Vivimos en una época en que mantener principios no es más que una azarosa tarea. La honestidad, la transparencia y la sinceridad, son hoy, sinónimos de infelicidad para quien caprichosamente sostiene que el mundo es mejor desde esa óptica. La vida premia lo que está en sentido contrario. Los que mienten, los que viven corrompidos, los que roban, los que ostentan lo que roban y no reparten, esos, son los que tienen cierta ventaja en este país. Claro, la ética, la moral preservada por las buenas y correctas costumbres son cosa del pasado, hoy se vive de otra manera, más al descuido, más individual sin importar el resto, sin mirar siquiera que el futuro no va a llegar para muchos por culpa de unos pocos.
Es que el sistema corrupto que impera en este país desde hace tiempo, se profundiza cada día más, gracias a la poca importancia que se le da al desarrollo de la sociedad como pueblo, a nadie le importa nada, y estamos hablando de los que tienen en sus manos la decisión de producir cambios, si hace unos años eran unos pocos los corruptos y se los podía individualizar, hoy es el grueso de esa masa de gente que de una manera o de otra tienen algo de poder para cambiar algo, el sistema está viciado de corrupción y decirlo es como contar un chiste archiconocido, pero nadie dice nada. La gente, el pueblo, mira a sus victimarios con admiración por haber sido ellos los que progresaron, los que pudieron, los que llegaron a la cima social y no importa cómo, nadie pregunta nada, todos aplauden, todos le sonríen en vez de pedirle rendición de cuentas sobre sus funciones y sus acciones que a diario empobrecen más y más a la gente, son la cría que arruinó el futuro de los que menos tienen. Todo lo contrario a lo esperado, logran tener un grupo de aduladores y seguidores que aplauden y ríen, los abrazan y mendigan su saludo como una bendición.
La ley de gravedad indica que todo lo que sube baja; y en este país algo de eso
va a pasar, no sé cuándo ni cómo, ni
quienes harán el cambio, pero eso irremediablemente va a suceder, algunos
comenzarán a reaccionar ante tanta soberbia y opulencia, por que el peor pecado
que cometen estos corruptos, es no ver la realidad, sólo asoman su cabeza desde
sus lujosos autos, cuando paran frente a lujosos restaurantes, y cuando tiran
alguna limosna a aquellos que quedaron en el camino dejando demostrado con ello
que “son buenos tipos”. Tienen todo a su favor, la justicia, la ley, la
historia, el presente y el futuro, sólo les falta algo y creo que es lo más
importante, les falta tener a Dios de su lado y no hay misa ni santo que los
redima de sus pecados, por que son los asesinos del presente y quienes robaron
el futuro de nuestros hijos. Esa es
Algún día, la gran mentira va a finalizar, se va a dejar de producir víctimas innecesarias, ya que otro país es posible, lástima que la gente que vive en él, se quedó sin cultura, sin espacio, sin pensamiento, sin proyectos, sin perspectivas, sin ilusiones, sin conciencia y sin patriotismo; si algunos, unos pocos en breve tiempo recuperasen lo que le han robado de sus cabezas; la revolución es un hecho, con una profunda revolución por medio, comenzaría el cambio que mis hijos y mis nietos están necesitando para no quedarse sin futuro, ni esperanza, en un país que lo tiene todo. Y aún está todo por hacerse.
Héctor
Reynoso*
hreynoso@argentina.com
*Héctor Reynoso es periodista con casi treinta años de trayectoria en Argentina, ha realizado múltiples trabajos en diversos medios de comunicación y ha escrito un libro con referencia a la historia del tango. Actualmente trabaja en la redacción del diario Varela al Día, publicación que circula en las afueras de Buenos Aires. Cuenta con 51 años de edad. No abraza ideas políticas partidarias.