¿Por qué nos sorprende que ciudadanos de diferentes nacionalidades devuelvan billeteras y, en algunos casos, toleramos fortunas amasadas en forma inescrupulosa por políticos que ejercen cargos públicos? Quizá porque confiamos más en nosotros mismos que en aquellos que nos representan. O quizá porque, como ocurre en América latina y otros confines, nos conformamos con eso de “roban, pero hacen”. Lamentable, pero cierto. La honestidad personal prima sobre la corrupción, no condenada en las encuestas ni determinante en las elecciones.
Los ciudadanos, según un estudio de investigadores de Estados Unidos y de Suiza publicado en la revista Science, devolvieron la mayoría de las 17.303 billeteras aparentemente perdidas en sitios públicos y privados de 355 ciudades de 40 países. Entre ellos, Argentina. Un supuesto turista se acercaba a alguien y le decía: «Hola, me he encontrado esto en la calle al doblar la esquina. Alguien debió de perderla. Yo tengo prisa y debo irme. ¿Podría usted encargarse, por favor?». Las billeteras, de plástico transparente, podían estar vacías o tener cantidades de dinero en monedas locales que variaban entre 13,45 y 94,15 dólares.
La tasa de devolución tendió a ser mayor en los países más ricos, como Suiza, Noruega, Países Bajos, Dinamarca y Suecia. Lo previsible. Argentina, precedida por Canadá y seguida por Israel, quedó casi en la mitad de la tabla, en el puesto número 18, con una tasa de devolución del 45 por ciento de las billeteras sin dinero y del 50 por ciento de las que tenían billetes. Nada mal, tratándose de un país en crisis con una aberrante tasa de pobreza e indigencia. Un contraste impactante con la visión permisiva de la corrupción del signo político que fuere.
Curiosamente, a mayor cantidad de dinero, más expeditivas resultaron ser las devoluciones. Ese rasgo de honestidad cívica habla por sí mismo de las personas y de la preocupación por los demás. La clave fue una llave. La de la casa del dueño de la billetera, acompañada de tres tarjetas con su identidad en las cuales figuraba la dirección del correo electrónico. En las devoluciones influyeron la expectativa de recibir una recompensa y la posibilidad de verse a sí mismos como ladrones, dado que las billeteras fueron halladas por otros. Eventuales testigos en caso de que los presuntos propietarios radicaran denuncias.
Las billeteras perdidas al azar tenían dueño, no así, en teoría, los billetes que volaron como un remolino de la puerta lateral de un camión blindado en una autopista interestatal de Atlanta, Estados Unidos, el 9 de julio. En total, 175.000 dólares en billetes de uno, 50 y 100. Las personas detenían sus vehículos y, como en uno de los episodios de la serie televisiva La Casa de Papel en el cual arrojan euros desde dirigibles, se abalanzaban sin pudor sobre el botín. La nube de billetes despertó la codicia. En esos casos, como en otros, sin expectativa de recompensa ni culpa. Otra curiosidad.
Elias, tengo duda cientifica sobre la muestra, en qué calles del país hicieron el test??? Tal vez podría ser ampliada además de casos estatales con kioskeros y boleteros de cine que juegan a quedarse con el vuelto, desfiles de modelos en que las chicas se ponen varios pantalones debajo y se "llevan" accesorios, cantidad de placas de bronce desaparecidas de monumentos, administradores de consorcios que no declaran expensas pagadas, cuatreros que venden en mercado negro, Warnes siempre muy llena de mercaderia, o el aviso en aeropuertos en el exterior que recomiendan forrar la valija con capas de polietileno porque el destino es Ezeiza, digamos todo un sistema de vida sin pudor y de sonrisitas...
La corrupción en nuestro país es aceptada sobre todo por aquellos que esperan recibir de su gobierno corrupto una parte del botín en forma de planes. El que tiene que pagar los impuestos con que se pagan los planes, naturalmente, NO toleran la corrupción.
Yo lamentablemente no coincido con algunos de los conceptos. Creo que si bien la medición de las billeteras nos deja medianamente bien parados, en general nos percibimos como honestos sin serlo. Solamente de caminar por la calle uno se da cuenta de los que estacionan en la rampa de discapacitados, dejan los residuos de su perro en la vereda, saltean las filas cuando esperan el tren, ponen el tiraje del tiro balanceado directo a la vereda, y muchas cosas más. Son todos pequeños robos, pequeños actos de corrupción, pero son los que esa persona tuvo el poder en ese momento. Es una persona que no tiene la posibilidad de robarse mil millones, o de coimear mil millones, pero sí de dejar el auto mas cerca de su casa invadiendo la rampa de discapacitados. De alguna manera, casi mágica, pretendemos que cuando es persona se convierta en juez, gobernador, presidente, o ministro, de golpe se vuelva honesta.