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La misma piedra

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EL KIRCHNERISMO Y LA COARTADA DEL MUNDIAL
EL KIRCHNERISMO Y LA COARTADA DEL MUNDIAL

Argentina es un país de kioscos. Y como estos se reproducen en cada área de la vida nacional, en la política y en el futbol se da este fenómeno. Pues en ambos los mismos nombres se repiten constantemente, como un cansino sonsonete, desde hace tres o cuatro décadas. En las dos corporaciones, varios individuos mueren con la misma camiseta puesta pues el término renuncia es una mala palabra. Muchas veces se ha dicho que el balompié es el reflejo fiel de la sociedad, con sus grandezas y miserias en grado sumo. Y también, que el Campeonato Mundial de Fútbol precisamente es la vidriera ideal para mostrarle al mundo, vía televisión e Internet, la cohesión o el conjunto de individualidades que conforman los distintos equipos que participan en el mismo.

 

La reciente derrota frente a Alemania del Seleccionado Nacional por penales, de seguro será motivo a largo plazo de lecturas y relecturas en las cuales siempre se buscará al culpable de turno. Y como siempre, los verdaderos responsables harán caso omiso del sayo que le caben para zafar.

En el medio de la euforia y la posterior desazón, se filtró la pretensión del presidente Néstor Kirchner de que el jefe de Gabinete Alberto Fernández maneje a su gusto y piacere el estratégico presupuesto nacional. Hace un año atrás, la oposición logró trabar a duras penas la iniciativa del oficialismo de que el citado posea facultades extraordinarias. 

La movida, que se suma a tantas otras demagógicas medidas tomadas por el oficialismo desde que asumió, es de una gravedad tal que la oposición en su conjunto evalúa contrarrestarla en conjunto. Por su parte, el jefe de Gabinete minimizó la operación al asegurar que "en la realidad, nada cambia, si se analizara cuántas veces se alteró el plan de gastos durante esta gestión, daría como resultado un porcentaje mínimo". Si esto es así, entónces ¿Por qué no se dejan las cosas tal como están?

Recordemos que el presupuesto 2005 fue incrementado en 15.399.000 de pesos a través de cuatro decretos de necesidad y urgencia y 26 decisiones administrativas de la Jefatura de Gabinete, que representaron el 20 por ciento del crédito original.

Y antes del viernes fatídico en el que el arquero Franco no atajara ningún penal germánico, el ex ministro Lavagna siguió paseando su semicalva para que la oposición virtual siga desgranando su margarita.

Atravesando esos habituales dimes y diretes, la sociedad argentina veleidosa como pocas pasó de embanderar balcones y terrazas un sábado para retirarlas siete días después. “Yo quiero a mi bandera, planchadita, planchadita”, cantaba el napolitano educado en Londres y muerto en San Telmo Luca Prodan, allá por mayo de 1982. Conmocionado por ese frenesí celeste y blanco que se extendería por 74 días, sonrió con sorna cuando al verificar con razón que luego de la capitulación en Puerto Argentino esa sensación se haría pedazos.

“Los pueblos que reniegan del pasado, están condenados a repetirlo”, puntualizaba con razón George Santayana. Dicha afirmación le cuadra a medida al sentir argento, tanto a nivel político como al espectro futbolístico. Luego del triunfo en el discutido Mundial del 78, Argentina perdió en España 82, para consagrarse de la mano de Bilardo y Maradona en México 86, quedar subcampeón gracias a un penal inventado por el árbitro mexicano Codesal en Italia 90, volverse a casa antes bajo la batuta de Alfio Basile en EEUU 94, y repetir la misma tendencia en Francia 98 con Passarella, y en Corea-Japón 2002 con la dirección de Bielsa.

Esto hace que para muchos, que viven cada traspié como una tragedia nacional, los 20 años que separan de la Copa Jules Rimet sean más que nada, contrariamente con lo que dice el tango. Justamente, hace un poco más de dos décadas la instauración de la democracia aún no logró establecer un sistema representativo y pluralista que satisfaga las necesidades básicas del grueso de la población. Por eso, tanto las administraciones alfonsinista, menemista, delarruista, duhaldista y kirchnerista utilizaron al deporte rey como un anestésico natural para que las masas no piensen feo.

No había pasado un par de horas de las lágrimas en Berlín, que el presidente argentino salió a emitir declaraciones al respecto desde la Quinta de Olivos. Se congració con el desempeño del equipo, como anteriormente lo hicieran todos sus antecesores en el cargo. Cabe recordar que hace 20 años, Alfonsín convocó a los ganadores del Estadio Azteca al histórico balcón de la Rosada para que recibieran oleadas de calor popular. A pesar de quedar segundos, Menem hizo lo mismo en el 90. No importa la fracción política a la que los mandatarios adscriban, porque siempre el Mundial resulta una excusa ideal para mostrarse mixturados con esa gloria pasajera.

Por eso, se explica el desbordado fervor pseudonacionalista que se apoderó de gran parte de los argentinos, durante el pasado mes de junio. Patentizado como una reacción casi inexplicable, que salieran al Obelisco y a otras plazas a festejar el deslucido empate 0 a 0 frente a Holanda. No habiendo ningún referente, como se puntualizó en un análisis anterior, de peso que mejor excusa que subirse al triunfo ajeno. Hace una semana, TVR hizo hincapié en lo veletas que a veces resultan los reputados periodistas deportivos, que se pelean con chuparle las medias a Julio Grondona, acomodando su interesado discurso donde cuadre la ocasión. Así pasan de la risa al llanto, del denuesto al panegírico más exacerbado sin mediar un justo medio. Para luego, como siempre ocurre, sobreviene el marasmo y se desgañitan para encontrar al habitual cabeza de turco al que desquitar tanta frustración. Y la misma piedra, les pega en la frente todo el tiempo.

Ahora, con los muchachos aguerridos que dejaron todo en Berlín, a los argentinos sólo les queda la orfandad de la desazón. Tal como lo narró Edgardo Esteban, la guerra de Malvinas define el ser argentino en todo su dramatismo. Cuenta en una entrevista con motivo del estreno de Iluminados por el fuego, que al regresar del archipiélago esperaba ser recibido con vítores y con un asado. Pero lo único que encontró, en la noche helada, fue la semi oscuridad total en la cuadra de su casa, y el solitario ladrido de un perro.

Cara a cara con los problemas de siempre, algunos siguiendo el desarrollo del Mundial con cierto desdén, continuarán observando el coqueteo de Lavagna, la desidia que se sigue abatiendo sobre Tartagal, los cálculos delirantes de los ultrakirchneristas que se debaten entre la reelección o la candidatura de Cristina, las declaraciones explosivas de Aníbal Fernández y la estupidez de la farándula que regresa decepcionada de Alemania. Los televidentes putearán hasta lo indecible cuando adviertan que, como antes, los escándalos de Nazarena Vélez prosigan ocupando los programas de chimentos, reemplazando las publicidades donde siempre Lionel Messi intente venderles algún producto.

En fin, la misma cantinela de siempre. 


Concluyendo

Mientras los grandes medios siguen haciedo loas al kirchnerismo y sus supuestos logros, Carlos Chino Zanini sigue digitando en las sombras las próximas movidas en pos de la reelección de Kirchner y pergeñando cómo se avanzará contra los candidatos a los que el oficialismo teme para competir en el año 2007.

Por caso, existe un grupo de espías asignado para vigilar permanentemente los movimientos de Roberto Lavagna a efectos de intentar encontrar su talón de aquiles. Si no se pudiera lograr el cometido, probablemente el oficialismo invente algún escándalo que permita ensuciar al ex ministro de Economía, tal cual se hizo el año pasado con el candidato arista Enrique Olivera.

Y es que preocupan al Gobierno los resultados de las encuestas que dan una excelente imágen a Lavagna. Hablamos de las verdaderas encuestas, no las que difunde diario Clarín. Decíamos en notas anteriores que, cada vez que se enfrentan el ex ministro y el Gobierno, el primero crece y el segundo disminuye en imagen positiva.

Para entender por qué sucede esto, no debemos olvidar que Lavagna dejó su cargo en medio de denuncias de sobreprecios en la cartera comandada por Julio De Vido. Lo mismo ha sucedido con otros funcionarios como Horacio Rosatti, mal que le pese al kirchnerismo.

En este contexto nos encontramos en estos días. Con un Gobierno autoritario que no encuentra límite a su propia ambición y una oposición desdibujada y débil, que no sabe aún cómo encarar la disputa que se viene.

Roberto Lavagna y Elisa Carrió (1) son las dos caras de esa debilidad. Y ninguno hasta el momento ha dado un mensaje claro al respecto.

No es poco...

 

Fernando Paolella y Christian Sanz

(1) Este periódico viene intentando desde hace varios meses entrevistar a Carrió y no lo ha logrado. Se ha hablado con Matías Mendez -secretario de Lilita- en varias oportunidades y con otros "filtros" pero, a pesar de sus contínuas promesas, la entrevista jamás se concreta. Un abogado que perteneció al ARI aseguró a estos periodistas que Carrió teme por algunas preguntas que este periódico pudiera hacerle ¿Será verdad?

 

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