El
joven arquitecto dejó Washington en un Buick verde, con capota negra, de los
años setenta y comenzó esa mañana de otoño a devorarse la carretera, la
ruta que conduce al Oeste. Vestía un clásico jean y una casaca oscura, y su
bota derecha estaba pegada al acelerador de manera descomplicada.
Disfrutaba el viaje sin fin, en la gloria del asfalto, sobre ruedas que
ignoraban los kilómetros. Afuera la estación completaba cualquier
escena posible. Un largo viaje, con la idea loca de ingresar a una universidad
liberal. Lo más lejos del río Potomac, estando tan cerca Nueva York. Esta
historia no es mía, me la contó el poeta. Es tan verdadera como que la
realidad existe. El arquitecto viajaba con un afgano, que también fantaseaba
con una nueva y disparada, loca,
realidad, en el Viejo Oeste, donde alguna vez o muchas veces, el amor fue
fuego y cenizas, y volvió a encenderse bajo las rocas y el cielo azul
convertido en pólvora cinematográfica. A eso iba, a explorar un sueño, a
confirmar un deseo, recoger los frutos de una certeza. La carretera es tan
larga como el olvido, me dijo una
vez el poeta y se citaba así
mismo, a un tiempo marcado por cicatrices antiguas.
Repito
un poco de memoria el Diario del Poeta, sus sombras y luces, el ruido del
motor sobre la carretera y sus memorables paréntesis. Me dijo, mis
palabras uy momentos son incomparables con tus silencios de algodón y seda. A
mí me gustaban sus anotaciones, disquisiciones en los márgenes del diario,
dibujitos, unos poemas tan personales como suelen ser los poemas.
§
La arquitectura es un boceto religioso
Sus textos comienzan sin definición aparentemente y rompen abruptamente
en un final, como un misil teledirigido que se desploma
frente a ti y se abre como una rosa que está naciendo al alba. Describía
la historia del viaje de Washington a la
University of Colorado in Boulder, y reflexionaba sobre la
arquitectura. Sí, recuerdo: ”La
arquitectura es un boceto religioso de la imaginación, el sueño realizado de
un diseño, que mucho antes fue idea”. Había poesía en las columnas,
fachadas, de ese lenguaje, que describía la casa como el origen primario, el
vientre materno: el más preciado espacio de
la vida. Anterior a la matriz humana, el cosmos, un universo siempre en
expansión, como la arquitectura que el hombre se empeña en descifrar y
habitar en un futuro quizás no tan lejano. La caverna es el sueño sin ayer,
ni mañana, sólo un principio. Belleza y placer, pasión, la arquitectura
supera la fachada, el día está detrás del día". El Poeta estaba
convencido que vivíamos un mundo en expansión arquitectónica, como el Big
Bang, y nosotros, unas hormigas que alzamos la vista hacia el cielo como si
buscáramos un puente de hojas
La
máquina rodaba a sus anchas, leve, infatigable, distendida, compartiendo el
sueño. El afgano retrataba en sus gestos y movimientos, en su mirada sin
distancias, el desierto, sus montañas que se unen para alcanzar el infinito
de una piedra llena de senderos y laberintos, precipicios de nieve y silencios
que se multiplican como esas piedras que dan tumbo solitarias hacia el
precipicio. Una carcajada del afgano rompía la monotonía de la carretera y
se sentía en Kabul, como un eco de amapolas y fragantes dátiles. La
conquista de Colorado, la liberalidad de su universidad, esas fiestas con las
camisetas mojadas y las mujeres sin brasier. La sensación cool del
momento: Too much. Años setenta, dorados en el Otoño y en los
tiempos de Viet nam, pero de amor y flores aún. El sexo lleno de colores
frente a la montaña, en el desierto, sobre las carreteras desmanteladas de la
vieja hipocresía puritana. El salvaje Oeste, deliciosamente tibio, húmedo,
frío, erecto en el silencio de una noche de luna llena. Y como dijo el poeta:
arquitectura eres tú. Sentí el peso de esas palabras como pocas veces, como
siempre, y di vuelta la hoja por ese día, que ya tenía suficientes
sentimientos al otro lado del paraíso, donde la montaña se hace eco de sí
misma.
(
Colorado es mi paréntesis. Un tiempo estacionado. La montaña como una gran
pared que cerca la vida. El gran límite. Por eso, comparto el río, que me
aleja de todo, me aproxima a tantas cosas. Me viaja y sumerge. “Colorado sin
lluvias... sus vientos, sus montañas y mis ausencias me van matando,
lentamente, muy lentamente secándome, cerrándome poco a poco sobre sí
misma. Ya casi no queda nada de lo que fui. Nada. Son frases, pensamientos,
versos, que la memoria no olvida y parecieran escritos por mí. Quien sabe. Así
no habrá necesidades ni culpas, sólo recuerdos vagan alrededor. Yo también
quiero ser sólo un recuerdo y este amor a destiempo. La distancia y el deseo.
Cuando me vaya tu serás deseo y yo distancia simplemente. Por largos días te
llamé desesperada, pero nunca oíste mi grito silencioso. No es un poema,
sino lo que pienso, cuando no estoy contigo.”)
§
LAS OTRAS COSTUMBRES DE
SIEMPRE, TAL VEZ
Una época sin Sex and the City, pero con sex verdadero, sin trucos, la
revolución de las flores dejaba su aire aromatizado, el profundo sueño de
los cuerpos dibujadas detrás de una persiana, imaginados en el umbral del
deseo, un vuelo de lentas gaviotas sobre el mar, una playa, la humedad de la
firme madera. Las costumbres sexuales viajan en Internet, no en las carretas
de las abuelas del Oeste o del Sur, en la Patagonia. Olor a pradera, es lo que
se ha perdido, esfumado del aire,
el largo río de la noche. Una punta lleva a otra punta y el centro permanece
inmutable hasta que alguien no se detiene allí y
toca fondo. ¿Un pozo es más profundo que un sueño? ¿Una escalera es
más larga que una mano? ¿Los dedos piensan más que la piel? Un ojo no es más
que el otro ojo. La guerra en todo tiempo se arranca los ojos. Los hippies
fueron revolucionarios por el amor. De un timón de acero surge no sólo la
velocidad o un carácter templado, también un sueño no adivinado.
Las
costumbres sexuales cambian y los sueños, aunque vienen de fábrica, toman
también diversos caminos. Un sueño gris no es lo mismo que uno rojo,
amarillo o verde. Los ingenuos aventureros pasajeros del Buick que llevaban
unos senos candorosos de avispa juvenil, entre ceja y ceja, se hacían bromas
sobre su futuro en Boulder, donde el amor olía a tierra húmeda, a mountain,
simplemente. El sexo hoy está más enredado que ayer, y no bien enredado como
antes, sino es una madeja loca de muchas puntas, sin comienzo, ni fin. Del
Diario de Vida, la intimidad del papel, el
yo y el otro, que muchas veces desconocía el mensaje, la palabra
ahora, el verbo se ha hecho carne pública, sin retórica, subterfugio, sin
paracaídas. Son confesiones públicas, muchas veces escandalosamente
modestas. En las más prestigiadas universidades de Estados Unidos,
vanguardias del liberalismo, los jóvenes cuentan sus relaciones sexuales a
través de columnas “literarias” de pública lectura en los Blogs, donde
la libido azota las líneas y las palabras sudan, sueñan, hacen y dejan de
hacer. Diarios Californianos, Neoyorkinos, Colorados, rubricados en el
neoliberal-amor, especie de capitalismo sin fronteras, una moneda global,
entre piernas y medianoche. Harvard y Yale no escapan a esta fiebre sexual
universitaria, ya descrita en la novela de
Tom Wolfe, Soy Charlotte Simmons, quien reseña la corrupción
universitaria sin calidad literaria. Es un registro, inventario, buceo, un
tomar nota de lo que ocurre al interior de la vida universitaria
norteamericana en el siglo XXI. Las casi 900 páginas de Wolfe, tienen
un valor documental, la incursión en el establecimiento universitario
de Estados Unidos. Natalie Krinsky escribió una columna
en Yale llamada “Sex and the Elm City” (Sexo y la ciudad
de los olmos) Ya es un best-seller titulado “Chloe va a Yale”.
Editado por Hyperion, da cuenta
de las aventuras sexuales de una alumna de
Yale llamada Chloe, que puede ser la misma
Natalie K. Sexo oral y sexo anal, un mismo bocado, las virtudes,
de Natalie K. La K será doctora, ginecóloga para ser precisa, ya con
un P.H.D. literario avanzado. El sexo es un negocio desde tiempos
inmemoriales. Sucede que hoy, el sexo es vitrina global, y la serpiente enseña
más que sus colmillos, deja caer intacta la manzana podrida.
§
RED ROCK, MIS PARENTESIS
Boulder, con sus cielos marrones, rojos, azules negruscos, era otra cosa, pensó
el arquitecto y el afgano. Aire puro, bosques, bestias, la hostilidad
solitaria de la naturaleza, una piedra que rueda silenciosamente y sabe
perfectamente donde se detendrá. El Buick no se quejaba, quería cooperar con
la aventura. Rompía el viento y las horas se sentían dóciles colegialas,
comentaron el día de su llegada a Boulder, Colorado. Les gustaba pronunciar
el nombre: Bólder, Bólder. Cuando entraron a Utah, fueron recibidos por esos
edificios rojos, diseñados con la mano de Dios, descendieron del Buick para
que dejara de bufar como búfalo y se sentaron a contemplar la obra maestra de
la naturaleza. El sol topaba con sus lenguas doradas el atardecer reluciente
en los pisos rojos de la gran edificación
que cortaba la carretera, enmarcada por un azul ceniza. Utah era otro
lenguaje más hondo que el silencio. El tiempo no estaba allí, porque no
existía. Por ahí pasó un día Kerouac, me dijo el Poeta, y Ginsberg.
Unos indios pasan y no quieren dejar sus huellas, son la tierra, la montaña,
la respiración de los viejos días que nunca terminarán de irse del lugar.
Estoy en Red Rock, siento que una pintora me pinta. Son colores cálidos y
recorren mi cuerpo suspendido en su atril. La roca roja es mi silencio y vacío.
Siento el eco de algún lejano concierto, la guitarra de Santana. Monólogo,
alcancía de un monedero falso. Red Rock es la memoria de la montaña/ la
roca helada de mis días/alguien pinta mis cuadros/la realidad no se
retrata/esta letra no me pertenece/este día es de Otoño/Cada año tiene un
calendario propio/La roca guarda mis horas secretas/la luz de tus manos, la
retengo yo/Roca, háblame de la grandeza de tu silencio/de mis desoladas
horas/del río que me cruza/si tú eres la montaña/es alto el techo que la
sombra recorre/ Las nubes son rojas en Red Rock/el río Colorado son tus
pasos/fluye, fluye en mi mano/la línea de ese río, es mi destino
§
AY, SILVIA DAVOS, TU SUEÑO
Soledad y aislamiento es la ruta, pero también el paisaje rojo, arcilloso, la
visión de una arquitectura salvaje, indomable, orgullosa de su belleza. La
franja amarilla sobre el asfalto define uno y otro lado de la carretera, el
asombro de una mañana que espera ser bautizada. La montaña
va rodeando todo, hasta la última esperanza. Conozco de esos límites
y paisajes. Donde nace cada amanecer y se pierde la tarde. Este ventanal habla
más de mi pasado, que de la calle que tiene frente a sus vidrios. No hay una
nota, ni una historia, que se parezca a otra, alcancé a decirle al Editor,
antes de salir de la Redacción, como un cohete lanzado a Venus. Ya Marte ha
pasado de moda. Qué horrible vivir en el futuro, siquiera pensar. Me miró
con el asombro de un titular viejo. Su pensamiento estaba en el pequeño Green
de su cuartito de olvido de tanto acontecimiento banal, simplemente miserable.
Sé que intentó decirme: viene otro huracán, Silvia, ¿quién nos conectó a
la montaña rusa? Le dejé ir en el verbo mudo, el silencio, la expresión
vacua, y compartí por un instante la dichosa sonrisa de la bella Silvia
Davos, ganadora del Green Card Americano. La lotería del Sueño Americano, es
verde. Los ojos azules de una espejeante sonrisa, la cara de la publicidad, la
suerte de una coneja que busca su nueva madriguera.
§
EL BUICK ATRAVIESA LOS
DORADOS SETENTA
El mundanal ruido se apaga bajo el ruido del motor bien aceitado del Buick, que
no ha tenido inconvenientes en atravesar de Washington hacia al Suroeste de
Estados Unidos, confiando en cambio de aceite oportuno, y las revisiones clásicas
de los neumáticos, líquido de
batería y el motor en sus detalles necesarios. Todo lo demás entregado al zar,
a la buena estrella que debiera tener todo viajero desprevenido, audaz,
descomplicado. El afgano medía 1.95, un poste a la deriva de los caminos de
Boulder. Nunca supe si existían talibanes de ese tamaño. Los 70 no eran la época,
ni sabíamos que sucedería en el siglo venidero. Imagino a ese gigante delgado
con un rostro de arena, la nariz aguileña, montañosa, unos grandes pies de
alfombras mágicas y dedos de pianista, sin trabajo. El cuerpo de árbol
detenido en el camino, pasaba a segundo plano, cuando lanzaba sus memorables
carcajadas, con el vicio implacable de la alegría. Se estremecía el Buick,
parecía que iba a perder la dirección, pero el timón no se dejaba guiar por
las vibraciones de la risa
improvisada y más bien seguía su
curso casi de misionero infatigable, como si fuera a colonizar nuevamente el
Oeste. Los caballos de la carreta del Buick volaban sólo empujados por el
viento del deseo. La arquitectura es el paisaje. Las montañas que ya muerden la
carretera y la imaginación. El afgano portaba en su billetera una fotografía
donde el desierto y las montañas hacían su país a imagen y semejanza
de la imaginación, que no tenía comienzo ni fin. La colocaba en un
lugar visible frente al parabrisas y se quedaba absorto, como si la lejanía le
tragara el espíritu. Las mountains afganas, inmóviles laberintos de los
tiempos, como grandes silenciosos Budas desolados, los que después serían
derribados por el cincel talibàn. Polvo al polvo en el mismo desierto. Fue
el grito de guerra de Kandahar, mientras las amapolas rojas crecían en los prósperos
valles. Por alguno de ellos, pasó en un carruaje tirado por caballos, Ruyard
Kipling, que predijo que ese era un lugar donde el tiempo no termina de
construir sus límites, los linderos del más allá. Allí no se puede hablar
del fin de la historia, sino del comienzo de la eternidad. Los búfalos ya
están sobre la carretera, el Buick los mira de reojo son asombro, como
colegas de un mismo paisaje. Alguna vez, fueron mis vecinos, o aún, es que el
tiempo retrocede. Ya no lo sé. Las carreteras son mi tiempo indefinido, el gran
paréntesis del poeta. A pesar de la velocidad de la máquina, allí se detiene
el tiempo, todo queda atrás, el futuro se siente real.
§
WILMA, TU OJO ES MI TORMENTA
Las carreteras hoy nos muestran una nueva realidad en La Florida o México, en
Texas, donde los huracanes cambian la vida cotidiana, el paisaje. Ahora es
Wilma, su creciente furia atlántica que construye este paisaje de zozobra,
espanto, ese no sabemos que sucederá. Las carreteras inundadas de automóviles,
pasajeros dormidos en las terminales áreas, millares de despavoridas personas
con sus enseres personales, sus almas en vilo, lo elemental en las
cajuelas de los vehículos. Los huracanes son la pesadilla noticiosa real para
Estados Unidos, México, Cuba y Centroamérica y el Caribe, donde vienen
montados en el terror dejando victimas a su paso. Los titulares hablan de Éxodo,
una vieja palabra bíblica. Haitì, México, Cuba, La Florida, la
desolación de las turbulentas aguas, más que nubes y falsos vientos, la
geografía se despide en el mortal silencio. La Habana es una ola blanca
envuelta de miedo. Espumas, La Habana flota, se viaja en el tiempo, la
ciudad de los habanos fija sus calles bajo las
aguas, frente al mar. Rompen las olas sobre el Malecón y el mar quiere llevarse
La Habana mar adentro, con sus ruidos y aguas. Se estaciona en sus aguas, mira
su cuerpo de lágrimas. El mar ama la ciudad, la contempla diariamente, y se
entrega a ella en cuerpo, alma y agua. Desde sus
viejos balcones, del interior de sus parques y paseos,
bajo sus angostas calles, mutiladas aceras,
la ciudad inmóvil contempla su naufragio. ¿Un barco pasará a buscarla?
¿Otro puerto le espera? ¿Cuál es la metáfora de La Habana? El huracán atraviesa
la vida con rango de Almirante y bebe su Daiquiri sin tiempo en El
Floridita. A sólo 90 millas, frente a la ciudad sitiada por el mar, los
restaurantes pierden sus fachadas, todo es viento sucio silbante
y Miami olvida el glamour, su pelo, maquillaje, las oscuras gafas de
sus ardientes veranos. Un yate ya no tiene rumbo en South Beach. Penínsulas,
islas, Wilma no respeta geografías, ni distancias. Haití, la muerte es una
perra negra, se acuartela en la isla y se calza sus largas medias blancas de
bailarina. Danza para mí, pequeña frívola, pero no me ames. ¿Hacia dónde
podría viajar esa isla?
§
POE, ES BALTIMORE
Las desoladas carreteras del Oeste, son el paraíso, la atmósfera de un sueño
que se agranda en el marco majestuoso de las montañas. La lejanía es mi
proximidad. El misterio no está en la arquitectura, ni en el Hombre, sino en la
palabra. Hay monotonía en el vicio del silencio, en su morosidad densa,
liviana, en la levedad de lo que deja y se fuga. Las palabras podrían viajar en
cualquier idioma, porque siempre serán ellas, únicas, irrepetibles y dichas
para ser escuchadas inclusive en el cántico de su silencio. Cuánto no dicen,
lo que dicen y cuando dicen, lo que arrastran. La noche avanza. El miedo de América,
en este Norte, y el hervidero del Atlántico en la tibia tormenta errática,
sombría, agitada como un gran sombrero negro lleno de cuervos. Qué será de
Poe en Baltimore, con su Annabel Lee.
(Hace muchos, muchos años, en un reino junto al mar, una doncella
vivía y su nombre era Annabel Lee; y esta doncella vivía sin otro
pensamiento
que quererme y ser querida por mí. Yo era un niño, una niña ella, en
ese reino junto al mar: pero nos queríamos con un amor que era más que
amor, yo y mi Annabel Lee,
con un amor que los serafines del cielo nos envidiaban a ella y a mí. Tal
fue la razón de que hace muchos años, en ese reino junto al mar, soplara
de pronto un viento, helando
a mi hermosa Annabel Lee. Sus deudos de alto linaje vinieron y se la
llevaron apartándola de mí, para encerrarla en una tumba en ese
reino junto al mar.
Los ángeles, que no eran ni con mucho tan felices en el cielo, nos venían
envidiando a ella y a mí... Sí: tal fue la razón (como todos saben en
ese reino junto al mar)
de que soplara un viento nocturno congelando y matando a mi Annabel Lee.
Pero nuestro amor era mucho más fuerte que el amor de los que eran
nuestros mayores,
de muchos que eran más sapientes que nosotros, y ni los ángeles arriba en
el cielo,
ni los demonios abajo en lo hondo del mar, pudieron jamás separar mi alma
del alma de la hermosa Annabel Lee. Pues la luna jamás brilla sin traerme
sueños de la bella Annabel Lee; ni las estrellas se levantan sin que
yo sienta los ojos luminosos
de la bella Annabel Lee; Así, durante toda la marea de la noche, yazgo al
lado
de mí adorada -mi querida- mi vida y mi prometida, en su tumba junto al
mar,
en su tumba que se eleva a las orillas del mar.
§
VAMÓSNOS EN EL EXODO
Los presagios del Gran Lagarto de ojos vacíos rondan los pantanos del
miedo. Afganistán en los ojos arenosos del afgano, el futuro que no veíamos,
un Buick hacia Boulder en la magia dormida del atardecer, se maneja casi sin
manos, la máquina canta su propia música, percibe el viento de la montaña.
El río Colorado que carga sus fuerzas, la constancia de su curso milenario,
el Cañón de su belleza imperturbable, la historia que recogen sus aguas, los
rápidos que también son un camino inevitable. Confía el desconfiado río,
en sus fuerzas, el curso vivo de sus aguas, caudal imperturbable de sus sueños.
Colorado viaja en su río, no termina de parir su destino, la montaña le
vigila el sueño.
El
afgano guía con su nariz- mountain, el Buick , que parece un pájaro de
cuerda entre sus largas piernas, que no habrían traspasado en estos tiempos
un aeropuerto norteamericano. Se ha borrado el camino de la seda hacia el país
del Sueño Americano. El mundo ha cambiado. Se venden terrenos en la Luna,
porque creen que es de queso. En Marte no hay Marcianos. Los chinos fueron al
espacio. China por primera vez en su milenaria historia, es más grande que su
propia muralla china. ¿Los chinos dejarán la tierra y nos mirarán
desde la Luna, mientras pasean en sus bicicletas? Tanto apuro por viajar, la
luz es un pájaro herido, la conquista del espacio, el vacío en la tierra. ¿Las
hamburguesas son de Marte y las papas fritas de Venus? ¿Se leerán Las
Crónicas Marcianas en Marte o Lo que el Viento se llevó, en la Tierra?
El planeta azul, quizás, un polvorín de viento seco, polvo rojo silbante, la
descripción marciana de Bradbury, nuestro futuro esplendor, una ventana sin más
paisaje que la arena. ¿La Tierra será un lugar lejano? El cine estará en la
calle, Hollywood pierde el monopolio del terror. Un helado se chorrea de la
mano de un niño y un globo se le escapa al cielo azul. ¿Ya no veremos ese
espectáculo cotidiano, el brillo en unos ojos asombrados? ¿La felicidad es
un eslabón perdido? La muerte construye su paisaje, el escenario ya tiene los
andamios instalados y el Poder Fáctico lo usa de trapecio. Las agencias de
viaje se rifarán los terrenos con verano y primavera. For Sale:
invierno a sólo 20 grados bajo cero. Haga su viaje en el crucero Éxodo y
vaya practicando la movilidad espacial de su hábitat y familia. Súbase a la
máquina del tiempo circular. Lo atenderá personal especializado en Geografía
en movimiento. A los primeros cien cupos, aquellos que sientan que son
observados por el ojo del huracán, además de las cámaras en aeropuertos,
lugares estratégicos, subterráneos, bancos, por esposos(as) celosos, recibirán
un millón de acciones en Google. Los que sigan contaminando por a, b, c,
razones, tendrán un pasaje gratis a Bagdad y recorrerán sin guías las
tierras afganas: desierto y montañas, como corresponsales viajeros ad
honorem. Cuando regresen, podrán conocer y administrar en circuito
cerrado, sus fábricas de humo, convertidas en juguetes del medioevo. El
celular y el timbre, al mismo tiempo acabaron con mis sueños, más bien
pesadillas, porque ya iba corriendo escala a bajo del subterráneo, por una
falsa alarma de un mochilero, que
llevaba estampada la figura de Micky Mouse. La ciudad es un gran zaguán
del ratón Rey/disfrute, diviértase con él/ no hay por qué temer/tiene
cola, orejas de ratón/pero todo es ficción/no se deje sorprender/Mimi y
Micky, son una garantía del poder.
§
EL RUISEÑOR TIENE UN GRITO HELADO
Hay
ciudades que inventan el futuro. Otras, parecen una burbuja inocua, gris,
sobreviven al imán de sus pretensiones. Una ciudad es tan joven como sus sueños.
Puede rodearnos un ventanal que mira a otro
ventanal más lejano, pero el misterio no se romperá ni con la
imaginación. Existe un notorio hilván detrás de los cristales. El tiempo es
el espacio. Sólo es arquitectura, decía el Poeta, la imagen del
pasado, lo que el presente convertirá inevitablemente en futuro, el círculo
presente de lo que viaja inexorablemente hacia el pasado. La ciudad es una
telaraña en permanente de-construcción, crece como una madre con sus hijos,
des-preocupada, alegre, sin poder atender a satisfacción las demandas de sus
habitantes. Hijos ricos y
miserables, en las mismas calles. El Poeta viajaba en la memoria por ciudades
desconocidas. El Buick, supongo, pensaba en descansar, cuando vio las montañas
de Colorado. El inmenso espinazo del estado, el telón de fondo más cercano
al cielo, los rojizos, amarillos,
verdes colores descolgados del
otoño y el inmóvil sueño de
los pasajeros de los setenta. La aventura estaba
por comenzar a las puertas
de la montaña. La diligencia de cuatro llantas tocaba las puertas del Oeste,
con su imán liberal para los jóvenes del cuarto y quinto mundo, con una
maleta de sueños, fantasías, los salvajes, inocultables
propósitos del subconsciente. El Buick descendió una pendiente con el
rostro de satisfacción sobre la meta y los pinos recortaban la ruta, un marco
de un típico paisaje de Colorado.
El
Ruiseñor tiene un grito helado. Keats lo ha vomitado. La noche está fría como
un sapo. El ojo del huracán es ferozmente lento en su observación. Avanza Con
su look impresionante, de príncipe vengador, su acto, un largo monólogo
de un canto del cisne al revés. La perfomance implacable del tiempo. Alguien le
grita a la noche. No contesta nadie. El silencio esconde su capa y marcha.
Pobres aves en este mundo, la gripe aviar. La miseria en alas de la muerte. Pájaros
de mal agüero mueren en cuarentena, más allá de los corrales de las pobres
aves domésticas. Un loro y un cisne, no importa el pedigrí, el linaje de los
plumíferos. Se habla de una posible pandemia que mataría a millones de pobres
aves humanas. Estamos ante una epizootia, originada el 2003 en Corea del Sur,
extendida al sureste asiático y Europa. La gripe aviar mata inmisericorde
hasta las Garzas reales de Moldavia. Vuelven Los Pàjaros de Alfred Hitchcock.
El Planeta flanqueado por aire y
mar. En Tierra el hombre hace su trabajo depredador con más eficiencia que
nadie. El mundo
viaja en su carroza de agua, un sólo Jinete comanda el Apocalipsis now, y las
pobres bestias humanas arrastran sus causas perdidas en el diluvio. El ojo de la
tormenta es ojo por ojo, los vientos suenan a huesos rotos, arrastran
pecados, postes, personas, policías, puentes, polígonos, puertas, puede
que pase en los próximos días y deje temblando en el espanto. Pasa y deja
huellas como pocas huellas que son heridas, iluminaciones del terror. La carroza
avanza sobre un hongo en descomposición. Son 5 mil las variedades científicas
de hongos, y sólo una docena apta para la cocina. El Planeta fue un hongo en
Hiroshima y Nagasaki, fuente de exterminio, la muerte radioactiva, la pesadilla
atómica. La muerte siempre es vanguardia, ahora nuclear, se monta
en un misil, usa lentes infrarrojos, es de baja intensidad y alta mortandad,
camina por los desiertos, montañas, abraza la vida en un subterráneo, se vuela
en un bus, va y viene de tantas maneras, y la practican entre quienes
leen la Biblia y el Corán. ¿La muerte es algo sagrada? La muerte se
reserva siempre un lugar.
§
SE CAE LA OREJA DE VAN GOGH
Se cae la oreja de Van Gogh y alguien se la come. Es tan segura,
precisa, cumplida, y hay quienes la empujan como desde un precipicio, y caen las
piedras, rocas desprendidas de la alta montaña. El invisible camino que sólo
la piedra ve y siente rozar del viento o del polvo que la cubre, la
lluvia que la lava. La piedra se sostiene en silencio, detenida, a la vera de la
vera del camino, donde el silencio no necesita de nombre. En el azar clavado en
la estaca de esta época, los huracanes marcan los verdaderos puntos cardinales
al hombre jactancioso, iluminado en la tonalidad del violeta, y que con una
fe extraña, ciega, banal, escribe la inútil página de su historia.
Un
loco da vuelta a una caja en una plaza de su pueblo. Está vacía y dice
que es el mundo el que gira adentro. Tiene un hueco y pide a la gente que vea el
planeta por el ojo del huracán que nos mira a todos. Se llama Wlma,
repite el loco y ¿Usted? La caja es roja como un zapato rojo un globo rojo
un lápiz rojo la sangre roja. Los soldados son grises, azules o verdes. El ejército
rojo ya no existe. El hombre hace recuentos como si se fuera a morir, acabar,
fenecer. Los iconos de todos los tiempos y lanza una lista inconclusa,
difusa, trucada. Los hombres más ricos. Nunca los más pobres, porque la
lista daría la vuelta del mundo y se seguirían subiendo a esa fila
infinita los hambrientos de hambre. Es como pintar el mundo con la palabra
falsa: Libertad de prensa. El periodista español José Couso, cámara de
TV 5, murió en una habitación del Hotel Palestina de Bagdad, impactado por el
sargento norteamericano Thomas Gibson, quien se sentía observado por unos
prismáticos. También
murió el periodista ucraniano de la agencia Reuters, Taras Protsyuk.
Voló el balcón, la ráfaga entró en la cámara y CNN recogió la
noticia. El cadáver fue enviado a España. La muerte es lo más natural en
Bagdad. La muerte asesina murió dos veces en un hotel de cuatro estrellas. La
muerte se ríe de sí misma, se asoma al balcón y salta. No necesita red.
Estalla como el cristal, su cuerpo de silencio, viaja la gelatina de sus
dos extremidades y se convierte en cuadraditos de colores que van
desapareciendo. Un niño conversa con su amigo imaginario en el fondo de
su casa.
§
EN
TERRENO VEDADO
La tarde está cayendo lenta, pesada. Abrir una lata de cerveza, es la solución
para algunos. Mirar el hermoso, veleidoso mar, herido, atribulado y furioso.
Hundirse en el desierto. Ser el paisaje. El Ojo del vacío. El mar es quien
nos mira/ por última vez/olas sobre olas /el mar está mortalmente vivo/ Dios
es agua/la tierra llora /las paredes caen/ flotan los ojos frente al mar/ tú
y yo somos dos tercios agua/no llores, no llores, lágrima/ que vas a dar a la
mar, que es el vivir / más agua, la copa, el tiempo la derrama.
El
cuerpo se desviste frente al espejo./ El cuerpo camina en dos pies/El cuerpo se
dirige a la cama/El cuerpo hará el amor con otro cuerpo/El cuerpo a cuerpo/es
un comienzo de un final.
Mañana
siempre será mañana. Lo nuevo, ni
la esperanza, tienen tamaño. Así entraron a Colorado, el arquitecto y el
afgano. Nariz con nariz husmeaban una nueva realidad. Olor a roble maduro. Otoño
es Autumn.
Las
hormonas estaban a full en Colorado. No hay futuro, sin un buen presente, se
dijeron. La noche caía negra, fría, en Colorado. Se quedaron en un hotelito
casual, la vida recién comenzaba con su otoño frío, ojeroso, rojo de
matices, sus incógnitas soñadas antes del sueño, como si el amanecer se
desplazara en una sábana tibia. Se calaba en sus huesos fríos, lo que
quedaba de la noche, más aún en el amanecer posible. Las montañas de Afganistán
se juntaron con las de Colorado, en el espejismo del futuro. El joven arquitecto
venía de un país verde, angosto, lleno de mar, geografía muy alejada a las
montañas rocosas, al marcado perfil de las estaciones en Colorado. La nieve
cubriría las montañas el próximo invierno. Se perdería el rastro quizás de
los días, del tiempo que repasa de memoria su propio tiempo y la memoria que
registra el espejo blanco del paisaje inmóvil. Le gustaría vivir sus horas en
el Café Gondolier, pensó años después, como si la historia no hubiera
terminado. Los cursos eran importantes, pero más el love. Piel de arquitectura,
imaginó sus dos columnas, el centro de sus horas y rodó la película lo mejor
que pudo. Fue una noche alucinante, por todo lo que esperaba que viniera, y mañana
vamos al Campus, mientras avanzaba el más largo y
afrodisíaco de los sueños jamás esperado. ¿Cómo manejar un sueño en
un tipo de casi dos metros con una nariz de espadachín? Y resoplaba el afgano
un tiempo por venir, el pasado de sus largos pies que alguna vez caminaron
distancias desérticas memorables. El arquitecto, en la habitación contigua, de
cortinas rojas, se sumergía en su tobogán con muchachas de camisas mojadas
pegadas a la piel y senos que miran recto hacia el cielo. Una sensación de
libertad y la pérdida del límite, rondaba su cuarto, esa madrugada que se
extendía en el infinito. Amaneció más temprano que ningún otro día. A
caminar el sueño, se dijeron y suerte se desearon sin pronunciar palabra
alguna. El día amaneció despejado, azul el cielo de otoño, pero un frío
seco, esparcía las hojas ociosamente sin tiempo.
Boulder alimentaba todas las esperanzas. El Campus debía estar lleno de
mariposas revoloteando con sus risas de
luciérnagas iluminadas. El color de la vida. Los robles rojos, olorosos. Debe
estar ahí imaginaban cada uno por su lado. Rubia, desprejuiciada, ojos azules,
dueña de los bosques y montañas de Boulder. Un Sueño Americano de quinto
mundo. Otros tiempos, con marihuana, no tanta droga, un poco más cerca del
futuro. Los libros y las bibliotecas aún contaban sus historias. El papel
jugaba su papel. La Guerra Fría no le doblaba aún la muñeca
a la historia. Las guerras tenían algunos principios básicos. ¿Entrarían
en terreno vedado? (Brokeback
mountain) Un
nuevo filme del Oeste, pero no lo sabían, ni sospechaban siquiera. Más de tres
décadas después, el mundo masca el sexo al revés y al derecho.
Nada nuevo bajo el sol, pero en la superficie. Y nada queda en pie. El
rudo Oeste, tiene su otra historia en campo vedado. Brillan las hebillas de un
mismo sexo. Ya no es tan Solitario el Llanero. Bajo la luna los hombres también
son románticos entre sí. Dos ásperos, solitarios, rudos vaqueros se aman.
“Son personajes rudos capaces de hablar con los animales pero incapaces de
hacerlo con sus propias mujeres", argumenta el director taiwanés del
filme, Ang Lee. Descubren sus sentimientos mientras cuidan ovejas en Wyoming. Las
reglas no existen. A eso iban a Boulder, pero no en dirección contraria. Ojos
que encuentran otros ojos. Ahí se detiene todo tiempo sobrante y la adrenalina
carga sus baterías. Las mujeres existen aunque sean de Venus. El mito del Oeste
se ha caído del caballo. ¿Se han pasado a territorio enemigo? Es un paisaje íntimo,
nuevo en el Oeste. Ellos cuidan ovejas, no cortan cabelleras Apaches, ni
protejen a sus mujeres de los Sioux. Son dos palomas solitarias, parodiando la
novela del clásico Texano, co-autor del libreto del filme En
Terreno vedado, el
norteamericano Larry
McMurtry. Diana Ossa es el otro autor del libreto. Es un guión romántico y no
sólo tendrá una extraordinaria aceptación de la comunidad gay, sino que
muchos podrán salir del closet-rancho. Algunas autoridades de pequeños
pueblitos del Oeste, han rechazado que se presente la película en sus salas de
cine. El afgano, entretanto, no podía meter más profunda su nariz en los
traseros bien armados de las estudiantes de Boulder. Sus ojos se alargaban como
huevos fritos desparramados por su rostro cetrino. Suspiraba como un viejo reloj
descompensado. Las hojas doradas del otoño de Colorado enmarcaban
cualquier escenario, por difícil que fuera. Unos huevos con tocino y café
caliente negro, abrieron la mañana y subieron las persianas del día. Boulder,
Boulder, la nueva vida. La montaña llenaba los pulmones y los ojos
pertenecían a las muchachas descomplicadas, que caían con sus pelos largos
llenas de risa y una vitalidad a prueba de cualquier desgracia. Hervía el
Campus, de movimientos, desplazamientos, lentas miradas, un día con todos los
rostros nuevos. Ahí estaba el tiempo, nosotros, un mundo
nuevo, soñado, inventado a imagen y semejanza de nuestras aspiraciones.
El salvaje oeste domado por sus mujeres.
§
LA CAMARERA NO FUE A
TRABAJAR ESA NOCHE
Cuando salía el sol, ellas asoleaban sus pechos libres, todo, la vida misma se
despejaba hasta sus cinturas. Rodaba un espíritu nuevo. El Campus florecía con
sus ojos y pieles sin maquillaje, sensibles.¿Qué hacer, ya estaba yo allí o
eran mis visiones? La arquitectura es algo concreto y todo espacio está para
ser habitado. Lo primero era buscar un lugar donde vivir. No con estudiantes en
un mismo sitio, y menos compartir iguales problemas y caer en el círculo
vicioso de todos juntos, revueltos para nada. Caminar Boulder, sus calles, ver
los avisos de alquiler, tomarse un café y cargar ropa de otoño, fue el
comienzo. Sentir la carga de la naturaleza silbando desde las montañas. El azar
es también un destino y me detuve
frente a una casa de madera de dos niveles, con su impecable estilo Sur-USA.
Alquilaban un cuarto y era lo que buscaba. Abrió una rubia tipo Marilyn del
Oeste, con su risa franca, piel rosada, y entera en su cuerpo y fachada.
Descalza, llena de brisa húmeda, detenida en el marco de la puerta, sus
segundos pasaron como gotas gruesas, densas, interminables. Un hello, y ya estábamos
conversando como viejos conocidos. Siguió un jugo de naranja y nos reanimó la
mañana. A la hora estábamos cerrando un trato. El nuevo inquilino en Boulder,
Colorado. Le ganaba la partida al afgano, que después supe se conformó con
compartir un cuarto en la Universidad. A historia arrancó por dos caminos
distintos. Las tardes o noches, muy noches los fines de semana, en la casa sureña,
comenzaron con un animado juego de cartas y cervezas, la comida del fogón de la
dueña del rancho, que pintaba y hablaba francés. Había estudiado en París,
la madame gringa. Brillaban sus ojos celestes, azules, gatos de colores como el
cielo y una risa desprevenida, de los setenta. Jean y su ombligo plano, volado
en su esfera, bajo una inocente camisilla blanca. Colorado se llenaba con sus
noches así mismo. Full de luna y madera, de nuevos caminos. El amor aún no
cargaba los dados en esos días otoñales, amarillos. J.D., era camarera
por las noches en una taberna de Boulder, que nunca me identificó. Su
arte consistía en atender a los
parroquianos con esmero. El afecto de los setenta en una deslumbrante sonrisa y
unos pechos bien puestos. Regresaba tarde, por el silencioso ruido de su automóvil
y unas puertas que abrían y cerraban las noches.
A
mediodía, a la hora que se pudiera, improvisábamos juegos, partidas de poker,
crucigramas, lanzábamos además los dados para buscar los números perfectos.
Boulder, Boulder que es Bólder, en verdad. El afgano conocía mi suerte, pero
no mi paradero. Noches lúdicas, horas de juegos y risas. Historias, la francesa
me decía en su cocina algunas cuantas cosas más que con las palabras. Su gato
Luna, un peludo de gran movimiento, le llenaba sus horas de ocio, las mañanas
tibias, a veces frías, de Boulder. Compartía su cama con el envidiado Luna. Le
hablaba en sus orejas en francés, pero Luna era Moon. Cuando el tiempo pasaba y
las clases se hacían más
aburridas, unos vinos californianos comenzaron a hacer la diferencia. Las tardes
más cálidas y las noches aún más. La camarera no fue a trabajar. Decidió
cocinar unos grandes steaks americanos con todo y dejar que Luna ronroneara por
los pasillos de la casa sureña. La noche de Colorado en colorado. Risas. Ningún
tiempo. Si llaman del trabajo estoy enferma. Más risas. La cocina olía a
cielo. Las cortinas sabiamente entreabiertas. La calle quieta, solitaria,
abandonada a su noche. Los dioses nos reunían. A votre santé. Se repitió seis
veces el firme deseo de felicidad. Se acomodaron las tibias bocas, las manos con
las manos, de tan lejos dos cuerpos. Todo lo demás es telón de fondo. La mañana
amaneció más clara. Los desayunos fueron más intensos. Sucedieron cosas. La
imaginación apuntaba las suyas.
Los días se sucedieron veloces, dulces, de colores en Colorado. Años después,
cuando por primera vez conté esta historia, supe que había dormido con las
Torres Gemelas, las dos más formidables columnas dóricas de Penteón griego
jamás soñadas.
§
DEL OBITUARIO AL LENTO EPILOGAR DE OTOÑO
Los Negros no podían sentarse en los buses. Sólo los blancos en sus blancos
asientos de blancos buses, con
sus traseros blancos. Esto es (era) Norteamérica, hace más de medio siglo.
Ni tanto tiempo, la verdad. Está nevando, y todo es blanco, como la historia.
Sólo le faltan los ojos azules a la nieve. La noche es blanca. Los perros
negros ladraban como blancos. Hasta que un día una humilde costurera de
Detroit, absolutamente negra, se negó a ceder un asiento en un bus a un
blanco que se lo exigía. Ella Se llamaba Rosa Lee Parker, porque acaba de
morir a los 92 años. Una Rosa negra libre. Hace medio siglo Rosa Lee Parker
prefirió ir a la cárcel que seguir humillándose ante los blancos. Su
detención desencadenaría un
boicot de 381 días en el sistema de autobuses.
El reverendo Martin Luther King ya no se detendría hasta el final de
sus días. Sin visión la gente perecerá y sin valor e inspiración los sueños
morirán, los sueños de paz y libertad", sentenció para siempre Rosa
Parker.