Por empezar, quiero aclarar que esta nota habla en forma general, yo no me considero esta clase de persona, y por suerte, tuve la fortuna de cruzarme con mucha gente honesta y respetuosa a lo largo de mi vida.
Pero hay una realidad, y es que el argentino es muy vivo, asechando y buscando la oportunidad de sacar provecho del resto.
Casos comunes puedo nombrar miles, como por ejemplo a la hora de tomar un remis. Ya es frecuente llamar a una remiseria y preguntar cuanto va a costar el viaje, y mientras del otro lado del teléfono te dicen 10, cuando llegas a destino te cobran 12.
Otra anécdota de todos los días ocurre en el colectivo, cuando sube gente con prioridad y las personas que se encuentran sentados en los asientos reservados para este tipo de gente, de repente se “duermen”, creo que todos vimos como una embarazada, una persona de la tercera edad o incluso gente con bastón viajan parados, mientras que los asientos que les corresponden se encuentran ocupados por personas que tranquilamente tienen la capacidad de viajar parados.
Hablando de forma protagónica, al igual que a todos, me tocó vivir situaciones en las que quisieron o supieron aprovecharse.
Sin ir más lejos, la semana pasada fui a la verdulería (vale aclarar que dicha verdulería se encuentra cruzando la calle de donde vivo, justo enfrente y voy siempre a comprar ahí, o almenos hasta ese día), le pedí a la persona que estaba atendiendo 3 tomates, los tomates eran chiquitos y no llegaban al medio kilo, me quisieron cobrar 51 pesos por esos tres tomates, una locura.
Resulta ser que no les importó que sea un comprador diario, solo quisieron sacar provecho de la hora que era, claramente una estupidez por parte del verdulero ya que tengo dos supermercados a una cuadra y media (los dos con verdulería) y otra verdulería mas a la vuelta de mi casa.
Otro caso, aun peor, me pasó masomenos hace un mes atrás, un sábado. Ese día venía gente a visitarme, así que me fui al supermercado a comprar comida, cuando volví no podía entrar a mi casa, la cerradura se me había roto por lo que no me quedó otra alternativa que llamar a un cerrajero.
Cuando llegó no menciono palabra alguna y se puso a hacer su trabajo, después de 2 o 3 minutos me abrió la puerta, cuando le pregunte cuanto le debía, sin trastabillar supo decirme “son 2200 pero por urgencia de fin de semana te tengo que cobrar el doble”.
Termine pagándole 4400 pesos por menos de 5 minutos de trabajo, lo que hasta el día de hoy me complicó ya que una parte de esa plata la tenía guardada para pagar los impuestos y la otra la tuve que pedir prestada.
Como mencione anteriormente, no todos son así y por suerte vivo acompañado de gente honorable, pero en su gran mayoría el argentino siempre supo aprovecharse de la necesidad y desesperación de la gente.
El caso más normal pero a su vez mas deshonesto es el de la gente desempleada, en donde el argentino es rapidísimo para aprovecharse de esa persona realmente necesitada.
Realmente no podemos pretender tener un país mejor si el mismo argentino no mejora, es más fácil engañar a la gente que convencerlos que han sido engañados.