, Aníbal Fernández.
Casualmente el primero en salir a “aclarar”, no sin cierto
nerviosismo, que “no había ninguna cuestión política” en torno a ese
crimen. En realidad, aclaraciones
que oscurecen.
¿Y qué sabía Beauvais
sobre el gran bigote de Balcarce 24?. ¿Sabría,
por ejemplo, que en complicidad con un juez de la zona, el ministro no permite
que se toque para nada todo lo que rodea a los embarques de ciertos contenedores
en el puerto de Campana, que salen libremente hacia Europa sin control alguno,
como señaló la revista “Noticias”?. Cabe
recordar que hace pocos días fue decomisada en Bruselas una cantidad de nada
menos que una tonelada –exactamente 1.050 kilos- de cocaína disimulada entre
un cargamento de carbón vegetal. ¿O
sabría Beauvais qué papel tuvo el ministro en torno a los 116 kilos de cocaína
que aparecieron en Salta al volcar una camioneta con tres policías a bordo, que
al parecer se dirigían al puerto de Campana, y a quienes el “gran bigote”
protegió disponiendo que no se los tocara y silenciando a los jueces
intervinientes, como informó el sitio “Tribuna de Periodistas”?. Algo, dicho sea de paso, que también desapareció de los
medios, como ocurrió con lo del cargamento incautado en una camioneta fletera
en el camino a Open Door, y con el escandaloso tema de los 60 kilos de cocaína
que viajaron libremente a España en las valijas transportadas por la occisa
compañía Southern Winds, tema en el que estarían implicados además otros
altos funcionarios del gobierno.
Esta es por ahora la parte
sangrienta de la campaña. Que muy
probablemente, como indicaron algunos observadores políticos, no será la última
en el tramo que resta hasta el 23 de octubre, ya que se esperan,
lamentablemente, que aparezcan desde otros muertos que se arrojen las facciones
en pugna hasta el intercambio de acusaciones contenidas en oscuras carpetas
–y tal vez videos- al estilo por ejemplo de las que lanzó el histriónico
Luis D’Elía contra Eduardo Duhalde. ¿Las
balas contra la casa del piquetero oficial? (ya que de diputado nunca trabajó
ni trabaja): tal vez un juego más que puede enmarcarse en una “devolución de
gentilezas” o un autoatentado.
A la gente ya no le
importa. Y posiblemente refleje esa
indiferencia en las urnas de octubre. Está
harta de que le caiga encima tanta basura electoral.
Carlos Machado