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El fraude mundial del #MeToo, la inquisición del siglo XXI

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Algo más que una opinión
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El MeToo (yo también en español) es un movimiento norteamericano que se dedicó a perseguir y escrachar tanto a los actores como a productores. Se hizo viral en Estados Unidos, en octubre del 2017, a partir de las denuncias contra el productor de Hollywood Harvey Weinstein por acoso y violación. Esto desató una cadena de denuncias masivas contra otros productores y actores, el problema es que algunas fueron ciertas, pero muchas otras fueron falsas o no hay una base sólida sobre la cual se pueda afirmar que el acusado debe ser penalizado.

 

Ha muchos de los acusados se les arruinó su carrera profesional basándose totalmente en alegaciones sexuales no confirmadas y sin el debido proceso, ya que el acoso sexual es difícil de probar en un tribunal, el público a menudo penaliza a los acosadores acusados por su cuenta, perjudicando la carrera personal y privada del acusado. Lamentablemente, esto sucede a menudo justo después de escuchar la acusación sexual, sin verificar su certeza.

Si bien el #MeToo cobró la fuerza con la que cuenta hoy el 5 de octubre de 2017, fue fundado por la activista Tarana Burke quien usó el término por primera vez mucho antes: en 2006. Lo hizo para denunciar la violencia sexual que sufrían las mujeres de su comunidad afroamericana, en el barrio neoyorquino del Bronx.

Doce años después, cree que la campaña se ha convertido en un sistema de persecución y no aporta soluciones reales, descuidando a las personas a las que originalmente quería ayudar. Aunque ha hecho muchos avances para visibilizar estas agresiones sexuales, piensa que ha perdido su esencia y que debe cambiar el rumbo que ha tomado.

“Este es un movimiento sobre una de 4 niñas y uno cada 6 niños que son abusados sexualmente cada año y que cargan con esas heridas hasta la edad adulta”, dice Bruke; que termina reflexionando: “Se convirtió en una caza de brujas, en un complot vengativo en contra de los hombres y se ha vuelto irreconocible”.

Sus antecedentes lo podemos ver en los campus universitarios estadounidenses donde se creó un clima de alarma social generando desconfianza y sospecha entre profesores y alumnas.

Fue tanto el pánico sexual, que hubo profesores que aprendieron a bajar la mirada cuando un grupo de chicas entraba al ascensor por miedo a ser acusados de «hostigamiento sexual» y se establecieron estrictos códigos de conducta sexual: en cada avance los estudiantes debían hacer preguntas como «¿Puedo desabotonar tu blusa, puedo darte un beso, etc.?» De «No significa No» se pasó a un «Sí» condicionado a cada paso del acercamiento sexual.

Dentro del #MeToo también se puede observar su gran hipocresía ya que por ejemplo una de sus líderes, la actriz Asia Argento fue acusada de lo que dice ser víctima cuando el actor Jimmy Bennett, quien hacía de su hijo en una película, la denunció por abusar sexualmente de él cuándo era menor de edad, teniendo que pagarle 380 mil dólares por su silencio.

Otras integrantes del movimiento como la filósofa y profesora feminista Avital Ronell o la parlamentaria demócrata de California Cristina García también fueron denunciadas de acoso por hombres.

¿Sorprendente verdad? esto es tapado fervientemente por los medios de comunicación hegemónicos. Como decíamos en un principio hay muchas denuncias que fueron ciertas y otras tantas que no, uno de ellos es el caso del querido actor Morgan Freeman quien fue perjudicado por una fake news de CNN.

El canal de noticias presentó la supuesta investigación que realizó la racista Chloe Melas, que quería credibilidad como periodista seria puesto que cubre temas de espectáculos, quien fabricó evidencias para acusar a Freeman, según el periodista mexicano Tomoo Terada que fue el que destapó la mentira.

La supuesta multitud de mujeres acusando a Freeman, de esas 16 personas dando testimonio en su contra 14 eran anónimas. Las únicas presuntas víctimas identificadas eran la propia Chloe Melas, quien se incluía a sí misma como “víctima”, testigo y coautora; y Tyra Martin, productora del programa WGN TV News quien de inmediato se deslinda de la nota afirmando que sus declaraciones habían sido distorsionadas y nunca se había sentido acosada.

Sin embargo CNN nunca pidió disculpas y de esta forma dañó para siempre la imagen del ganador del Oscar por Million Dollar Baby. Lamentable.

El #MeToo no solo se quedó en Estados Unidos si no que se exportó a países como México, Argentina, entre otros.

En México al piropo de «guapa» que le espetó un taxista, la bloguera y periodista Tamara de Anda respondió acusando al hombre de acoso, y éste pasó varias horas detenido por no poder pagar la multa correspondiente.

“No sé si Tamara hubiera reaccionado igual si en lugar de un taxista (moreno y chaparro) un joven guapo y rubio le hubiera lanzado el «guapa». Me temo que el contexto del incidente también esté atravesado —interceptado— por racismo y clasismo” dice la antropóloga y feminista Marta Lamas (si bien la campaña #MeToo está dirigida por feministas no todas ellas están de acuerdo con el discurso victimista).

Lamas, que cuestiona estos temas en su libro Acoso ¿denuncia legítima o victimización? (súper recomendable) dice que el acoso sexual es repugnante, pero no todas las denuncias que se hacen pueden considerarse acoso; algunas nombran «acoso» a usos y costumbres culturales, como el piropo, incluso a prácticas tipo quid pro quo como el intercambio de favores sexuales a cambio de oportunidades laborales. A lo que la también feminista, la australiana Germaine Greer acota, “Si abres tus piernas porque él te dijo ‘trátame bien y te doy un trabajo en una película’, entonces me temo que eso es equivalente a consentimiento”.

Coincidiendo con el manifiesto que realizaron un centenar de intelectuales, artistas y psicoanalistas francesas como la actriz Catherine Deneuve o la escritora Catherine Millet donde señalaron que el «coqueteo» o la seducción insistente o torpe no es un delito, ni la galantería una agresión. Lo inadecuado de plantear ciertas situaciones como acoso es que convierte a las mujeres en víctimas eternas, “pobres pequeñas cosas bajo la influencia de demoníacos machistas”.

“No nos reconocemos en este feminismo que, más allá de la denuncia de los abusos de poder, toma el rostro del odio hacia los hombres y la sexualidad.”

Escribieron también que sin evidencias muchas personas fueron tratadas públicamente como delincuentes sexuales antes de que tuvieran posibilidad de defenderse, cuando habían tocado una rodilla, tratado de robar un beso, hablado sobre cosas “íntimas” en una cena de negocios o enviado mensajes sexualmente explícitos a una mujer que no se sintió atraída por el otro.

Regresando a Latinoamérica, en Argentina para hablar del movimiento se usaron las consignas #NoEsNo y #MiráComoNosPonemos donde lamentablemente ya tuvo sus víctimas fatales.

Luis María Rodríguez, un profesor de danzas y director de deportes de la municipalidad de San Pedro, provincia de Córdoba se ahorcó al enterarse que una mujer lo escrachó por las redes sociales con una supuesta violación ocurrida décadas atrás.

Otra de las víctimas mortales fue Agustín Muñoz, un joven de 18 años de la ciudad de Bariloche, que se suicidó después de ser acusado falsamente de acoso por parte de una chica que era su mejor amiga; que luego admitió que mintió porque se había enojado con él.

La doctrina del escrache sin importar sus consecuencias es fomentada por el feminismo, por ejemplo por la instagramer y ganadora del bailando por un sueño 2018 Sofi Morandi, e incluso festejada por la usuaria de twitter @SofaVera19 “La Tipa de Verde” quien tuvo que borrar su cuenta por las críticas que recibió por escribir lo siguiente: “Si para atrapar a más violadores tenemos que escrachar a unos cuantos pibes “inocentes” (aún si se suicidarán) lo hacemos y listo. Es un precio que se debe pagar, el fin justifica los medios, se sacrifica una vida para salvar muchas, muchas, las cuales, son más valiosas”, insistió.

Pero sin dudas el caso más mediático de las últimas semanas fue el del actor Juan Darthés quien primeramente fue acusado por la actriz Calu Rivero de darle besos muy apasionados mientras hacían una ficción y ahora otra actriz, Thelma Fardín lo acusó de abuso sexual cuando era menor de edad, tenía 16 años y estaba de novia con su compañero, el actor Juan Manuel Guilera quien tenía 23, y algo similar de lo que le sucedió como ya mencionamos a Jimmy Bennett (que tenía 17) pero por manos de una mujer.

A todos nos parece aberrante los abusos, pero no se tiene que olvidar el principio de inocencia que las personas poseemos hasta que se demuestre lo contrario, algo que muchas feministas como la psicóloga y periodista Liliana Hendel quieren cambiar, criminalizando al sexo masculino solo por serlo y no caer así en una nueva inquisición.

Pero esto también las afecta a ellas, ya que muchos empleadores prefieren contratar menos mujeres y las que ya están contratadas tendrán serios problemas para ascender porque los hombres las evitan por miedo a ser víctimas de una falsa acusación y el buen desempeño en el trabajo por supuesto depende de las buenas relaciones con los compañeros, si los varones evitan siquiera reunirse con ellas es muy difícil que estas puedan seguir adelante en su carrera laboral.

Para terminar, decimos que debemos hacer todo lo posible para evitar que ocurra la violencia sexual, pero no debemos apresurarnos a penalizar al acusado en el primer segundo cuando aparece la acusación. Podemos tomarlo como una advertencia sobre cómo debemos tratar con esta persona en el futuro, pero debemos recordar: la acusación es solo una acusación y las palabras son solo palabras.

Si penalizamos a cada persona acusada basándose únicamente en las palabras de alguien, muchos de los presuntos acusados serán perjudicados injustamente. En la mayoría de los casos, el acusado nunca se recupera del daño que recibió, ni nadie se disculpa por ello. Deberíamos recordarlo y trabajar en este problema también, o las acusaciones serán demasiado terribles o simplemente no se respetarán en absoluto (http://varonesunidos.com).

 

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