“Esperando a Godot” es una obra escrita a finales de los años cuarenta del siglo XX por Samuel Beckett.
El argumento es aparentemente sencillo: dos vagabundos llamados Vladimir y Estragon esperan en vano junto a un camino a un tal Godot, con quien tienen una supuesta cita.
En cada acto, les llega un mensaje: “Godot no vendrá hoy, pero mañana seguro que sí".
La trama es altamente repetitiva y simboliza el tedio y la carencia de significado que muchas veces tiene la vida misma.
Desde hace ya varios años, los venezolanos parecen estar también “Esperando a Godot”.
Suponen que, en algún momento, las administraciones estadounidenses, las hermanas naciones latinoamericanas, los militares bolivarianos o alguna fuerza extraterrestre los va a salvar de la banda de narcotraficantes que ha destrozado su querida patria.
Ellos, los propios venezolanos, son los principales responsables de que las cosas hayan llegado a semejante extremo.
Fueron ellos mismos los que votaron al menos 15 veces a los candidatos políticos de un militar megalómano e impresentable como Hugo Chávez Frías.
El “Comandante”, un parlanchín de feria cargado de un rencor inconmensurable por la miserable vida que debió soportar, sólo fue derrotado en diciembre de 2007, cuando se planteaba en un plebiscito la reelección indefinida (que luego conseguiría en una posterior consulta popular).
Los chilenos, sobre fines de los años ochenta y en medio de la peor dictadura de su historia, votaron NO al tirano general Augusto Pinochet y abrieron una primavera democrática.
Los polacos desalojaron del poder al criminal comunista Jaruzelsky en una histórica elección donde el autócrata sucumbió frente a la oposición en una relación de nueve a uno.
En Venezuela, millones de ciudadanos escogieron una y otra vez a lo largo de tres lustros completos las boletas del pestilente PSUV, una organización mafiosa que ha producido la mayor debacle económico-social de la historia del subcontinente.
Donald Trump, apenas una experimentada ave rapaz
¿Por qué siguen aún "Esperando a Godot?
¿Por qué aún creen que USA sigue siendo su aliado incondicional?
Está claro que Rusia y China está “tupacamarizando” al régimen de Caracas ya que se están quedando con sus enormes reservas petroleras, con sus empresas emblemáticas dentro y fuera del país y hasta con el arco minero que podría representar a futuro cientos de miles de millones de dólares.
Los asiáticos dicen haber desembolsado más de 60 mil millones de dólares, lo que les garantiza crudo por varias décadas. Ellos, actualmente, importan la mitad de ese combustible estratégico.
Los rusos se han quedado con las mejores joyas de la industria venezolana (como Citgo).
En resumen, para unos los yacimientos de "oro negro" y para otros la maquinaria que a pesar de todo aún sigue produciendo.
En este marco, a pesar de sus grandilocuentes afirmaciones, el régimen republicano de EEUU no ha tomado ninguna acción seria contra la dictadura chavista que encabeza el débil mental de Nicolás Maduro.
Con una sola medida (suspender la compra de petróleo bolivariano por parte de Washington) todo el régimen tiránico hubiera sucumbido hace muchos años.
Sin embargo, obstinadamente, no lo hacen.
Son los miembros del "imperio" prácticamente los únicos en el mundo que le dan dólares frescos a los asesinos de Miraflores, ya que buena parte de la balanza comercial de hidrocarburos de ese país termina en extraños trueques con Cuba, los países centroamericanos o se destina a pagar la extravagante deuda contraída con Pekín.
Esta semana, el creador y dueño de Facebook, Mark Zuckerberg, tuvo que reconocer al ser interpelado por los poderes políticos de las principales potencias mundiales que el régimen de Vladimir Putin influyó en las elecciones presidenciales norteamericanas que consagraron a Donald Trump.
China, por su parte, acaba de firmar un acuerdo que evitó una supuesta “guerra comercial” con la primera economía planetaria.
Como se ve, los lazos del de los tres gigantes son cada día más sólidos.
A Xi Jimping lo eligen por unanimidad una claque comunista de un país donde nueve de las diez fortunas más grandes está relacionada con un capo del PCCh.
Al ex líder de la KGB lo consagran en elecciones fraudulentas ya que se persigue y se asesina con frialdad e impunidad a los opositores que osen cuestionar al gélido ex espía.
¿Por qué alguno de estos tres tipejos se va a conmover si Maduro se roba los comicios de manera alevosa como ha ocurrido el pasado fin de semana?
Trump consolidó su fortuna merced a las desgracias ajenas. Se hizo famoso en su país gracias a “salvar” al colosal Hotel Commodore de Manhattan. Para hacerlo, recibió millonarias rebajas impositivas por parte del gobierno de Nueva York. Fue un verdadero buitre al que las cosas le salieron bien.
Luego, cimentó su fabuloso crecimiento patrimonial de la mano del juego y el lavado de dinero en Atlantic City donde explotó al Taj Malal y los casinos de la cadena de hoteles Trump.
En pleno debate presidencial con Hillary Clinton, la candidata demócrata le recordó que aprovechó la crisis terminal de 2008 para comprar numerosos inmuebles que estaban regalados por la implosión de las hipotecas sub-prime.
Donald asintió con la cabeza y sólo dijo: “En todo caso, fui inteligente”.
Estamos frente a una persona que lleva el pragmatismo al límite del relativismo moral más absoluto.
Nada le importa. Es el empresario voraz y no solidario en su estado más puro.
¿De semejante personaje esperan los opositores venezolanos algún tipo de colaboración?
Triste, solitario y final
Ya se han ido del atribulado país cerca de dos millones de venezolanos. Partieron los más instruidos, los que podían pagarse los pasajes, los más jóvenes, la “flor y nata” de la sociedad.
Se ha perdido casi un 40 por ciento del PBI nacional; la producción petrolera cayó a la mitad de lo que se extraía hace 50 años; los salarios son los peores del continente medidos en dólares y uno de los más miserables del planeta.
¿Por qué quedarse a Esperar a Godot, como les proponen los opositores?
¿Por qué una generación joven completa se va a suicidar?
Venezuela está siendo vaciada por una entente de saqueadores internacionales que simulan estar en bandos distintos pero, en la práctica, nada hacen para atenuar el sufrimiento de tan bella nación.
En las frecuentes “Yaltas” del siglo XXI Trump, Putin y Jimping deciden lo que ocurrirá pronto en la Franja del Orinoco.
Será una de las peores historias de robo. Sólo se podrá comparar con la depredación que hace cinco siglos perpetraron los conquistadores españoles en estas tierras.
Cuba cumple el primer de enero 60 años de pobreza, represión y locura.
Nicaragua ya va por los 40 años de delirio sandinista.
Caracas ha soportado dos décadas de gobiernos cleptópatas y sicópatas.
¿Cuánto tiempo más hace falta para que se den cuenta que nadie los va a ayudar y que todo va a seguir igual?
¿Cuántos muertos más?
¿Cuánta humillación más?
¿Hasta cuándo van a mantener una esperanza vana y un silencio cómplice que no tiene ningún sentido?
Las obras de Beckett fueron caratuladas como el “teatro del absurdo”.
La ausencia de denuncias por parte de los venezolanos no chavistas con respecto a la conjura internacional que están soportando también configura el más puto absurdo.