En algún momento, cuando los diarios eran monstruos periodísticos, al menos a nivel organizativo, existían en sus plantillas de personal los célebres “correctores”.
Clarín tenía no menos de cuatro y La Nación media docena, sino más. Eran personas abocadas por completo a analizar cada una de las notas que los redactores de esos medios escribían.
Entonces, con paciencia infinita, corregían en papel cada error de ortografía, de tipeo o incluso de tiempos gramaticales. Esas hojitas eran casi tiernas, con tachaduras, redundancias, enmendaduras y anotaciones a un costado.
Grandes periodistas debieron pasar los filtros de esos correctores, que oficiaban como una suerte de muro de contención entre la redacción y la imprenta. No había manera de sortear sus observaciones.
Pasó el tiempo y los diarios de papel empezaron a ver en peligro su hegemonía ante la llegada de internet. Allí explotaron los medios digitales, sostenidos con unos pocos periodistas.
Para acompañar el proceso, esos mismos “colosos” decidieron reducir sus propias estructuras y allí vieron sacrificada su labor los correctores. Muy pocos conservaron cargos de ese tenor, apenas una decena de diarios de todo el país.
No fueron los únicos puestos que sacrificaron los grandes medios: también diagramadores, infografistas, archivistas, dibujantes y otros tantos. Todo en pos de ser más rentables.
Algunos lograron conservar la misma calidad de siempre, pero la mayoría no. El eliminar de su plantilla a quienes daban un extra a la calidad informativa se hizo notar, y mucho.
Lo de los correctores es el ejemplo más claro. Las barbaridades que se publican cada día en los grandes medios dan fe de ello.
Insólito pifie de diario La Nación este domingo. Hablan de Gerardo Zamora y ponen foto de Luis Zamora pic.twitter.com/YuYjOJqvTm
— Christian Sanz (@CeSanz1) 3 de junio de 2018
En ese marco, Tribuna de Periodistas se destaca por lejos en esa materia, ya que es uno de los pocos medios digitales —sino el único— que conserva a su humilde e histórico corrector, Diego Araujo.
Sería deseable que no estuviera solo en la tarea, que hubiera alguien más acompañándolo, pero, por el momento, eso no es posible.
De todos modos, su trabajo es intachable. A los hechos me remito: basta leer las notas que se publican en este portal para darse cuenta de que están correctamente escritas.
Puede llegar a escaparse algún error, pero es algo inusual, muy fuera de lo común. Es la excepción, jamás la regla. Me consta como Defensor del Lector de TDP.
Recibo cada tanto alguna queja por temas relacionados a la cuestión periodístico-editorial, pero jamás por errores en las notas.
Es un escenario promisorio en medio de tantos errores, y horrores.