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REALIDADES Y ESPERANZAS

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SR. PRESIDENTE, ESPERO QUE REFLEXIONE EN 2006
SR. PRESIDENTE, ESPERO QUE REFLEXIONE EN 2006

Estimados Lectores

    Estimados Lectores: en esta última entrega del año, quiero agradecerles su apoyo y solidaridad ante mi atentado. He recibido todos sus mails... gracias de nuevo a todos.

 

    Ustedes pudieron leer que en vez de moderar la línea en mi columna la he endurecido, muestra de que no temo a nada ni nadie, sólo a la ira de Dios, o como cada uno de ustedes lo quiera llamar. Aprovecharé también para agradecer a mi querido Amigo Christian Sanz y, en su nombre, al equipo de “Periódico Tribuna” por bancar mi columna y por la valentía con que ellos difunden todos los temas que los medios en su mayoría ocultan, para hacernos padecer una mayor desinformación a expensas de la contraprestación paga por el Gobierno y sus alcahuetes de siempre.

    Finalmente quiero compartir un correo que me envió un ser maravilloso del cual formo parte de su equipo y que lucha desde hace muchos años por la sustentabilidad de los recursos marinos. Alguien que es para la pesca mundial fue como Christian Barnard para los trasplantes de corazón. Marcus Sommer ha recuperado pesquerías en crisis en base a sus conocimientos que la FAO-UE- y distintas ONG mundiales escuchan y valoran con gran respeto y atención.

    Con ustedes el Dr Marcus Sommer, Catedrático de la Universidad de Kiel, experto en pesquerías en crisis y ser humano excepcional que me honra con su amistad.

    Deseándoles a todos una Feliz Navidad y un próspero año nuevo me despido de todos ustedes con un afectuoso abrazo.

    No perdono ni olvido, yo no me rindo.

 

ROBERTO MATURANA
Oficial de Marina Mercante-Investigador

                             

 

Kiel, 16.12.2005

Estimado Roberto Maturana

 

Realidades y esperanzas 2005.

Navidad 2005

 

Es hora de reflexionar en que situación se encuentra nuestro mundo. Por todos los medios de la prensa escrita y electronica, nos llega a marejadas las tragedias actuales del mundo. Pero en una segunda reflexión surge la pregunta:

¿por qué los medios no despliegan igual o parecido afán para informar sobre la permanente tragedia de miseria y muerte que vive media humanidad?

¿Y para denunciar la irracionalidad que entrañan gastos gigantescos no para la vida sino para la muerte, no para la construcción sino para la destrucción, no para el bienestar sino para el desperdicio?

¿Y por qué la "discreción" mediática ante los intereses económicos que se empeñan en destruir los sistemas ecológicos de esta casa nuestra, "la tierra", simplemente para añadir ganancias a sus empresas?

¿Por qué tal distancia en el tratamiento?

¿Será porque las olas de muerte que sacrifican a tantos millones de niños, mujeres y hombres en la flor de la edad y más viejos, no son aptas para elevar los ratings y carecen del atractivo de la actualidad rampante del espectáculo, del show business ? ¿Será que los medios viven distraídos y sólo salen de la modorra cuando se presenta la catástrofe con seducción audiovisual?

¿O será porque el contrasentido de un mundo con tamañas carencias y contrastes ha de silenciarse para no perturbar las buenas conciencias de quienes mantienen ese "orden" conveniente a sus intereses?

No me deja de llamar la atención que George W. Bush y Tony Blair el 26 de diciembre del 2004 (Tsunamis), parecieron aletargados la primera semana de la tragedia, como si la obra demoledora de la naturaleza no les concerniera o como si les extrañara que algo tan lejano a su voluntad hubiera causado una catástrofe que no tuviera relación con sus decisiones: como si el hábito los hubiera acostumbrado a pensar que sólo ellos pueden ser el motor de tantas muertes y sufrimientos.

En Irak, desde la invasión en marzo de 2003, han muerto más de 100 mil niños, mujeres y hombres de todas las edades, y muchos más permanecerán incapaces y sin hogares, sin escuela, sin los más elementales servicios durante largo tiempo. La pregunta es:

¿qué medios han presentado con equivalente dramatismo esta tragedia que supera a la del tsunami del 2004?, con la diferencia de que se trata no de una tragedia natural sino de una decidida por voluntades identificables.

Nosotros y sólo nosotros somos culpables de la lluvia ácida, del hoyo en la capa de ozono, del calentamiento global. La desertización es obra humana: millones y millones de áreas irrigadas o receptoras de lluvias están hoy al borde del yermo. La invasión del desierto provoca más pobreza y más emigración. Si llegamos al suicidio ecológico, la culpa será nuestra, no de la Naturaleza". Y todavía más: "Pocas cosas chocan más en el estado de injusticia e irracionalidad que es de nuestra hechura, no de la naturaleza, que la desproporción entre gastos militares y necesidades humanas.
Las naciones gastan 800 mil millones de dólares al año en armas. Bastaría una rebaja de 1% para darle escuela a todos los niños del llamado tercer mundo. Una sexta parte de la humanidad vive en la oscuridad del analfabetismo. Los países del sur cuentan con 60% del estudiantado global, pero sólo con 12% del presupuesto global con fines educativos. Y un avión-caza militar cuesta tanto como 80 millones de textos escolares".

Según las últimas cifras del Banco Mundial, la deuda externa de cinco de los países golpeados por el tsunami se eleva a más de 300 mil millones de dólares. Y los reembolsos a que obliga son gigantescos: más de 32 mil millones de dólares anuales. A escala planetaria, los países pobres envían a los ricos, por concepto del servicio de la deuda, más de 230 mil millones de dólares cada año`.
Es el mundo al revés. Y todavía más: "Según el PNUD, serían necesarios 80 mil millones de dólares anuales para asegurar todos los servicios de base", es decir, exactamente el presupuesto suplementario que el presidente George W. Bush ha solicitado al Congreso para financiar la guerra de Irak.
Por supuesto, encontramos también a diario un torrente de escritos de los defensores de los sistemas ecológicos en que se denuncia la destrucción del medio ambiente y de la diversidad ecológica (y cultural). Una destrucción que operan salvajemente las corporaciones transnacionales (el hombre, no la naturaleza).
Como ejemplo, entre muchos otros, leemos la denuncia que difunde Greenpeace sobre la destrucción de los bosques en Tanzania para surtir de madera a la industria papelera de Japón. O sobre la presencia injustificada de materiales químicos tóxicos en prácticamente todas las computadoras, con efectos de contaminación del ambiente (¡la propia casa u oficina!).
Circulan también denuncias en que se atribuyen la descompensación climática y los agresivos fenómenos naturales a las pruebas nucleares, que continúan sin freno real. En 1968, cuando se firmó el Acuerdo para la No Proliferación de Armas Nucleares, se calculaba su arsenal en alrededor de 30 mil. Todo indicaría que esa cifra no ha disminuido, con la diferencia de que ahora el mismo número es mucho más potente y devastador.

Como siempre ocurre en el caso de las catástrofes naturales (y también de las bélicas, productos de la ambición y la prepotencia), la exterminación se ensaña con los pobres. Tal ha sido lo más sobrecogedor del "espectáculo" mediático que hemos presenciado últimamente. La muerte, sufrimientos, el futuro negro, se concentran cada vez más en las poblaciones más pobres.
Pero no, no se trata simplemente de moral sino de una situación estructural del mundo que conduce a la tragedia: al hecho de que las devastaciones de la naturaleza se ensañen con los más pobres, y al hecho más absurdo aún de que las destrucciones provocadas por nosotros mismos, a través de guerras y de la explotación inicua de los recursos naturales, se ensañe sobre todo con los más necesitados. Y no solamente eso: los gastos de recursos y las aplicaciones tecnológicas para la muerte se derivan de un sistema en el que impera la rapacidad y el saqueo, la explotación de riquezas y de lo principal, el trabajo humano, que beneficia desmesuradamente a los pocos y deja en la miseria a las mayorías. Entonces la conclusión se impone.

Una conclusión que va más allá de la ética individual y colectiva y que alude a un sistema en que los países en desarrollo adeudan 2 mil millones de millones de dólares a los banqueros de Estados Unidos, Europa y Japón, no obstante que en el curso de los últimos 20 años han pagado ya a sus acreedores cientos de miles de millones de dólares, sin que la deuda disminuya sino que sigue creciendo a costa de los más pobres y en favor de todos esos banqueros que extraen de nuestros pueblos hasta la última gota de sangre.

Tal es la situación a la que ha conducido esta globalización fundada en la "libre circulación de capitales" del que se benefician unos cuantos. El dirigente obrero estadounidense, Michel Thorburn, escribió que tal globalización es parte del programa de los grandes consorcios para extender su dominio y explotación del trabajo a otros países. Y que el mismo programa está asumido por el FMI y el BM al exigir a los países pobres "ajustes estructurales" que significan la drástica disminución de sus presupuestos de salud, educación y bienestar, para asegurar el pago puntual del servicio de la deuda a los banqueros internacionales.

Completan estas medidas las privatizaciones del sector estatal y la eliminación de cualquier barrera a la propiedad de extranjeros, las reformas a las legislaciones laborales que incrementan la tasa de explotación del trabajo, y todavía la eliminación de las barreras a las importaciones.

La tragedias producidas por los huracanes o tsunamiso terremotos etc., trae necesariamente a la memoria  hechos, y nos recuerda que la tragedia diaria que vive la mitad de la humanidad no es sólo una cuestión de ética sino de un sistema de vida (las maneras de producir y consumir) que está en el origen de estas catástrofes, unas provenientes de la naturaleza y otras originadas por la acción de la voluntad humana (los intereses de los dominadores y explotadores). Y nos recuerda que depende de nosotros que "otro mundo sea posible".

 

Realidades y esperanzas 2005.

 

Abrazo

Feliz Navidad

 

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