En la Argentina –como en general en todo el mundo– existen básicamente tres clases sociales (definidas en esencia por su nivel relativo de ingresos, más otros muchos otros aditamentos que acá no viene al caso desarrollar): baja, media y alta.
De su peso relativo y nivel general de instrucción/información depende el resulta de cualquier elección. Aquí definimos a la clase baja como aquella que o bien no llega a fin de mes (clase miserable que pasa hambre) bien porque carece de todo ingreso genuino, bien porque este resulta exiguo (el “planero” medio), alta a aquel sector al que le sobra prácticamente todo y en consecuencia posee una gran capacidad de ahorro/gasto superfluo y media al resto, al que le puede ir mejor o peor pero tiene qué comer y eventualmente puede ahorrar algo.
En nuestro país la mayor parte de la clase baja carece de educación formal e informal tiene cada vez menos (van más de 3 generaciones sin trabajo regular), la clase media está medianamente educada pero al menos si se lo propone puede conocer lo que pasa y la alta suele estar muy bien informada y razonablemente educada. Todos estos, son, por supuesto, trazos gruesos.
La clase baja es radicalmente conservadora. Por principio todas las clases bajas del mundo lo son. De la miseria no sale revolución si no atraso y más miseria. Esto lo advirtió Marx en su tiempo y sigue siendo así. A veces hay condiciones revolucionarias pero estas son la excepción, no la regla y cuando se dan los que dirigen las revueltas rara vez están entre los pobres.
En los países altamente desarrollados es igual solo que en esos países los pobres son comparativamente menos. Donde pesan bastante (por ejemplo en los EUA) el triunfo de gente como Donald Trump se explica básicamente por el peso relativo de este tipo de voto. Entre nosotros el peronismo es el garante del orden conservador. Ha logrado que, desde hace más de 50 años, aquí no pase nada. El voto peronista garantiza ese orden y especialmente su reproducción: la máquina de hacer y mantener pobres, quedando los ricos más o menos siempre los mismos.
Por eso, el voto peronista rara vez desciende del 30 % del electorado: pobres y clasemedieros desencantados (más algunos vivos más o menos ricos que los dirigen y se aprovechan de ellos). La base del voto peronista es ascendente en la Argentina (pese a que el peronismo como movimiento político técnicamente se terminó con la muerte de Perón) simplemente porque acá fracasó todo el mundo y hay cada vez más pobres.
Es un voto económico basado en el imperativo de subsistir y en la creencia (no necesariamente falsa en lo inmediato) que ese voto puede asegurarlo. A quien está desesperado no le puede pedir más.
La o las clases medias son más complicadas. Si bien porcentualmente descendentes todavía deciden el curso de una elección. Por si mismas no pueden ganar como clase pero sin su concurso sustancial nadie puede hacerlo. Su voto es en parte económico y en parte por otras razones (habitualmente equivocadas y excepcionalmente visionarias). Ya lo dijo Churchill: la democracia es un pésimo sistema político y sería el peor, de no ser por todos los otros. Pero las clases medias son básicamente instruidas y -si quieren- están en aptitud de entender lo que pasa. Si se las engaña es en buena medida porque quieren ser engañadas.
Cuando su voto aparece reñido con la ética (por ejemplo al votar a una candidata multiprocesada) tienen evidente conciencia de ello (por eso es un voto en gran parte vergonzante). Saben lo que hacen en el fondo de su conciencia. Por eso, la crítica moral es válida a su respecto.
Los ricos votan en general con perfecta conciencia. Su voto es como el de los pobres: económico, pero además estratégico. Votan en función del mañana pero también del pasado mañana. De ahí que no debe extrañar que en países como el nuestro comulguen con los más pobres. Que todo cambie para que nada cambie les viene de perilla.
Es que saben mejor que nadie que el peronismo hace muchos años dejó de ser la maldición del país burgués y se transformó en la barrera prácticamente infranqueable del país que quiere progresar, más que una nostalgia que da votos. Periodismo y Punto
Excelente articulo, le duela a quien le duela.