Al ser humano siempre le han fascinado los misterios, de los que hay miles sin resolver, y uno de ellos es el que envuelve a las organizaciones secretas. Muchos sienten la atracción de escudriñar dentro de ellas, saber de qué se ocupan, quiénes son sus miembros, etc. Esa curiosidad ha recaído, por ejemplo, en el Opus Dei (“Obra de Dios” en latín), una de las más impenetrables de la era moderna. Investigadores que viajaron a España, cuna de la “Obra”, para estudiar y tratar de entender a este grupo, afirman que hay tres áreas para analizar su poder, a juicio de los analistas consultados: su influjo en el Vaticano, su influencia en los círculos políticos y empresariales, y la relación con sus miembros.
Lo cierto es que el Opus Dei nació en 1928; el Papa Juan Pablo II lo elevó en 1982 a la categoría semi-independiente de “prelatura personal”; y su fundador, José María Escrivá de Balaguer, fallecido en 1975, fue canonizado en 2002. Todo un logro ciertamente asombroso en materia de rapidez, sobre todo teniendo en cuenta el tiempo, jamás menor a cincuenta años y que puede llegar a más de cien, que se toma la Iglesia tras numerosos análisis y testimonios para considerar si alguien merece la santidad. Rápidamente también la “Obra” instaló su sede central en Roma, para estar convenientemente muy cerca, en más de un sentido, del centro mundial de la Iglesia. Teólogos españoles sostienen que el Opus Dei logró ascender a la cúpula del Vaticano, convirtiéndose en una especie de “iglesia dentro de la iglesia”, de la mano del papa polaco. Aseguran también que la “Obra” comenzó a frecuentar y “mimar” a Karol Wojtyla desde comienzos de la década de 1970, cuando era arzobispo de Cracovia, organizándole viajes por todo el mundo –algo a lo que en poco tiempo demostró ser muy afecto- e invitándolo a sus congresos en Roma. Agregan que la empatía ya existente entre el Opus y Wojtyla se reafirmó una vez que éste se convirtió en el Sumo Pontífice y acordaron, juntos, llevar a cabo una “nueva evangelización” con principios ultraconservadores. Ello fue rápidamente puesto en práctica por Juan Pablo II no bien inició su papado, ya sea emprendiendo viajes a América Latina para combatir “in situ” a los seguidores de una simbiosis cristiano-marxista como la Teología de la Liberación, y a Africa y varios países del Tercer Mundo, proclives a descarriarse de la tutela del Vaticano en base a carencias y necesidades de sus pueblos a las que la cumbre de la Iglesia nunca supo, o quiso, prestar demasiada atención. El Vaticano encontró también en el Opus Dei una especie de caballo de Troya en medio del mundo, una voz que se haría eco de su cruzada oponiéndose al aborto, al uso de preservativos, al divorcio y a los derechos de los homosexuales, entre otros “horrores” anticlericales.
Fundado, como se dijo, en 1928 por el sacerdote español José María Escrivá de Balaguer, quien según su propio relato tuvo una “visión” de lo que debía aportar a la Iglesia, el Opus Dei –que actualmente cuenta con unos 85.000 miembros repartidos por todo el mundo- cimentó primero su crecimiento y luego su poder en la España del régimen de Francisco Franco (1939-1975), donde logró colocar a dos ministros en el área económica: Mariano Navarro en Hacienda y Alberto Ullastres en Comercio. En poco tiempo aumentó esa cifra, ya que de los 19 ministros con que contaba el “premier” español franquista Carrero Blanco, 12 pertenecían al Opus Dei. A partir de allí no cesó de contar con miembros en distintas áreas del poder y de la Iglesia en varios países. El portavoz de la “Obra” en Gran Bretaña, Jack Valero, reconoció a regañadientes que hoy en día cuenta en el propio Vaticano con sólo dos cardenales: el arzobispo de Lima, Juan Luis Cipriani –quien apoyó hasta último momento los dictatoriales manejos políticos de Alberto Fujimori- y el español Julián Herranz, pero además está el vocero papal, el también español Joaquín Navarro Valls, quien se mantiene inamovible en ese cargo desde hace más de 25 años y que hizo suficientes méritos para hacer recaer sobre sí la frase: “Si la información es poder, quien la controla en la Iglesia detenta todo el poder”. Es que el portavoz no sólo difunde la información, sino que la crea, la elabora y la administra sin someterse a ningún control democrático. Y una parte fundamental de la información es ocultar o negar la infuencia de la “Obra” en el Vaticano. Sin embargo, se sabe que muchos más obispos y cardenales, como el arzobispo de San Salvador, Fernando Sáenz Lacalle –quien fue capellán del ejército salvadoreño que asesinó a seis jesuitas y dos mujeres el 16 de noviembre de 1989- e incluso el propio papa actual, Benedicto XVI –éste desde que era el cardenal Joseph Ratzinger y llegó a comandar en el Vaticano la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, moderno nombre de lo que fue tristemente conocida como la Santa Inquisición- tienen sobrada “simpatía” hacia el Opus. En este último caso, una sucesión perfecta tras la muerte de Juan Pablo II para que la organización mantenga y aún acreciente su influencia y poder en el mundo, siempre a un ritmo ultraconservador. También se ha señalado como miembros en España a algunos funcionarios del anterior gobierno del Partido Popular que condujo el ex primer ministro José María Aznar, como su ex ministro de Defensa, Federico Trillo. El propio Aznar, en tanto, envió a uno de sus hijos a estudiar a la Universidad de Navarra, propiedad del Opus Dei, mientras en el Reino Unido su ministra de Educación, Ruth Kelly, admitió hace poco su pertenencia a la “Obra”.
Política, economía y poder oculto
Aún no se entiende mucho la persistencia del Opus Dei en mantener bajo siete llaves tanto la nómina de sus miembros como su exclusiva “Constitución” y su Carta Orgánica, proclamando que dar a conocer la pertenencia a la agrupación es algo estrictamente personal, lo que atrae sobre ella las acusaciones de “secretismo” de sus críticos, mientras sus fieles perpetúan las dudas al no darse a conocer.
Después de España, el Opus tiene su presencia más numerosa en América Latina, donde cuenta, en todos los países de la región desde México a la Argentina, con unos 30.000 adherentes. Esta expansión por el que llaman “continente de la esperanza” comenzó en el primero de los países citados a fines de la década de 1940, aprovechando para su crecimiento el hecho de que “América Latina es un sitio con una fuerte raíz católica”, como señalaron algunos de sus voceros. Para reforzar esta expansión de la “Obra”, su propio fundador viajó varias veces a diversos países de la región, entre ellos Argentina, Chile, Brasil, Perú y otros de Centroamérica, desde comienzos de la década de 1970 hasta poco antes de su muerte en 1975. Durante su visita a Buenos Aires y sobre el “apostolado” del Opus Dei, Escrivá de Balaguer dijo: “En todos los sitios donde una persona puede vivir, ahí tenemos nosotros aire para respirar”. Y a decir verdad, la “Obra” encontró muy rápidamente lugares y niveles donde nutrirse, y no solamente de aire, al imponer su presencia en las élites políticas y económicas de los países en donde apoyó su pie.
Se comenta que en América Latina formarían parte de esta organización religiosa el presidente de Colombia, Alvaro Uribe, y el líder de la derecha chilena Joaquín Lavín, entre otros, si bien ninguno de ellos lo ha confirmado públicamente. En Colombia son muchos los que señalan a Uribe y a parte de su gabinete como vinculados al Opus, al que un reciente informe de la prestigiosa revista “Harper’s” describe como “empresa autoritaria y semi-clandestina que se las arregla para colar tecnócratas adoctrinados, administradores y políticos en los niveles más altos del Estado”. Eso sí, los latinoamericanos cuentan ya con candidatos para cumplir con una de las aficiones de la “Obra”: la de elevar a la santidad a cuanta personalidad afín a ella ande por allí. En tal sentido el sacerdote José Martín De la Hoz, director de la Oficina para las Causas de los Santos del Opus Dei en España, reconoció que se han iniciado los procesos para elevar a los altares al ingeniero argentino Isidoro Zorzano y al pediatra guatemalteco Ernesto Cofiño, considerados pioneros del grupo en la región. Se recuerda que en la Argentina, donde actualmente cuenta con unos 7.000 miembros, el Opus Dei comenzó a alcanzar gran infuencia durante el gobierno militar de Juan Carlos Onganía. Es que la “Obra” siempre encontró mayor afinidad –y por lo tanto mejores bases para diseminarse- con los poderes de turno, sean militares o civiles, en especial de corte derechista, y en otros círculos que son también muy aprovechables para seguir escalando posiciones como lo son la prensa y las finanzas. En las recientes elecciones llevadas a cabo en Perú, la derecha trataba de llegar al poder en torno a la líder política Lourdes Flores en una coalición dominada por el viejo Partido Popular Cristiano, que cuenta con numerosos miembros del Opus Dei y prominentes empresarios.
Gracias a su obsesión secretista, también es difícil de determinar el poder económico del Opus, ya que la organización se encuentra diversificada en numerosas fundaciones y no publica balances ni cuentas generales. De todas maneras, pudo saberse que solamente la Universidad de Navarra –una de sus “perlas” educativas- obtuvo al finalizar el año 2004 beneficios por alrededor de 240 millones de euros. Además de la citada casa de estudios, la “Obra” cuenta también con la Universidad Austral, en Argentina, la de Piura en Perú y la de La Sabana, en Colombia, entre otras, y posee numerosos colegios, escuelas de negocios y centros para sus miembros numerarios.
Ocurre que el Opus Dei es una máquina de recaudar dinero con vistas a acrecentar su poder. Para ello cuenta, además de sus universidades y otros centros de estudios, con las donaciones de todos sus miembros, tanto los poderosos como los simples numerarios que ya comienzan a aportar desde su ingreso. Los que viven en los distintos centros, llamados “casas de familia cristiana”, y que salen a trabajar, donan todo su salario y sólo se les provee un poco de dinero “para viáticos”. Incluso todos los adherentes a la “Obra”, sin excepción, hacen su testamento o lo cambian, si ya lo tenían hecho, a favor del Opus. El ejemplo más reciente de ello ocurrió el 25 de febrero de este año 2006, cuando falleció a los 79 años Luis Valls Taberner, copresidente del Banco Popular de España durante 30 años. Fiel seguidor de San Josemaría Escrivá, el banquero y numerario del Opus Dei había testado a favor de la “Obra” dejándole toda su fortuna, estimada en 60 millones de euros. Como puede apreciarse, la organización busca atraer para sí todo el poder posible a partir de lo que precisamente da más poder: el dinero. Dinero que por supuesto invierte en sí misma.
. No se conoce, en cambio, que el Opus desarrolle alguna obra de bien entre sectores necesitados o se ocupe de las vicisitudes de barrios carenciados, inundados o que sean castigados por tantas otras plagas que acompañan en el mundo a la tan dispar distribución de la riqueza.
Del funcionamiento y las prácticas medievales
El hecho de que el papa Juan Pablo II convirtiera a esta organización en “prelatura personal” en 1982, fue algo sin precedentes en la historia de la iglesia católica. De esa manera, el grupo pasó a ser una especie de diócesis supraterritorial que no está sometida ni a la jurisdicción ni a la autoridad de los obispos, respondiendo directamente al pontífice. Un verdadero movimiento independiente dentro de la iglesia, a la vez que un fuerte núcleo de poder dentro del Vaticano.
Como se dijo, la sede central del Opus Dei se encuentra en Roma, con lo que se ha querido subrayar el carácter “universal” del movimiento, y a su cargo está el obispo español Javier Echevarría, secundado por el vicario general Fernando Ocáriz. Hacia abajo en la estructura, la organización posee vicarios regionales. Las altas funciones directivas son desempeñadas por clérigos, aunque éstos constituyen apenas algo más del 2% (unos 1.800 miembros), ya que la mayoría de los miembros del Opus son laicos o fieles dispuestos al sacerdocio. En cada país funciona una Comisión Regional (hombres) y una Asesoría Regional (mujeres), que elevan sus reportes a los sacerdotes que actúan como vicarios regionales. En los centros diseminados por todo el mundo (las llamadas “casas de familia cristiana”) residen los “numerarios”, hombres y mujeres solteros, aunque, para evitar cualquier tentación carnal, lo hacen en casas separadas. Allí se organiza la formación y atención de los fieles, además de celebrarse misas, recibir confesiones y brindarles guía espiritual, esto a cargo de los clérigos encargados de las capillas de cada centro. Los miembros casados –los “supernumerarios”- habitan en sus propios hogares, aunque cumpliendo también con todas las obligaciones que impone el Opus de la mañana a la noche y, por supuesto, donando su porción de dinero a la “Obra”.
¿Y cuáles son estas obligaciones que los miembros del Opus asumen tan estoicamente?. En primer lugar al levantarse, muy temprano siempre, tirarse al piso, besándolo y pronunciando la palabra “servir”, media hora de oración, ir a misa, rezar el Rosario, leer la Biblia y hacer una lectura espiritual. En medio de todo ello se hacen un lugar para el desayuno y las demás comidas, claro. Además, participan en una charla semanal con los encargados de su formación, practican un retiro espiritual mensual, un retiro anual de varios días y, también anualmente, un curso de formación de varias jornadas. Entre estas actividades de los numerarios se encuentra también una a la que deben concederle suma atención: la atracción de nuevas ovejas al rebaño, es decir la captación de nuevos miembros en colegios, clubs, lugares públicos y cuanto sitio sea oportuno para ello.
Al margen de todo ésto, hay algunas prácticas particulares y obligatorias para cada uno de los numerarios, sobre todo las de raigambre medieval como son las mortificaciones corporales, practicadas de varias formas. Deben tomar diariamente una ducha fría (en cualquier época del año y obviamente con cualquier clima); y dormir sobre una superficie dura. Una vez por semana, los hombres se acuestan en el suelo y las mujeres sobre una tabla colocada sobre el colchón. Sobre este último punto, algunos ex miembros dicen que Escrivá de Balaguer afirmaba que ello era debido a que las pasiones femeninas requerían de más disciplina. También hay otras mortificaciones más dolorosas, como el cilicio, una malla de metal con puntas que se ciñe al muslo y se usa dos horas por día, y las “disciplinas”, cuerdas con varios brazos que terminan en nudos para flagelarse una vez por semana, generalmente los días domingo. También hay mortificaciones más “suaves”, como renunciar a algo en las comidas, por ejemplo el postre. Los numerarios sostienen que estas prácticas sirven para que el cuerpo y el espíritu sean “dóciles a las exigencias apostólicas”.
Manipulación y testimonios a favor
Ex miembros del Opus Dei que se alejaron de la organización la acusan de manipular de diversas formas a sus integrantes. Por ejemplo, mencionan el control absoluto de todas sus actividades diarias; la lectura, por parte de los directores de los centros, del correo personal que envían y reciben; y también el control de las publicaciones que se leen. De hecho, se ejerce allí una férrea censura de libros, películas y programas de televisión, seleccionándose sólo los que los directores consideran que no son “contaminantes” para los numerarios. Pero el Opus practica otra manipulación aún más grave: la de las conciencias de sus miembros, en la que no faltan el tratamiento psicológico y la utilización de drogas hipnóticas para los que osen titubear o dudar entre continuar en la “Obra” o alejarse de allí. Muchos ex numerarios del Opus aseguraron que a los más críticos o dubitativos respecto de su continuidad en los centros, se les llega a suministrar Rohypnol para, psiquiatra o director mediante, convencerlos con más facilidad de que el lugar y sus habitantes son la única familia posible.
Para ejercer el sentido de la imparcialidad, o si se prefiere el beneficio de la duda, veamos diferentes versiones, a favor y en contra, de personas que pertenecen a la “Obra” y de otras que abandonaron la misma. En este caso son todos españoles.
José María Villalón tiene 47 años, es jefe de servicios médicos del club de fútbol Atlético de Madrid, supernumerario –los miembros casados- del Opus Dei, y tiene diez hijos. Dice: “Me uní al Opus Dei hace más de quince años porque es una vocación, un camino a la santidad a través del trabajo. Los contactos que tuve han sido con amigos o personas allegadas, compañeros médicos o del mundo del deporte, que ya estaban relacionados con el Opus Dei. El camino que he elegido me ayuda mucho en mi vida familiar. Primero porque de forma libre puedes elegir el número de hijos que deseas tener. Por otra parte, creo que es muy importante acercar a los niños a Dios desde pequeños”.
María Marcos tiene 41 años, es numeraria –los miembros solteros- del Opus y vive en un centro femenino de la organización en Madrid. Trabaja como profesora de derecho procesal en la Universidad de Alcalá de Henares. Señala: “Mi decisión de pedir la admisión al Opus Dei fue porque vi que era una vocación divina. Cuando conocí el Opus Dei fui comprendiendo qué es lo que Dios me pedía: que entregara mi vida para servir a la iglesia, para acercar a otras personas a Dios. Ese fue el principal motivo que me llevó a entregarme a Dios en el Opus Dei cuando tenía 14 años”.
Aquí cabe una salvedad: el Opus Dei sostiene a rajatabla que recién se puede ingresar a la organización a partir de los 18 años de edad, sin embargo son varios los casos en que se ha captado a adolescentes de 14 y 15 años, como reconoce la propia María en su caso.
Prosigue indicando que “la mortificación es algo que la iglesia recomienda para poder estar siempre dispuesto a servir a los demás, a servir a Dios. Es como un estar en forma desde el punto de vista espiritual y muchas veces la manera es tratándose con un poquito de exigencia o disciplina”.
Manipulación y testimonios en contra
Las versiones de quienes se han alejado del Opus Dei tratan de arrojar otro tipo de luz sobre el grupo.
Por ejemplo, Agustina López de los Mozos, de 52 años, soltera, actualmente periodista en Madrid y que fue numeraria del Opus durante nueve años y hace 26 que se alejó del mismo, sostiene: “En los últimos años, como numeraria, fui tomando conciencia de que hay una esquizofrenia dentro del Opus Dei; una cosa es lo que dicen que tienes que vivir y otra cosa es lo que vives en realidad. Cuando te das cuenta, eso genera una serie de preguntas que allí nadie te contesta, y llega un momento en que todo se rompe y produce una sensación interior de que tú ahí no puedes seguir más, porque eso te va a llevar a una enfermedad e incluso a la pérdida de la fe. Prosigue Agustina recordando que “la primera vez que tomé contacto con el Opus Dei, no sabía qué era, ni nadie me dijo ese día qué era la ‘Obra’. Yo fui a jugar un partido de baloncesto y luego nos prepararon una estupenda merienda, con gente muy encantadora. Yo tenía 16 años. Una de las personas que estaba allí me pidió el número de teléfono y ahí surgió todo”.
“En un momento empezaba a estudiar mi carrera de periodismo –continúa- y tenía que leer cierta bibliografía que me habían dado mis profesores de la facultad, pero no puedes leer lo que quieras, tienes que pedir permiso. Yo necesitaba leer a Simone de Beauvoir pero me dijeron que no se podía leer. ¿Por qué?. Porque era una mujer que no estaba casada y vivía con un señor que era marxista” (por Jean Paul Sartre).
Según Agustina, “una de las principalísimas obligaciones de un miembro de la ‘Obra’ es el proselitismo. En todas las charlas de formación te repiten constantemente que tienes que traer vocaciones a la ‘Obra’. Uno no se puede ir libremente cuando quiere. Ellos entienden que el que se va no va a ser feliz, se condena, es otro Judas. Te inculcan el miedo a irte. Cuando dije que me quería ir me cambiaron de centro y fui a uno donde las numerarias que allí vivían eran personas raras, problemáticas. Me di cuenta de que era un poco como yo me vería dentro de unos años. Solo estuve tres meses en ese centro de mujeres tristes. Entonces un día planeé mi escape. Por la noche preparé una bolsa mínima, con poco, para que no sospecharan. Al día siguiente dije que me iba a trabajar y en lugar de irme al trabajo fui a la casa de mis padres, a quienes les dio una gran alegría verme volver”.
Hace cuatro años, Agustina creó el sitio de Internet “Opus Libros”, al que definió como un punto de encuentro en el que ex integrantes del Opus Dei comparten sus experiencias. En tal sentido dice: “Cuando creamos el sitio de Internet, personas en todo el mundo por fin se animaron a hablar de lo que les pasó. Me gustaría que se entendiera que los ex miembros del Opus Dei lo único que reclamamos es que no se vuelva a repetir lo que nos pasó a nosotros. Que los padres y la iglesia estén atentos. No es cierto que tenemos odio y rencor. Uno no debe olvidar, debe poder hablar de los problemas”.
Por su parte Ana Azanza Elio, de 39 años, soltera, también ex numeraria del Opus Dei, escribió un libro con sus experiencias titulado “Diecinueve años de mi vida caminando en una mentira: Opus Dei”. Actualmente es profesora en un instituto público en Jaén, al sur de España. Ana señala que se fue del Opus Dei “porque entré convencida de que era un asunto religioso y que verdaderamente tenía una vocación, pero llegó un momento en que descubrí que esas personas que decían que eran mi familia no lo eran. Cuando eres muy joven te dicen que debes dejar atrás tu familia de sangre. Hasta las conversaciones telefónicas te vigilan. Ellos predican muchas cosas que no viven. Comencé a tener problemas en el trabajo y a esto se juntó el hecho de que yo empezaba a criticar algunas cosas de la directora y las numerarias que mandaban sobre mí, y ellas, en lugar de aceptar realidades, empezaron a decirme que yo estaba loca y que tenía que ir al psiquiatra. Y fui a uno de sus psiquiatras, y me recetó que leyera ‘Inteligencia emocional’. Esa fue su receta. El hecho de que tú estés durmiendo perfectamente, sin ningún problema de sueño o de ansiedad y te estén diciendo que necesitas ir al psiquiatra me pareció tan absurdo, cuando ellas tienen los cajones de sus mesillas llenos de pastillas para dormir”.
“En un momento –continúa Ana- entre cuatro personas me metieron en una habitación y me encerraron, diciéndome que estaba mal, que me iba mal en la ‘Obra’, en el instituto donde trabajaba, en todas partes y que no tenía remedio. Ellos dicen las cosas en un plano inclinado. Es un lavado de cerebro constante. Entonces decidí que no podía seguir viviendo en el centro y me fui a vivir a un piso yo sola, ya que gracias a mi nombramiento como profesora y mi sueldo podía pagarme mi vida. En el Opus llegas a no tener intimidad, no maduras, no creces como persona, no tienes un reducto donde no esté la ‘Obra’ metida. Tienes que decir todo lo que haces, que entras, que sales, adonde vas, de donde vienes, aunque sea una tontería. Debes entregar todo tu dinero, incluso hacer un testamento hológrafo dejando absolutamente todo al Opus Dei, a sus instituciones. Entonces cuando uno sale lo primero que tiene que hacer es preocuparse de hacer un testamento que anule al anterior, porque sino se puede dar el caso de que lleves toda una vida echando pestes del Opus Dei y te mueras, y tus bienes vayan a parar a ellos”.
Santidad “express” y conclusiones
En definitiva, ¿cuál es el cometido del Opus Dei?. Todos y cada uno de los miembros de la “Obra” repiten el latiguillo de que su misión “consiste en difundir el mensaje de que el trabajo y las circunstancias ordinarias son ocasión de encuentro con Dios, de servicio a los demás y de mejora de la sociedad”. Esta muy telegráfica definición resulta poco concreta a la hora de tratar de desentrañar su misterio y, en realidad, muy poco para justificar el enorme desarrollo, poder e influencias de que ha hecho gala el Opus Dei en sólo ochenta años desde que fue creado por el ahora santo José María Escrivá de Balaguer, además de su constante acopio y desmedida ambición de dinero.
A propósito, parte de este dinero podría estar destinado a aliviar las tambaleantes arcas del Vaticano, después de los desaguisados del cardenal Paul Marcinkus, quien dirigió por casi veinte años el Instituto de Obras Religiosas (IOR), más conocido como el “Banco Vaticano” o “Banco del Papa”. Se recuerda que Marcinkus, que se retiró en 1989 y se exilió en Estados Unidos, donde falleció no hace mucho, se vio envuelto en el escándalo que involucró al IOR con el Banco Ambrosiano –una de las principales herramientas de financiación del Vaticano- y con los oscuros banqueros Michele Sindona y Roberto Calvi, propensos a aventuras financieras internacionales y ligados a su vez a la mafia y a la logia P-2 que lideraba Licio Gelli, el mismo que una vez fuera condecorado por el general Perón poco antes de morir. Dicho escándalo estalló en 1982, cuando el Banco Ambrosiano quebró y Calvi apareció colgado bajo un puente de Londres, extrañamente “suicidado” ya que se halló entre sus ropas una buena suma de dinero y, aunque parezca extraño, algunos ladrillos. Todo un aviso para los que entendían, en esa época, que la palabra “ladrillo” en francés tiene alguna sinonimia con la palabra “ladrón”. El caso es que el IOR quedó muy desacreditado y sus reservas casi agotadas, ya que de ellas debieron salir los 240 millones de dólares que finalmente debió entregar el Vaticano a los acreedores del Ambrosiano. La purga de los pecados económicos de la Iglesia quedó zanjada en 1998 cuando Juan Pablo II beatificó a Giuseppe Tovini, fundador del Banco Ambrosiano, un banquero que en el siglo XIX había logrado unificar sus habilidades profesionales con la vocación cristiana. Al mismo tiempo este “ascenso a los cielos” de Tovini consiguió, de alguna manera, enterrar la funesta etapa de uno de sus malogrados sucesores: Roberto Calvi.
Cuatro años después de haberle otorgado la santidad a Tovini fue que Juan Pablo II hizo lo mismo con José María Escrivá de Balaguer, el fundador del Opus Dei. Tal vez uno de los motivos haya sido precisamente la inestimable colaboración de la ‘Obra’ a la recuperación de las finanzas vaticanas, ya que al haber tocado fondo la economía de la Santa Sede, Juan Pablo II reaccionó nombrando una comisión de cinco cardenales para que velaran por el funcionamiento ortodoxo del IOR, creándose además un consejo de expertos que provenían de la banca internacional, del que formó parte José Angel Sánchez Asiaín, entonces presidente del Banco Bilbao Vizcaya y probablemente vinculado al Opus Dei, para que orientaran esas finanzas. Asimismo, el Vaticano se aseguró en el año 2000 el asesoramiento de Michel Camdessus, que acababa de abandonar su cargo de director del Fondo Monetario Internacional. Ese mismo año, el papa Wojtyla completó su equipo de salvadores financieros nombrando personal y directamente al cardenal y arzobispo de Barcelona (también posiblemente ligado al Opus Dei) Ricard María Carlés, miembro de la Prefectura para los Asuntos Económicos del Vaticano, lo que supuso un aval de confianza para el prelado catalán, quien cuatro años antes se había visto involucrado por fiscales italianos en una supuesta operación de blanqueo de dinero y tráfico de armas, aunque al final las pruebas resultaron inconsistentes.
Quizás por estas cuestiones, sumadas al renovado flujo de dinero que volvió a llegar a las arcas vaticanas desde las distintas diócesis y de las “limosnas de los fieles”, el papa Juan Pablo II bien pudo sentirse impulsado a elevar a la categoría de santo al fundador del Opus Dei, José María Escrivá de Balaguer, con una velocidad sin precedente alguno en toda la historia de la Iglesia. En primer lugar, para elevar a alguien a la santidad se exigía que hubiera realizado como mínimo dos milagros. El papa polaco rebajó esa exigencia a un sólo milagro. Cuando fue menester hallar un “milagro” realizado por Escrivá de Balaguer, apareció rápidamente un individuo –por supuesto miembro del Opus Dei- que aseguró que su invocación a Escrivá le curó una afección en la piel. Algo que seguramente hubiera solucionado la consulta a un buen dermatólogo y el uso de una crema medicinal apropiada. Por otra parte, muchos críticos señalaron que el caso de Escrivá había recibido un tratamiento especial. Para aprobar la beatificación se efectúan numerosas consultas a nivel mundial y debe recibirse el aporte de testigos, tanto a favor como en contra de ese trámite. A “testigos hostiles” importantes se les impidió el acceso a las audiencias –sólo se permitió testificar a once de noventa y dos-, y cuando uno de los ocho jueces eclesiásticos votó contra Escrivá el proceso no fue detenido, como exigen las reglas del Vaticano.
Es así como ha ido aumentando a grandes pasos el poder del Opus Dei, a partir de la asunción de Karol Wojtyla al papado en 1978 –tras la muy extraña muerte de su efímero predecesor Juan Pablo I-, recordándose que en los días inmediatamente anteriores al cónclave que lo eligió Papa, Wojtyla fue a orar ante la tumba de Escrivá de Balaguer en Roma. ¿Habrá tomado en cuenta su acceso al papado como el “milagro” necesario para elevarlo a la santidad, en realidad?. Y ese poder de la ‘Obra’ acentúa ahora su continuidad con el actual Papa, Benedicto XVI, el ex cardenal Ratzinger a quien, por su intransigencia en contra de un acceso a algo de modernidad por parte de la Iglesia y su acendrado ultraconservadorismo, varios clérigos le han endilgado el mote, entre otros, de “rotweiler del Espíritu Santo”.
Lo cierto es que el Opus Dei ejerce, según los testimonios de quienes se alejaron de él, todo tipo de censura, coerción y posible lavado de cerebro sobre sus miembros numerarios y los que ávidamente capta día tras día. Debido a su gran sigilo y a su poder tan sospechoso, el Opus es acusado frecuentemente de ser una vasta operación conspiratoria católica en busca de dominio mundial. Como las listas de sus miembros se mantienen bajo llave, sus críticos suelen llamarlo “la mafia santa”, en tanto otros lo sindican como “secta cristiana”, y en realidad así parece comportarse y actuar, como una secta. Al mismo tiempo, el teólogo español Juan José Tamayo Acosta, un estudioso de los trasfondos de la organización, afirma que “hablar en público o escribir sobre el Opus Dei se ha convertido en algo política y religiosamente incorrecto”.
¿Por qué será?
Carlos Machado