La disputa por el poder real en la Argentina comenzó desde el momento en que Alberto Fernández fue electo Presidente de la Nación. En plena campaña, cada vez que el ex cavallista quería distanciarse de su mentora, el kirchnerismo más radicalizado lo volvía a ubicar. Así pasó con su delfín en la jefatura de gabinete, Santiago Cafiero, que pasó de decir que gobernaría Fernández a que Cristina sería una consultora en la designación de ministros. De somos distintos a somos lo mismo en un santiamén.
El periodista Osvaldo Bazán obtuvo un apoyo masivo en redes sociales porque sintetizó en menos de un minuto lo que una inmensa minoría piensa en la Argentina pero que nadie se anima a decirlo en los medios de comunicación. Algunos por conveniencia. Muchos, porque desprecian al gobierno que terminó su mandato el 10 de diciembre. Y otros porque estamos en el listado de “las mierdas” a los que el kirchnerismo más puro prometió venganza.
El discurso de los derechos humanos del primer kirchnerismo fue reemplazado por el de la solidaridad. Con esa palabra se cargan a todo aquel que ose criticarlos pues, en ese caso, pasan a ser parte de una imaginaria Argentina que odia a los que menos tienen y descree del ascenso social.
La grieta entre el conurbano profundo y la Capital Federal que introdujo Cristina, fue comprada por Alberto Fernández. La batalla personal contra el periodismo y Comodoro Py, son otras disputas que Alberto decidió alinearse con Cristina. Pero, como me confesó un experto integrante de las grandes ligas de los pasillos judiciales: “Cristina era más sincera, sabía que iba por nosotros. Alberto es más peligroso. Te da la mano y después busca destruirte. Es un cínico”.
Si Cristina era original, Alberto es una mala copia de la Señora.
La discusión por el poder real se agudiza a pasos agigantados. Al Estado se lo repartieron equitativamente entre ambos espacios. Se pusieron de acuerdo en dejar afuera a los gobernadores, intendentes, el massismo y el sindicalismo. Atención al último sector, es el que más bronca irá acumulando con el correr de las semanas y de la inflación. Los massistas se conformaron con una reinvindicación simbólica y puestos para Malena Galmarini. Roberto Lavagna negoció su flamante partido y repitió su construcción (o destrucción) de poder del 2007 cuando, luego de salir tercero en la elección natural, se sacó una foto de tapa de Clarín con Néstor Kirchner. ¿Qué dirá Julio Bárbaro que ungió a Fernández con Héctor Magnetto y hoy Alberto se pelea en redes sociales con periodistas?
Hoy el kirchnerismo/albertismo tiene un serio problema para hacer caja a través de la obra pública y mega negociados como hicieron durante “la década ganada”. Las redes sociales, la informatización y digitalización y los controles financieros internacionales son trabas que provocan impresionantes dolores de testículos a los que se llenan la boca con el manejo de la “cosa pública”. La confesión me la realizó un viejo lobo peronista que ofició de enlace entre los Fernández una década atrás.
Los grandes laboratorios están de vuelta en el financiamiento de la política de cara a las elecciones del 2021. Falta mucho, dirá el lector. Nunca subestime el anhelo de perpetuarse en el poder de un peronista. En ese juego, Cristina no quiere saber nada. Esos negocios eran de los tiempos de su difunto esposo. ¿Será cierto que Héctor Capaccioli volvió al ruedo? Efedrina para Todes.
¿Quién será el gran ganador de Vaca Muerta? Allí los operadores proliferan más que en los discursos de Alberto Fernández. Tanto como en los pasillos de Comodoro Py. ¿Seguirá Eduardo Duhalde trabajando por la inestable paz de los Fernández desde los jardines de Banfield? El patio de atrás del conurbano bonaerense comienza a recalentarse. A pesar del auge del hambre en los excells de la UCA y de Juan Carr, alguien debería recordar que durante los cuatro años de Cambiemos no hubo saqueos. En el peronismo se lo reconocían entre maldiciones y puteadas. La disputa por la calle es una de las opciones preferidas del partido conservador -o peronismo- para disputar poder en la Argentina.
Mientras los Fernández se rompen la cabeza para desarmar las causas judiciales que comprometen a “la original”, su “copia” la prefiere en Cuba y que lo dejen gobernar. Alberto no quiere que los soldados de Cristina le sigan socavando la bronca entre los votantes desencantados de clase media del macrismo. Los antimacristas no K, están convirtiéndose, en pleno verano, en antitodo. Ni M ni K. Los permanentes aumentos de impuestos no son consolidan lealtades.
Berni hizo lo suyo. Ya lo había dicho la flamante intendenta de Moreno, Mariel Fernández: “Cristina, que es la conducción, lo está dejando ser Presidente a Él”.
¿Hasta cuándo? Luis Gasulla