El éxito es a veces un fracaso. La literatura está plagada de
accidentes, de inconfesables desaciertos, pero de alguna manera
las páginas verdaderas permanecen en el tiempo. Son tantos y
subjetivos los factores que un crítico, el público y el tiempo
suelen considerar para avalar una obra, que a veces es mejor
dejar que el cuello del cisne salga a la superficie cuando los
cocodrilos duermen la siesta.
Los lagartos de la literatura son personajes escamosos e
insomnes, antropófagos, muerden de vicio, cazan moscas para
probar sus instintos, depredan el aire, el hueco de las palabras
y suelen echarse cenizas a los ojos para justificar su ceguera.
El bosque de los pigmeos crece en la imaginación de sacerdotisas
y mancos del espanto en el nuevo extremo, Chile capitanía
general de la prosa, si hasta la poesía cierra los ojos y deja
pasar la carroza con el fiambre aún caliente.
Definitivamente las polémicas literarias, las críticas entre
escritores, los comentarios en algunos medios periodísticos, han
caído en la fosa común del olvido y el viento de la pequeña
historia se lo lleva todo, porque los protagonistas no están a
la altura del debate, ni de los tiempos, ni de la literatura
misma, y menos del oficio de escritor.
Me refiero a las recientes declaraciones de la novelista
chileno-estadounidense, Isabel Allende, al
diario argentino La Nación, donde dispara de chincol a
jote, ignora a Cervantes, Borges y nos refleja un olvido por las
cosas fundamentales de Chile, algo imposible de creer, la confusión
de los 11.
Confieso que leo todos los días La Nación y el
contenido de la entrevista me pareció hondamente superficial,
con afirmaciones poco afortunadas, donde según ella, la envidia
le otorga universalidad y permanencia a un escritor en el tiempo."
Soy americana (...), un atentado terrorista destruyó las Torres
Gemelas del World Trade Center (...) Nada volverá a ser como
antes y yo gané un país", comentó al diario
argentino que le preguntó de donde sentía que era.
Curiosa respuesta de una escritora nacida en Lima, criada,
educada, formada en Chile, sobrina de un presidente mártir en un
11 de septiembre de hace 30 años, hecho que marcó la vida a
millones de chilenos, de América latina y del mundo entero, y a
ella misma que aún no lo ha notado. Una frase de antología para
el reino de la amnesia, motivo quizás de una próxima novela
best seller: La huerfanita de las Torres Gemelas.
Sorpresa, si, porque Claudio Arrau nunca dejó de ser chileno
aunque se nacionalizó norteamericano y abandonó el país a una
corta edad. Pidió ser enterrado en Chillán. La Mistral, en su
pasión de odio y amor a Chile, con justificadas razones en esa
época, no dejó de amar su patria chica del Valle de Elqui, y
escribió sobre Chile, sus fantasmas. Matta, el pintor, hablaba
de poto y era un chileno universal. Neruda, el viajero inmóvil,
lo calificó Rodríguez Monegal, porque en el fondo nunca salió
de Chile. Violeta y Nicanor Parra, dos de nuestros emblemáticos
artistas auténticamente nacionales. El "pije"
Huidobro, poeta millonario, viajero empedernido, chileno al cubo.
El mismo Gonzalo Rojas, profesor por 20 años en Estados Unidos,
viajero incansable, siempre chileno.
Desde luego, cada cual hace con su vida y nacionalidad lo que
estima conveniente, y busca sus propias raíces, porque un
escritor sin raíces es como un pez sin agua. El trauma de Chile
da para un barrido y un fregado. Cientos de miles de chilenos se
insertaron en la vida de otros países, en los más apartados
continentes. Pero, un escritor es un ave de otra especie. Y ahí
vemos a Oscar Hahn, profesor hace dos décadas en Iowa City, y su
lenguaje es uno de los más chilenos de la poesía chilena.
Isabel Allende contesta tardíamente, post morten, a Roberto Bolaño,
quien la calificó de escribidora antes de morir, y nos
da una cátedra de ignorancia literaria,
superficialidad, ni siquiera esnobismo, sino una desubicación
absoluta, al referirse con clásico desacierto y desdén a un
manco que escribió por todo el idioma castellano junto y a un
ciego que estampó sus ficciones con tinta indeleble. "Los
leen cuatro gatos", dijo la dama que ha hecho fortuna
con la literatura, en esta época de babas-lidades publicitarias,
contemplaciones frente al televisor, y muchedumbres absortas tras
la perdida huella digital del hombre banal que no tiene méritos
ni siquiera para servirle el pienso a Rocinante.
No conozco a Isabel Allende, no me parece una persona
desagradable, me alegra y lo he dicho, que su obra se venda, que
sea exitosa, me complace que viva de su trabajo, pero sus
opiniones son de una superficialidad, banalidad de dueña de
casa, que ofende a la literatura.
Bolaño puede estar contento, casi nadie lo ha leído en Chile,
menos aún los escritores-detractores, e Isabel Allende se confesó
que le pareció aburrido."Eché una mirada a un par de
libros y me aburrió espantosamente"
El autor de Los detectives salvajes le había dicho
varias cosas, entre algunas, esta: "su glamour de
sudamericana en California, sus imitaciones de García Márquez,
su indudable valentía, su ejercicio de la literatura que va de
lo kitsch a lo patético", para rematar: "Es
decir: la literatura de Allende es mala, pero está viva, es anémica,
como muchos latinoamericanos, pero está viva. No va a vivir
mucho tiempo, como muchos enfermos, pero por ahora está viva. Y
siempre cabe la posibilidad de un milagro".
Bolaño está entrando a Estados Unidos y con ello toda la
literatura chilena, de mano del icono femenino de la
intelectualidad de ese país, Susan Sontag. Además está
traducido a distintos idiomas y es conocido, leído, en Europa.
Un prosista como pocos en Chile y no hablemos de los premios,
porque todo es relativo, pero se los ganó también.
La escritora, residente en California y autora de ediciones con
tirajes no soñados, 38 en Argentina de su primera novela, La
Casa de los espíritus, sólo reconoció como verdaderos
escritores permanentes en el tiempos Homero y Shakespeare. A los
demás probablemente no los haya leído. Borges podía darse sus
lujos, boutades, decir que había leído poco, cuando fue tan
importante como lector que escritor. Tenía un cheque en blanco
con sus ficciones. Era discutido pero un indiscutible gran
escritor.
El porteño, un enamorado del Quijote, consideraba que las
primeras palabras del clásico español "deben ser
estudiadas por todos aquellos que escribimos relatos".
Yo las recuerdo de memoria, nunca se me han olvidado, y le aclaro
que las aprendí de muy chico, dijo en una entrevista. En un
lugar de la Mancha...El autor de El Aleph, reconoce
la sinceridad de Cervantes como uno de sus grandes atributos en
su obra: no nos miente en ningún momento. La inmortalidad del
Quijote, según Borges, al igual que la de Hamlet, de
Shakespeare, a la voz de sus autores, y podrían desaparecer
todas las copias del Quijote en el mundo, pero se conservarían
la imagen del hidalgo y de su escudero, porque ambos personajes
son parte de la memoria de los hombres.
En 1605 se editó el Quijote por primera vez y estuvo lleno de fe
de erratas. Sin embargo, tal fue el éxito, que ese mismo años se
lanzaron seis ediciones más en Madrid, dos en Lisboa, dos en
Valencia, y otra en Barcelona. No estaba globalizado el mundo, no
existía Internet, ni las computadoras, ni el marketing. Tampoco
se obligaba en los colegios la lectura del manchego personaje.
Comparable con Harry Poter en un mundo más pequeño con
todas las desventajas. Con la diferencia, que Mr Harry no durará
como La isla del tesoro, ni El Principito, ni Pinocho
y tantos clásicos inmortales, de había una vez con Hansel
y Gretel. Cervantes, con una vida llena de infortunios,
envidiado, murió con la sonrisa de la posteridad en los labios. "Más
versado en desdichas que en versos", dijo Miguel de
Cervantes, a quienes le negaban su condición de poeta.
La virtud de todo lo bueno en literatura es ser siempre reciente,
recordaba Borges, con relación a Oscar Wilde. George Moore,
citado por el autor de El Hacedor, dice que el éxito,
por lo general, un atributo del sensiblero. Todo esto con relación
al olvidado Quevedo, que creía más en las palabras que en los
sentimientos. Para gozar a Quevedo, sostenía, hay que ser hombre
de letras. La perfección no le ha permitido tanta universalidad
y menos ser traducido a otros idiomas, reconocía
La publicidad sin duda es de un alcance tan vasto en su daño en
la cultura, como el SIDA en el cuerpo humano, corroe la imaginación,
pudre el seso, y aviva el espanto, se apodera del alma y la lanza
al basurero delante de tus ojos con tu propio consentimiento.
No esperamos a Sartre y Camus en la escena del siglo XXI, Cortázar
y Arguedas, García Márquez y Vargas Llosa, pero tampoco este
tinglado de cuarta categoría, submundo de la tierra de nadie,
como si un idiota hablara al mismo tiempo en todos los canales.
El poeta chileno, Armando Uribe opina que lo más llamativo de
Isabel Allende, flamante premio José Donoso 2003, es que ella asegure una y otra vez que la
resistencia que encuentra en el medio literario chileno se debe a
que los escritores locales no le perdonan el enorme éxito de
ventas que ha alcanzado
"Pobre señora; ella cree que la envidian, y eso me
parece divertido, porque sería como envidiar un comercio
exitoso. La literatura no tiene nada que ver con el comercio de
libros", sentenció Uribe Arce, uno de los poetas más
originales de Chile, a un diario de ese país suramericano.
Cuatro gatos, no son lo mismo que cuatro ratones, diría el
Flaustista de Hamelín, y doña Isabel, tan aficionada ella a los
flautistas.
Rolando Gabrielli
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