UNO
Las antologías son artefactos decididamente discrecionales y su contenido es una selección de textos al dente de su(s) autor (es). De las antologías podemos esperar casi todo. Desde la arbitrariedad a las omisiones y destaques subjetivos, patéticamente personalistas y disfuncionalmente creativos. Todas contienen el gusto de la mano que las elabora. Y contienen, sin duda, textos esenciales, algunos que sus propios autores no consideran representativos y otros que no debieran haber sido escogidos porque carecen de representatividad, peso y calidad poética. El antologador se transforma en juez y parte, y lleva adelante su proyecto contra viento y marea. Todas fueron escritas por algún objetivo y parten del punto de vista de su autor, como debe ser. Antologar es separar un conjunto aparte de manera selectiva. Las antologías son un inventario, la adjetivación de lo personal, una mirada de época, que siempre es restringida al ojo del amo que hace engordar el texto. Jorge Luis Borges que conocía de estos afanes, dijo en una oportunidad que nadie puede compilar una antología que sea mucho más que un museo de sus Simpatías y Diferencias. El inefable porteño ahondó aún más en su visión sobre estos libros guías, auxiliares de la memoria, cuando acuñó la frase: No hay antología cronológica que no empiece bien y no acabe mal.
Las antologías son artefactos decididamente discrecionales y su contenido es una selección de textos al dente de su(s) autor (es). De las antologías podemos esperar casi todo. Desde la arbitrariedad a las omisiones y destaques subjetivos, patéticamente personalistas y disfuncionalmente creativos. Todas contienen el gusto de la mano que las elabora. Y contienen, sin duda, textos esenciales, algunos que sus propios autores no consideran representativos y otros que no debieran haber sido escogidos porque carecen de representatividad, peso y calidad poética. El antologador se transforma en juez y parte, y lleva adelante su proyecto contra viento y marea. Todas fueron escritas por algún objetivo y parten del punto de vista de su autor, como debe ser. Antologar es separar un conjunto aparte de manera selectiva. Las antologías son un inventario, la adjetivación de lo personal, una mirada de época, que siempre es restringida al ojo del amo que hace engordar el texto. Jorge Luis Borges que conocía de estos afanes, dijo en una oportunidad que nadie puede compilar una antología que sea mucho más que un museo de sus Simpatías y Diferencias. El inefable porteño ahondó aún más en su visión sobre estos libros guías, auxiliares de la memoria, cuando acuñó la frase: No hay antología cronológica que no empiece bien y no acabe mal.
He comprado a lo largo de los años algunas antologías de
poesía chilena, norteamericana, venezolana, mexicana y quizás de algún
otro país. Entre las curiosidades me ha sorprendido el volumen Poesía
Chilena Contemporánea de Miguel Arteche, Juan Antonio Massone y Roque
Esteban Scarpa, quien fuera mi profesor de Literatura General. Al final
del índice acuña dos perlas: Enrique Lihn no autorizó ser incluido en esta
antología y a continuación enumera los poemas que le habría gustado editar
al antologador. Jorge Jobet también manifestó su deseo de ser excluido de
estas páginas y se realiza el mismo procedimiento que con el poeta
mencionado anteriormente. No conocía de estas sutilezas, pero ocurren como
en este caso de una antología que abarca casi 100 años de poesía chilena.
Son 150 poetas con 500 poemas. Está hasta el gato de Baudelaire.
Yo salí de Chile hace poco más de 31 años con un puñado de libros, entre
ellos la Antología de la Poesía Chilena Contemporánea de
Alfonso Calderón, con quien conversé poco antes de viajar y él me aconsejó
que la incluyera en mi valija. Sus vistozas tapas rojas las forré con un
papel inocente, porque el peligro(so) rojo cegaba al mandamás de turno. La
presente antología, advierte al lector Calderón en sus primeras líneas, es
el resultado de tres años de lecturas pacientes y reiteradas, de múltiples
confrontaciones y dudas. La antología, que cuenta de dos partes, va de
Diego Dublé Urrutia, 1898 hasta Gonzalo Millán, 1968, con su libro
Relación Personal. La segunda parte es un Apéndice donde los autores
testimonian sobre sus trabajos, la poesía y acto de creación, lo que le
permite al lector encontrarse además de la obra con el autor en su
solitario trabajo frente a la página en blanco. Es una selección de 33
poetas, la más balanceada que he leído para conocer la poesía chilena
hasta los años 70 y sólo de allí desertó Hernán Valdés hacia la prosa.
Lihn fijaba posiciones y nos dejaba en claro que la poesía tiene que ver
más con el hombre y su relación con los acontecimientos socio-históricos,
de lo que vislumbramos y a veces consideramos. Verso premonitorio, a
demás: Un mundo nuevo se levanta sin ninguno de nosotros/y envejece, como
es natural, más confiado en sus /fuerzas que en sus himnos. El profesor
Naín Nómez, con Poesía Chilena Contemporánea. Breve Antología Poética,
hace una selección de lo que él llama los principales poetas
contemporáneos de Chile. Son ocho los elegidos en su orden: Gabriela
Mistral, Vicente Huidobro, Pablo de Rokha, Pablo Neruda, Humberto Díaz
Casanueva, Nicanor Parra, Gonzalo Rojas, Enrique Lihn y Jorge Teillier. No
figura en esta selección de principio de los 90, Rosamel del Valle. Abre
cronológicamente la Mistral por ser precursora de un cambio trascendental
en la creación poética y cierra Teillier, quien creó la Escuela lárica.
Nómez no sólo presenta a los autores, sino nos entrega un perfil crítico
de su obra, algo más que un trazo sobre sus vidas e incluye opiniones de
los autores sobre la poesía. Nómez recoge en su selección tal vez las
fuentes más poderosas de la poética chilena contemporánea, principalmente
del siglo XX. La poesía en Chile ha sido una especie de primera, segunda y
tercera memoria nacional. A ella acuden quienes quieren conocer un poco
más del ser nacional, de la geogragía física de la larga y angosta tierra
de quejas y contentaciones. El alma de una nación está en su poesía, en la
intimidad de la rosa y la espina.
Existen dos antologías históricas. Selva Lírica, de 1916, que dejó por
fuera a la Mistral, y la de Jorge Elliot, 1935. Ambas dejaron huellas y
polémicas y son punto referencial hasta nuestros días, porque son textos
que marcaron una época. Los ridíciculos preciosos, como le llamaron a sus
jóvenes antologuistas, Volodia Teiteilboin y Eduardo Anguita,
estremecieron poéticamente su tiempo con su olfato y arbitrariedades, el
talento de dios y el demonio.
Erwin Díaz es el poeta antologador de esta antología
intitulada Poesía Chilena de Hoy, de Parra a nuestros días, que tiene 10
ediciones, y la primera se remonta a 1988. Sus más de 500 páginas están
integradas por 30 poetas, que escriben después de Neruda, a partir de
Parra. La primera gran curiosidad de esta Antología es que en la
Advertencia eliminar, suscrita por el crítico y profesor, Federico
Schopf, es la advertencia que hace (válida la redundancia) que: "como era
de esperar, el antologador y el que escribe estas líneas no están del todo
de acuerdo en torno a los autores , y poemas elegidos". Erwin Díaz, es eel
responsable de la Antología, decanta Schopf, quien ha compuesto estos
materiales en medio de la desinformación y dificultades existen en Chile a
partir del 11 de septiembre de 1973. (La última edición es del 2005, cabe
destacar y la dictadura concluyo en marzo del 90) lo cierto es que el
desencanto por la poesía política nerudiana, sigo a Schopf, llevó a los
poetas jóvenes destacados de ese entonces, Lihn y Armando Uribe a un
encuentro con la antipoesía que desarrollaba Parra a partir de Poemas
y Antipoemas (1954). Schopf confunde los años, habla de la antipoesía
del Cancionero sin Nombre (1938), poemario que olvidó Parra, por
no representar justamente su antipoesia, y con evidentes influencias
garcíalorquianas. 17 años reflexionó Parra su futuro producto, para ver
como entraba en el escenario de los grandes poetas chilenos. Parra entra a
la escena y no la abandonaría más con Neruda vivo o sin Neruda, y si bien
Enrique Lihn sostiene que el poeta de Versos de Salón, sustenta
una estética que lo coloca al margen de nuestra tradición literaria, por
Parra pasan Huidobro, Neruda y Carlos Pezoa Véliz y etc. Nada viene del
aire, ni el amanecer de Parra, que es la nueva vendimia de la poesía
chilena, de quien se transformó en un vocero de la calle, áspero ruiseñor
de la vida, luminoso individuo con su soliloquio imaginario y real.
DOS
Parra llegaba para instalarse en la vida cotidiana, uno más
del montón, el poeta por más antipoeta, sigue escribiendo poesía. Parra se
ha autodefinido como un hombre anti-stablishment, y cierta crítica así lo
ve y asimila. Es parte importante de la perfomance del poeta y de la
antipoesía, demoler lo establecido y construir un horizonte para ser
devisado desde otra perspectiva, lejos del yo personal, dentro del yo
colectivo. Parra se hizo cada vez más público y no se bajo de ese
escenario que construyó con sus actos y palabras. Comprendió que le había
tocado la mesa del pellejo de la Guerra Fría y no los grandes escenarios
nerudianos de la Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial, entre
otros momentos históricos irrepetibles para el mundo y la poesía. Frente a
la ola monumental histórica de Neruda en su Isla Negra y al mito
huidobriano parisino, creacionista, mundano, una Mistral reconocida con el
Nobel y su trágica, dolida existencia, con el desprecio y estigma de
Chile, Parra comienza a disparar a diestra y siniestra, se monta en su
propio carrrusel, montaña rusa y acuña sus famosos versos-artefactos del
momento estelar de los tiempos del hielo político global: Cuba sí, Yankis
también. Ya viajaba en la historia, no sólo en la memoria antipoética
parriana, el propio Parra, "su sabiduría polìtica", le transformaba en un
Canciller de la poesía en la guerra fría. Viajará a Cuba, Washington,
Moscú y Pekín de entonces, casi los mismos recorridos del Vate de Isla
Negra, con la excepción de Washington: campo largamente vedado. No nos
vayamos fuera de la Antología, porque estamos en la historia y dentro del
personaje vivo que hemos conocido directamente. Allende, Viet nam, la
izquierda chilena, tragos amargos para uno de nuestros últimos mohicanos
candidatos al Nobel de Literatura, como después la carpa que le incendió
el Tony Augusto Caluga Pinochet, en plena dictadura. Este también es
Parra, contra todo. La antipoesía no es un salero sin sal. Schopf y Lihn
coinciden tácitamente en que Neruda abandonó el liderazgo de la poesía en
Chile en favor de Parra y cree más bien que el poeta de Residencia en
la tierra, se concentró en la historia política, donde ejerció su
poesía militante. Poeta profundo en el pasado y vacío cuando "abandonó su
poesía". Parra llenaría ese vacío. En mi opinión no es cierto del todo, ni
mucho menos. Schopf le concede a Neruda casi un último libro en 1964,
Memorial de Isla Negra. Neruda no fue hombre de un sólo libro, poema,
verso, ni momento histórico y pasó por todos los ismos y no se quedó
detenido en ninguno. Es el poeta de mayor registro de la poesía
latinoamericana y castellana del siglo XX. Neruda muere nueve años después
de editar los cinco volúmenes de su "último libro importante según Schopf".
¿Qué ocurre con Neruda, su obra, vida en ese lapso? La crítica, la
historia, sus lectores, amigos, Chile, lo canonisan. La Universidad de
Oxford le otorga el Dr. Honoris Causa (1965). Viaja, viaja. Pen Club de
Nueva York (1966) Sigue escribiendo, viajando, más reconocimientos, libros
sobre su obra. Las Manos del Día, Aún. Fin del Mundo. El Senado
de Chile le condecora y hace hijo ilustre, en 1969. Candidato a la
presidencia de Chile. Neruda se sigue viviendo. Embajador en Francia.
Premio Nobel. 18 de febrero de 1973 edita su último libro en vida:
Incitación al nixonicidio y alabanza a la revolución chilena. Se
vende en las calles de Chile. Poeta popular, la poesía en las aceras de
Santiago. Deja al morir, en circunstancias trágicas y dolorosoas, el 23 de
septiembre de 1973, varios libros inéditos, sus memorias y entre ellos:
Corazón Amarillo, El Mar y las campanas. Neruda vuelve al tema
del amor una y otra vez. Antes del fin y después del fin, cierra su ciclo
iniciado en 1917. Muy temprano Neruda fue Neruda. Protagonista de
excepción de la poesía hispanoamericana del siglo XX. Discutido e
indiscutible.
NERUDIANAS
Neruda es quizás/
la sombra más fecunda/
del pesado fardo/
de la poesía chilena.
La animita que sale al baile/
a bailar alegre/
con todas nuestras muertes.
A seguir viviéndose/
por supuesto/poeta.
Los bosques de Chile/
deberían reproducir/
la obra de Neruda/
Araucaria por Araucaria.
Los muelles del alba
/posteriores al Big Bang/
son previos a la poesía/nerudiana/
y se repiten inéditos/cada verano/
en el sur de Chile.
Neruda sólo le puso música/
y dio cuerda/al reloj de arena/
de la poesía/
y para ello usó/
los 4.300 kilómetros/
es decir, el largo/
de toda la geografía/poética chilena.
El poeta antes de morir/
suspendió por tres días/
a la muerte y la envió retobada/
al infierno envuelta en copihues blancos/
y rojos/como el corazón sangrante/
de su poesía/un 23 de septiembre/de 1973.
No nos imaginemos nada.
Este es el fin del mundo.
Hasta aquí vino a arrastrar/
la poesía, su propio poncho. (R.G)
Adiós, Neruda, por ahora, es el turno de Parra, su última vendimia, que ha durado 33 años desde que usted partió. Sí, la hora del Cristo de Elqui...de Chillán más bien dicho, sentado en su Silla de Sol.
Mágico y sorprendentemente enriquecedor para la lengua castellana, que la
poesía chilena tenga tanta riqueza de lenguaje, una temática variada y que
hayan surgido a lo largo del siglo XX, grandes poetas nacionales y
universales. Tal vez los más grandes innovadores sean Neruda y Parra,
quienes sacudieron el idioma con una nueva manera de ver al hombre y su
relación con el mundo, de hacer poesía, reafirmar nuestra identidad y dar
continuidad a lo que somos individual y colectivamente, esa expresión
íntima de comunidad. Esta Antología que parte de un sólo tajo la historia
poética chilena: A partir de Parra, como las otras selecciones, reflejan,
a pesar de las ausencias de algunos autores, la calidad, rica temática,
variedad, originalidad de la poesía chilena. Schopf, un brillante crítico
literario y esteta, en cuya última visita a Chile nos comprometimos a
impulsar la candidatura al Nobel de Parra, reconoce que no están todos los
que debieran estar y se queda corto, me parece. Sólo menciona las
ausencias de Jaime Quezada y Waldo Rojas y me parece que faltan Omar Lara,
José Cuevas, Hernán Miranda y sobre todo un poeta que nadie menciona y que
Armando Uribe Arce dice que es el más importante de Chile. Yo creo que es
uno de los grandes olvidados. Me refiero a David Rosemann-Taub. En
descargo de Schopf, su Advertencia preliminar a modo de prólogo, está
fechada en 1988, en París, y desde esa fecha ha apsado mucha agua bajo el
puente de la poesía chilena. ¿No hubo tiempo o interés por hacer una
presentación más próxima a esta edición del 2005?
Ciénaga
Cómo me gustaría ser esa oscura ciénaga,
libre de lo de ayer, qué alivio, oscura ciénaga,
dejar correr el tiempo.
¡La más oscura ciénaga!
Cómo me gustaría jamás haber nacido,
libre de lo de ayer, jamás haber nacido,
dejar correr el tiempo, jamás haber nacido.
Cómo me gustaría lograr morirme ahora,
Cómo me gustaría lograr morirme ahora,
libre de lo de ayer, lograr morirme ahora,
dejar correr el tiempo, lograr morirme ahora.
Cómo me gustaría rodar por el vacío,
Cómo me gustaría rodar por el vacío,
libre de lo de ayer, rodar por el vacío,
dejar correr el tiempo, rodar por el vacío.
Cómo me gustaría ser el cero del polvo,
Cómo me gustaría ser el cero del polvo,
libre de lo de ayer, ser el cero del polvo,
dejar correr el tiempo, ser el cero del polvo.
Para no cavilarme, para no volver nunca,
Para no cavilarme, para no volver nunca,
Dios mío, yo creyera en Ti para no ser.
Cavílame en tu nada, no me hagas volver nunca.
¡Dios mío, yo creyera para nunca creer!
Cómo me gustaría ser
Cómo me gustaría ser
esa oscura ciénaga sola bajo la lluvia,
¡cómo me gustaría ser
esa oscura ciénaga sola bajo la lluvia!
Dicen que fue la muerte la causa de la vida,
Dicen que fue la muerte la causa de la vida,
y la vida – ¿la vida? – la causa de la muerte.
Pero, ahora, mi muerte la causa de mi vida.
Yo qué: furgón deshijo – destello – de la muerte.
Yo qué: furgón deshijo – destello – de la muerte.
¿Me repudias, ovario, por ímprobo deshijo?
Me has arrastrado al éxodo tan candorosamente
que tu candor me duele – ultrajante alarido –,
que tu candor me duele – ultrajante alarido –,
que tus lianas me duelen – dignas uñas lumbreras –:
cómo me gustaría jamás haber nacido,
cómo me gustaría ser esa oscura ciénaga,
cómo me gustaría ser esa oscura ciénaga,
libre de lo de ayer, qué alivio, oscura ciénaga,
dejar correr el tiempo. ¡La más oscura ciénaga!
cómo me gustaría rodar por el vacío:
cómo me gustaría rodar por el vacío:
la más oscura ciénaga sola bajo la lluvia.
Cómo me gustaría olvidarte, Dios mío.
Cavílame en tu nada. ¡No me hagas volver nunca
TRES
Federico Schopf, gran conocedor de la poesía chilena, tuvo el buen criterio de presentar un panorama de la poesía chilena, aunque se haga una disección vertical de un tiempo hitórico y literario, del surgimiento de una nueva ola poética encabezada por Nicanor Parra. Sí, hablemos del individuo que vino con su linterna a atravesar el largo túnel de la poesía chilena e hispanoamericana, con su razón apenas, a desarrollar su nueva retórica, la antipoesía. Vino a "demoler lo establecido" e instaurar lo naciente, inédito, y ello significaba poner a brillar las piedras del camino ya empedrado por la poesía. La antipoesía no anestesia el cuerpo de la poesia cuando opera con su -poema, no usa maquillaje, recurre a la voz que está detrás de muchas voces, se asocia al lector en una creciente complicidad y pone a soñar la realidad. Muchos años fuera del mantel largo de la poesía chilena, Parra se instala como un guerrillero desde hace más de medio siglo, sin bajar la guardia, dispuesto a no mirar hacia atrás ni para tomar impulso. Su "maestro", Huidobro, a quien reconoce en las postrimerías, acuñó tempranamente en su libro Altazor, el término "antipoeta y mago" y cultivó un Yo que no habría encontrado pareja para ingresar al Arca de Noé.
Los críticos de Parra, Federico Schopf, Ignacio Valente,
Harold Bloom, Hugo Montes y Mario Rodríguez, entre muchos otros, coinciden
en que estamos ante una poesía "nueva", aunque Parra tenga entre sus
blancos predilectos la propia poesía, los metaforones de los años 30, como
le llamó alguna vez a esos movimientos poéticos. Su hablante poético es el
hombre común y corriente, y sus muchas voces, no existe el Yo
grandielocuente, y sus versos son corrosivos, irónicos, satíricos,
burlescos, trasgresores, cuando menos. ¿Parra no cree en nada? De hecho,
cuando conversábamos en los jardines del pedagógico de la Universidad de
Chile, en los dorados 67, 68, 69, se refería obsesiva y despectivamente
contra la palabra "Creación". No la reconocía como tal, ni los que solía
representar tradicionalmente. La Antipoesía viene con su propia retórica y
no cree en las palabras prestigiosas, en el paraíso perdido, en lo ya
escrito y dicho, en el poeta contemplativo, y él asume la frase de la
calle, la vos de los que nadie escucha, la rodilla mutilada del verbo y
agita las aspas en sus quijotadas en el valle donde todo pareciera haber
caído, menos la Antipoesía.
Vicente Huidobro
Subamos al carrusel de Huidobro,
sin paracaídas no vaya a ser
el último paso por el Paraíso perdido.
El aire, las estrellas, los puntos cardinales,
que buscaba, dónde buscaba.
No perdamos de vista el horizonte,
ni el abismo al doblar una esquina.
Una ventana cruza un pájaro,
lo vuela, el cielo no tiene techo.
Un mar sin olas no es un mar,
es una tasa de té.
Un poema es el huracán de sus palabras.
El tiempo cruza la tarde.
En el juego de la poesía,
se aceptan castillos en el aire,
se rematan adjetivos,
se vende un desierto amoblado
y se alquila un mar
con sus respectivas estrellas.
La realidad es el mejor montaje,
es miope,
Pero la ficción usa binoculares.
Un conejo prefiere sus propias orejas
que salir de un sombrero de copa.
El espejo sólo tiene una mirada
que se repite si uno cree en los espejos.
De un agujero sólo se sale entrando
al revés.
No es sal lo que necesita mi hombro,
ni un trébol de cuatro hojas mi suerte.
Sólo subamos al carrusel de Huidobro.
Rolando Gabrielli©2002-2006
Homenaje al Poeta Chileno Vicente Huidobro
en su 110 avo natalicio, hoy 10 de Enero de 2006
Sólo subamos al carrusel de Huidobro.
Rolando Gabrielli©2002-2006
Homenaje al Poeta Chileno Vicente Huidobro
en su 110 avo natalicio, hoy 10 de Enero de 2006
Lo que queda claro, a ras de superficie, más allá de esta Antología, otras y las que vinieren, es que la poesía chilena es objeto de atención, estudio e interés más allá de las áridas fronteras nacionales, hostiles, a veces, siempre difíciles sombras de la patria. El grano de arena de la poética chilena se transforma en desierto, roca, mar, cordillera, es geografía física y humana, la misma costra del país salino, andino, antártico. Poesía luminosa Julio Ortega, profesor y crítico peruano, preocupado de estos temas ha dicho recientemente en El Mercurio de Chile: "La Mistral lo imaginó sin fronteras, Huidobro de cielo abierto, Neruda de extramares, Rojas de piedra bautismal, Parra como el grado cero del lenguaje. El poeta chileno es aquel que vuelve a la realidad con un sentimiento de los demonios. Lihn le dio intimidad al desencanto, Uribe voz al luto nacional, Zurita rehizo la geografía. Seguramente en Chile ha habido gran poesía porque han habido grandes lectores." Hay más autores, sin duda, lejos del oficialismo, el gusto personal, y he ahí la riqueza de la poesía chilena sobre el tejado caliente de la historia.
A partir de Parra, pero sin ser parrianos en su poesía, Uribe
Arce, Lihn, Hahn, Millán, Silva Acevedo, porque todos de alguna manera
también forman parte de la tradición poética chilena, vinculada a los
elefantes de la lírica y del creacionismo. Teillier, un punto de inflexión
necesaria después de Neruda y durante Parra, no entra en esta
clasificación, pero Schopf tiene el buen tino de mencionarlo como parte
"substantiva del horizonte de expectativas y proposiciones poéticas desde
y contra las que se continuó produciendo poesía de mediados de los años
60". Schopf menciona a otros poetas que no analiza o presenta con énfasis
en esta Antología, como Díaz Casanueva, Rosamel del Valle, Miguel Arteche
y Alberto Rubio, quienes a su juicio, desconfiaron en el lenguaje como
medio expresivo y de conocimiento y en su trabajo experimental, fueron
partidarios de la desacralización de la literatura y de mezclar los
géneros literarios y otras artes. Fracturaron el discurso y la escritura,
agrega Schopf, una suerte de neovanguardismo.
Enrique Lihn es uno de los referentes importantes de esta
Antología y Schopf lo califica de gran poeta y gran figura moral de los
últimos tiempos. "Poesía contra la poesía, que duda constantemente de sí
misma, crítica y autocrítica, que utiliza todos los recursos al alcance de
la mano-restos dee stilos anteriores-, la parodia, elementos del ensayo,
de la crónica y otras formas de la prosodia, retazos de diálogo y
monólogos,-enjoyada en lugares comunes". ¿Otra poesía se levanta ante
nosotros? Es probable, la misma, con otra retórica. El más joven de esta
Antología, cumplirá 50 años el 2007, y se cumple la advertencia de Borges.
¿La recuerdan, al principio de esta notas? Todas las antologías
cronológicas acaban mal y esta tiene un verso fatal: ¡La lucha continúa!
Cierre slogan para un extenso poema panfletario, que nos demuestra cuan
difícil es hacer poesía política y amorosa que no sea mercancía de segunda
y tercera en este caso. Dos años después, en el 90, Schopf complementa con
lo que llama Suplemento, sus observaciones contenidas en la
Advertencia Preliminar. "Neruda, dice Schopf, era una advertencia
sintomática de que la politización voluntaria de la poesía no sólo
determinaba a la literatura de servicio-, aquella que era aplicación y
difusión de ideología, sino que, a la vez, se transformaba en una
contaminación, una adherencia de la que el poeta, adicionalmente, tenía
que liberarse en el resto de su escritura: aquella en que procuraba
recuperar experiencias que tocaban a fondo, los fondos de la existencia
histórica".
JOSÉ CUEVAS
José Cuevas,
un poeta cimarrón, chileno,
dejó la filosofía,
por ser un invento demasiado antiguo,
no por vieja, sino inútil fantasía,
en un país sin piso, ni memoria, ni ley.
A él le gustaba el rock y se montó
en esas partituras de los sesenta,
voló en el blue jeans,
su pequeña gran historia,
cuando era ex poeta
y solía declararse vivo,
con una garganta de oro,
entre Santiago y Valparaíso.
Yo lo conocí agrio, descreido,
de espalda a su tiempo,
en el Pedagógico de la Universidad de Chile.
Todos nos creíamos un poco santones,
de nuestras inconfundibles miserias,
el país aún no presentaba
las grietas cardiovasculares
por donde Drácula nos chuparía la sangre.
Yo hablo de la primavera del 73,
la fiesta de la muerte,
la cueca del muerto solitario,
del Mapocho putrefacto,
del país que se nos iba
sudando por un sobaco negro,
barranco abajo.
Un largo sangrante mugriento hilillo,
el río de la muerte,
el cuerpo de Chile, un delito,
de Norte a Sur
en la brújula desdentada
de la nueva república.
Con este paraíso lidiamos dos años,
José Pepe Cuevas se quedó
componiendo una música rara,
poesía de desecho, materiales usados.
Se abusó del silencio
más que en toda la historia republicana,
la palabra arodillada
recibió un tiro de gracia.
La muerte siempre nos guiñó un ojo,
la vida vivía en un nido imaginario.
todo se lo devoraban las ratas,
cada noche más oscura
que la anterior,
participaba el país en un concurso
de carrozas muertas, sin jinetes
en la Estación Terminal de Chile.
José Cuevas se transformó
en un habitante
del País de Nunca Jamás,
en búsqueda de la memoria perdida.
General Velásquez/Avenida Matta/Matucana/
las calles de la podrida
Capitanía General,
Santiago del Nuevo y Viejo Extremo,
proscrita por el tiempo,
la gracia de la muerte,
algunos se quedaron
coagulando la noche espesa
de la Colonia Penal.
La Capitanía por fin,
recogida en sus sábanas
huérfanas del atardecer,
qué magnífico paisaje, poeta.
dejó la filosofía,
por ser un invento demasiado antiguo,
no por vieja, sino inútil fantasía,
en un país sin piso, ni memoria, ni ley.
A él le gustaba el rock y se montó
en esas partituras de los sesenta,
voló en el blue jeans,
su pequeña gran historia,
cuando era ex poeta
y solía declararse vivo,
con una garganta de oro,
entre Santiago y Valparaíso.
Yo lo conocí agrio, descreido,
de espalda a su tiempo,
en el Pedagógico de la Universidad de Chile.
Todos nos creíamos un poco santones,
de nuestras inconfundibles miserias,
el país aún no presentaba
las grietas cardiovasculares
por donde Drácula nos chuparía la sangre.
Yo hablo de la primavera del 73,
la fiesta de la muerte,
la cueca del muerto solitario,
del Mapocho putrefacto,
del país que se nos iba
sudando por un sobaco negro,
barranco abajo.
Un largo sangrante mugriento hilillo,
el río de la muerte,
el cuerpo de Chile, un delito,
de Norte a Sur
en la brújula desdentada
de la nueva república.
Con este paraíso lidiamos dos años,
José Pepe Cuevas se quedó
componiendo una música rara,
poesía de desecho, materiales usados.
Se abusó del silencio
más que en toda la historia republicana,
la palabra arodillada
recibió un tiro de gracia.
La muerte siempre nos guiñó un ojo,
la vida vivía en un nido imaginario.
todo se lo devoraban las ratas,
cada noche más oscura
que la anterior,
participaba el país en un concurso
de carrozas muertas, sin jinetes
en la Estación Terminal de Chile.
José Cuevas se transformó
en un habitante
del País de Nunca Jamás,
en búsqueda de la memoria perdida.
General Velásquez/Avenida Matta/Matucana/
las calles de la podrida
Capitanía General,
Santiago del Nuevo y Viejo Extremo,
proscrita por el tiempo,
la gracia de la muerte,
algunos se quedaron
coagulando la noche espesa
de la Colonia Penal.
La Capitanía por fin,
recogida en sus sábanas
huérfanas del atardecer,
qué magnífico paisaje, poeta.
Rolando Gabrielli©2006
CUATRO
El objetivo primordial de esta antología sigue siendo el
mismo: difundir la poesía chilena actual en un espectro amplio de público,
regularmente desinformado y no habituado a su lectura, argumenta el
antologador Erwin Díaz. Dice que arranca la Antología con Parra por la
influencia fundamental del antipoeta en las últimas décadas y rechaza la
idea que sea una disposicón meramente cronológica. La trascendencia de la
obra parriana, acota, se observa desde las generaciones del 50, 60 y post
Golpe. Díaz, dice que esa generación, que llama N.N., "configuran una zona
pantanosa en la que aún no se siente distancia suficiente para poder
ponderar sin temor a cometer algún error involuntario". Sin duda, hay más
omisiones importantes que las que reconoce Schopf e incluyo yo en un
primer vistazo, porque 31 años son una fuerte distancia con el país. Juan
Cameron, por ejemplo y Javier Bello, entre otros.
Los pobladores del entresueño
Javier Bello
los pobladores del entresueño, amable y ávido país
Juan Larrea
Yo estoy con los pobladores del entresueño,
no soy igual a ellos pero los puedo oler cuando cruzan la noche.
Yo estoy con los pobladores del entrepiso que queda justo a mitad de camino
entre la cabeza y la lluvia, entre la cabeza y la intemperie.
Justo en mitad de la niebla somos sólidos ojos cerrados,
visiones del que hace sonar las campanillas cuando cruza la cerca de regreso a
su casa
después de mucho rezar para volver.
Tenemos las rodillas tan largas,
caminamos oscuros
bajo la noche sola.
Yo estoy con la verdad de los muertos
si la loza de todos los patios se rompe
y los peones del asesinato se esconden tras los armarios del cementerio.
Yo estoy con la verdad de los muertos, de pie en la cabeza de los vivos.
Un poema es un nudo en la muñeca,
un poema es un encargo de fruta del más allá,
un poema es un cardo que en cada espina tiene escrito recuerda, recuerda,
recuerda.
Yo estoy con los pobladores del entresueño,
no soy igual a ellos pero los puedo oler
camino de ninguna parte.
Ellos vendrán, sus ojos serán ardientes
y tú hablarás, corazón de madera.
para Elisa Castillo
Juan Larrea
Yo estoy con los pobladores del entresueño,
no soy igual a ellos pero los puedo oler cuando cruzan la noche.
Yo estoy con los pobladores del entrepiso que queda justo a mitad de camino
entre la cabeza y la lluvia, entre la cabeza y la intemperie.
Justo en mitad de la niebla somos sólidos ojos cerrados,
visiones del que hace sonar las campanillas cuando cruza la cerca de regreso a
su casa
después de mucho rezar para volver.
Tenemos las rodillas tan largas,
caminamos oscuros
bajo la noche sola.
Yo estoy con la verdad de los muertos
si la loza de todos los patios se rompe
y los peones del asesinato se esconden tras los armarios del cementerio.
Yo estoy con la verdad de los muertos, de pie en la cabeza de los vivos.
Un poema es un nudo en la muñeca,
un poema es un encargo de fruta del más allá,
un poema es un cardo que en cada espina tiene escrito recuerda, recuerda,
recuerda.
Yo estoy con los pobladores del entresueño,
no soy igual a ellos pero los puedo oler
camino de ninguna parte.
Ellos vendrán, sus ojos serán ardientes
y tú hablarás, corazón de madera.
para Elisa Castillo
El crítico y profesor chileno, Mario Rodríguez Fernández, a principio de
los 70, sostiene que la poesía de Parra comprende en su plenitud al
período superrealista, época que se inicia en 1935. En síntesis es una
nueva manera de poetizar, que revoluciona el lenguaje lírico y el yo
poético, adquiere varios pisos psicológicos, como me comentara alguna vez
a Parra. Se alza, dice Rodríguez, una "nueva poesía entregada a los
demonios del incosnciente, a als sombras del sueño, a los destellos del
mito, a la reducción al absurdo de lo cotidiano, a la destrucción de la
realidad inmediata mediante el humor negro o la negación de ella, y en
fin, una poesía en que los más diversos niveles se cruzan y se mezclan de
tal modo que se crea un nuevo tipo de realidad, que bien podríamos llamar
irrealidad sensible". (Hugo Friedich, acuña el término en Estructura de la
lírica moderna). La Antipoesía no es pañuelo de una sóla punta o dos, no
hay espacio en un Blog y ni tiempo en sus lectores para extendernos y
profundizar más. El poeta en la Antipoesía es un hombre común y corriente,
como todos nostros, no busquemos más explicaciones. En la parte dos de la
Poesía chilena de Hoy, incluiré algunos poemas de poetas chilenos y de
Parra. este ha sido un trabajo experimental como otros, escrito sobre el
Blog, corregido y bajo el tratamiento de esta historia continúa. Les
comento amigos, que este libro fue presentado en la Feria del Libro
Argentina 2006 por el poeta chileno y amigo Gonzalo Millán, con otros
escritores. Y ha llegado a mis manos después de un largo recorrido, porque
la Antología viajó a La Patagonia, unos 3.500 kilómetros al sur, donde el
mundo sólo es Sur. Desde allí fue enviada vía aérea hacia Panamá. No
podría haber hecho estos comentarios sin las manos generosas de Diana V.
Mis sinceros agradecimientos.
Rolando Gabrielli©2006
http://rolandogabrielli.blogspot.com/
http://rolandogabrielli.blogspot.com/