Mientras las acusaciones conspiranoicas de que el nuevo orden mundial, la masonería, Trump, Thor y Martillo Hummer orquestaron y financiaron lo que derivó que millones de mujeres reclamen por la educación sexual y el derecho a interrumpir su embarazo en las primeras semanas, resulta más que irónico creer que tales organizaciones pudieron penetrar en la frágil y accesible mentes de las argentinas o bien repartir millones de sobres con dólares para hacerlas acudir a las marchas y costear la purpurina verde que se pegaron en la cara y que es tan costosa.
Sobre todo sabiendo que las dos principales organizaciones con poder mundial comprobado -como lo es la Iglesia Católica- y con escabrosas conexiones con el narcotráfico y el lavado de dinero -como lo es la Iglesia Evangélica- fueron las que sí tuvieron que acarrear a los “provida” a las manifestaciones para mantener el statu quo de la ilegalidad, algo que finalmente terminó sucediendo y que lamentablemente no se va a terminar rezando.
Pero más irónico y triste resulta todo cuando se comprueba que puntuales grupos financiaron las campañas anti aborto.
Así lo difundió hace menos de un año The Guardian, que realizó una investigación sobre grupos anti-derechos de Estados Unidos que financian campañas en contra de la legalización del aborto en América Latina y el Caribe.
La investigación mostró que diferentes organizaciones invirtieron millones de dólares para oponerse a los esfuerzos por despenalizar la interrupción de embarazos, así como también para obstruir el acceso a las clínicas que prestan servicios en la región.
“Grupos antiderechos de Estados Unidos están coordinando y financiando campañas para restringir el acceso al aborto en Latinoamérica y el Caribe. Una investigación deThe Guardian descubrió que organizaciones destinaron millones de dólares en la región, que tiene las leyes contra el aborto más severas, para combatir los esfuerzos de descriminalizar la interrupción del embarazo y obstruir el acceso a las clínicas que lo realizan”, plasma ese medio.
En julio, The Guardian publicó que Human Life International (HLI), una organización católica sin fines de lucro de Virginia, aportó más de 600.000 dólares para apoyar su trabajo en Centroamérica entre los años 2008 y 2014, y que un grupo en El Salvador, la Fundación Sí a la Vida, recibió más de 47.000 dólares en un período de siete años,
“Pero ahora emergió que al menos otras dos organizaciones norteamericanas -40 Days for Life y Heartbeat International- también están entrenando activistas antiderechos para abrir centros en la región y financiarlos”, agrega The Guardian.
Natalia Acevedo Guerrero, de Profamilia, el centro de salud reproductiva más grande de Colombia, dijo a ese medio: “Estamos acostumbrados a la oposición, pero en los últimos años hemos visto grupos antiderechos volverse más organizados; están profesionalizados. Ya no son señoras grandes con rosarios, son abogados comprometidos y sofisticados en el discurso, están haciendo lobby. Tienen dinero, tienen gente en la Justicia y en el Congreso”.
“La mayor parte de los fondos de los EE.UU. se utilizan para desarrollar una red de ‹centros de embarazo en crisis›, que los críticos afirman están diseñados para persuadir a las mujeres de no tener interrupciones. La cantidad de centros se duplicó con creces entre 2012 y 2015, hasta 130”.
“HLI trajo el modelo de centro de crisis de embarazo a América Latina en la década de 1980 y es uno de los partidarios más activos del movimiento contra el aborto en la región”, expresa The Guardian.
“Entre 2010 y 2015, HLI canalizó más de US$1.3 millones a socios antiaborto en América Latina y el Caribe, de acuerdo con los documentos fiscales del IRS vistos por The Guardian. Durante cuatro décadas, HLI ha ayudado a desarrollar una red de grupos que ahora abarca 20 países”, afirma.
El director de una clínica de aborto legal en Bogotá dijo que su staff tiene documentado múltiples casos de pacientes que equivocadamente visitaron esos centros de crisis donde había activistas antiderechos que “las hicieron sentir culpables, estigmatizadas, las acosaron y las presionaron para continuar con sus embarazos”.
Los intereses de estas empresas fanáticas por financiar campañas antiaborto son evidentes, y decir que una mujer es movilizada por movidas internacionales para reclamar por un derecho para ellas mismas -y que vienen pidiendo hace décadas- no solo es irrisorio, es tomarlas por idiotas.