El domingo 16 del corriente y mientras
caminaba por la costanera montevideana una bala de alto calibre rozaba la cabeza
del juez Gustavo Mirabal, quien además de haber tenido el expediente del caso
Berríos tiene a su cargo varios juicios por detenidos desaparecidos durante la
dictadura militar incluído el caso de María Claudia García, nuera del poeta
Juan Gelman.
Aunque no fue una metralleta lo que se utilizó para
intimidar al magistrado -según la policía se realizó con un arma tan poderosa
como una pistola nueve milímetros- la presución más fuerte de los
investigadores es que se utilizó un caño con silenciador.
El martes 18 de abril el Hécules C.130 de la Fuerza Aérea
uruguaya levantó vuelo de la base de Carrasco y puso rumbo a Chile a los
coroneles Tomás Casella, Eduardo Radaelli y Waldemar Sarli (aún en actividad)
acusados de participar en el secuestro y posterior asesinato del químico
chileno y ex agente de la DINA de ese país Eugenio Berríos.
Según la denuncia presentada por la Suprema Corte de
Justicia ante el Ministerio del Interior y que ahora es parte del expediente
penal, el juez Mirabal habría accedido a mantener un encuentro con el abogado
Dr. Guillot Eula, luego de que este insistiera reiteradamente en brindar
información muy importante para su persona. El jurista le contó al juez
Mirabal que en una reunión de amigos a la que había asistido, surgió una
discusión sobre el tema de las violaciones a los derechos humanos. El abogado
precisó que en la reunión había militares y que la misma derivó en la
persona del mencionado juez. El Dr. Guillot afirmó que conocía a Mirabal y que
le parecía "muy buena persona", tras lo cual un militar habría
dicho "¿Mirabal? Mirabal es un objetivo militar inminente, si es su
amigo dígale que se cuide".
Hasta el momento el magistrado sostiene que las cosas no
fueron de esa forma. Gustavo Mirabal fue el juez que concedió la extradición
en primera instancia y su fallo fue ratificado por el Tribunal de Apelaciones.
Tras lo ocurrido al magistrado, el presidente de la República, Dr. Tabaré Vázquez,
ordenó en forma inmediata extraditar a Chile a los tres militares uruguayos que
cumplían con su detención en una unidad militar de Montevideo.
Las distintas reacciones
Auque en cada fuerza las reacciones fueron diferentes -ya que
los tres involucrados pertenecen al Ejército-, el clima general fue no sólo de
acatamiento, sino de cierta indolencia. En las Fuerzas Armadas la gran mayoría
de la oficialidad está más preocupada por el día a día y los temas
profesionales que por este caso cuyo detalles realmente desconocen.
El presidente del Círculo Militar, general (R) Ricardo
Galarza, criticó duramente al presidente Vázquez y al Minsitro de Educación y
Cultura, Jorge Brovetto, por lo que definió como "presiones a magistrados",
especialmente al fiscal Enrique Moller, quien solicitó el archivo de las
actuaciones del caso de la nuera del poeta Juan Gelman. Para el ex director de Inteligencia
de la dictadura, general (R) Iván Paulós, el presidente Vázquez debió poner
en práctica el artículo 7 del tratado de extradición con Chile e impedir el
envío de los tres militares, ya que el 24 de agosto de 1994 el mandatario
actuó de manera opuesta: encabezó una asonada frente al Hospital Filtro
para evitar un pronunciamiento de la justicia en el caso de los vascos acusados
de terrorismo y que fueron extraditados a España.
El Gral. Paulós, recordemos, viene desde el año 2005
arremetiendo y amenazando al poder político en torno a los temas vinculados con
la pasada dictadura.
La izquierda tambien polemiza
El senador frenteamplista y ex líder del Movimiento de
Liberación Nacional Tupamaros Eleuterio Fernández Huidobro entiende que el
asesinato ocurrió en Uruguay y debe ser investigado en este país. Y, como los
ahora procesados en ese momento eran subalternos, quienes deben responder son
los superiores de ese momento. manifestando de esta forma su clara
disconformidad con el pedido de extradición. En este sentido salió a su cruce
el senador frenteamplista Enrique Rubio quién polemizó duramente sobre este
tema con su colega Fernández Huidobro.
Para la mayoría de los legisladores del gobierno la situación
es simple: la decisión de la justicia es un avance en un sistema democrático.
Los tupamaros siguen sostendiendo que esta extradición es ceder parte de la
soberanía, alinéandose de esta forma con los sectores militares y políticos más
conservadores.
Pero los legisladores tupamaros enfocan sus batería en
contra del ex presidente Lacalle, de su ministro del Interior Juan Andrés Ramírez
y de Defensa Nacional Mariano Britos, dado que fue durante su mandato que se
produjo el asesinato de Berríos.
A escondidas
El caso de la extradición de los tres militares permitió
conocer una especie de "Plan Condor" pero en democracia. En 1990 no
solo Berríos fue ocultado en Uruguay en un operativo ilegal y coordinado con
militares chilenos. También fueron escondidos el mayor chileno Carlos Herrera -quién
ofició de custodia de Berríos en un apartamento del barrio Pocitos de
Montevideo que era a la vez reclamado por la justicia chilena- y el hoy preso
capitán Arturo Sanhuezza acusado del asesinato del periodista chileno José
Carrasco.
También se refugió en Uruguay uno de los hijos de Pinochet,
Augusto Pinochet Iriart acusado en su país por delitos económicos. Al cierre
de esta nota miércoles 26 de abril. en la Cámara de Diputados es interpelada
la Ministra de Defensa Azucena Berrutti, comparecencia solicitada por el
diputado colorado Daniel García Pintos, quien anunció que poseía información
comprometodora en contra de la ministra y respecto a la extradición de los
militares.
Los episodios ocurridos en 1993 aún no están claros, el
tema merece una investigación más profunda ya sea a cargo del propio
parlamento y por la justicia uruguaya.
Esto no es menor, pues estamos hablando de operaciones
clandestinas en plena democracia.
Santiago Tricanico
Montevideo-Uruguay