Parece haber dos grandes tendencias dentro del liberalismo económico: la efectista y la productivista. No se trata de hacer una división tajante ni maniquea. El liberalismo es uno solo. Y estas dos tendencias que menciono se superponen, a veces se combinan y presentan una base importante en común.
Sin embargo, la diferencia radica en la importancia relativa que se le da a las diversas medidas liberales, en el resultante orden de prioridades, así como en el tipo de mirada que se tiene sobre la sociedad. Quien escribe no es economista y pido disculpas de antemano por posibles imprecisiones técnicas, pero el artículo está enfocado primordialmente hacia un análisis filosófico y social del liberalismo económico.
Se puede decir que, a grandes rasgos y en promedio, el liberalismo económico ha demostrado mejores resultados a mediano y largo plazo que cualquier tipo de abordaje estatista. Los países más desarrollados son, en efecto, los que presentan mejores índices de libertad económica, y esa libertad económica no impide el desarrollo de políticas públicas orientadas a la inclusión social o la igualdad de oportunidades. Al contrario, lo facilita, ya que en un marco de libertad económica tienden a ser menos los que necesitan ayuda y el Estado tiene mayor facilidad para obtener recursos.
Incluso los países nórdicos, presentados muchas veces como supuesto ejemplo de “éxito socialista”, tienen marcas record de libertad económica. Es cierto, podrán cobrar impuestos comparativamente elevados en relación con otros países (aunque no tanto como se cree), pero en todo lo demás (comercio exterior, seguridad jurídica, simplicidad impositiva, burocracia, institucionalidad democrática, legalidad, transparencia, etc.) son ultra-liberales.
Para llevarlo a datos concretos, en el Índice de Libertad Económica 2018 de Heritage, Suecia está en el puesto 15, con un promedio de 76,3 sobre 100, incluso por encima de Estados Unidos, supuesta meca del capitalismo. Suecia tiene un puntaje de 43,9 en carga fiscal, de 23,2 en gasto público y de 53,7 en libertad laboral. Sin embargo, en otros 9 indicadores de libertad económica tiene puntajes elevadísimos. En derechos de propiedad tiene 92,6, en libertad empresarial 89,3, en libertad monetaria 83,8, en salud fiscal 96,1, en libertad de comercio 86,9, en libertad de inversión 85,0, en libertad financiera 80,0, en integridad gubernamental 92,9 y en efectividad del Poder Judicial 88,2. Todo esto lo hace uno de los países más libres económicamente hablando, a pesar de su gasto público. Los demás países nórdicos presentan puntajes similares: Noruega 74,3 y Finlandia 74,1.
Desde luego, la libertad económica no es el único factor de desarrollo de un país. Más aún, creo que ni siquiera es el más importante. La libertad política y la calidad democrática, aunque muy entrelazadas con la libertad económica, creo que son más gravitantes. De hecho, reducir impuestos difícilmente tuviera un impacto positivo significativo en la economía de un país si todavía no se hubiera consolidado el Estado de Derecho. Pues, en ese caso, el capitalismo de amigos, la impunidad y la corrupción no harían sino establecer fuertes exacciones indirectas a los ciudadanos que no figurarían en el índice formal de “carga tributaria”.
Ahora bien, la historia y las estadísticas demuestran que la libertad económica es un factor de suma importancia para el desarrollo económico y social. Y en las últimas décadas parecen haberse consolidado dos principales tendencias de pensamiento dentro del liberalismo económico en relación con la forma de hacer avanzar la libertad económica. Una es la visión efectista y la otra la productivista.
La visión efectista es más cómoda para la dirigencia política, ya que es más fácil de implementar. Parte de una visión top-down, de arriba hacia abajo, centrándose en el efecto psicológico, de confianza y expectativas, de las reformas liberales. De manera simplificada, prioriza el equilibrio fiscal, la coherencia del programa económico y la credibilidad y reputación de los operadores políticos para crear un “buen clima”, una especie de efecto contagio de previsibilidad, optimismo y confianza. Le da mayor importancia a la captación de inversiones externas que a la gestación de un proceso de ahorro e inversión interna.
La visión productivista, por el contrario, es más difícil de llevar a cabo, y requiere de mayor cintura política y consenso social. Parte de una visión bottom-up, de abajo hacia arriba, visualizando al ciudadano individual y centrándose en lo micro, sin abandonar lo sistémico. Se enfoca en crear las condiciones para que el ciudadano común cuente con herramientas para aumentar su capacidad de ahorro, inversión y emprendimiento. De manera sencilla, prioriza la seguridad jurídica (lo cual la emparenta más con el institucionalismo), la estabilidad y la simplificación y reducción de la carga impositiva. Todo esto generaría ciudadanos más apoderados, con mayor capacidad de acción, que tenderían a desarrollar con mayor eficacia sus respectivos proyectos de vida y planes económicos, movilizando y estimulando un crecimiento endógeno y sustentable de la economía.
De nuevo, un auténtico plan de reforma económica liberal abarca todos estos aspectos, de un modo u otro. Pero parece haber dos estrategias o visiones fundamentales sobre cómo encarar una liberalización económica. Y todo indica que, de estas dos estrategias o visiones, la productivista es la que ha dado mejores resultados históricamente. En algunos casos el camino efectista puede ser la herramienta a mano para iniciar un proceso de reformas en un contexto de bajo consenso político y social, que no admite reformas muy profundas. Pero este camino tiende a elevar las cargas sobre el ciudadano para reducir el déficit, lo que enfría la economía, y tiende a crear un empujón macro que se diluye en escaso tiempo. La estrategia productivista es más sólida y crea un mejoramiento más rápido de la economía, lo que aumenta el consenso social en torno a las reformas y reduce el impacto social inmediato negativo de la reducción del gasto público (que ciertamente deberá ser mayor que en el efectismo).
Más aún, la estrategia efectista puede desencadenar procesos sociales y psicológicos tortuosos para la población, con una prolongación excesiva en el tiempo de una situación de recortes, incertidumbre y recesión. En el caso de la última crisis de Grecia, por ejemplo, la recesión y el deterioro paulatino y constante de la calidad de vida de la población fueron tan duraderos que, finalmente, el pueblo optó por una opción populista de extrema izquierda (aunque fuertemente contenida por la pertenencia a la Unión Europea).
Un caso de éxito resonante de la estrategia productivista es el de Estonia, que apostó por una fuerte reducción del gasto público (de hasta un 10% del PBI), bajos impuestos y una fuerte flexibilización laboral. Sorteó la crisis de 2008 en tiempo record y su economía sigue creciendo ininterrumpidamente desde 2010. Chile también podría pensarse como un caso de liberalización productivista exitosa. Aunque las reformas se inician en la dictadura de Pinochet, se sostienen y profundizan en democracia, sistema bajo el cual se produce la mayor parte de su reciente desarrollo sostenido, que lo ha llevado a superar a Argentina en PBI per cápita y en exportaciones totales (a pesar de tener menos de la mitad de la población). Al año 2016, el gasto público chileno representaba tan sólo el 25% del PBI, mientras que el argentino el 41%.
Argentina empezó en 2016, con la asunción de Mauricio Macri a fines de 2015, una serie de reformas de liberalización aparentemente de corte efectista, mirando mucho al exterior, subestimando la importancia de reducir impuestos y depositando una confianza excesiva en el “golpe de efecto” que supuestamente atraería cuantiosas inversiones externas. En 2018, ante cierto vaivén de la economía mundial, el proceso se demostró inconsistente, lo que llevó al gobierno a optar por una fuerte devaluación que, bien o mal, es una de las formas (acaso no la ideal) de acelerar la reducción del gasto público, lo cual tiene más que ver con la estrategia de liberalización productivista. En este contexto, es deseable que la opción por el productivismo se profundice de aquí en adelante y que el cambio se haya llevado a cabo a tiempo.
¡Hasta cuando ese afán de ETIQUETAR TODO ! El gobierno de Macri NO ES LIBERAL ni PROGRESISTA, en todo caso es como supo decir tiempo atràs Tomás Abraham. "¡ES LO QUE PUEDE!". La verdad es que LAS ETIQUETAS no agregan ni quitan valor, excepto en los RESULTADOS VERIFICABLES EN LA CALIDAD DE VIDA DE LA NACION. Fuè un Chino Comunista el que pateó el tablero de las "etiquetas" cuando en 1978, Den Xiaping dijo: "No importa si el gato es blanco o negro, si caza ratones....¡ES BUENO!" Y hoy vemos lo que es la China "comunista". Los TEORICOS DE LAS ECONOMIA terminan INTOXICANDO TODO con sus clasificaciones y RECETAS. Macri se AUTOEVALUO y FRACASÓ, pues fuè el quien dijo en 2016 "EVALUEN MI GESTION POR LA REDUCCION DE LA POBREZA". ¡No lo consiguió y punto!, tampoco bajò la inflaciòn que decía "era fàcil" y el "gradualismo", quedó en claro que fuè un camino erroneo, de lo contrario no hubieramos terminado en el FMI. Un dirigente SERIO, deberìa dar un paso al costado y permitir que de su ENTORNO surga otro proyecto con otros METODOS Y FUNCIONARIOS, SOSTENIENDO LOS MISMOS OBJETIVOS que dieron origen a CAMBIEMOS.¡Eso serìa CAMBIAR LA CALIDAD DEMOCRATICA! Dar un paso al costado es mucho mas digno que ser CORRIDO O DERROTADO por no cumplir con la palabra de SERVIDOR PUBLICO.
Macri es el Fidel Pintos de la economia. Pero un poco distinto, Fidel sabia lo que hacia, y lo hacia sus sanatas perfectas, Macri no sabe donde esta parado, intuyo que de economia no sabe un pepino, solo adopta modos que le deben transmitir su " elegidos " economistas. Aunque despues de escuchar algunos discursos de Macri, no sé si se hace o es. Las cagadas en materia economica de este gobierno, son monstruosas, hay veces que parecerian hechas a proposito.
Muchas gracias por sus comentarios. Piratón: Comparto que no es bueno etiquetar por etiquetar, pero clasificar a veces sirve para ordenar la discusión. No sé si Macri es liberal o no. Pero, por el motivo que sea, está llevando a cabo un proceso de liberalización económica, y es la opción política competitiva más liberal de la Argentina. Las ideas también se ven influidas por el contexto: no se puede ser en Argentina tan liberal como en Suiza. En fin, el artículo plantea dos opciones para los procesos de liberalización. Saludos.
Sr. Micheletti: Agradezco el intercambio de ideas, demostrando que el diálogo es la vocaciòn natural del hombre...¡lástima que no se practique con mas frecuencia! Saludos.
Interesante artículo porque plantea una cuestión que, a mi humilde entender en economía, hace desconfiar de los economistas liberales. Ud. dice "Parece haber dos grandes tendencias dentro del liberalismo económico: la efectista y la productivista". En mi opinión, lo que Ud. denomina tendencia efectista se parece mucho a neoliberalismo. De hecho, estas dos tendencias parecen más antagónicas entre sí que comparadas con el pensamiento económico socialista. Recuerdo que para Martinez de Hoz (neoliberal) daba lo mismo fabricar acero que caramelos, lo cual demuestra un pensamiento económico carente de sentido estratégico. En este sentido pienso que la tendencia que Ud. menciona como productivista tiene una visión más estratégica de las cuestiones económicas. Una aclaración que creo necesaria, la de distinguir el concepto económico de "productividad" del concepto que Ud. denomina "tendencia productivista". Pienso que la geopolítica de la división internacional del trabajo basada en el el concepto económico de "productividad" fue muy nocivo para un verdadero pensamiento liberal, de hecho, pienso que resultó contrario a la libertad de los individuos de elegir la manera honesta de ganarse la vida. El resultado de esta política internacional fue el Frankestein Chino y la contrapartida para Argentina, un país lleno de gente inútil e ignorante, poco apegada al esfuerzo e indiciplinada para el estudio, con jóvenes alcoholicos y drogones que viven de farra con los planes y cuando no les alcanza salen a afanar (para peor cooptados por la izquierda sin bandera) donde la única industria que prospera es la industria del juicio y el narco. Recuerdo la "revolución productiva" de Menem que en realidad debió denominar "revolución de productividad" pero como el mismo dijo, si decía la verdad no lo votaba nadie. Pienso que la derecha liberal perdió el rumbo cuando dejo de tener pensadores estratégicos en lo económico y cultural. Parece que están recuperando iniciativa en tal sentido, lo cual es bienvenido, pero si no debaten sin dogmatismos este contrapunto económico volveran al descrédito de las falsas derechas.