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Mundiales y política: el jardín de los senderos que se bifurcan

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A pesar de lo que se cree, el campeonato no asegura la reelección y la derrota no la impide
A pesar de lo que se cree, el campeonato no asegura la reelección y la derrota no la impide

Mil pensamientos abrumaban a Benito Mussolini aquel 25 de julio de 1943, cuando el rey Vittorio Emanuele le comunicaba su destitución de la Presidencia del Consejo de Ministros. Pero entre ellos, difícilmente estuviera el recuerdo del Campeonato Mundial de Fútbol de 1934 ni el del bicampeonato de 1938.

 

Todavía no había prendido en el imaginario popular la supuesta relación, repetida hasta el hartazgo, entre las victorias en esa competencia deportiva y la consolidación del gobierno de turno. A grandes rasgos, se asegura con la seriedad y la convicción del mejor de los analistas políticos que si un seleccionado obtiene el Campeonato Mundial de Fútbol, el partido gobernante de ese país tiene casi asegurada la continuidad en el poder. Y si en el camino le toca cruzarse con una elección, el triunfo deportivo llevará a la victoria política. Asimismo, si en el torneo el seleccionado sufre una derrota humillante, no habrá milagro de gestión ni carisma suficiente para impedir una debacle electoral. Así lo dicen “los que saben” y de tanto repetirlo muchos terminan convencidos de que es verdad….

Sin embargo, la realidad se encargó de refutar esa supuesta relación en más de una ocasión, sin que aquellos que la sostienen se inmutaran, ni repararan en que a Mussolini el bicampeonato no le sirvió de mucho para convencer a los partisanos de que no lo fusilaran.

Así empezó una serie de inconexiones entre mundiales y política que ya lleva siete décadas, tiempo más que suficiente para descartar de una vez por todas una manera de ver las cosas que, en definitiva, no es más que una subestimación de la capacidad de análisis de la mayoría de la población, una supuesta masa de autómatas a la que un gol de Messi o Neymar le cambia sus convicciones a la hora de entrar al cuarto oscuro. Y que el inminente Campeonato Mundial a jugarse en Rusia reeditará, con la ayuda que representan los calendarios electorales de dos de los países más futboleros del planeta: en la Argentina, se elige presidente al año siguiente de cada mundial. Y en Brasil, apenas tres meses después.

 

Los dos berretines

No hay que remontarse demasiado lejos en tiempo y espacio para tener uno de los tantos ejemplos. El presidente Raúl Alfonsín, simpatizante de Independiente, olvidó por una vez su vieja enemistad con Carlos Bilardo (identificado con el Estudiantes de Zubeldía que en la década del ’60 tuvo una marcada rivalidad con el club de Avellaneda) y se sumó a la euforia de todo el pueblo argentino para festejar la obtención del Mundial de México ’86. Si hubo un interés por capitalizar el triunfo deportivo en el plano político, las elecciones del año siguiente no pudieron arrojar un resultado más adverso: la oficialista Unión Cívica Radical apenas consiguió dos gobernadores, la peor performance desde el regreso de la Democracia.

Y así como los triunfos futbolísticos no son el reaseguro de la victoria política, tampoco la derrota en las canchas se refleja en un fracaso en las urnas. Carlos Menem está para demostrarlo con su reelección en 1995, un año después del papelón con doping incluido en el Campeonato Mundial de Estados Unidos.

Ya en este siglo, tres derrotas consecutivas en los mundiales no impidieron que en cada caso el oficialismo se impusiera en las elecciones. Al año siguiente de la rápida eliminación en primera ronda del 2002, el presidente Eduardo Duhalde respiró tranquilo cuando su candidato Néstor Kirchner asumió como su sucesor tras la deserción de Menem. El propio Kirchner entregó los atributos del mando a su esposa Cristina Fernández un año después de la derrota del seleccionado de Pekerman en Alemania y, para completar la serie, la goleada de Alemania por 4 a 0 a la Argentina en el Mundial de Sudáfrica no fue un obstáculo para su reelección. Daniel Scioli aún lamenta que la seguidilla se haya quebrado con la derrota del seleccionado de Sabella en el Mundial de 2014, pero siempre habrá una excepción que confirma la regla. Como para darle una tregua reparadora a “los que saben”.

 

Futebol e carnaval

También los ejemplos abundan unos kilómetros al norte. No obstante, los brasileños arrancaron la serie con otra excepción. El maracanazo de 1950 se correspondió al año siguiente con la derrota del oficialista PSD en favor del PTB de Getulio Vargas, nacido en Sao Borja, a menos de 900 kilómetros de la Montevideo que vio nacer y crecer a su inesperado mentor, Obdulio Varela.

Desde entonces, a las victorias en un ámbito las sucedieron derrotas en el otro. Juscelino Kubitschek no pudo asegurar la continuidad en el poder de su partido, el PSD, a pesar de que en su Presidencia la selección brasileña se alzó con su primer campeonato en 1958.

El bicampeonato de 1962 en Chile no fue suficiente para que el presidente de entonces, João “Jango” Goulart, impidiera el golpe de Estado de 1964 que inició dos décadas en las que la dictadura militar relegó a un segundo plano las especulaciones sobre la incidencia de los resultados futbolísticos, simplemente porque del otro lado no había elecciones.

Después de la excepción de 1994, cuando al tetracampeonato le siguió el triunfo electoral del ministro de Economía, Fernando Henrique Cardoso, hubo cinco torneos consecutivos en los que las derrotas deportivas se anudaron con triunfos del oficialismo en la política y la única victoria en el fútbol no tuvo su correlato en la votación.

La derrota 3 a 0 contra Francia en la final no representó un trauma para Cardoso, que en el mismo 1998 fue reelecto. Cuatro años después, los dos goles de Ronaldo a Alemania no alcanzaron para evitar la derrota del oficialista PSDB ante el PT de Lula, que inició una rareza que los cabuleros no pueden explicar: cuatro mandatos consecutivos sin ninguna victoria en el fútbol, nada menos que en el país con más copas.

Lula fue reelecto en 2006 luego de la derrota en cuartos de final en el Mundial de Alemania y entregó el poder cuatro años después a su candidata Dilma Rousseff, meses después de una nueva eliminación en cuartos. La reelección de Dilma ocurrió poco después de la derrota más catastrófica que haya tenido jamás un seleccionado brasileño de fútbol, un 1-7 ante Alemania de local, en un campeonato que, como dicen “los que saben” estaba armado para que ganara Brasil. Tan cierto como que había que ganarlo para conseguir la reelección…

 

En Europa no se consigue

La realidad en Europa parece ser distinta, a juzgar por la relación entre resultados en el fútbol y la política que en este caso sí guardan relación… hasta cierto punto, porque a los laboristas británicos no les alcanzó con el único campeonato obtenido para perder frente a los conservadores en 1970. Del mismo modo, todos los fracasos sobre el césped no le impidieron a los tories mantener el poder once años entre 1979 y 1990.

Por el contrario, la humillante derrota de los ingleses ante Estados Unidos en el Mundial de 1950 se correspondió con el derrumbe electoral de los laboristas de Clement Attlee, que al año siguiente debió entrega el poder al conservador Winston Churchill.

Una de cal y otra de arena para los españoles. La derrota de local en el Mundial de 1982 significó el final político de la Unión de Centro Democrático y la asunción de Felipe González, el primer socialista en 45 años en llegar a la Presidencia de Gobierno. Pero la obtención del hasta ahora único mundial en 2010 no le sirvió al socialista Rodríguez Zapatero para evitar que al año siguiente lo reemplazara Mariano Rajoy, del Partido Popular.

El único campeonato mundial en la historia de Francia fue aprovechado por Jacques Chirac, de la UMP, para ser reelecto… días antes de que Les Bleus fueran eliminados en primera ronda en el Mundial de Corea-Japón. Solo los alemanes pueden mostrar una consecución entre triunfos mundialistas y consolidación de la fuerza política de turno. Lo vienen haciendo desdeel primer campeonato de 1954, capitalizado por el democristiano Konrad Adenauer para quedarse nueve años más en el poder. Fue el turno de los socialdemócratas tras la segunda copa, en 1974, para que Willy Brandt le pasara el poder a su correligionario Helmut Schmidt. El socialdemócrata Gerhard Schroeder fue el encargado de aprovechar el triunfo de la Alemania unificada en 1990 para continuar cinco años más en el poder, tradición que mantuvo la actual canciller del CDU, Angela Merkel, luego del último mundial jugado en Brasil.

La evidencia empírica demuestra que la relación entre el fútbol y la política no tiene mucha más validez que los horóscopos o los pronósticos del Pulpo Paul. El repaso incompleto muestras que de veinticinco casos, en quince no hubo correspondencia entre los resultados del fútbol y el desempeño electoral del partido gobernante.

No hace falta aclarar que una fuerza política puede ganar o perder una elección por un sinnúmero de razones, entre las que no se encuentra el resultado que haya conseguido la selección de fútbol de su país. Y a que, aun ante la contundencia de los hechos, se empecinan en tratar de demostrar lo contrario, se les podría recomendar que dejen de subestimar a los pueblos. En todos los países, la gente suele ser más inteligente que “los que saben” (Agencia NP).

 

1 comentario Dejá tu comentario

  1. ¡Bueno, en Argentina por lo menos, cualquier debacle del seleccionado no afectará el ánimo social! Fuè la humillante derrota ante España, la que preparó psicologicamente a los Argentinos para un fracaso. Está selección vá con espectativas muy bajas de campeonar. Quizás, el coleccionar figuritas tenga mas estimulo que las espectativas puestas en el seleccionado. Es cierto que esto lo saben en el ambito del futbol y de la politica, por lo que solo esperan un milagro que pudiera romper con esa espectativa negativa existente en el público. Quizás se sobreestima la "influencia" del campeonato del mundo en el interes de los Argentinos. Por mas que los medios saturen de programas sobre el mundial y nos enteremos de las mil y una manera de fabricar mamushkas Rusas, la sociedad está preocupada por EL DIA A DIA. Hay que recordar que nuestro país, ademàs de ser de cabotaje, es aldeano, no solo se orienta HACIA EL EXTERIOR, sino al consumismo interno, sino que ademàs que se cree que el PROBLEMA ARGENTINO ES EL DE HOY, se olvidan de las CAUSALIDADES y hasta que LOS QUE SE PROPONEN COMO SOLUCION...¡TAMBIEN FRACASARON ANTES!.

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