“En la oscuridad de hoy es la época del Poder Blando, todo es sí… se puede todo”. Byung-Chul Han - El Poder.
Los medios y en general la opinión pública se sienten sorprendidas por las noticias de muertes y tragedias relacionadas al consumo de alcohol y drogas (esto, quizás, lo tratamos de esconder aunque los que estamos en el tema sabemos que el alcohol como depresor necesita del aditivo de la cocaína para seguir noches de frenesí). Sociedad, quizás, cómplice del deterioro creciente.
Un grupo de jóvenes se estrella contra un camión y mueren. Un grupo de artistas celebran con estupefacientes sus viajes y mueren dos. Un grupo de psicópatas en “manada” viola a una chica de 16 años, la encierran 18 horas y en cocaína la masacran sexualmente en Chacabuco. Una pareja en sexo es descubierta por otro hombre y drogado le corta el pene a su rival. Bestialidad máxima, mundo de traiciones y de conductas simiescas. Y así podemos seguir.
En Gradiva vemos restos de seres humanos que intentan reconstruirse luego de violaciones en “manada”, jóvenes lesionados en múltiples partes del cuerpo luego de golpizas en carrera adictiva. Noches sin fin con drogas y alcohol que a veces terminaron contra una columna o cargando muertos para siempre en su averiada conciencia moral.
Surgen respuestas variadas van desde alcoholímetros que no estaban o de mayores controles pero no nos podemos preguntar qué nos pasa como sociedad. La noche y el día suenan como territorios liberados.
Dos áreas parecen quedar suspendidas; por un lado nuestro sistema nervioso queda inundado por sustancias dañinas y la falla del control de los impulsos, la suspensión del juicio moral y de la noción de las consecuencias muestran ahí su cara más fuerte (lóbulo fronto –temporal en “caída libre”) y la noción de Ley ya suspendida en la cabeza de cada uno de los protagonistas por la inundación de estupefacientes pero también averiada en las familias, la calle, los sitios de diversión y venta de sustancias desde alcohol a drogas. Falla la Ley como ordenador interno y la Ley como límite de todo Estado.
La caída de las transmisiones culturales
En la vida somos herederos. Está fallando la transmisión inter-generacional no solo de padres a hijos sino de instituciones a hijos.. Como padres debemos legar lo que recibimos y el heredero necesita acogerlo activamente. Todo esto parece fallar. Jóvenes que tronchan su vida rápidamente en un caos pulsional químico. Morir en pleno éxtasis parece ser una consigna de esta generación química y tecnológica que hemos conseguido.
Podemos malograr nuestras vidas por permanecer viviendo sin educación o sea informes vagando por el mundo. A. Arendt figura clave en el siglo XX toma una frase de San Agustín cuando éste decía “…el hombre fue creado para que exista un comienzo”; o sea un recién nacido nos hace regresar al alba de la humanidad. En cada generación todo se juega de nuevo. Pues bien asistimos a la existencia de multitud de des-heredados y de adultos confusos. Eso lo vemos diariamente.
Con déficits en la transmisión familiar, escolar, social y liberados los mecanismos de marketing de todo tipo de drogas y banalizando los daños, entonces, la vida queda sujeta al Placer como un exceso (Freud lo menciona en “Más Allá del Principio del Placer”) y el vínculo de hoy parece ser el consumo del consumo. No existen Ideales que regulen el límite del Placer desde las estructuras Legales. El hombre muere paradójicamente abrazándose mortalmente del placer desenfrenado.
Si bien Pier Paolo Pasolini murió sus frases de los 70 en sus películas parecen seguir resonando: “Todo es bueno cuando es excesivo…”. Pero ahí podemos decir que “no hay salvación”, sexo compulsivo, vodka hasta el ras, cocaína sin frenos. Morimos en pleno éxtasis como esclavos en una afirmación de una Libertad sin Ley.
Quedamos así por la pérdida de los vínculos y eso lo notamos diariamente en las consultas clínicas en donde por un lado la cultura desde lo familiar hasta lo social y lo escolar parecen lejos y a la vez el consumo lleva a la soledad del cuarto o con el “combo” de sexo o juegos en una masturbación entre varios. Vínculos en déficit. Nunca las palabras…solo la química.
Cuando se valora esto desde un contexto de Ley y de educación la progresía reinante transversalmente en todos los espacios sociales lo rechaza por ser “conservadurista” y al mismo tiempo se ignora el sufrimiento de miles. Todo significante de Ley debe ser de-construido.
La ideología parece suplantar a la Verdad del desamparo y la orfandad de transmisiones amorosas y de límites en miles. Triunfa el comercio y entonces aparentemente el mundo de la expansión “progre” de la Libertad termina por promover el mercantilismo de la venta de sustancias y no observándose las grandes carencias de miles que transitan por guardias hospitalarias o en oscuras esquinas.
A veces nos preguntamos que queda del Padre y de la Madre en la sociedad pero también parecen haberse evaporado los vértices ideales alrededor de los cuales se estructuran los vínculos sociales y las vidas de las personas. Así llegamos a un contexto de permisividad absoluta o de una situación social tan grande que supera todos los controles legales y esto lleva a una anomia contrapartida especular del orden autoritario; en ambos sistemas el sujeto pierde la libertad.
Matando neuronas
En la fase de uso de drogas y alcohol se generan cambios neuronales reversibles en sus transmisiones químicas y eléctricas; cuando este consumo persiste como abuso las alteraciones neuroquímicas perduran mucho tiempo con daños en el control de impulsos, memoria, atención y capacidad de postergar acciones y cuando ya se es dependiente se generan cambios permanentes y de largo plazo.
El daño a las neuronas es notable disminuyendo nuestro capital de Libertad y nos vamos esclavizando al “ya” sin ninguna capacidad de espera. Esto lo vemos claramente en los menores y jóvenes que quedan fascinados por el “flash” del consumo y con una personalidad y un sistema nervioso sin frenos inhibitorios todavía.
El lóbulo frontal, eje de homo sapiens, y que anuncia la evolución de la historia de la especie y de nuestra historia personal ocupa un tercio de la corteza cerebral entera habiendo aumentado su tamaño desde el 8,5% en los lémures, el 11,5% en los macacos, el 17% en los chimpancés y el 29 % en los humanos es la que más sufre esta inundación toxica.
Ahí ya todo parece desaparecer: desorganización de la conducta, motivación solo para seguir consumiendo con mezclas de bebidas y estupefacientes por la falta de control de impulsos , falta de noción de las consecuencias de los actos y por ende caída en conductas antisociales.
La noción del Otro y los otros desaparece o sea la empatía y también todo esto arrastra la conciencia de sí. Un paredón puede ser el final, o un camión o un vuelco en la ruta o una violación en “manada” en una noche de excesos suicidas y así podemos seguir.
Podemos terminar con un concepto del Premio Nobel de Medicina (2012) K. Goldberg refiriéndose a estos pacientes sociales mencionando la “anosognosia” típica en ellos “no comprende…perdió la parte central de su ser pero él no lo sabe…desapareció sin saberlo…no sufre ni lamenta su pérdida…es un ausente ante mí”.
De ahí al suicidio o al homicidio queda un paso.