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LA AGUJA SALIÓ DEL PAJAR

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FÍN DE LA PERFORMANCE DE PIANO MAN
FÍN DE LA PERFORMANCE DE PIANO MAN

La alcancía del mundo se ha roto y el hombre piano cayó al final de los tiempos

    La alcancía del mundo se ha roto y el hombre piano cayó al final de los tiempos. En búsqueda de la identidad perdida, sus propias teclas le sostienen en el olvido. Toda la historia del naufragio, del viaje y la memoria, nos entregan ahora a un músico autista sin pertenencia ni raíces de ninguna naturaleza. Lo adopta un nuevo espacio, desde la playa en el origen de las aguas. Del posible naufragio, solo se conservaba a sí mismo y a unas partituras  protegidas por una bolsa de plástico. Su hilo umbilical, el cordón de la futura vida, es su único intangible de sí mismo. Un mundo lleno de cámaras, de una ejemplar vigilancia, identificación constante, rastreo satelital pormenorizado de la epidermis de la tierra, no ha podido dar con alguna pista de Piano Man. Es él, han dicho tantas veces, checo, islandés, alguien que no termina de llegar de sí mismo, el hilo de todas las puntas. Se desenrolla como un papiro indescifrable, es la pieza de un rompecabezas inexistente.  El azar jugó con sus días en un tablero vacío. Nadie reclama un sueño perdido, ni la infancia ajena, o el patio de luz de los domingos.
    Cualquiera se pierde en una calle desconocida o en un parque de entretenciones. Muchas veces me vi fuera de la fotografía, del marco de cualquier escena, ausente. Más cerca de la azotea, del patio, de un cuarto, sobre el comedor vacío o la esquina. El jardín era un buen lugar para estar, sentir la bulla del cumpleaños, las voces, risas, los murmullos, como detrás de la oreja, sin estar. Se divisan las figuras interactuando detrás de los ventanales, una música que ya puede ser recuerdo. En alguna velada estuvo el piano discreto en el living, mudo, a la espera de sentir  su propio teclado, ser parte del lugar y las personas.


UN SUEÑO SIN ANCLAS, NI ORILLA

    Esperaba solo dos manos, los dedos de la libertad. El Piano Man, vive por esas teclas, pero atrapado en sí mismo, y posiblemente se desconozca él en su pasado. Lo perverso es el olvido del hombre por el hombre. Ninguna cámara le atrapó en el otro tiempo, y es nada más que su presente olvidado. No le sirve el día, porque es ausencia. La noche es el mismo eslabón de la nada. Todo se suspende, gira en el mismo punto. El inicio es fin, el intermedio un paisaje que va y viene, sube y baja, no encuentra descanso, al referente. El tiempo allí se ha detenido. ¿Cómo se puede llegar a una isla a otra más grande en tierra firme y seguir siendo desconocido? Se siguen barajando nombres, hipótesis, la larga lista  de posibilidades se angosta cada día, los psiquiatras saben que están ante un autista, como el mundo que les rodea, lleno de incógnitas, orfandades, miradas sin respuestas, una época de infamias doradas. Nadie se escapa al ojo mágico de la observación, pero Piano Man no tiene
antecedentes, huellas dactilares, ni pasado, es prácticamente un paréntesis soplado al viento. Humo sin destino ni origen,  viento de sí mismo, nada. Ese hilo conductor del sueño, sin ancla, ni orillas.
    Estas líneas son textuales un día, horas  previas quizás, antes que el misterio se develara. En mis notas anteriores había relatado la aventura inédita del silente, ausente, sorprendente Piano Man, que había logrado poner de cabeza el tiempo, dejar ciego el presente y futuro, porque el pasado no existía. La impresión era que todos habían entrado al Triángulo de las Bermudas, un espacio sin puntas, ni fin, sin salida. Agua, islas, tiempo. ¿Siempre un mismo camino, sin partida, ni regreso?  Una puerta de entrada circular. Una especie de viento en la azotea, de pájaro errante de alas truncas, sólo para la tierra, sobre el mar, sólo aire indescifrable, el que unas alas huecas podrían producir y dejar para siempre en la memoria. Sólo deja  entrever un ojo en la fotografía, detrás de las partituras, sobre ellas sus dedos impecables, largos, cuidados de pianista. Las partituras conservadas con respeto en el plástico, amor,  un cuidado aprueba de silencios, olvidos, de la fatalidad de los
elementos naturales y circunstancias. Arriba, su cabeza rubia, pelos hirsutos modernos, toda la extrañeza del no saber cómo, ni cuando, el no sé quien soy. Es un acto de actor impactante.


BECADO POR KAFKA

    No se necesitó más para dejar en el teclado inconcluso a los ingleses, sus servicios de policía, seguridad, espionaje, psiquiatras, todo un aparato al servicio de lo desconocido. ¿Cómo se llega a una isla de la nada? Un castillo en la arena del silencio desmoronado, por alguien debió ser construido. ¿Quién escribió este libreto? La psiquiatría británica entró en el mutismo de la nada en el hospital de Kent, al sur de Inglaterra, durante los  casi cuatro meses que duró la estadía del enigmático personaje. Fue encontrado bajo la lluvia, en una carretera de la isla de Sheppey,  sin tiempo o fuera de él, un 7 de abril. Sin palabras  sólo se comunicó con un dibujo de un piano que dio la vuelta del mundo y tocó el Lago de los Cisnes, de Tchaikovski. Maravilló a los profesionales de la medicina británica del Hospital The Little Brook, quienes sentían admiración, y pensaban que estaban ante un hallazgo musical, el Hombre Piano. A partir de allí se transformaría en un paciente en estudio, pista permamente, que sumó otros 800 nombres que nunca condujeron al de él. El día que señaló una bandera sueca, volvió a despistar a los servicios de  policía, que vagaban en la hipnosis del misterio, entre Noruega, Francia, Japón, Australia y Estados Unidos. De tantos sitios le reconocían y a ninguno pertenecía. Sólo el silencio y la música interior, parecían acompañarle en su mundo introvertido. Alrededor eran peguntas, una acumulación de hipótesis e interrogantes. Alguien de Hollywood  llamó para reservar los derechos de la historia. Sin duda que la historia es una historia para filmarla. Todo un libreto. El personaje detrás de sí  mismo. Habría que haberle creado una identidad, siempre supuesta. Todo en el imaginario. Podría haber estudiado en Viena, Praga, Milán o París, becado por algún mecenas. Con el oído de un ciego, pero mudo, ingresaría al mundo de la música, empujado por sus apetitos ancestrales de unos abuelos rusos y polacos exiliados en la Yugoslavia de Tito y  muertos en Sarajevo. Sus paseos por el Danubio Azul, visitas relámpagos con orquestas semiprofesionales a Budapest, a los pueblos Celtas, castillos medievales, catedrales góticas, y Dublín, una ciudad que llevaba tatuada en el pecho, le otrorgaban un aire no sólo cosmopolita, sino de un ser etéreo, algo imaginario, la antesala de lo posible. Él todo lo arreglaba con un gran silencio, el ejercicio de la mudez contenía todo el escenario que le rodeaba y absorbía a su público. Cuando abandonaba el escenario, nadie sabía a donde iba. Se había convertido en su próxima perfomance. Cuando tocaba el piano, su público pensaba cual sería el próximo concierto. Sus largos y pulcros dedos sobre las teclas blancas y negras, parecían dibujar la música. Era un maestro cuando alzaba las manos más allá de la música y recogía el aire, suspendía el movimiento, un pájaro solitario en su vuelo dormido. El público le seguía con su mirada hipnótica. El silencio profundo sostenido parece no dejar rastros, pero era demasiado notoria su presencia, se transformaba en algo físico, cargado por los cuerpos de un público fiel, entregado literalmente hablando. Las cortinas rojas producían el mayor ruido en el escenario junto los aplausos, porque la música  se integraba al silencio sepulcral de la puesta en escena.


MIS COLORES EN RED ROCKS

    Me recuerda cuando escuchaba a Charlie en Colorado, la casa se llenaba de su música, buscaba colores en sus sonidos y en ese tiempo yo pintaba. Red Rocks, Allí estaba mi paleta sobre esas rocas rojas, cielos claros y también esas tormentas de verano, rajando el cielo, los días en su relámpago casi descifrados. La montaña absorbía  mis horas, el número impar de mis días. Recordaba los días ásperos, luminosos, frenéticos, deslumbrantemente creativos, apasionados de Frida Kalho. Un tiempo para la creatividad y el sueño. Frida en ese capítulo existencial del recuerdo vivo, una expresión del grito, un argumento de vida, existencia en el amor-pasión y dolor, dos ingredientes de un mismo corazón que nunca le abandonaron. Me asalta una pintura de preferencia, que retrata el mundo de esa artista que se crucificó en sus cuadros. Está  el corazón rojo de Frida  en red Rocks y pienso que sería extraordinario hacer una muestra aquí de ella, en este anfiteatro natural, lleno de  vitalidad, fuerza, como en verdad fue  y seguirá siendo el mensaje de energía que nos dejó. La música es otra pasión y se arroja con nuestros sentidos su propio universo. Charlie me deja esas notas  llenas de colores, que quizás dibuje algún día.
    El Editor, fuera de las notas básicas imperdibles en un diario, desde su editorial, nos ha dejado una suprema y deliciosa libertad. Encárgate  del Hombre Piano, me dijo tecleando en el aire. Estaba de buen humor y se fue caminando en el aire, al ritmo de su propio teclado, con una sonrisita algo burlona, pero de  buen ánimo. Yo ya había escrito varias notas sobre el tema y estaba sobre la pista el "pianista  autista", que le daba una aureola  mágica al limbo musical  que representaba, su estatus de paciente sin origen, ni etiquetas. Me había  detenido en su mirada de oso perezoso deslumbrado por el pasado perdido, por el futuro inexistente, y un presente de olvidos abismales. Esa manera de  salvar en el plástico y retener sus partituras hasta el fin de un supuesto naufragio, superan cualquier nota y deja entrever un eslabón de pasión, la existencia de un poderoso vínculo. Pegué la foto sobre mi escritorio y conversé con el Hombre Piano, en más de una ocasión. ¿Cuéntame tu Historia, le dije, para ver si sirve? ¿Cuántas Historias falsas han contado profesionales del periodismo, en The New York Times, por ejemplo?  La Historia la tienes tú, le decía yo, vamos, salta, suéltala, cuéntamela, veamos ¿por dónde viniste, hacia dónde vas, quién eres, por qué el silencio habla más que las palabras y es más noticioso que un gran texto? Meses con ese gesto sobre la computadora, la misma mirada, recogido sobre sí mismo en la cama, un Paciente del Piano en su permanente teclado. Comencé a especular más que todo con el personaje mismo, su situación, lo inseguro de un mundo que creen construir  más seguro nuestras autoridades mundiales. El Pianista más buscado para encontrar su extraviada identidad, en la historia de la humanidad, con las últimas tecnologías en materia de investigación y comunicaciones. ¿Un mundo tan seguro que no se encuentra a quién o quiénes buscamos? ¿La aguja seguirá en el pajar? Mis preguntas iban y volvían al mismo sitio, sin respuestas, filos de una
>  una misma navaja. La desmemoria en los gobernantes y líderes es ya una carta de presentación en estos tiempos. Pero hacer de este tema algo mundial, es un hecho nuevo, relevante, con todos bemoles de una saga informativa e historia periodística.


ALFRED, LA GELATINA DE LA MUDEZ

    Así cruzó fronteras y se mantuvo en el suspenso noticioso, en medio de la feroz guerra de Irak, alzas históricas, demenciales, escalofriantes del precio del petróleo, el empantanamiento en Afganistán de las tropas que creyeron derrotar a los talibanes, de las declaraciones del pastor norteamericano Pat Robertson de incitación al asesinato del presidente Hugo Chávez de Venezuela  y la causa de Cindy Sheehan, en las proximidades del Rancho de Cradwdorf, en Texas, un acontecimiento que pareciera poner fecha de cumpleaños al nuevo VietBag-dad, en cuanto a la salida de las tropas norteamericanas. El mundo está arrugado, apolillado, cojo, manco, sumido en  problemas circulares que vuelven al mismo origen y vivió en estos casi cuatro meses, el limbo del Piano Man, en su vilo de la nada en la nada. El suspenso, la intriga, la característica folletinesca de la información, la mantuvieron al tope. Sigamos con la Historia, que estaba montada en una espiral del limbo y se llegó a decir que el Paciente Piano iba a quedarse a vivir eternamente en el hospital de Kent. No había recuperación alguna para su autismo y el personal que le atendía con esmero, tendrían que acostumbrarse a su ausencia, a este pasajero que trajeron las aguas en un naufragio, aparentemente.
    Un libreto silente de Hitchcock, suspenso, pero sin terror, quizás el miedo detrás de las cámaras en la historia desconocida. Alfred Hitchcock habría indagado en su pasado. En algún momento el horror surgiría de su lente, algo fuera del control de la realidad cotidiana, los problemas vienen envasados, tienen etiqueta, no como los trajes del Pianista Dandy. Maquinaría el cineasta inglés en su psiquis, ahí montaría su pasado y lo pondría a caminar en paralelo con el momento que vivía. Ahora Hollywood tiene la historia, es más fácil. No sabemos  con   que alimentaban al Hombre Piano, quizás con la dieta  habitual del hospital Kent: gelatina, sopa y algún extra. ¿Alguna vitamina para la memoria? No sabemos. ¿Qué hacía en las 24 horas del día? ¿Contemplar su mudez? Las paredes no hablan, piensan tal vez lo que uno les transmite con la mirada y todos los sentidos. Pero no hay respuestas. Cuando pinté en el garaje de Colorado las parejas de Tango, Caballito, no sé, toda la fantasía real de Buenos Aires y su música porteña, pensaba en el poeta y yo no estaba ahí, sólo consumía un tiempo, una nueva indefinición de mis días. La mente es así, juega a sus instantes, y hace y deshace, te mueve de aquí y allá, subyuga. Es lo más simple y complejo conque contamos. Apaga un interruptor y se enreda en un amor con todas las antenitas posibles, sube y baja  como un ascensor sincronizado en infinitos y desconocidos pisos. ¿Quién maneja el paradero desconocido del ascensor personal? La memoria es también la desmemoria, el futuro al revés, olvidado en un presente inexistente, porque ni el pasado dejó huellas. Los últimos titulares de los medios informativos eran alarmantes. Se temía que nunca se conocerá la identidad del Hombre Piano.
    Un enigma como el de  Jack  El Destripador, guardando las proporciones. "Médicos, psiquiatras, detectives y policías se debaten en la impotencia". Scotland Yard estuvo siempre a la cabeza de la búsqueda de la identidad perdida, aunque algunos van más lejos con la idiosincrasia británica y sus leyes, puestas en juego después del Terror del siete y 21 de julio pasado: "El caso no hace sino demostrar que la identidad es tan íntima y recóndita que los poderes del Estado no pueden sino respetarla y preservarla". Durante 30 segundos le vaciaron la vida al electricista brasileño Jean Charles Menezes, en Londres, en la estación del subterráneo, de Stockwell. La periodista "free-lance" Sue Thomason denunció ante  la Comisión Independiente de Investigación de Quejas a la Policía (IPCC, en sus siglas en inglés) que los agentes dispararon once tiros, que en ese momento ella interpretó como un ataque de terroristas. Menezes murió al recibir ocho tiros (siete en la cabeza y uno en el hombro). ¿Fue confundido? ¿El terror confunde al miedo? Sobre estos titulares de horror  ha caminado la historia del Hombre Piano, sus paréntesis llenos de circunferencias.


UN MISTERIO EN REDONDO

    El mundo es esta rueda esquizofrénica que no se detiene, siempre a punto de desbocarse más, y ahora reposaba aparentemente en la historia de un autista arrinconado, protegido por la música. El misterio continuaba en  redondo. Cero pista. A pesar de la publicidad global, nadie lo reclamaba. ¿Missing, y ningún pariente lo reclamaba, a pesar de la enorme publicidad? Los seres humanos parecieran escombros varados a la orilla del mar, bajo un subterráneo, en algún camino. El cuerpo sin el control de su propio dueño, debe ser el pavor de la nada, la no-existencia. La cosa, cosa, y además abandonada. El mueble, sin reparación. Ocurre con las personas en las casas, las relaciones de parejas, es el cruce de los silencios. ¿Relaciones autistas? Diario, TV, entradas y salidas, ojos, velocidades, desencuentros, intercambios casuales, dormitorio separados, desayunos  protocolares, idas, y más venidas. Niños que corren en su propio escenario, jardín de sus días, sobre una gran colchoneta elástica, saltando sobre mis ojos.
    Al otro lado de la historia del Piano Man, los diarios  rescribían el misterio: alguien sabe y calla. El silencio se masca y traga dos veces. El Cartero pudo tocar un millón de veces y nada. No hay destino sin destinatario. Un buzón lleno de aire, rojo o ese pequeño buzoncito anglo al frente de la casa, donde un pájaro puede llegar con sus alas cansadas. La Aldea Global es un mito, uno se puede perder en las narices de los Servicios de Seguridad. No son Secretos, porque el secreto está perdido. Todas las llamadas, pruebas, fueron meticulosamente examinadas y nada coincidía aunque no existía un referente. Un caso sin pistas en la autopista de la información. Tu pista, me dijo el Editor, es que no hay pista. La alcancía está rota, respondí y comencé a escribir. Hice memoria de  todo lo ya escrito. No encontré nada. Un carrusel silencioso hacia un precipicio. Un mundo lleno de noticias. Muchas son las mismas, que se presentan como si fuera el primer día de clases. No hay rubor en las primeras planas. Se miente. Se desmiente. Se vuelve a mentir. Le pregunté tres veces al retrato del Piano Man: ¿Vas a hablar, me contarás tu historia, para terminar ésta? Lo miré fijamente y me dejó caer sus ojos en un extraño resorte de silencios continuos, espaciados, únicos, solventados por su lengua engarrotada, asfixiada, cosida así misma por un grupo de palabras esquivas. Te entiendo, dije, a veces, te me pareces. Arranqué la fotografía como un último recurso de mi impotencia y miré el ventanal. No dije, al basurero. Este sombrero no me lo pongo. Dejé que el ordenador se ordenara en silencio. La frase de Dana, aplicaba exacta, casi adivinada: Too much. La dejé avanzar como una solución momentánea. Después de todo, el mundo quedó en vilo con este hotel cinco estrellas deshabitadas. No me entretuve más, pero cuando vi el libro que tenía en mis manos, no me había salido del tema: La Pianista, Elfriede Jelinek." Como un ciclón, la profesora de piano Erika Kohut entra atropelladamente en la casa que comparte su madre". Así comienza. El televisor encendido, olvidado, me  dice otra cosa: The Piano Man habló. Plopppp, plopppp, plopppppppppppp.


EL VELO DETRÁS DEL PIANO

    Me concentro y abro la máquina, comienzo a revisar las noticias, diarios, a ver por donde se inicio la madeja, el hilo, y cómo se sale de un sueño tan largo. 19 de agosto, la fecha mágica en que comienza a solarse su lengua. El matutino británico Daily Mirror revela su "verdadera nueva historia" La enfermera entró como cada mañana y le preguntó: -¿Va a hablar con nostros  ahora?,  -Creo que si, fue la respuesta. De origen alemán, oriundo de la aldea católica de Prosdorf, cerca de Waldmünchen, en el Alto Palatinado bávaro, viajó a París huyendo de esa sociedad inquisidora por su condición de homosexual. Perdió su trabajo en la ciudad luz y viajó en el tren Euroestar a Londres con la idea de suicidarse. La prensa británica ha dicho que no sabe tocar más que la misma tecla de un piano, que es un impostor, que la clínica lo demandará. De acuerdo con las primeras informaciones viaja a  Alemania y aún se desconoce su nombre. Las noticias vuelan, tienen alas propias. Los medios británicos lanzan la orden: Hundan al Bismarck. Es una historia paralela frente al piano. ¿Un naufragio inexistente de teclas dormidas bajo el sueño? ¡Es un impostor! Salía del sueño a la realidad. Venía de una aldea de 7 mil 500 habitantes y por fin se supo su nombre: Andreas Grassl, de 20 años de edad. Vivía con su padre y dos hermanas. Los facultativos ingleses le estimaron entre 25 y 35 años de edad. Algo andaba mal también, allí. ¿La prensa inventó que era un virtuoso del piano a través del dibujo que él hizo como una manera de expresarse y que el hospital proporcionó a los medios?  La opinión pública es el botín de muchas historias. Andreas reveló que se había arrojado al mar. para suicidarse porque era homosexual, algo no permitido en su pueblo natal. Por eso fue encontrado en el pequeño puerto de Sheerness. Es una historia kafkiana, sin duda, y no por nada Prosdorf colinda con al república Checa, Alma Mater del inefable Franz Kafka, el gran director de esta orquesta en el reino del desconcierto. El Bávaro cuidaba enfermos psiquiátricos en París y allí aprendió las artes del silencio, el truco del ensimismamiento, la perfomance  del autismo. No ha surgido un Mozart, pero estamos ante un discípulo de Marcel Marceau.

 

Silvia Banfield

DEL FÉRTIL EPILOGAR

    La historia no ha terminado. Siempre continúa, a pesar de los pesimistas, apurados en finalizarla. Mir gehts gut. Me encuentro bien, dijo cuando regresó. Sólo tiene fogonazos, como una película, vagos recuerdos, no sabe bien qué le sucedió. Ignora como llegó a ese puerto, ni que le sucedió. Aprendió a tocar el piano a los 10 años y animaba las fiestas familiares con un acordeón. Hizo un voluntariado en  Saarbrucken, una localidad a 600 kilómetros de la suya, donde ayudaba a los minusválidos. El padre comentó que ha recuperado a su hijo y desea pasar con él todo el tiempo posible. Me han entregado un hijo nuevo, y  dice que me quiere. Esta historia, de seguro, continuará.
    En el hemisferio americano, la historia se concentra en las proximidades del rancho Crawford  de los Bush, en Texas,  sede del avispero de Cindy Sheehan, quien ha montado guardia al presidente Bus, para que le responda por qué mandó a la muerte a su hijo en Irak. Cindy, es pionera en esta lucha en Crawford, donde el presidente pasa sus vacaciones. Allí ha atraído como un imán a numerosos activistas de las más diversas  profesiones y condiciones sociales. Políticos en Washington y ex militares, todos coinciden que así surgió el gran movimiento civil para terminar con la guerra de Viet nam. Son dos los campamentos que se han montado en las cercanías del rancho de Bus. Buscan no sólo la paz, el fin de al guerra, sino respuestas a sus preguntas sobre sus hijos y el por qué de esta guerra. Las encuestas ya hablan por si solas, el 61 por ciento de los norteamericanos se opone a la guerra. El presidente viaje en el tren de la impopularidad más grande de sus dos mandatos.
    El reverendo Pat Robertson, "asesor espiritual de Bush",  predicador ultraconservador y precandidato presidencial republicano en las elecciones de 1988, dijo  en su programa televisivo The 700 Club, emitido por la cadena Christian Broadcasting (CBN), que asesinar a Chávez sería menos costoso que ir a una guerra para derrocarlo. Las Explosivas, delirantes, sorprendentes declaraciones del religioso. Robertson ha modificado el mandamiento de no matarás, han sostenido representantes de la coalición Progresistas Unidos por la Democracia, que reúne a 87 grupos cívicos y comunidades de fe. Por su parte, los ministros de Relaciones Exteriores del Grupo de Río, expresaron su "asombro" por la exhortación de Robertson, y confiaron en que se abrirán "los procesos legales pertinentes", al considerar que su llamado  constituye "una clara incitación al delito. "Resaltamos nuestra amistad con el pueblo venezolano y expresamos nuestra solidaridad con sus autoridades", señala el texto del Grupo de Rio, integrado por la Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Uruguay, Venezuela y un representante de la Comunidad de Países del Caribe (actualmente Guyana).
    Afganistán es un lugar sin límites. Es mejor no entrar donde  el tiempo se pierde en unos pocos minutos. Los ojos dejan de ser ojos, superficie, para adentrarse al cuerpo y submarinear los intestinos,  recorrer detrás del párpado la última noche, el primer día, y se hacen yo en el límite visceral. El desierto y la montaña, son un código secreto, la superficie de una sábana de dos que  van caminando abajo y hacen una montaña al final de la cama. Es un principio para convertirse en fantasma. El desierto y las montañas desoladas de Afganistán se bastan así mismas para protegerse en su desolada admiración geográfica. El ombligo  de la nada. El viento solo deja intacto el tiempo. La muerte habla dos y tres veces a un mismo cuerpo. La muerte suele ser  tan paciente como la vida, sólo que tiene más tiempo.
    Cindy, la muerte/es un espanto/nunca se termina/de aprender/lo que deja el dolor/el amor/lo que no volverás a compartir/Tú sabes que el viento regresa/nace en algún lugar/¿A quién sirve la muerte/si es aguja del mismo pajar?Puedes no contestar/la guerra no tiene sentido/ un camino mal recorrido/ la muerte es un espanto/ Nunca se termina de aprender/lo que deja el dolor/el amor que no volverás  a compartir. ©2005

 

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