Cristina Kirchner manifestó que se “sentía feliz porque el pueblo había vuelto a la Plaza”. Horas antes de esta aventurada e irreal declaración, su marido afirmó que con él la izquierda peronista había retornado allí. Luego de aquella vez en que Perón los expulsara bajo los calificativos de “estúpidos e imberbes” aquel 1º de mayo de 1974, la jornada del 25 de mayo sirvió para el kirchnerismo de excusa ideal para travestir una vez más la realidad. Pues casi todos los medios televisivos destacaron en sus sucesivos noticiarios, la “masiva convocatoria” de miles de personas espontáneas. Algo así como “el clamor del pueblo que exigía la reelección”, sumamente conforme y agradecido por estos tres años de gestión. Dejando de lado, por supuesto, el tremendo aparato echado a rodar para poder garantizar tanta afluencia de público. Faltaban pocas horas para que el día cambiara de fecha, cuando en la Legislatura los popes pingüinos se reunieron para ultimar los últimos detalles, se encontraron con la sorna brutal del notero Gonzalito de CQC. Cuando advirtieron de su presencia, algunos intentaron zafar pero Daniel Scioli y Filmus no fueron lo suficiente hábiles como para lograrlo. Sobre todo éste último, quien al quedar a tiro del nombrado no pudo eludir su lapidaria discusión acerca si tuvieron el tino de reservar “una baldosa para los autoconvocados”.
Pues estos brillaron categóricamente por su ausencia, cuando las pantallas de TV vomitaron imágenes durante toda la jornada de miles de pancartas, afiches, carteles y hasta un pingüino volador con insignias sindicales. Lo más granado del monopolio gremial copó con su folklore alquilado la Plaza de Perón, contradiciendo lo expresado por el presidente. Porque en rigor de verdad, hace treinta y dos años el líder máximo de justicialismo se apoyó precisamente en los sindicatos y en la derecha para sacar a palos a la izquierda de su movimiento. Entonces, aquella puntualización kirchnerista sólo resulta una parte más del ficcionario en que se ha convertido la política argentina.
Hace treinta y dos años la JP cantaba en la cara de Perón “que pasa General, que está lleno de gorilas el gobierno popular”, justo después de que Isabel y el Brujo pasaran a mejor vida la breve gestión de Héctor Cámpora. Infelizmente, actualmente nadie canta “que pasa pingüino, que está lleno de Gordos el gobierno popular”. Precisamente, porque la lección de hierro que deja este 25 es la imagen de un gobierno que debe montar semejante parafernalia para evidenciar un poder que no posee.
Casi nadie duda que sin contar con ese apoyo rentado, la concurrencia habría sido sensiblemente menor dado que desde hace varios años la movilización partidaria no capta demasiadas voluntades.
Y el costado más terrible de todo esto, es la atrofia y anomia informativa que se cuidó demasiado en evidenciar el enorme costo insumido en la Plaza del "Sí Bwana", perdón... Pingüino. El colmo lo constituyó María Laura Santillán, del multimedios Clarín, quien desde la pantalla de Telenoche aludió a los supuestos costos que insumió la suprema lamida de pico.
Si sólo cuenta lo que dice el presidente, como también si lo único que existe es la suprema voluntad de un mandatario que primero menciona la concertación para luego desecharla, mal vamos porque la realidad sigue siendo “la única verdad”, aunque intenten sepultarla miles de toneladas de tinto y choripán.
La dictadura K
Aunque desde el Gobierno se intentó hacer creer que la convocatoria fue un rotundo éxito, la verdad que quedó en evidencia es que, de no haber habido "convocatoria rentada", la plaza no hubiera llegado siquiera a la participación de 50.000 personas.
Las negociaciones hechas con los diferentes gobernadores, intendentes y dirigentes sindicales para que reclutaran manifestantes fue algo sin precedentes. Desde el kirchnerismo se negoció esencialmente en dos planos:
-Con los gobernadores e intendentes se negoció con la promesa de dinero para obras públicas (y otras yerbas);
-A los sindicalistas se los "sobornó" con el ajuste salarial de cada convenio colectivo otorgado en las últimas semanas y la promesa de que las mejoras a futuro dependían de la ayuda para el acto.
La sensación que deja lo sucedido, sumado a los comentarios de algunos funcionarios de primera, segunda y tercera línea respecto al temor con el que se trabaja desde que Kirchner es Presidente, provocan enorme preocupación en vista al futuro en el corto y mediano plazo, más aún cuando se sabe que el mandatario se lanzará inminentemente en búsqueda de su reelección.
Como botón de muestra se puede mencionar la dura reprimenda sufrida por un secretario de Estado hace menos de un año por conceder una entrevista a este periódico. A partir de ese momento, dicho funcionario jamás volvió a atender el teléfono o responder un mísero mail a ninguno de los periodistas de "Tribuna".
Lo que sucede es una verdadera paradoja, ya que el autoritarismo proviene de un gobierno que asegura estar en las antípodas de lo que fue la oscura dictadura militar. Y no se trata simplemente de "exceso de respeto", como se le dijo a estos periodistas en su momento respecto a la relación de Kirchner con sus funcionarios, sino de "temor al extremo". En entrevista con un subsecretario kirchnerista hace algunas semanas -reporteado por el tema de la "reelección K"-, se nos hizo saber que muchos funcionarios llegan al nivel de no poder descansar bien por las noches o de vivir estresados por la tirante relación con la que trabajan. "Nunca se sabe si lo que decís está bien o está mal, si va a molestar a Kirchner o no. ¿Sabés las veces que Kirchner se enoja por cosas mínimas, por un comentario al pasar? Y te hace pasar un muy mal rato, te lo aseguro. Preguntále si no a Felisa (Miceli) (...) Entonces preferís no hablar directamente, y te sentís un forro porque no tenés la menor autonomía para moverte", aseguró el funcionario en ese momento.
Lo cierto es que ese fue el contexto en el que se armó la "plaza del Pingüino", con dirigentes de la oposición cooptados y funcionarios kirchneristas que asistieron por temor a las represalias posteriores. En ese marco, cada estupidez pronunciada por el Presidente fue aplaudida a rabiar aunque no se supiera de lo que se hablaba.
Todo es parte de la incansable "Operación Clamor", que intenta instalar la creencia de que Kirchner "debe" ser reelecto en el 2007. No lo dirá el mandatario, sino que hará que lo pidan los medios adictos, los gobernadores y otros dirigentes políticos.
Mientras tanto, Kirchner seguirá mintiendo acerca de este tema. Dirá que no está en sus planes y que es prematuro pensar en un nuevo mandato. Pero la realidad es que instruye cada día a sus adláteres para que instalen el tema, principalmente a su ex cadete, Rudy Ulloa Igor, uno de los personajes más oscuros que lo acompañan.
Todo esto fue anticipado hace más de un año por este periódico y sucedió puntualmente tal cual lo describiéramos. Nada entónces hace creer que el kirchnerismo se aparte de sus planes. La propaganda estará a cargo de Ulloa Igor; la "caja" para la campaña la pondrá Julio De Vido, y la demagogia, como siempre, estará a cargo de Néstor Kirchner.
Como decía el genial Tato Bores: "Vermuth con papas fritas y Good Show".
Christian Sanz y Fernando Paolella