Casi tres inquietantes semanas han transcurrido desde la desaparicion del
testigo Jorge Julio López. Desde entonces mucha agua ha corrido bajo el puente.
Sugerencias respecto a que el testigo está escondido, shockeado o en algun
estado de confusion mental, descalificaciones respecto a la calidad humana de López
por parte de Hebe de Bonafini y diversas especulaciones sobre el destino hasta
ahora desconocido pero nada promisorio de un hombre de 77 años que ya fue
calificado como el "primer desaparecido de la democracia".
Es interesante que en medio de tanto intercambio de opiniones
y especulaciones, poco y nada se reflexiona sobre el simple hecho de que un
ciudadano está desaparecido y que hasta el momento el Gobierno no ha dado
explicaciones razonables sobre cómo es posible que la combinación de fuerzas
de seguridad, servicios de Inteligencia varios y todo el aparato estatal no
consiga ubicar a un individuo durante un período de tiempo tan extenso.
Si López no aparece porque está escondido o porque alguien lo tiene
secuestrado, la falta de noticias con respecto a su paradero emite un tremendo
mensaje de incertidumbre a la ciudadanía: o bien el Estado es incapaz de
protegernos, al punto tal que es impotente frente a un sescuestro, o (en
conjunción con lo mencionado anteriormente), se asiste a la existencia de
una estructura mafiosa cuya capacidad operativa supera la del Estado.
Otra alternativa -que no tranquiliza en lo absoluto- es la
posibilidad de que simplemente haya parte de alguna esfera gubernamental
(Nacional o Provincial) involucrada en la desaparición de López, con lo cual
ya no estaríamos ante ineficacia en la investigación por parte del Estado,
sino ante la realizacion de un fraude de cara a una sociedad altamente
manipulable.
Si López aparece, deberá dar explicaciones sobre lo que ha sucedido y eso, segun lo que él dijera, podría complicar a determinado sector político. Me refiero a la tradicional puja entre Presidente y Gobernador de la Provincia de Buenos Aires que Menem y Duhalde llevaran a la máxima expresión. Recordemos que fue en ese contexto que tuvo lugar el asesinato del reportero gráfico José Luis Cabezas y aquella macabre idea de que un político puede “tirarle” a otro un cadaver.
Si López no esta vivo y eso se comprueba por la aparición de su cadaver, la Argentina habrá retrocedido una vez más a los años del terror, y el pasado volverá a consolidarse como un presente que nadie desea pero que seguramente a algunos pocos poderosos les conviene.
Casualidades aparte, hace unos días se hizo pública la posibilidad de que Gregorio Ríos, condenado por el homicidio de Cabezas, se vaya a su casa con una pulsera electrónica para controlar sus pasos. Otros asesinos también han sido liberados y uno murió en prisión.
Si se desea que Argentina sea alguna vez un país "normal", los
asesinos deberían estar presos y los ciudadanos no deberían "desaparecer".
Seguramente en los próximos días habrá algún tipo de
novedad sobre el caso Lopez. Mientras tanto, la prensa complaciente puede seguir
ocupándose de temas más serios, como las limitaciones para fumadores en los
lugares públicos de la ciudad de Buenos Aires.
Ana Grillo