Desde mi mesa flotante, rodeado de planos y del insípido, desafiante papel sketch,
escribo sobre proyectos que cambiarán la silueta arquitectónica de ciudad de
Panamá. Los planos, largos conos sin principio, ni fin, inanimados, inocentes
flanquean este entorno y son el mapa trazado del diseño de una futura
construcción. Una pared revestida de un veener de madera color miel
define el cubículo enmarcado por un ventanal que pone en primer plano un
pedazo de pared de ladrillo rojo del largo pasillo del Sótano. Canta Norah
Jones, Sunrise... Miro en tus ojos la mañana. La ciudad en
la superficie respira de otra manera, bufa, su cuerpo húmedo, brillante,
atravesado por calles estrechas, corredores, rascacielos, torres de cristales
que quisieran tocar el cielo y se reflejan frente al mar. La ciudad tiene
varias caras: Panamá La Vieja, Casco Viejo o Antiguo y la ciudad moderna, que
viaja de un entorno a otro, cuyo trazado es el tiempo, las épocas y
circunstancias.
La pequeña ciudad se transforma por segundos en el litoral Pacífico
con nuevos desarrollos vanguardistas, donde brillan los cristales y los muros
le otorgan una vasta personalidad al silencio. La ciudad mira hacia el mar y
la bahía dormida la enmarca en sus aguas. Espejo y reflejo, la ciudad crece
desde el sueño de las mesas de diseño, un piso más alto cada día, y desde
un campanario alguien nos ve a todos cuando caminamos aún por sus bulliciosas
calles.
Si tuviera que definir Panamá ahora, diría que es un país
de oportunidades. Carlos V de España, I de Alemania, el Emperador a cuyos
dominios no se ponía el sol, pensó lo mismo hace cinco siglos, cuando
vaticinó, vislumbró el destino del istmo como un paso, una vía estratégica
para unir los dos grandes océanos y el mundo marítimo. Simón Bolívar llamó
al istmo el Corintios griego, por su posición geográfica en el centro de las
Américas. Franceses y norteamericanos cerraron el círculo virtuoso del Canal
de Panamá. Fue el sueño, primero, lejano en los tiempos y la geografía, y
luego la realidad de la tecnología y el coraje, como debe ser. A la zanja acuática,
el área canalera, a esos 1.432.2 kilòmetros cuadrados que conforman y
atraviesan el corazón de ciudad de Panamá y parte de Colón, en el Atlántico,
debemos la forma de árbol recostado de la capital, empujado (a) hacia el mar
y contreñida por la magnífica obra de ingeniería de principios del siglo
XX, que le permite al mundo marítimo ahorrar tiempo, dinero y hacer más
segura la travesía de sus naves. El Canal es una herida, dijo alguien, una
frase que reflejaba en su contenido el sacrificio urbano de ciudad de Panamá
en favor del comercio marítimo mundial.
Escribo a un par de pasos del escritorio del director de
Anteproyectos de la empresa Mallol&Mallol, el arquitecto
colombiano Juan Carlos Sáenz Pérez. Sobre su mesa, los planos se superponen
como decenas de capas de cebollas. El diseño es la música de la arquitectura
y sobre el pálido, cotizado, papel sketch, se erigen los esquemas,
bocetos, dibujos y las estructuras que van asomando con sus cuerpos deformes,
en formación, que dejan ver sus entrañas, paredes. escaleras, baños,
cuartos y columnas, van reclamando sus formas verdaderas, finales, sobre el
trazo del piloto negro. Detrás de la pared revestida de veener, el
arquitecto Ignacio Mallol, sueña también la ciudad. Las reuniones se
realizan en 5 mesas dentro del Sótano, donde los clientes van revisando,
ajustando los proyectos, propuestas y aproximando los bocetos a las realidades
definitivas, después de un Render, donde la edificación adquiere aspecto
real. Y todo sigue siendo un comienzo, la idea que serpentea uno y otro círculo
antes de cristalizar. Se va afinando la piel, la estructura, los secretos
desafíos de cada edificio y las voces de los clientes recorren el Sótano.
Alguna carcajada se ahoga en el espacio de la reunión y son pequeños ecos
que se expanden en los dos largos pasillos que enmarcan la nave de cristal del
Sòtano. Las palabras flotan como si fuéramos a despegar desde una aeropuerto
subterráneo. Mallol camina, va a dejar a la salida a sus clientes y se ven en
sus muñecas sus dos relojes de grandes esferas, un símbolo personal de
precisar el tiempo, aún cuando la oficina es una espiral sin horarios. A la
ciudad también le ha llegado su hora. La firma está en el ojo de esta
tormenta urbana, un estallido de edificios altos, en tres sectores costeros:
Avenida Balboa, Punta Pacífica y Costa del Este. La ciudad crece con otros
recursos, más espacio, una mejor planificación y casas con todas las
comodidades y el lujo del espacio.
En el Sótano, la realidad son los planos diseminados por
la oficina y que asemejan tubos fluorescentes apagados o encendidos en ideas y
la información que contienen los proyectos. ¿Velas que se van hacia la mar?
Los secundarios y minuteros duermen en sus muñecas y entre sus manos lleva
ese rosario de cuencas griegas de color verde mar, para estabilizar el estrés.
Panamá es una mezcla de culturas, razas, colores, la diversidad étnica y
religiosa. Está flotando siempre en el ambiente la alegría Caribe, la
transparencia del sol que hace más grata la vida o menos dura. La firma
Mallol&Mallol, ha evolucionado en sus 25 años como la firma más grande
de Panamá y Centroamérica, de un arquitectura tradicional a una de corte
internacional, de acuerdo con el arquitecto Sáenz. sus proyectos son más
ambiciosos, de mayor complejidad y sin descuidar su carácter local, que le
otorga una identidad, se refleja su evolución estéticamente y el uso de
novedosos materiales procedentes de diferentes regiones, Europa, Estados
Unidos y Oriente. La arquitectura de la firma, reconoció, responde tambien a
los requerimientos ambientales, considerando materiales y tecnologias
adecuadas según el proyecto, con aleros, vidrios con tratamientos especiales
(Solar-E). Fachadas y cubiertas, igualmentes diseñadas para el clima
tropical. Mallol&Mallol, es decididamente una empresa vanguardista.
Y en verdad la ciudad crece por segundos. Se habla de un
boom de los bienes raíces y la visita de compradores es constante,
promotores, agentes de venta, especialmente de Estados Unidos, que reflejan
ese ritmo que puede medirse en un termómetro de este momento especial. Y
basta con salir a la calle, para ver como se elevan los rascacielos frente al
mar. Los diarios, revistas especializadas, la gente, comenta sobre estas
edificaciones espectaculares que se suman con las cuales ya cuenta la ciudad.
(Panamá tiene unos 242 edificios altos): Planetarium, ICE, Ten Tower,
Torre Zeus, Capital Plaza, Yacht Club, Terrazas del Pacífico, Palacio de la
Bahía, Panama Bay, Murano, Arts, son estos distinguidos inquilinos que
alojan sus estructuras en la ciudad, entre muchos otros, que ya están en diseño
y algunos que ya fueron construidos.
Van de 30 a 106 pisos, el Ice, edificio de
apartamentos, será el más grande de América latina e inclusive que
cualquier otro edificio residencial de Nueva York, Planetarium con 92
pisos avanza elegante y sobrio marcando la nueva silueta urbana en Costa del
Este... Ya hace unos años la propuesta de la Torre Generali, con sus
320 mts de altura, indicaba un camino. La ciudad buscaba un icono hace un
tiempo, algo que la singularice más allá del Canal.
Sobre el cristal de la mesa crece un ojo, es un largo ojo
pegado al párpado de la arquitectura y podría ser el diseño de un pez. La
mesa es un río con sus capas de papel sketch y se fija la estructura
que pugna por ganar su superficie. ¿La forma es ocio o lucha formal de un auténtico
contenido? Más bien un barco, la forma definitiva, el Arca que sueña el
diluvio. ¿Es un tiempo colosal que le lleva al ojo transformarse en barco? Es
un guiño de una isla a otra isla, el instante preciso en que el ojo ve el
barco. El papel sketch puede llegar a ser casi invisible y naufragar
con las primeras ideas del diseño. Responde a la idea que va cristalizándose
en el espacio y que le pertenecerá inevitablemente.
La ciudad crece aquí en la mesa de diseño, en un Sótano,
donde se erigen hospitales, hoteles, edificios corporativos, torres, templos,
casinos, complejos turísticos en islas, casas y viviendas de playa. El ojo es
la nave, el edificio que se expande en su propio párpado, la red de su
estructura. Se hace más compleja la imagen de la estructura en el papel sketch,
pero no está terminada, requiere de una sincronización de sus partes, la
belleza funcional, todo aquello que diferencia a la arquitectura de un cajón
vacío como un muerto a la deriva. La arquitectura es vida, aunque se trabaje
con cemento y acero. Las personas habitan un espacio para vivir. La especie
crece y se reproduce bajo un techo privado y común.
La ciudad fue un villorrio junto a un manglar. Tuvo
amanecer y anochecer, largas tardes sobre el mar que no la abandona. Quemada,
saqueada, reconstruida, olvidada, y ahora en su nuevo esplendor, quiere tocar
las estrellas, la cintura de las Américas, crece mirando su propio cieloraso.
No hubo sketch, sino muchos sueños de conquista, expansión de crear
fortalezas y vivir las urgencias de esos tiempos, como si las paredes siempre
tuvieran oídos. El rey debía saberlo todo, aunque fuera engaño, mentira. De
cal y canto fueron las verdades de una construcción que se niega a
desaparecer. Materiales contra el tiempo y la tenacidad destructiva de piratas
y bucaneros. El tiempo pareció detenerse, pero no, el mar abría las puertas
a otros mundos. Y la conquista vino de tan lejos a dejar su lengua,
edificaciones, su huella entre la cruz y la espada. En medio del acecho, las
riquezas que se acumulaban para la metrópolis, construían la ciudad y sus
defensas, conventos, catedrales, aduanas, y a todo lo que se construyó con
materiales de fortalezas, aún permanece, porque el pasado no pretende ser una
humillación de la historia, más bien nos la presenta reciclada. La
arquitectura es el testimonio que nos mira diariamente, es lengua de un nuevo
paisaje y cultura, nos habla en una silueta que se recrea ante nosotros, los
espacios que funda en la funcionalidad que le otorga al sitio.
La ciudad es una de las grandes creaciones del hombre. Allí
se desarrolla la convivencia humana, ocurre nuestra existencia, y la ciudad se
transforma finalmente en una piel compartida. La ciudad le dio libertad al
hombre, un espacio para crear, vivir a plenitud, compartir en sociedad y
construir mucho más que un techo, su hábitat y el de todos. "La ciudad
os hará libres", es un mensaje que viene desde el medioevo. La ciudad ha
terminado siendo la expresión de la riqueza y pobreza de su iconos, la
voluntad, creatividad, aspiraciones, visión, planeamiento, sueños, de sus
autoridades y profesionales, de un conjunto de circunstancias, aspiraciones,
necesidades y posibilidades. La ciudad es tan acogedora, generosa, que siempre
estira un poco más allá su cuerpo, se expande, abre en nuevas avenidas, y a
veces, implora hacia el cielo, con sus enormes rascacielos, porque no queda más
espacio ni posibilidades para seguir recibiendo gente. La ciudad necesita ser
entendida por todos nosotros, su espacio no es infinito y las personas
requieren cada día más servicios: agua, salud, transporte, recreación,
cultura. Cada servicio requiere de espacio y capital, además es necesario
generan más trabajo para las personas. Panamá, como toda ciudad en formación,
está en ese proceso. El enorme volumen de proyectos y su magnitud, obligan al
estado y los planificadores a replantear la ciudad junto con los arquitectos,
para enfrentar los desafìos que exigiràn edificaciones y estructuras
demandantes de más servicios. La ciudad està en deuda consigo misma,
sostiene el arquitecto Juan Carlos Saenz, porque la arquitectura que se
realiza en su àmbito supera la infraestructura existente . Al mismo tiempo,
señala, ignora el espacio pùblico y su relaciòn con el ciudadano comùn y
corriente. Edificar es tambièn dotar a la ciudad de espacios comunes para la
convivencia y el esparcimiento. Esta propuesta no sólo es para Panamá, sino
para la ciudad contemporànea , comprometida con la sostenibilidad, que busca
el equilibrio entre la planificaciòn, el diseño urbano y la arquitectura, en
favor del hombre que la habita. La firma Mallol&Mallol ha propuesto públicamente
desarrollar integralmente la avenida Balboa como han hecho otros países con
un escenografía natural de esa magnitud. La ciudad necesita un plan de aceras
públicas, ha sostenido Ignacio Mallol, Presidente del Instituto Panameño de
Arquitectura y Urbanismo (IPAUR).
Singapur es considerado un modelo, como en un territorio
tan pequeño, sin las ventajas del escenario y las condiciones favorables de
Panamá, presenta una admirable planificación urbana que utiliza todos los
recursos de la tecnologia, cultura, conciencia y desarrollo humano. Las
ciudades son cada día más dinámicas. Reciclan sus edificaciones, les
otorgan nuevas funciones, pero los arquitectos no dejan de diseñar el futuro.
El rico estado de Dubai, se encuentra inmerso en un gigantesco desarrollo
hotelero en islas, nuevo aeropuerto y viviendas para la ciudad y el turismo.
Las ciudades son sorprendentes, se renuevan en medio de los desafíos de la
migración y de las demandas que se multiplican geométricamente como la
población. China, Shangai especialmente, es el modelo de como la modernidad
llega aceleradamente y de manera espectacular, global, con rascacielos y
desarrollos impensados hace unas décadas. Las viejas y tradicionales ciudades
no se detienen ante el futuro y vemos como incoporan un valor agregado con sus
iconos y museos que atraen a personas desde distintas partes del mundo. Frank
Ghery, en la madurez de su oficio, fue el precursor de los museos-iconos con
el diseño del Guggenheim en Bilbao. Foster & Partners diseñó
un gran edificio, de 40 pisos y 180 metros de alto, conocido como el
Pepino, en Londres, que alberga a 3000 empleados de la empresa Swiss Re y
sorprende no sólo por sus formas, sino porque consume un 50 por ciento menos
de energía. La historia de los iconos es la de la arquitectura, porque
siempre las ciudades se han visto en el espejo de sus grandes obras, como
catedrales que recogen el espíritu de una época que son todas las épocas. Las
Torres Gemelas, Twins Tower, con sus más de 400 metros de altura, 110
plantas, 43 mil 600 ventanas, 200 mil toneladas de acero, fueron el símbolo
de la prosperidad y poderío financiero de Nueva York, ciudad por excelencia
de iconos arquitectónicos. El español, Santiago Calatrava, arquitecto,
ingeniero y escultor, forma parte destacada de esta generación que hace más
ciudad y erige iconos, que globalizan el arte, una nueva estética funcional
de la belleza. Su Torso en Giro (Turning Torso), una torre
de 190 metros de altura, erigida en la ciudad sueca de Malmö, que asemeja el
movimiento del cuerpo humano y que se retuerce en sí misma, dando un giro de
90 grados desde la base hasta su último piso. El genovés Renzo Piano, diseña
en distintos lugares del mundo y no cesa de experimentar desde la artesanía
de su arquitectura, que va desde el rascacielos del diario The New Yor
Time, al llamado vidrio roto de Londres, Shard of Glass.La obra
de Piano en Estados Unidos es un icono en si misma y está representada en las
capitales de la arquitectura norteamericana: Chicago, Nueva York, San
Francisco, Houston, Boston, California. Más de alguna vez la crítica
especializada ha dicho que Piano va lontano. Las Petronas, Kuala
Lumpur, Malasia, (Petroliam Nasional Berhad), torres de 452 metros de
altura y que fueron las más altas del mundo hasta que se elevó Taipei
101, con 508 metros. Y el círculo virtuoso de los iconos vuelve a
Manhattan, Zona Cero, con la Torre de la Libertad. Una estructura
monolítica de vidrio reflejará el cielo, coronada por una antena esculpida y
que tendrá 541 de altura, el edificio más alto de Estados Unidos. Cinco años
duró su diseño y cristalizará en la obra, el 2011.