Después de mucho andar -cuando las noticias sacudieron con las muertes de
varios bebes y chicos golpeados por sus padres o parientes y todos aquellos
que fueron abandonados por sus madres biológicas tanto en la Capital Federal
como en el interior del país, se aprobó el
miércoles 28 de septiembre en el
Congreso la Ley de Protección
Integral a la Niñez, que derogó la
Ley de Patronatos.
El
proyecto fue convertido en ley
sin debate alguno, dentro del marco de una sesión especial de la Cámara
de Diputados, en la que el duhaldismo y
la oposición lograron aprobar
con un ajustado quórum -129
legisladores y sin presencia del oficialismo- esta normativa legal
que otorga responsabilidad
prioritaria a la familia para asegurar el cuidado de los niños mientras que
los organismos del Estado deben asegurar políticas y programas
de asistencia apropiados para
que la familia pueda asumir esta actitud teniendo
en cuenta la opinión de los niños
y adolescentes.
Tiene como fin primordial
la creación de la figura del Defensor de
los Derechos del niño y apunta a la
descentralización de los organismos de aplicación
de las distintas políticas de
protección a los derechos para garantizar mayor autonomía, agilidad, y
eficacia de esas medidas.
Este Defensor tendrá a
su cargo velar por la protección y
promoción de los derechos de las niñas, niños y adolescentes.
UNICEF de Argentina,
que participará en el abrazo simbólico al Congreso por la sanción de
esta ley, destacó a través de sus máximas
autoridades que “esta norma cambia la relación entre el Estado y los
niños, porque es la mejor noticia del año relacionada con la niñez”.
Sólo
resta esperar que la misma sea aplicada
y que, junto con la Convención de los
Derechos del Niño, se pueda proteger y regular todas las situaciones en las
cuales se involucran niños que ven peligrar su vida, su integridad y libertad
tanto física como emocional frente a
actos de violencia ejercidos por
adultos que logran quedar libres de culpa y cargo como si nada pasara, y se
cobran la vida de una criatura indefensa.
Por ello, es necesario que las declaraciones de la
presidente de la Comisión de Familia
de la Camara Baja -Dra Silvia Martìnez- respecto
a que "se trata de un concepto muy importante en derechos humanos"
y cuya exigibilidad "permita
respetar los derechos de los niños y adolescentes", no queden
en un simple discurso político sino
que sean válidas
y ciertas, con el compromiso de que, con posterioridad a la sanción de
esta ley, los resultados de la misma serán
efectivos y no quedarán en el simple espíritu de la letra de una ley que
resulta adecuada, pero imposible de aplicar por quedar "dormida"
como tantas otras.
Graciela Catalán Álvarez