De la mentira y el engaño, nunca se vuelve indemne. En los pasados siete días, persistió la danza de amenazas, marchas y contramarchas en torno al destino incierto de Jorge Julio López. Subido a este aquelarre, el presidente Néstor Kirchner prosiguió subido a la palestra de la defensa de los derechos humanos fundamentales. Muy curioso esto, dado que como se puntualizó en un análisis anterior, tanto él como su mujer Cristina Elizabeth Fernández jamás se interesaron por esto mientras estaban en el lejano sur. Consta que en el mismo momento en que cientos de militantes eran secuestrados, torturados y desaparecidos en La Plata, la actual pareja gobernante se dedicaba a amasar una ingente fortuna fruta de la especulación inmobiliaria. Según estimaciones de los organismos de derechos humanos, en la capital bonaerense fueron asesinadas alrededor de dos mil personas, el ochenta por ciento menor de 30 años, a manos de las patotas del CNU, el Regimiento de Infantería Mecanizada Nº 7 Coronel Conde, la Armada y la Bonaerense. Mientras este osario colectivo tenía lugar, y posteriormente cuando Kirchner accedió primero a la intendencia de Río Gallegos y a la gobernación después, jamás realizó un homenaje o una misa para honrar sus memorias. Como se ha visto, también es aberrante robar el legado de los muertos subiéndose a un carro que no es propio.
Mientras arreciaba otra vez el temporal, que incluyó granizo, sobre la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el aludido la emprendió de nuevo contra la Iglesia. Según trascendió en los medios, se habrían efectuado gestiones al Vaticano tendientes a provocar el desplazamiento del obispo de Iguazú Joaquín Piña, rival del vitalicio Rovira. Como el kirchnerismo le había demandado “autocrítica”, el vocero del episcopado Padre Guillermo Marcó replicó afirmando con razón que “un presidente que fomenta la división es peligroso”.
Esto fue evidente de lunes a viernes, en medio de la discordia reapareció el fantasma de la mano de obra ocupada alentando el exterminio bajo la inoportuna misiva de Reynaldo Bignone. Su llamado a la oficialidad joven de las FFAA a completar el trabajo que “ellos” no pudieron completar, no es otra cosa que una incontestable apología del delito.
Delito que fue declarado imprescriptible, a pesar de los indultos y la flagrante manipulación posterior. Si bien la marcha de los delirantes que se afincaron el jueves en Plaza San Martín para reivindicar la dictadura es una muestra clara de un pasado que se resigna a desaparecer, de igual forma es detestable, como se infirió arriba, el manejo interesado que hace el oficialismo de este tema aún no cerrado, ni sanado, ni juzgado convenientemente.
La Iglesia, cuya jerarquía fue indudablemente parte integrante del Proceso pero tuvo sus mártires desaparecidos, actualmente en la voz sensata del primado Jorge Bergoglio conforma el único frente coherente de oposición a un proyecto cada vez más delirante, autista y alejado del sentir y los pesares de la gente. Pues al margen de estas disputas, los ciudadanos siguen confundidos y atribulados ante los conflictos de poder de una corporación política que continúa mirándose el ombligo.
Es el discurso, estúpido
La incoherencia es una de las características más prominentes del matrimonio K, de la cual ambos han dado sobradas muestras. Lo que muchos se preguntan a esta altura es ¿Hasta dónde llegarán en sus contradicciones y ataques a todo lo que no sea parte de su propia obsecuencia?
La intolerancia kirchnerista avanza contra aquellos que marcan las falencias en la gestión oficial y no hay manera de lograr que el primer mandatario admita sus propios errores. Esto produce que, al no poder ser autocrítico, el mandatario no corrija esas falencias. Al contrario, las potencia.
Sería interesante hacer un ejercicio sencillo de releer las peleas que el kirchnerismo ha tenido contra el periodismo (una minoría, obviamente), en las cuales el presidente ha negado todos y cada uno de los errores que le han marcado.
De acuerdo a las desmentidas de Kirchner, jamás se aumentaron los impuestos, las inversiones chinas llegaron a los 20.000 millones de dólares y la crisis energética no es tal.
Tampoco el presidente ha cooptado al periodismo ni avanzó en reformas como la del Consejo de la Magistratura.
El ministro Julio De Vido nunca ha manejado la "caja electoral" y Alberto Fernández nunca utilizó sus superpoderes para reasignar partidas presupuestarias a piecere.
Cristina K no es gastadora compulsiva ni gusta de viajar a Miami a despilfarrar miles de dólares.
El Chino Zanini -operador oficialista- jamás hizo operaciones para el kirchnerismo y Aníbal Fernández fue un excelente administrador cuando estuvo al frente de la intendencia de Quilmes, no debiendo escapar en el baúl de su automóvil al finalizar su mandato.
Ricardo Jaime, secretario de Transportes, nunca tuvo proceso penales en su contra y Ricardo Echegaray es un hombre más que probo al frente de al Aduana, que nunca deshabilitó los controles de esa dependencia.
De la misma manera, podemos augurar que Kirchner no busca perpetuarse en el poder. Sólo basta mirar el pasado: Kirchner tampoco ha manipulado jamás al Tribunal Superior de Justicia de Santa Cruz ni ha atacado al periodismo de esa provincia. Mucho menos ha elogiado a Carlos Menem sugiriendo que era uno de los mejores presidentes de la historia argentina.
Nada de eso ha sucedido jamás, el periodismo todo lo inventa.
Más allá de la chanza periodística, es grave que los medios de comunicación se hayan vendido por limosnas de "publicidad oficial" para no hablar de los temas que deberían destacar.
¿Cómo es posible, por ejemplo, que diario Clarín destaque en portada que ha disminuido la pobreza y no mencione mínimamente siquiera que jamás han regresado los fondos de Santa Cruz?
Los principales diarios y medios destacan el crecimiento de la economía y el país, describen improbables mediciones del INDEC y auguran crecimientos imposibles, mientras que el ciudadano común se pregunta adónde está el referido crecimiento.
La estrategia kirchnerista es perfecta: no importa lo que se haga, sino lo que se diga.
No importa hacer demasiado, sino tener un buen discurso que la gente se termine creyendo. A fuerza de repetición, el ciudadano termina creyendo la mentira o exageración que sea.
En un momento en el que algunos diarios y canales de televisión pintan una situación cuasi optima en el país, no hay manera de creer que esto no sea real.
A su vez, Kirchner conforma a todos con sus discursos: apoya a Chavez, pero le toca la pierna a George Bush. Pacta condiciones de macroeconomía con la familia Roca de Techint, pero promete medidas progresistas a los cooptados radicales K.
Todos creen, todos entran en el juego. Nadie ganará más que el presidente Kirchner, para eso trabaja. Los demás recibirán migajas –si es que las hay- de un eventual excedente que no interese al oficialismo.
El "grito del tero", ahora aggiornado en el "grito del pingüino" es una condición que describe elocuentemente al primer mandatario. Mentiras, cooptación, amenazas, aprietes y arengamiento son parte de la idiosincracia K. No parece un gobierno demasiado democrático, sino un régimen autoritario.
¿Qué diferencia hay entre Kirchner y aquel sistema perverso que sufrimos y que él critica con tanta asiduidad?
Sabrá el lector encontrar esas diferencias...
Christian Sanz y Fernando Paolella