El Presidente electo Alberto Fernández anunció la formación del “Consejo Federal Argentina Contra el Hambre”, al que calificó como epopeya de los argentinos.
Mientras que parte importante del análisis político insiste en elucubrar eventuales medidas económicas de la administración entrante, para concluir que los problemas no podrán resolverse; el presidente electo adelantó una decisión trascendente para afrontar el peor flagelo que aqueja a los argentinos.
Desde hace años se viene declamando sobre la necesidad de acordar una serie de políticas de Estado que trasciendan las contingencias de las disputas coyunturales. Pero sea por inercia, desidia, mezquindad o inoperancia, la tan mentada “Moncloa Argentina” nunca pasó de balbuceos voluntaristas.
Curiosamente, todo argentino —sea dirigente o simple ciudadano— considera que el hambre y la pobreza representan urgencias que el sistema político debe afrontar y resolver. Pero curiosamente (¿?), la política argentina no parecía haber conferido un auténtico estatuto de razones de Estado a esas urgencias humanitarias.
A pocos días de asumir su mandato, Alberto Fernández se mostró decidido a sacudir esa inexplicable inercia.
El liderazgo político puede expresarse por un impreciso conjunto de dimensiones personales y estructurales que posibilitan la transformación virtuosa de pueblos y sociedades. En ese indefinido catálogo la sensibilidad social y la determinación a la acción resultan cualidades insoslayables.
Pero, además, los grandes líderes son aquellos capaces de crear las condiciones de posibilidad para que las transformaciones ocurran. Donde los políticos mediocres solo ven dificultades insalvables para justificar su impotencia, los auténticos líderes expresan su inteligencia determinante.
Por cierto, sería abusivo juzgar a Fernández por una iniciativa política promisoria cuando, en rigor, lo justo sería hacerlo luego de su implementación y de sus resultados.
Pero no es menos cierto que la invitación a la epopeya argentina para erradicar el flagelo del hambre representa un buen comienzo para la gestión que se avecina.
Ya lo expresó con elocuencia José Ortega y Gasset en su célebre sentencia: “Argentinos a las cosas”. Si Alberto Fernández avanza en el camino de la determinación inteligente para resolver los sufrimientos urgentes de millones de argentinos, entonces su paso por la presidencia habrá quedado justificado.
Más allá de simpatías o antipatías partidarias, ojalá que eso suceda por el bien de este país y de su gente.
En junio de 2017, con pocos días de diferencia, quien escribe estas líneas envió a los medios dos artículos de su autoría: “La polarización: ¿Realidad objetiva, ficción operativa o muletilla verbal?” y “La inseguridad alimentaria”.
El primero de los artículos trataba sobre el significado del concepto de polarización política en el marco de las elecciones legislativas de ese año. El segundo, refería al concepto de inseguridad alimentaria en el marco de un informe de la UCA que aseveraba que “Seis millones de personas padecían hambre en la Argentina”.
El primero de los artículos fue publicado por más de una decena de medios nacionales y locales. El segundo, por ninguno.
Como parte del presente trabajo, vuelvo a transcribir “La inseguridad alimentaria”. Aunque en ese momento ese artículo no pareció importante, creo que lo que allí se decía ilustra sobre el valor de la actual decisión del Presidente electo.