El denominado gobierno «K», enfrenta hoy
diferentes frentes, por un lado la ambición política de sumar poder,
destruyendo instituciones, tradiciones, o bien comprando los apoyos de políticos
mercenarios que prostituyen su moral por alguna dádiva o puesto. Las consecuencias de gobernar con demagogia, y caprichos sólo pueden desatar el caos o «kaos».
Después de todo... Kirchner lo hizo.
La política del gobierno ha ido poco a poco revelando sus únicos intereses, y esto es la suma de poder, con una muy hábil capacidad para el doble discurso, ha ido por cada uno de los sectores
para, de esta forma, monopolizar el poder político, infiltrar y controlar el poder judicial y controlar los medios de prensa.
Obviamente, semejante tarea necesita no sólo de sutiles asesores, sino de importantes sumas de dinero de inversores.
No es un secreto el que Néstor Kirchner y su esposa han sabido administrar sus sueldos y llegar a poseer una importante suma de dinero que forma
parte de su capital. Pero tampoco extrañó a nadie algunas denuncias respecto al origen de esa riqueza, en la que se mezclan empresarios y políticos.
Arrastrando una herencia de favores por cumplir es que, desde el comienzo de la gestión, los agraciados con puestos oficiales se han acercado a poner la cara y la
firma. Siempre sabiendo que no son ellos los que deberán decidir en sus puestos, sino alinearse y secundar los deseos de Néstor y Cristina.
Así, la gestión incluyó a diferentes políticos, aunque varios de
ellos no formaban parte de la original movida kirchnerista. Y lo que parecía ser un gobierno pluralista, terminaría siendo el gobierno de los traidores, de los oportunistas que no dudan en saltar de partido en partido, demostrando que hace
tiempo la ideología se murió en la Argentina, junto con la dignidad. Dicen los profesionales de la salud mental, que la realidad se conforma de innumerables factores que afectan a una persona, motivo por el cual ante relatos de personas que vivieron una misma experiencia siempre existirán contradicciones. Esto, junto a las encuestas que no están actualizadas,
ha creado un Estado peligroso para todos, un Estado ausente o desbordado, en el que
por ejemplo el ministro del Interior Aníbal Fernández, intenta explicar los motivos de la vuelta al delito, con comparaciones ridículas; mientras nos violan o nos matan en hechos que además de traumáticos, están cargados de violencia.
En semejante estado social, no fue raro entonces que surgieran casos de justicia por mano propia, y esto es porque falló el Estado y falló la sociedad. Pero
hay un riesgo mayor: en las fuerzas policiales existe un profundo resentimiento hacia la ciudadanía
por parte de algunos miembros que sienten que son utilizados y que terminan siendo simples blancos, protegiendo a quienes no los respetan.
Muchos ciudadanos se han armado por la creciente inseguridad,
muchos incluso poseen armas ilegales, pero ante el riesgo familiar estos dan prioridad a la seguridad de sentirse capaces de defender su casa. Mientras, desde las mismas líneas del gobierno se alienta a la reforma del Código Penal, en una especie de justicia
abolicionista. Todo con la supervisión y elaboración del Dr. Slokar, quien hasta esta temeraria empresa no tuvo méritos para estar en la palestra mediática, salvo por la publicación el año pasado del nuevo manual de derecho penal que encabezó el Dr. Eugenio
Zaffaroni.
La gente quiere más, quiere seguridad, quiere la tranquilidad de saber que si sale de casa
regresará. Y aún así, el gobierno continúa con sus avances políticos, ahora el tema de discusión fue el de los superpoderes, y hasta Aníbal Fernández salió a meter miedo acusando a Mauricio Macri de contrabandista, a
Elisa Carrió y a otros opositores ventilando algunos trapitos sucios. Justo él, que cuando fue
intendente de Quilmes huyó escondido en el baúl de un auto para eludir su detención, la que pudo esquivar con la ayuda de
Eduardo Duhalde y una banca de senador provincial.
Pero el «Kaos» se origina en la inestabilidad social, ya que en el combo que el gobierno
compró con D´Elia y compañía (piqueteros), estos no representaban a todos los sectores como parecía, sino que
sólo controlaban y controlan determinadas facciones. Así las cosas, hoy resurge el fantasma de los saqueos, de violentos choques entre pobres, y todo porque este gobierno no ha traído una equidad social, sino que cada vez es mayor la brecha entre ocupados-desocupados, pobres-pudientes, instruídos-analfabetos, y ni hablar de la igualdad ante la Ley.
Ya sin discursos mediáticos efectivos, poco a poco el gobierno se va aislando en su propio «mundillo» y de vez en cuando sale a despotricar contra algún supuesto
opositor, pero lo cierto es que este gobierno que fomenta el caos y el desorden social, no ha traído nada nuevo que resaltar. Hasta los acuerdos anunciados son meras expresiones de
deseo. Si no, basta tomar como ejemplo el precio del pan, para darse cuenta de que es casi imposible conseguir el kilo a $2,50. Por si fuera poco, el supuesto gobierno del pueblo, poco y nada hace por los trabajadores, sino que por el contrario se sienta a negociar con corruptos sindicalistas que solo miran su bolsillo a la hora de acordar aumentos. Hasta los grandes medios, abusan de sus empleados, sin respetar sueldos o estabilidad laboral, después de todo ya no interesa la calidad de lo que se publica, sino lo que se publicita, y en eso, como todo gobierno demagogo, se gastan millones. En el colmo de lo irracional, en plena discusión por los superpoderes Cristina Kirchner, acusó a la prensa de censura y de publicar sólo fragmentos de frases sacadas de contexto. Posta que fue retomada por "K" para acusar a La Nación y otros de eternos golpistas, hecho que asegura no olvida.
Concluyendo, atacando las instituciones, realizando purgas subjetivas en las que incluso permanecen indemnes delincuentes que pudieron safar de la vista «K» gracias a algún padrino, no mejoran nada. Chicos mendigando por las calles en cualquiero horario,
otors que de noche viven robando algo para comer, arrebatando lo que sea al descuidado de turno. Jóvenes fumando paco en las esquinas, una política exterior peligrosa, aprietes a radios comunitarias y medios independientes, curiosos accidentes y poco claras movilizaciones organizadas para saquear con una parcial política de derechos
humanos. Todo esto nos da el panorama de que no estamos muy lejos de llegar al caos.
Marcelo Ricardo Hawrylciw
El sindical