Como una eclosión de "divismo" y frente a la falta de propuestas para las próximas
elecciones, surgieron en la escena política la candidaturas de 3 vedettes mediáticamente conocidas que ocuparon y ocupan las páginas de las revistas de chismes y demás yerbas.
Se presentaron
de golpe y sacudiendo a la opinión publica que las promocionó en cuanto
programa de televisión, radio o
medio grafico existiera, organizaron sendas conferencias de prensa que las
terminó
enfrentando. Renacieron entónces los viejos rencores de antaño en cuyo marco se
enfrentaron, sacando los trapitos al sol en
una nueva "guerra de las
vedettes".
La aparición
de ellas permitió reflotar comentarios acerca de la idoneidad que puedan llegar
a tener los personajes del espectáculo y las tablas para ocupar cargos tan importantes como es ser
legislador nacional, representando al cuidadano común, al
hombre de todos los días que necesita creer
en un parlamento con diputados y senadores que cumplan con una función social y
política. Que sea digna, con capacidad y compromiso social.
Si bien este es
un país machista con una herencia que viene de antaño -de hombres discriminadores a la hora de compartir con las
mujeres-,
las primeras machistas somos las mujeres, que estamos acostumbradas a criar
hijos "cuestionadores de mujeres", criticando todo aquello que tenga que ver con
la ocupación de cargos de hombres por parte del "sexo débil" y
admitiendo que existen lugares que están reservados sólo a ellos.
Pero en este
caso concreto resulta triste y lamentable que estas tres mujeres inteligentes y
que siempre predican que no les gusta
que se les "cuelguen de las lolas", se
prendan en enfrentamientos mediáticos, baratos y sacando a la luz
sus propioas miserias humanas.
Enfrentamientos en los que sólo se pelean y no ofrecen verdaderas propuestas
por parte del partido que
representan y solamente
realizan declaraciones del tipo: "Yo no tengo plumas ni estoy vestida de
verde", "quiero que me respeten , que me conozcan y puedan quererme",
"yo soy
siempre amor, comunicarse es amor".
Existe
ausencia de contenido en cuanto al camino legislativo que deben enfrentar y
esto se contrapone en cierta medida
con la otra cara de la campaña: las peleas hasta el hartazgo de
Chiche y Cristina, los discursos demagógicos de Elisa Carrio, Patricia
Bullrich y todas aquellas candidatas mujeres que hay en plaza y que mal
representan el nombre de la mujeres.
En verdad, estas
candidatas no
representan a las mujeres
trabajadoras, ni a las amas de casas que luchan por criar a sus hijos en medio de
carencias económicas básicas y
fundamentales que se necesitan para vivir dignamente. Mujeres que no tienen fuentes de
trabajo suficientes, que luchan solas y enfrentan situaciones personales difíciles, con falta de tiempo, con
trabajos en los que las explotan, las condicionan y discriminan a pesar de la
existencia de organizaciones que
luchan por los derechos humanos femeninos. Mujeres que aún en la actualidad sufren violencia física,
psicológica e ideológica.
Respecto a la pelea de las vedettes, habría que preguntarse
un par de cosas: ¿Sienten realmente de corazón lo que están haciendo?
¿Soportarían, por ejemplo, lo que le ocurrió a
la candidata Margarita Meira, vendedora ambulante del
Movimiento de Asambleas del Pueblo, que fue detenida injustificadamente durante 14 meses por los incidentes de la legislatura
porteña por la Jueza Silvia Ramond?
Más allá de la respuesta
a estas preguntas, lo cierto y real es que estas mujeres están siendo expuestas por políticos que las utilizan para cubrir falencias y ausencias de candidatos, con argumentos
tan pueriles como que, por ser artistas, estas son
más "sensibles" y llegan a la gente de manera directa por haber
interpretado obras teatrales con
personajes que han conmovido a la
opinión pública.
Lo raro es que, aunque existe libertad para
hacerlo, pocos discuten o
ponen en tela de juicio la candidatura de estas mujeres. Ellas pueden hacer lo
que quieran, pero deben hacerlo con dignidad y humildad, y sin
enrolarse en campañas publicitarias que sean denigrantes en su condición de
mujeres.
Y, sobre todo, alejadas de peleas que no las favorece en
absoluto.
Graciela
Catalán Álvarez