El proyecto de los “intelectuales” kirchneristas de eliminar el Poder Judicial, alegando que las constituciones liberales que lo previeron son anacrónicas, no nos lleva al futuro sino, por el contrario, a las épocas de las monarquías absolutas, donde los jueces prestaban un servicio supeditado a los antojos de la realeza.
Nada más efectivo para terminar con el Estado de derecho que supeditar el Poder Judicial a los otros poderes. El kirchnerismo pretende transformarlo en un mero “servicio de justicia”, como si se tratara de una empresa de luz, gas o teléfono.
Pero más grave aún es que los soldados de Cristina apuntan a una reforma constitucional convocada por referendum, es decir, violando las normas que la Constitución establece para su propia reforma. Amenazan, de este modo, con llevarnos sin escalas a Venezuela. En efecto, en el sufrido país caribeño, la convocatoria ilícita a una constituyente fue el método utilizado para terminar de forjar la tiranía que hoy aplasta con tanquetas a los ciudadanos que reclaman.
La convocatoria ilícita a la Constituyente peronista del 49, y su posterior reforma en el 57, con el peronismo proscripto, han sido la excusa y la consecuencia de un sinnúmero de vulneraciones a la legalidad que le costó sangre, dignidad y libertad, a la ciudadanía argentina.
Fue la reforma del 94, luego del Pacto de Olivos, la que derivó en una Constitución producto de un acuerdo de las fuerzas políticas mayoritarias, que como ocurre en toda transacción entre argentinos, fue motivo de críticas y sospecha, pero que, sin lugar a dudas, constituyó un salto de calidad en relación al modo en que se venía modificando la carta magna.
La propuesta de los “intelectuales” K, en medio de una crisis económica que el gobierno intenta superar, no hace más aportar la peor de todas las incertidumbres. Aquella que pone en duda la continuidad institucional del país, y con ella, la continuidad de todos los derechos y garantías que –no sin dificultades- hoy nos asisten. Porque para los kirchneristas el combustible nunca está caro, cuando se trata de tirar nafta al fuego.