“Salimos a divertirnos y…”. (Audio de uno de los rugbiers de Gesell)
Diversión y perversión tienen una trama en común. Mientras la diversión es una llamada al humor, a lo festivo y al entretenimiento, según la Academia de la Lengua, la Perversión, por otra parte. Alude al exceso. Pervertir viene de verter en exceso un liquido de un vaso a otro (Per-vertere) o sea superar el contenido de una manera descontrolada. Per-vertere no solo está unido a exceso sino a maldad o sea a lo antisocial y por último al daño al otro.
Tiene este hecho de Gesell la característica de ser un hecho grupal. Ahí en la horda se multiplican los excesos. La “manada” agrega competencia de quien es más Líder de esa Manada. En las conductas de ordalías se diluye la subjetividad o sea el sí mismo.
Vale recordar aquí a uno de los más grandes filósofos y psiquiatras del siglo XX Karl Jaspers, implacable frente al nazismo y contribuyente a la Reconstrucción de Alemania, cuando nos dice: “Los dioses de la embriaguez de la noche santifican el olvido de sí mismos”. La noche como “nada” fue tema de su filosofía: “No podría yo realizarme en la noche ser una pasión que avasalla, entregarme a mis impulsos, rebelarme contra toda norma y sin remordimientos por lo que destruyó… pero ahí me precipito en la nada no podremos aspirar a salvarnos en la Noche pues toda aspiración surge de la Ley del Día”.
No es solo frenesí y éxtasis sin fin en donde no hay otros ni el Otro de la Ley como testigo máximo de nuestras conductas ya que no olvidemos que la Ética se construye desde el prójimo, el cuidado al próximo -prójimo que es mi testigo y quien en ultima instancia nos juzgará; es también ese mundo también Otro que inaugura el ruido , las luces estroboscópicas, el no poder hablar ; en suma el vértigo y como nos enseñaba el otro gran pensador existencialista Gabriel Marcel “…el vértigo y el suicidio se dan la mano”.
A nuestros queridos Marcel y Jaspers abuelos del siglo XX en el pensamiento y como maestros de vida se le han agregado las drogas. Es el vértigo y el frenesí con drogas (el alcohol es una droga no olvidemos). En los tiempos de nuestros maestros no existía el marketing de drogas y alcohol que hoy existe. Conviene solo hablar del alcohol. Mi experiencia con adolescentes y no tan adolescentes en noches de frenesí es que es el “combo” lo que se impone: pastillas, éxtasis, cocaína, marihuana más alcohol y con distintas graduaciones desde el vino, la cerveza hasta el vodka. En el vértigo no se sabe lo que uno toma, prima el exceso y las reglas de la Manada que son una invitación a la competencia.
Excesos perversos
Los excesos merecen ser entendidos en tres contextos: Agentes químicos (drogas), vulnerabilidad de los sujetos especialmente en la adolescencia y contextos (del comercio de la noche y de las drogas, familia, escuelas y de políticas para enfrentarlas).
Estos tres elementos se configuran e inter-retroactuan entre sí. Las drogas en la adolescencia operan como un combustible que se lanza sobre el fuego. La vulnerabilidad de esa etapa vital se coordina con la vulnerabilidad biológica (hasta los 25 años las áreas más evolucionadas del cerebro no terminan de hacerlo).
Agente químico y vulnerabilidad adolescente son un llamador del exceso perverso. Las estructuras frontales del cerebro responsables del control de impulsos, la regulación emocional, el control de la violencia están inmaduras.
El contexto educativo argentino está en crisis indudablemente. Todo llamamiento al límite es considerado represión. Por ende, no educamos y las fuerzas del mercado quedan libres para su acción letal.
Una marca de cerveza fue prohibida últimamente no porque atacaba los principios de prevención en la adolescencia sino porque un colectivo feminista consideró que era una clara manipulación hacia el consumo con violencia hacia una mujer. Lo cual lo era, pero no se tomó en consideración que era un daño a la salud pública obligar a un adolescente a tomar en un contexto de playa y desborde.
Educación liquida
Un pensador muy actual Z. Baumann recientemente desaparecido mencionaba que vivimos en tiempos de una educación liquida; en términos de lo que otro gran filósofo popular Minguito Tinguitella todo es un “sé igual”. Esta educación liquida produce sus parias, residuos, poblaciones superfluas. Los que mataron al joven en Gesell también son parias, residuos, poblaciones descartables que en el resto de sus vidas van a cargar con un asesinato a cuestas.
La educación liquida se refleja en la crisis de los vínculos familiares. Los vínculos se licuan. El vínculo es lazo, identidad, pertenencia, cuidado. Somos animales los humanos que en la ontogenia necesitamos como mínimo 20 años de cuidado. El animal nace casi hecho. El ser humano necesita ser criado, orientado, limitado, reconocido mamado. Uno de los grandes dolores de la humanidad actual es la desfamiliarización. Lo veo todos los días en la consulta en Gradiva.
La familia es la que educa. La escuela solo instruye. Hay una traslación de responsabilidades hacia la escuela y esta luce flaca, liquida, impotente en muchos casos para contener aquello que no se ha logrado reconocer desde la infancia primera.
La educación y la familia hoy pasan por crisis ya que el Poder en las sociedades actuales es Global y solo la política es local. Las grandes cadenas de drogas y alcohol marcan tendencia con toda una parafernalia ligada a nuevos usos y costumbres y los grandes relatos derivan de cuatro o cinco centros de producción global de contenidos.
La política pasa a ser un fenómeno local ante el avance incesante del comercio y la venta de todo tipo de sustancias embriagantes. Decide todo el consumo en un ser que ya de suyo luce vacío. Esto es muy importante ya que la caída de los relatos familiares y de los modelos sociales hacen que la identidad del joven sea maleable, manipulable y por ende manejable. Surge así lo que en Psicopatología se conoce como la Clínica del Vacío en donde los consumidores de sustancias, adictos al sexo, juegos, anorexia, bulimia hacen cola para mostrar su inermidad.
Ahí desde hace muchos años no surgen Programas y hay solo campañas de poco vuelo. Se acumulan los pacientes crónicos y los costos sociales y económicos de todo esto es grande.
La política local que surge desde las escuelas, las Escuelas para Padres, los municipios y los planes generales de salud pública necesitan fortalecerse ante tamaña inmensidad del Poder del Consumo.
Llamado a los padres
La sociedad líquida y la educación liquida nos remite a la fractura generacional: Nada de lo que se transmitió en el siglo XX parece ya servir. Nosotros fuimos educados con pautas del siglo XIX, en el siglo XX y los jóvenes del siglo XXI quizás no nos entienden o nos ven muy implicados en la incertidumbre del vivir o en la vida tecnológica que nos aleja cada vez más del mundo de las vivencias y las experiencias gratificantes del crecer humano. Antes había un como vivir y un porque vivir. ¿Ahora existe esto?
Creo que lo que sucede es un llamado a la conciencia. Siempre los síntomas son un llamado al Otro y a los otros. Son pedidos de ayuda. Nuestros hijos nos necesitan. Hay hijos que buscan Padres…padres que testimonien… se buscan Testimonios de Vida. Como Telémaco que en la Odisea miraba cada tanto el mar porque necesitaba que vuelva el Padre para poner orden en la aldea y en su casa. Necesitaba al Padre. Padre que no es solo el familiar, sino la escuela, el municipio, las iglesias, los poderes locales. Necesitamos volver al sentido común que es la marca de la Sabiduría nos enseñaba el maestro G. Marcel, filosofo existencial de nota del siglo XX.
De lo contrario buscaremos nuevos “campos de concentración”. Ya no está más Auschwitz ni los Gulags pero cada persona puede buscar un “campo de concentración” en donde vagara como un residuo, como un “nadie” (boliches, la noche, las villas y los aguantaderos que ahí existen para drogarse); en la soledad de la alienación o sea de los extranjeros de sí mismo. Es el suicidio en cuotas o rápido.
Ahí los esperará el Minotauro de la mitología que se tragaba a los mortales en el mítico laberinto del vivir mientras vagaban perdidos y confusos sin poder desatar los nudos en que se habían metido. Necesitamos sabios interpretes que como el Teseo mitológico nos asegure una salida del laberinto del vivir. Esos sabios interpretes son los contextos validos (padres, escuelas, normas sociales, etc.).