El caso del sacerdote Delfor Brizuela –quien en la provincia argentina
de La Rioja confesó a sus feligreses que amaba a una mujer y que renunciaría
al sacerdocio- volvió a poner sobre el tapete uno de los temas que la Iglesia
Católica se empeña en ignorar y, a la vez, en tratar de evitar que se hable
del mismo: el celibato.
Conviene aclarar
que éste fue impuesto a rajatabla por el Vaticano, no por Dios ni por Jesús,
y como contrapartida y reacción frente a algo tan antinatural, de vez en cuando
aparecen curas valientes que se rebelan, tal los casos del sacerdote Brizuela o
del ex obispo, también argentino, Jerónimo Podestá, casado y excomulgado por
la Iglesia desde fines de la década de 1960.
¿O acaso no fue Dios
quien dijo “no es bueno que el hombre esté sólo”?. Y ésto aparece
en la propia Biblia, algo que, según parece, a la Iglesia se le escapó borrar
de las Escrituras. ¿O no fue Jesús quien tuvo amores con María Magdalena?. Y
esto no es para asustarse, persignarse ni rasgarse las vestiduras. Jesús era un
hombre. Para eso, se dice, vino a vivir entre nosotros. Como un hombre. Y como
tal debió pasar por todos los sentimientos, sufrimientos, alegrías y
necesidades de un hombre.
De allí que al
Vaticano le sobrevino tanto sobresalto y furia cuando apareció el libro “El Código
Da Vinci”, y más aún cuando se aproximaba el estreno de la película homónima,
a la que intentaron detener, cortar partes o censurar como sea. Simplemente
porque reconoce el hecho de que Jesús tuvo una compañera. Y quizás
descendencia con ella, cosa que habrá que estudiar un poco más pero que,
obviamente, no es un imposible.
Solamente la Iglesia
impuso el celibato, en un Concilio del siglo XVI. Hoy en día quizás le hubiera
resultado imposible hacerlo, pero en aquellas épocas dominaba todo gracias a la
ignorancia, la falta de instrucción y también gracias a la “Santa”
Inquisición. Lo que no impidió que hubiera a lo largo de la Historia cientos
de Papas, Cardenales y curas que se dieron una vida de lo mejor obviando varios
pecados capitales, entre acumulación de riquezas, grandes comilonas y buena
bebida y sin desdeñar para nada tratos más que íntimos con señoras, señoritas
y niñas. Baste un solo ejemplo: el Papa Alejandro VI era un Borgia, padre de niños
tan poco candorosos como César y Lucrecia Borgia, y tuvo además algunos hijos
sueltos por ahí con algunas damitas romanas, incluida una sobrina suya. Y
atención que ésto no deja de suceder en la actualidad, pero con más discreción,
claro.
Algunos piensan o
alimentan la esperanza de que el celibato, en estos tiempos modernos, no tardará
en ser desterrado por la Iglesia y que los sacerdotes –como los pastores de
otras confesiones cristianas- podrán casarse. Lamentablemente nada de ello
ocurrirá mientras el Vaticano esté comandado por Papas y Cardenales
ultraconservadores y recalcitrantes que no dispondrán de ningún cambio en las
directrices y el rumbo católico, como sucedió con Juan Pablo II -después de
que tuviera que ser liquidado su antecesor, Juan Pablo I, porque amenazaba
precisamente con importantes cambios- y sucede actualmente con el actual,
Benedicto XVI. Ambos, miembros del Opus Dei, la nefasta organización secretista
y sectaria creada por el “santo express” José María Escrivá de Balaguer,
quien sufría, además de algunas alucinaciones y delirios de grandeza, de una
notoria represión sexual. Organización que logró, paso a paso y en poco
tiempo, colocar en el Vaticano a cada vez más de sus miembros y llegar a
dominarlo totalmente, como está ocurriendo.
Algunos señalan
que el celibato obedece a motivos económicos de la Iglesia. Y tal vez
tengan razón. Esta institución, la más rica del mundo, siempre ha tenido como
objetivo principal la conquista –como hace siglos atrás en que el Papa
enviaba tropas a diestra y siniestra- y la recaudación continua de riquezas.
Desde las que obtiene simplemente por la remisión de las limosnas de los fieles
desde todas partes del mundo hasta las más complicadas y entretejidas maniobras
financieras a través del Banco Vaticano, salvado por Juan Pablo II y el Opus
Dei luego de que pasara por varios sobresaltos y una cuantiosa pérdida de
dinero en los años ’80, fruto de algunos malos manejos y oscuras relaciones
que tenía en ese entonces, incluso con la mafia.
Por ello, ¿cómo
van a permitir que los curas se casen si las mujeres son un peligro para la
recaudación?. Que sigan solteros y envíen todas las moneditas
religiosamente. En todo caso que hagan de las suyas “por detrás de la sacristía”,
no hay problema. Que conquisten a alguna que va a confesarse, que se consigan a
una que otra noviecita e incluso algo más aberrante: que se “entretengan”
con los infantes que van a catecismo o tienen la desgracia de alojarse en
algunos colegios o institutos católicos, tema éste que surge cada vez con más
preocupante frecuencia, aunque no inquieta tanto a las autoridades eclesiásticas,
que sí se preocupan en cambio por ocultar los hechos o, cuando éstos salen a
la luz, por proteger y enviar a otra parte a quienes los comenten, donde por
supuesto podrán seguir haciendo lo mismo.
Esto es, en suma, el
celibato y todo o parte de lo que acarrea y provoca entre los sacerdotes. Otra
aberración que sugiere más aberraciones. El Vaticano lo sabe bien, pero hay
que mantener la doctrina. Es más conveniente.
Carlos Machado
ANEXO: El cura, padre de una beba,
pidió perdón a la iglesia al dejar los hábitos
Un sacerdote que confesó a Caracol Radio que tenía una hija de 14 meses,
pidió perdón a la iglesia, a su familia y a los feligreses por la acción que
cometió y que lo llevó dejar los hábitos.
El padre Fabio Enrique Osorio Tolosa, ex director de Pastoral Social de la
Arquidiócesis de Bucaramanga, precisó que lo único que quiere en estos momentos es salir de la mano con su
pequeña hija de 14 meses y disfrutar el nuevo rol que tiene como padre de familia.
Fuente: Caracol