El miércoles pasado, Lázaro Báez declaró ante el TOF Nº4 en la causa judicial conocido como “La ruta del dinero K” en el que está procesado por lavar millones de dólares. También están imputados su hijo mayor, Martín, el imputado colaborador, Leonardo Fariña, el financista Federico Elaskar y el “cafetero” Fabián Rossi, entre otros.
En su defensa -toda persona imputada tiene derecho a mentir en su alegato-, el “emprendedor empresario” dijo que Mauricio Macri, el ministro de Justicia, Germán Garavano, abogados como Santiago Viola, Balbín y Rodrigo González, periodistas como Jorge Lanata, Nicolás Wiñaski, Luciana Geuna y quien escribe esta nota, sumado al Servicio Penitenciario Federal, la AFI, un fiscal de la Nación -Guillermo Marijuán- se confabularon para que declarase como arrepentido y entregase a Cristina Fernández de Kirchner. Un disparate que le causaría gracia a un niño de 7 años pero que, al periodismo operador y canalla, le pareció “fuerte” “impactante”, “grave” y “valiente”.
Leyó su guión, sin practicarlo, ante los jueces que lo escuchaban impávidos. Fue tan burda su lectura que el propio Lázaro se sorprendió de algunos párrafos y acotó: “Qué bárbaro”. Lo escoltaba una de sus letradas, Elizabeth Gasaro a quien entrevisté a comienzos del 2016 en lo que sería su debut mediático. No pararía. En esa ocasión defendía, junto con Humberto Próspero, a los hermanos Lanatta. Los presidiarios la despidieron cuando descubrieron que la “letrada” “les vendía información”. Vinculada con los servicios de inteligencia residual al kirchnerismo, Gasaro respondía al misterioso Franco Bindi. Ese año, merced a contactos con personal del Servicio Penitenciario de la escuela de Aníbal Fernández, los abogados accedieron a la defensa de Leonardo Fariña con la supuesta pareja del ex prófugo de Interpol, Bindi, una tal Giselle Robles.
Anticipé el arrepentimiento de Fariña y advertí que esos letrados, luego de que declarase el “valijero” con Marijuán, ya estaban pateándole en contra a Fariña. “Ya no nos sirve”. Así comenzaron a visitar al penal de Ezeiza a Lázaro Báez. La figura de Prevaricato queda chica. ¿Política? Más bien, plata, información y poder.
Los abogados “caranchos”, a través de aceitados vínculos con los servicios, ofrecían información de sus defendidos a periodistas de grandes medios de comunicación. La primera entrevista que hicimos con Lázaro Báez -julio del 2016 en la que dijo que “hasta Cristina lo había usado de forro” generó un revuelo político que molestó a ese grupo de letrados que diseñaron varias noticias falsas reproducidas en muchos medios, algunos por error y otros siendo parte del sistema perverso. 1) Casanello había visitado a CFK en Olivos, 2) Marijuán y sus siete audios (¿enviados en privado a una letrada mencionada en esta nota?), 3) el audio de Gasaro con Báez en prisión en el que decía sentirse amenazado, 4) Fariña extorsionaba como imputado colaborador. Hubo de todo.
La nota con Báez desarticuló la estrategia del silencio. Lo mejor que le puede pasar a un abogado carancho es que su defendido se pudra en la cárcel. Cobra mensualmente mientras le saca información para venderla al mejor postor. Lo vuelve dependiente del letrado. El abogado es el nexo con el mundo exterior. Son los únicos que lo visitan todas las semanas. Más aún, cuando te llamás Báez y tu familia está en Río Gallegos, distanciada por entuertos personales, herencias, secretos y traiciones, un abogado es un salvavidas.
A mediados de ese año había entrevistado a la confidente de Báez, Liliana Costa, a gran parte de su entorno, contadores, empleados de Austral Construcciones, amigos del empresario y al propio Báez. La nota fue tan impactante que hasta Cristina Kirchner se sorprendió con Oscar Parrilli en una escucha legal que difundió La Cornisa.
Todo el mundo me preguntaba si Lázaro hablaría. Colegas, amigos, familiares, fuentes periodísticas y abogados que querían llegar a defenderlo “emocionados por sus sinceras palabras”. Con Báez, la relación telefónica, continuó. Luego obtendría, gracias a ganar la confianza con los entrevistados, no traicionar a las fuentes y chequear dato por dato, un testimonio importante de la madre de sus hijos. A esa altura, Báez ya estaba rodeado de los ex defensores de Fariña que habían pasado de defender al arrepentido, a hacerlo con el denunciado por el arrepentido. Sin ponerse colorado. Como el propio ex titular del SPF, Victor Hortel, me reconoció en televisión: “No entiendo qué intereses chocarían”. Fue ese mes que mantuve una docena de off the record para lo que sería mi cuarto libro: “El negocio político de la obra pública”. En uno de ellos, un letrado que defendía a un involucrado en la ruta del dinero K obtuvo copia de mis apuntes de la entrevista que allí se estaba realizando. Más que abogado parecía un espía. Pero aún no lo sabía. Año 2016. Pero Báez dijo que ese papel fue la carta que le hice llegar a la cárcel, casi dos años después, enviado por Macri y el ministro Garavano. ¡Puf es Puf!
¿No es llamativo que los operadores desprestigien la causa de los cuadernos de la corrupción alegando que se tratan de meras fotocopias pero que, validen un “manuscrito” desprolijo de un periodista o hablen de guiones en declaraciones de arrepentidos mientras sus defendidos repiten como loros conceptos que la justicia ya probó que no existieron?
En el 2016, Báez pedía no ser el único que cayese en desgracia. “Fuimos todos” parecía decir al pedir que mirasen lo realizado por la Cámara Argentina de la Construcción. Eso terminaría pasando gracias a los cuadernos y a la investigación de Diego Cabot. Ya no estaría solo.
Mi libro se publicó con éxito y Báez lo quiso leer en prisión. Volvimos a conversar por teléfono. “Demasiado Fariña y poco Báez, venime a hablar, pido que te autoricen a ingresar”. Así pasó. Nunca estuvimos solos en el SUM del penal de Ezeiza. Allí conocí a otros presos K con los cuales aún mantengo off y notas grabadas como hacen los periodistas. El colmo argentino es que un imbécil, que se dice periodista y que es visto por miles de argentinos en el prime time del canal de noticias, del socio evasor de CFK, se pregunte: “¿A qué fue Gasulla a ver a Báez a la cárcel? Eso demuestra que le llevó el manuscrito de parte de Garavano”.
A veces las infamias son tan burdas que creemos que no merecen respuestas. Pero la estupidez y la mala fe no tienen límites. En un contexto en que el 2019 comenzó con el operativo PUF -diseñado desde el mismo penal de Ezeiza como una campaña de desprestigio hacia el periodismo crítico y a las causas judiciales contra ex funcionarios K-, continuó con las supuestas relaciones entre la investigación periodística y el submundo de los espías -por el ex funcionario K, Marcelo D´alessio, viejo conocido en los negociados en la AFIP de Ricardo Echegaray con los protagonistas de esta historia, un supuesto empresario apretado, ¿Pedro? ¿Pablo? ¿Etchebest? que -o casualidad- también había sido representado por el ex defensor de Fariña y actual de Báez -Franco Bindi-, todo era válido para “limpiar a Cristina”.
“Van a pedirle perdón a Cristina, tal vez no fue lo que ustedes dijeron que fue, ni hizo lo que dicen” amenazaba el presentador de “Sinceramente” a este periodista. En el mismo camino iba Gregorio Dalbón y una cloaca de disparadores virtuales a sueldo dedicados a difamar, ensuciar al mensajero mientras daban la vida por La Jefa. Apareció la CONADEP del periodismo, la lista de 720 mierdas macristas en las redes para, vaya a saber hacerles qué, el deseo de desaparecer ese tipo de periodismo según Rafael Bielsa que se había dedicado a “perseguir” si entendemos a la insistencia, constancia y búsqueda de la verdad como algo negativo. Alberto Fernández lo validó al proclamarse maestro del periodismo y distinguir, según sus simpatías, entre periodistas y operadores. ¿Qué sería su actual vocero en tiempos en que trabajaba para Lázaro Báez en Austral Construcciones? ¿Y el que aseguró, cuatro años atrás, que Daniel Scioli había ganado por amplio margen? A mediados del 2019, la mitad del país empezaba a temer que el Ministerio de la Venganza no sólo sería un zócalo televisivo. La otra mitad, se extasiaba deseando una escupidera feroz contra los “cómplices civiles” del gobierno neoliberal, entre ellos, los “cagatintas”.
¿Cómo no iba a sumarse Lázaro a la moda de “los virginales empresarios apretados” si sus letristas eran los mismos? El juez Alejo Ramos Padilla conoce la historia. Meses atrás, declaré largas horas como testigo entregándole “valiosa y valiente información”. Pero en la causa Dolores, los corruptos piden y son aceptados como querellantes mientras que los periodistas somos observados como en tiempos de la Inquisición. Fue tan burda la operación “Fariña guionado” que el juez tuvo que imputar a Robles y a Bindi. Dejó pasar el tiempo, paciencia que no tuvo con el colega Daniel Santoro, y les dictó una extraña falta de mérito. Las “pruebas”, “papelitos”, “mensajitos a un celular” eran pruebas irrefutables televisadas en los canales de noticias K y anticipadas en los matutinos propiedad de dirigentes políticos vinculados con los ideólogos del Puf es Puf. Fueron maestros de la campaña sucia. Durante cuatro años enfermaron a sus televidentes de tal forma que, más de uno, hoy cree que la solución a la debacle económica argentina es meter preso a un par de periodistas mientras liberan a los “presos políticos”.
Como zombies, aseguran que Lázaro Báez es creíble -ni siquiera se preguntan por qué no denunció la megaconspiración en su contra anteriormente, morfándose cuatro años preso- mientras que descreen de un periodista que se rompe el lomo trabajando hace años en los medios -medianos, pequeños, minúsculos o grandes-.
No tuve la suerte de hacer, en el periodismo, la fortuna que hicieron los Lázaro Báez de “la década ganada”. No todos somos lo mismo. Sí puedo mirar a los ojos a mis hijos y ellos saben que tienen un padre honesto y valiente. Dudo que sientan lo mismo los hijos de los protagonistas de esta historia.
Ellos manejaron millones de dólares, giraron al exterior una fortuna, compraron media Patagonia, manejaron cientos de autos y deambularon por estancias lujosas pero los “sobres” los recibimos los que tratamos de hacer periodismo y nada más.
Cristina jamás le perdonará a Báez haber hablado con un periodista de “la oposición”, a un “enemigo” como nos consideran. Pero, aunque intente difamarme, desdecirse de sus declaraciones públicas, asegurar que lo apreté con una birome y un filoso anotador, lo que tampoco olvidará jamás la Señora Cristina Kirchner es que parte de la fortuna del “emprendedor” empresario, ella considera que le pertenece. Y que se la mejicaneó Lázaro a su familia, tras la muerte de esposo, Néstor, el amigo del alma de Lázaro. Y contra eso, no hay guión, infamia o mentira que alcance. De eso, tampoco parece haberse arrepentido Lázaro Báez. Luis Gasulla