Hace treinta años la guerra de Vietnam estaba en todo su apogeo, y el
común de la gente en todo el mundo la seguía con mayor o menor interés según
su ubicación geográfica, o con indiferencia en este extremo sur del continente
americano, más preocupado entonces por otros remezones internos en los
respectivos países. Sin embargo,
desde el lejano Vietnam surgió una fotografía que de inmediato comenzó a dar
la vuelta al mundo y que conmovió a todos por igual.
El 8 de junio de 1972, un avión norteamericano bombardeó
con napalm la población de Trang Bang, donde se encontraba la niña Kim Phuc,
de nueve años, con su familia. Ya sin su ropa, consumida rápidamente sobre su
cuerpo por las llamas, Kim comenzó a correr fuera de la población por la
carretera, y fue en ese momento que el fotógrafo vietnamita Nik Ut, que
trabajaba para la agencia Associated Press, tomó la famosa foto.
En una entrevista
para la BBC de Londres, como en tantas otras que le hicieron, Nik recordó ese
momento: “Empecé a ver columnas de humo y mucha gente que corría. Vi a
una señora que corría y pedía ayuda con un bebé muerto en sus brazos. Entre
el humo negro vi a Kim Phuc que corría gritando “nam ua, nam ua” (demasiado
caliente) y tomé muchas fotografías”. Después Nik relata que dejó su cámara
a un lado, pensando “no quiero que muera”, levantó a la niña y le
dio un poco de agua, la cubrió con una manta y la
llevó al hospital en su auto. Después fue hasta su oficina y se puso a
revelar las fotos. Cuando apareció, nítida, la imagen de Kim Phuc corriendo,
llevó las manos a su cabeza y dijo: “¡Dios mío, es una gran foto!”.
Cuando se la llevó a su editor, éste pensó que no iba a poder
publicarse, ya que en esa época no se permitían fotos con desnudos frontales,
pero cuando llegó Horst Faas, el jefe de la oficina, y vio la imagen, les dijo:
“Enviemos esta foto inmediatamente, ahora mismo, no me importa lo que
digan”. Para Nik Ut, esa foto
tuvo un gran impacto, y aún hoy la gente
habla de ella, mientras su autor, que va todos los años a Vietnam, comenta que
allí la gente le dice: “Nik, tu foto cambió la guerra”.
¿Y qué es hoy en día de la vida de Kim, la protagonista de
esa foto?. Con 43 años de edad, está casada con un vietnamita, tiene dos hijos
–Thomas y Steven- y residen en Toronto, Canadá. Pero Kim también habla muy
bien español, pues vivió cerca de seis años en Cuba, señalando que “tengo
muy lindos recuerdos de Cuba, mucha gente me ayudó, como mi familia adoptiva,
mami Nuria y papi Manolo, que me querían mucho”. Kim
preside la “Fundación Kim Phuc”, dedicada a ayudar en todo el mundo a niños
víctimas de la guerra, y además es embajadora de buena voluntad de la UNESCO.
En muchas partes de su cuerpo quedaron las cicatrices que le dejó el
napalm aquel día de 1972, además de las que quedan, imborrables, en el alma.
Pero la relación entre Kim y el fotógrafo Nik Ut no
se agotó tras la obtención de esa foto. Hoy se visitan cuando pueden, Kim
llama cariñosamente al fotógrafo “tío Nik”, y para éste ella es “como
una hija, siempre voy a verla cuando viajo a Toronto, además de que la llamo
muy seguido. Me hace muy feliz verla”.
Para Kim y Nik, la conclusión sobre la guerra no podía
dejar de ser coincidente: “Quiero que cuando la gente vea esa foto entienda
que no debe haber más guerras en el mundo. No debe haber ninguna guerra”, dice
Nik, mientras Kim sostiene por su parte: “Cualquiera
que vea esa fotografía puede ver la profundidad del sufrimiento, la
desesperanza, el dolor humano de la guerra, especialmente para los niños.
Cuando veo esa imagen una y otra vez, agradezco a Dios que el tío Ut congeló
ese momento de la historia con su fotografía, y permitió que las próximas
generaciones vieran lo que puede ser el horror de la guerra”.
Pues bien, ya están transcurriendo otras generaciones desde
aquella vez en que Vietnam se transformó por varios años en un infierno. Pero
las guerras continúan, el dolor no cesa, y sus principales víctimas, los niños,
siguen perdiendo partes de su cuerpo, a sus familias...
y su propia vida. Y aquí
cabe pensar cuánto daño podrían evitar muchos ideólogos de la destrucción
si sólo se detuvieran a contemplar y descifrar, por un instante, el mensaje que
nos deja a todos, desde esa imagen en una inspirada fotografía, la niña de
Vietnam.
Carlos
Machado
Kim
con su hijo Thomas, hoy de 13 años de edad