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Abuso de menores

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CAUSAS DE UNA TRISTE PROBLEMÁTICA
CAUSAS DE UNA TRISTE PROBLEMÁTICA

El abuso de menores forma parte de esos delitos que no se comentan y de los que, tanto víctimas como familiares, tratan de olvidar, como si de la memoria dependiera el superar los efectos de los abusos. Pero ¿Qué es el "abuso de menores"? En breves líneas podemos decir que no hay diferencia entre los abusos contra un menor o un mayor, las formas y los métodos son los mismos. Pero la gravedad de estos deplorables abusos radica en la corta edad de las víctimas, las cuales en su fragilidad, tanto física como psíquica, son presas fáciles de los abusadores, algunos de los cuales hasta llegan a desplegar violencia y sadismo en sus actos. Sin ahondar en temas psicológicos que puedan describir a estos sujetos, podemos decir que en la mayoría de los casos son personas que cumplen en la sociedad sus actividades sin despertar grandes sospechas, y en la mayoría de los casos son personas allegadas al menor o su grupo familiar. Este dato que puede parecer obvio y que hasta puede parecer para algunos alejados de ellos, debe ser debidamente recordado, ya que muchas veces aquellos que creen que esto no les pueda suceder subestiman al destino y terminan pagando un alto precio por sus descuidos. La imprudencia con los menores siempre es motivo de consecuencias duraderas.

 

Los tiempos han cambiado y, más que los tiempos, deberíamos decir que la sociedad ha evolucionado en algunos aspectos y ha despertado también una serie de conductas que, por la explosión de los medios de comunicación y difusión, han permitido que algunos sujetos con “gustos” amorales y hasta delictivos, intercambien imágenes, textos, videos, y hasta transmitan en tiempo real por Internet sus “diversiones”. Estas conductas, que encuentran puntos de contacto con otros delitos, como ser la trata de menores, la prostitución infantil, el narcotráfico, la corrupción, han generado en sujetos depravados no sólo un medio de satisfacción, sino también un negocio para los más temerarios. Así, el abusador que ocultaba sus acciones, que evitaba poner en descubierto sus crímenes, hoy hasta ha perdido el pudor de lo incorrecto y se anima a filmar y fotografiar sus andanzas, las cuales en una primera etapa conserva en su privacidad y luego comienza a difundir hasta que termina haciendo de esto un negocio que "satisface" la sed perturbada de otros sujetos como él.

Si bien lo mencionado se orienta a los abusos sexuales de menores, también existen los abusos físicos y los maltratos de menores que muchas veces son desconocidos por los propios padres. Maltratos que, aunque uno no lo crea, son cometidos por docentes en la mayoría de los casos. En el último tiempo han crecido también los abusos entre menores, chicos que concurren a sus clases con una alta carga de violencia hogareña, una falta de dialogo y contención, que sólo hace que la forma de comunicación de los menores sea a través de la violencia.

Hoy los padres tienen muchas obligaciones y, si bien es cierto que el factor económico obliga a ambos padres a trabajar, no menos cierto es que esa obligación no debe ser un motivo de distensión de la comunicación y el seguimiento de los hijos, máxime cuando son menores en formación, en un mundo que cada día les es más hostil. Generalmente los menores son de alguna manera rozados por la violencia y los abusos, pero estos suelen guardar silencio. Muchos niños no comunican a sus padres los maltratos, y menos cuando estos son cometidos por un mayor que los confunde con comentarios o amenazas, que se conocen recién cuando el menor o bien es desbordado emocionalmente por la situación padecida, o el abuso es visiblemente inocultable por sus secuelas físicas.

De las numerosas entrevistas a familiares de menores abusados o de mayores que recuerdan aún hoy el abuso padecido, surge que de ese alto porcentaje de sujetos allegados a los mismos se encuentran desde familiares hasta vecinos. Por eso es muy importante que los padres cuiden al extremo en manos de quién dejan a sus hijos para su cuidado, y esto no es algo que tenga que ver con clases sociales, sólo cambian las circunstancias y las motivaciones, pero el daño se consuma con iguales consecuencias. El alcohol, las drogas y ciertas conductas personales, alientan a algunos sujetos a llevar a cabo sus “fantasías”. También es algo que lamentablemente se presenta como más habitual los abusos de docentes, tanto en maltratos como en abusos sexuales.

Es de vital importancia que los padres tengan comunicación con sus hijos, que les dediquen el tiempo diario para ver sus juegos, sus dibujos, sus conductas. Por eso es importante saber elegir el momento para tener un hijo, sabiendo que este no sólo necesita sentirse contenido, sino que debe sentir que puede contar a sus padres sus vivencias diarias, consultar sus dudas y recibir respuestas a las mismas.

Lo grave es que muchos de aquellos menores abusados -que difícilmente tuvieron ese tiempo y esa contención necesaria para minimizar las probabilidades de ser víctimas- tampoco tendrán la asistencia necesaria para llevar una vida con tamaña carga.

Para concluir, debemos saber que los menores se están formando en una sociedad cada vez más agresiva, donde los maltratos y los abusos son algo cotidiano y esto es algo que ya no sorprende, salvo los casos realmente mediáticos en los que el hecho tiene la efervescencia del momento.

Las autoridades tienen la obligación de que este tipo de delitos, sean estos el maltrato físico o sexual, sean debidamente investigados, juzgados e incorporados a un sistema de archivo que permita tener una base de datos sobre los mismos en caso de ser necesario resolver algún abuso con un autor desconocido. Por otro lado, los docentes deberían ser debidamente evaluados en sus postulaciones de trabajo, evitando designaciones cuando existan indicadores de precaución. También las autoridades de los colegios deben hacer seguimientos de los alumnos con riesgo de abuso o maltrato y comunicar las inquietudes a las autoridades que correspondan, ya que podrían evitar un estigma en un menor.

Aunque muchos no lo crean o no lo acepten, el evitar que los menores sufran es algo que nos compete a todos. Si queremos una sociedad mejor debemos denunciar los casos que conozcamos o comunicar a las autoridades las sospechas. Pero por sobre todo debemos primero replantearnos cuánto sabemos de nuestros hijos, y cuánto tiempo les dedicamos, para escucharlos, para verlos jugar, para controlar sus cuadernos y acompañar su formación.

Son pequeños, llenos de vida e ingenuidad, traídos por nosotros a un mundo hostil, imperfecto, al que llamamos la "jungla de cemento" y en el que los más débiles siempre son potenciales víctimas. Si bien es cierto que nadie puede estar en un 100% seguro de no sufrir un abuso o un maltrato, sí podemos reducir las posibilidades de muchos al minimizar las ocasiones. Muchos abusos se concretaron por falta de cuidado de los padres o de las personas a cargo de los niños, que o consintieron situaciones de riesgo o minimizaron conductas de mayores.

 

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