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CORDERO DE LUZ

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UNA NUEVA OBRA DEL BRILLANTE MAURICIO OTERO
UNA NUEVA OBRA DEL BRILLANTE MAURICIO OTERO

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    Como siempre sucede, se comentaba que el poeta osornino, que no editaba en papel desde 1995, tenía terminadas las fases de impresión de esta obra, concretamente con Gráfica LOM, noticia que se confirmó al cierre de este número.
   
Visitamos al vate volcánico en su residencia, en el centro de Osorno, un día de los que los sureños llaman ‘llueve y sale el sol' (y vuelve a llover). Otero nos solicitó acudir en la tarde, pues había dado ‘la noche con la mañana', tras una maratón de lectura. ‘Espero sea la crónica de una revida anunciada', nos dice sonriente. Los libros están por todas partes y siempre tiene uno en la mano marcado; ‘éste no lo he rayado con notas, he cometido muchos librocidios, pero Las mil y una noches siempre se salva', ríe con una sonrisa fresca y no deja de hablar con ansiedad y entusiasmo. Se ve dichoso, ‘a pesar de mis dolencias. Nacido en 1960, este solitario empedernido está ‘casado con la poesía y es muy celosa': salvo amores tormentosos y aventuras dulces, no se ha matrimoniado ni tenido hijos. ‘Uno llega a amar la soledad, el estar leyendo y escribiendo de la luz a la oscuridad.' Piensa que el amor está condenado por el avance del Sida: ‘Es más serio de lo que se pensaba… ¡Los criminales lo han logrado!, nos van matando por millones, aunque tengan las vacunas no las darían para comerciar con los medicamentos. La muerte es un negocio muy lucrativo', sentencia muy serio.
    Luego, acomodamos nuestras grabadoras y se inicia el cuestionario.

 

    P: En el umbral del lanzamiento de esta obra, como tú la has categorizado, de madurez vérsica, siendo la tercera en papel de un total de cinco incluidas las digitales, ¿cómo sientes el momento de la poesía chilena y si piensas que están dadas las condiciones para una apreciación real de la magnitud de un trabajo incansable como el tuyo?

    R: La poesía chilena es de las mayores de la edad moderna, con autores que resuenan en el ámbito universal con inmensas luces, con dos premios Nobeles mediando menos de tres décadas, (Mistral y Neruda) y con genios luciferinos aún no desentrañados y cuya tarea es de toda la eternidad, podríamos decir, pues si leemos a Rosamel del Valle, Humberto Díaz Casanueva, hijos de algún modo de Vicente Huidobro, en un país de tradiciones conservadoras donde ha sido difícil imponer nuevas preceptivas, con una crítica nacional no del todo propicia a dar salvoconductos de buen comportamiento a vates rarefactos, aun así, pienso que hay un nicho para la poesía que vengo desarrollando, prima de esa corriente que emerge con los poetas nombrados, del lado de las tinieblas, del tornasol y de los Orfeos y de la filosofía prometeica, ya mítica, de desgarro, de vitalismo, de buceadores de lo imposible. Si bien en mis dos poemarios impresos anteriores, esto es, “Testimonios de El Hombre” y “Poema de La Creación ”, se ciñeron a un correlato de las escrituras sagradas judeo cristianas, como sus nombres lo indican, y este tercer volumen se presenta con una dicotomía in escritus, pues “Cordero de Luz” es identificable con esa tradición, empero el lector al enfrentarse al texto hallará un “blasfemo coronado”, en un corpus sinfónico que no deja fuera elementos de ningún aspecto de la modernidad ni de la tradición, vale decir, siendo un libro juzgado como “bellísimo y alucinado” por gente que ha tenido la ocasión de leerlo, toca temas de derechos humanos, política, aunque no tan directamente, pues no es mi estilo el discurso ni la propaganda, que tienen lugar en otros ámbitos, acaso más ordinarios y de lucha, pedestres; no obstante en mi libro se encuentran poemas que enuncian problemas cotidianos, éstos están traspasados por un prisma celéride y de angustiantes velos, donde el desgarramiento son aullidos o gemidos sordos, inscritos en los versos, tensos, al límite, vibrando siempre entre la paz y el caos, como lo constituye mi paisaje austral, de lagos y volcanes, donde el Osorno, es el gigante colosal que siempre mudo, nos está amenazando con una belleza que bien se podría decir, vigilante, acechante de nuestra historia, de nuestra lengua, de nuestra sangre, de nuestra forma de vivir en este sur mitológico y a veces, para el visitante en época de inviernos, en un infierno de lluvias y relámpagos y truenos, en el que vivimos, pasamos la vida los sureños, cosidos por el telar de los cuerpos líquidos que pasan como fantasmas en tardes de aguaceros y se disipan de pronto en unos oasis de nieblas y nubes que semejan pequeños edenes encontrados en los valles, en los bosques milenarios, en los fríos vahos que emergen todo el día en un mundo de ríos que lanzan sus brazos desesperados y trémulos por todos lados, como si fueran imposibles pulpos de agua dulce que se llevaran lo que hay a su paso, arrastrando nuestra desolación y dejándonos estupefactos, en una tierra de fuego que arde como una ninfa en celo por tantos desengaños y esperanzas. Y entonces aparece el carnicero celeste del sol y hace estallar miles de astros mágicos como en Las Mil y una noches, ya que el panorama ante nosotros, es de un ilusionismo patente que se disipa entre una nube y otra, entre un viento, un sol, muchas lluvias, escarchas y voces broncas, de trabajadores que van a sus labores, de comercios arrasados por la globalización, el provinciano resistiendo esos embates, y claro, ante ese espectáculo mi poesía no permanece indiferente, y da cuenta, de manera polifónica, y al decir polifonía es un hecho cierto, se dan como en una novela varias voces que alternan incluso firmadas por personajes dentro de la obra con un mundo propio aunque en el complex la voz es una, como una orquesta. Y no es casual hablar en estos términos, pues quienes han leído como primicia la obra, refieren de la ‘alta música verbal'. Quiero pensar que el Chile XXI puede llegar a entender exquisiteces, creo, con todo, que hay un sector de lectores que se pueden detener y empaparse de mi mundo, un mundo cerrado, un mundo propio dentro de mi ambiente, de estas atmósferas de magia, de tornasoles, de infaustas y faustas jornadas, pues ya soy mi paisaje, mi volcán, mis lagos, mis ríos, y los guiños que el vate le va haciendo a la inmensa locura de la posmodernidad en una ciudad de doscientos mil habitantes en el casi fin del mundo, que no tiene bolsa de valores, empero hay accionistas, que tuvo el nivel de progreso que en 1938 cuando nos visitó Gabriela Mistral, donde diez mil personas salieron a las calles a vitorearla, (reitero, hoy tal vez ni un jugador de fútbol o una estrella de rock reúne una muchedumbre de estas proporciones, ni aun en la capital), pero así era mi Osorno, un volcán abalanzado al mañana con jubilosa alegría y con golpes tremendos de la propia mágica naturaleza, como los terremotos del año 60, cuando nací y se abrió la tierra devorando cuerpos y destruyendo todo a su paso. Osorno no dormía una siesta de siglos como otras ciudades, así expresó la Mistral , era la perla del sur, más preclara. Pero esta perla con tantos golpes se ha ido opacando, existe una decadencia por la misma modernidad, la globalización, que hacen estragos mayores y eso se nota en naciones centralizadas como Chile, donde el progreso se concentra, en pocas ciudades como en pocas manos. En esta realidad, el poeta, el augur, no podía sino entrar en trance y emitir sus rayos dislocados, mas portadores de sentido. Me cabe afirmar que puedo explicar cada poema y esto porque lo que escribo si bien surge desesperado y ansioso al borde de un vagido, medito todo el tiempo embargado de mis lecturas literarias y vario tipo. No puede ser sino raro y paradójico que yo haya escrito el que sea el primer libro de poesía de ciencia ficción en Chile, en este sur decadente, entre 1992 y 1998, que además lo publiqué digitalmente con ese nombre, “Poesía de Ciencia Ficción”, con Mágica Web, para todo el mundo. Y con ello quiero decir, que no obstante la realidad contradictoria, soy un poeta integrado al mundo por Internet, con múltiples presencias en medios mundiales, Estados Unidos, Suecia, México, Buenos Aires, Canadá, Santiago, Perú, los zapatistas, etc, foreando, activista de derechos humanos, hablando para el mundo en radio Francia, en televisión española retratado, etc, no he dormido la siesta de que Gabriela echó de ver que en Osorno no se hacía tan tempranamente. Soy un hombre de ciudad, y nunca he vivido en el campo, y mi poesía está tal vez fuera de lo folclórico por serme fiel, auténtico, soy un poeta moderno sin lastres de ese tipo, y no digo que estén mal, sino que no son parte de mi mundo poético, en este Osorno paradójico y de muchos mundos en uno, colonias prácticamente cerradas y también de un clasismo insoportable, de pequeñeces, pero con gente de empeño que forjaron esta república aquí sobre cien años.

    P: ¿Qué sentido tiene el título de esta obra poética “Cordero de Luz"-dentro del contexto general del libro y de qué modo está estructurado éste?

    R: Cordero de Luz, da cuenta de un sacrificio, pero de un sacrificio por la luz, es decir, por lo que se ha dado en llamar el bien, y en ese sentido el corpus textual va demostrando ese sacrificio de múltiples formas, con desamor, dolor, angustia, desesperación, desamparo, ratos de delirio y obsesiones…todo transido de un belleza tal que hasta morir es bello, se enfrenta a la muerte, incluso una de las voces líricas es un muerto y luego otra más recuerda que lo estuvo y que ahora vive nuevamente, en donde logra instantes primorosos y un pathos poiético. Está constituido por voces cantantes, la voz principal, como una ópera y luego las resonancias, de aquellos que le acompañan en desdoblamientos, o con otras personalidades. Hay un poeta que se firma como ‘Anónimo', y que representa a todos los olvidados de este mundo en la historia universal y con alusiones de política, de ver un mundo destruido, de dar la vida (el cordero) para luego ver el triunfo de ese holocausto; como hay un ‘Maestre', en un poema romance que en la obra no desentona, pues forma parte de la coralidad y es coherente con el corpus; de igual manera, aparece un ‘Conde' que es un cronista en la conquista de América, que pareciera ser Cristóbal Colón u otro de los ‘adelantados', esa coralidad se expresa en temas y voces y en firmas o bien sin firmar, porque el tema enunciado en los versos va entregando esa polifonía que te hablaba antes. El cordero de Luz, también, es mi hermano Ulises, fallecido en la dictadura con apenas veintiséis años, y es un homenaje para él, del gran amor fraterno, de su bondad, de sus nobles sentimientos e ideales puros, que es sacrificado y en una muerte tan horrenda, no obstante nos entregó vida, no vida eterna, sino vida, amor de otro modo.

    P:¿Cuál es la visión de mundo que presenta en "Cordero de Luz"? ¿Existe una continuidad, una especie de viaje lírico con algunas de sus anteriores creaciones o estamos en presencia de una cosmovisión completamente distinta, nueva y o rupturista?

    R: Este libro asume lo sacrificial, el dolor por el mundo que se va perdiendo, por la decadencia, es un grito en el vacío, donde es imposible que se le oyera, pero de todos modos, esa inmolación del alma, ese viaje órfico no es en vano, pues el poeta aunque aparentemente termina su canto desesperado y sin saber al final lo que dice, trastornado, sale airoso hacia un nuevo mundo, acaso en un paso de danza en las tinieblas, pero este vate que ha descendido a la muerte es posible que resucite, que venza a la muerte, a la muerte del alma, que retorne del averno con las palabras primorosas como ya estuvo escuchando las voces allá en los abismos. Este libro es a la vez una continuidad con mi escritura como una rumptura, empero rumptura en que ya no se ven los mundos del mismo modo, hay madurez en todos los planos, de lenguaje, de imágenes, de ciertas ingenuidades que en mis libros precoces se podían observar. He escrito y trabajado mucho durante los diez años que median entre mi última publicación impresa y ésta; quienes hayan leído mis libros anteriores verán el progreso, donde la mano es otra, con imágenes sorprendentes de mayor creatividad y fineza, a un tiempo que hay dentro de lo fatal una belleza en “alturas” de la poesía nacional, tal comentan.

    P: ¿Qué rol asume el hablante lírico dentro de ese contexto al que usted alude? ¿Hay algunas metáforas que lo personifiquen?

    R: No hay un solo hablante, son varios, y en el contexto general, el rol es blasfemo, a ratos luminoso, nuevamente en tinieblas, vuelve a hundirse y canta desde los abismos, gime, parece clamar, pero es un viaje eleusino, si en ello le va la vida que vendrá, la vida que ha perdido y que gana con el descenso a los límites del dolor, porque los criminales de la luz, o El Criminal que lo condenó al sabor de la acidez de la muerte, se ve disipado, en un nuevo mundo, no en el paraíso ni la vida eterna, sino una existencia de augur en libertad, la que soñó siempre y por la cual dio su vida anterior. El sueño de un hombre nuevo, que no sabemos cómo será, que es algo en proceso, en esta globalización tan injusta y difícil y penosa para los pueblos de la tierra, eso en el campo de la realidad, porque se trata de metafísica de hondura, desgarrada por esta modernidad mundial que golpea brutalmente al ser.

    P: Se podría hablar quizás de una especie de "orfandad", "marginalidad existencial" del hombre en su visión de mundo?

    R: Sí, pues todo viaje al interior de la nada, es desamparado, no hay cobijo, ni estado ni instituciones, nada, en absoluto, un desierto de nada, como dijo Kayham, es el ser enfrentado a lo terrible, a sus demonios, y eso debe ser y lo es siempre en descampado. Le pasó a Cristo y otros muchos cristosos, hay una pérdida en lo maligno, donde se requiere soledad, la marginalidad total, porque el universo está vacío, no hay existencia más que la del vate frente a sus terrores, a lo horrendo, a la Muerte , donde la desolación es absoluta, ni puede rezar, y si por desesperación trata de orar, es otra forma, otro rito, diferente y donde está en juego la vida de ‘verdad', no sólo la salvación, sino la perdición para volver sano de la muerte, de los vértigos infinitos y los retornos odiseos eternos. Se ha elegido el camino más duro, por el que nadie acude, pero es porque se volverá coronado, coronado por sí mismo, con el encuentro con su amor colosal y último, mayor que el amor humano, mayor que la muerte.

    P: ¿Cómo se vivencian,(qué lugar ocupan) y vinculan en su obra: hombre y dios; dios y el bien/mal; hombre y mujer; hombre y lugar?...

    R: El hombre es las voces de la desesperación, esas voces que retan, que claman, que protestan contra el crimen luminoso, del ‘bien', por el cual se condenó a un mundo primigenio a sufrir eternamente, antediluviano, cuando el planeta o el universo no estaba dividido entre bien y mal, entre colores y clases y odios diversos. Esas voces que desafían sufriendo aquello que no se puede nombrar, blasfeman, provocan, son radicales, y no puede ser de otro modo, pues se enfrentan al Poder Máximo, al Rey del Universo, al pretendido monarca de la Creación , a la fe y al orden establecido; es una blasfemia en que se ha visto acabarse todo, las esperanzas, donde la vida ha cambiado muy poco, donde a todos nos condenaron al padecimiento, en la realidad y en la otra realidad metafísica el hombre común, este hombre, especie de anticristo lleva a los débiles, a los castigados a un viaje donde podrán hallar un consuelo revolucionario. El lugar es la Tierra y la mujer también se ha perdido, de un amor inmenso ha quedado el vacío, el abandono, la incomprensión, la soledad eterna. Por eso no puede sino dolerse, pero dolerse en un viaje definitivo, a rescatar al hombre puro, que se extravió en la modernidad, donde fue derrotado y traicionado, mas él, ese mismo hombre está dispuesto a creer, pero creer de otra manera, menos inocente, a la rebelión del cordero sacrificado, ese es otro mensaje del libro.

    P: ¿Cómo ha evolucionado su poesía en cuanto a recursos literarios, imágenes poéticas y tratamiento del lenguaje en su proceso creador?

    R: Hoy es más rica, más poderosa, de lo que ya prometía anteriormente, hay madurez, los recursos se han desarrollado inmensamente, ya no hay candidez, es una lectura no abierta, con logros sustanciales y evidentes para cualquier buen crítico no prejuzgado. Me he vuelto hermético, pero el hermetismo no es cerrado cuando haya un solo ser que entienda. Al lector se le exige, no es algo dado gratuitamente, como si fuera una crónica, no son poemas cotidianos, se requiere concentración, detenerse, conocimiento y meditar, sumirse en el pathos, tal vez los lectores que comprendan habrán sufrido lo que hemos nosotros, ya como autores, ya como personas, se requiere sensibilidad, y ella viene dada por el sufrimiento, pues quien haya vivido o viva en un mundo tradicional burgués no podrá comprenderlo. Las imágenes son inverosímiles como deben serlo las imágenes, de un proceso creador, acaso algunas dolorosas, o terriblemente bellas, donde lo funesto se siente bello, se padece con cierta dicha, y el lenguaje sigue en la senda iniciada en mis primeros libros, buscando nombrar lo inefable, aquello indecible, valiéndose de muchos recursos, neologismos, palabras compuestas o distorsionadas, vocablos de otros idiomas, otras lenguas y dialectos, al mismo tiempo la composición es lúdica y airosa, un lenguaje con música verbal, con un conocimiento del lenguaje maduro y ya delirante, pues para delirar se requiere manejar los recursos, aun en la desesperación, se requieren datos, y a más datos, como en las matemáticas, mayores posibilidades.

    P: ¿Se podría considerar su poesía como de transición entre lo que  algunos críticos llaman "Poesía Contemporánea" y una Poesía "Poscontemporánea"?

    R: Me parece lo que manifiesta, en el sentido de que a pesar de que me sitúo en las posvanguardias o desde ellas, he avanzado, como se avanza, desde un lugar en la historia, con el idioma madre, con amor, pero no un amor que excluya, hay en esta polifonía necesariamente extractos, y he trabajado con los poetas ingleses y franceses, chilenos, argentinos y peruanos, alemanes, de modo que no es extraño ver indicios o huellas de T. S. Eliot, Artaud, Pound, Lezama Lima, Germán Belli, el siglo de oro, rumptura y tradición, simbolismo, orfismo, decadentes como Leopoldo María Panero, surrealizamientos, lirismo, Huidobro, Girondo, Juarroz, Vallejo, Díaz Casanueva, Del Valle, etc. Soy transición entre esos periodos a la vez que un lugar renovado, un aire fresco viene en este libro, Cordero de Luz.

Guillermo Soto
(
Web Mauricio Otero, http://www.mauriciootero.com)

 

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