El bélico dios Marte de la guerra ha venido demostrando en los últimos siglos que también tiene premoniciones económicas y así es como desde hace algo menos de un siglo se viene anticipando, en sus días, los martes, a Mercurio, su colega del panteón romano, dios de los comerciantes, para crisis que suelen desatarse en el día de éste, los miércoles.
El martes 9 de febrero de 2016 cayeron las bolsas de casi todo el mundo con el mayor índice en Tokio del 5,4 por ciento, a la que acompañaron con valores mucho menores, pero que muestran la falta de confianza en la marcha de la economía mundial, entre otras las de Milán, 3,21%; Atenas 2,89%; Madrid, 2,45%, París, 1,98%; Frankfurt, 1,1%; Nueva York, 1,1%; y Londres, 0,99%.
No fueron cifras catastróficas pero sí indicativas de una preocupación mundial por los problemas que atraviesa la economía mundial, entre ellos la caída del producto bruto industrial de Alemania del 1,2% en el diciembre previo, en el caso europeo, y el sostenido derrumbe de los precios internacionales del petróleo que habían caido desde más de 100 dólares estadounidenses por barril de 159 litros a una oscilación alrededor de los u$s 30.
La caída de la Bolsa de Viena, el jueves 9 de mayo de 1873, desató la primera gran crisis mundial del capitalismo que se expandió rápidamente por toda Europa y se acrecentó cuando el 18 de septiembre de ese año se produjo la quiebra de la entidad financiera Jay Cooke and Company a raíz de su fracaso en la colocación de los bonos para la financiación del transcontinental Northern Pacific Railway (Ferrocarril Pacífico Norte).
Esa crisis se agudizó años después con las Guerras de los Balcanes que desembocaron en la Gran Guerra, luego llamada Primera Guerra Mundial, y que afectó severamente a la Argentina poniendo fin, en 1913, a los 20 años de gran despegue macroeconómico a partir del arreglo realizado con los acreedores por el entonces ministro de Economía, Juan José Romero, durante la presidencia de Luis Sáenz Peña.
La segunda gran crisis fue la estallada en Wall Street el martes 29 de enero de 1929 también a raíz del fin de una burbuja financiera que se había ido incrementando en el marco asumido por los Estados Unidos de América tras la referida Gran Guerra de principal banquero universal, además de haber asumido en 1896 el liderazgo económico al superar su Producto Interno Bruto (PIB) al de Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda (todavía Irlanda del Sur era parte del Imperio).
También esa crisis golpeó a la Argentina con dureza hasta que las políticas económicas implementadas por Federico Pinedo y Raúl Prebisch a partir de 1933 con la creación de las juntas de Granos, Carnes y otras; la reforma tributaria que estableciera el Impuesto a los Réditos (hoy Ganancias) y hasta la creación del Banco Central de la República Argentina (BCRA) permitieron una recuperación que recién se produjo en Europa durante los años 50.
Pasado alrededor de medio siglo de ese proceso de reacción, que generó hasta mediados de los años 70 el mayor “estado de bienestar” en los países del hemisferio norte, el martes 28 de febrero de 2007, trece años atrás, se produjo un nuevo estallido financiero, expresado nuevamente en la Bolsa de Nueva York, producto de la llamada “burbuja inmobiliaria” que hiciera quebrar al banco Lehman Brothers y que hiciera que el gobierno de los Estados Unidos de América virtualmente estatizara a casi todos los grandes bancos de ese país convirtiéndose en su accionista mayoritario con dinero emitido con ese fin por la Reserva Federal.
Desde entonces la economía mundial se movió a los tumbos con disparadas de índices claros como los del petróleo y del oro, que alcanzaron picos históricos hasta que se comenzó un cierto retroceso que se aceleró en el primer caso a raíz de la superproducción en países como Arabia Saudita y la aparición de los hidrocarburos de esquisto (shale), cuyo liderazgo ejercen los EUA y la reformulación de un mix energético en el que cobraron fuerzas el gas natural licuado (GNL) y el carbón mineral.
Así es como nueve años más tarde, el 9 de febrero de 2016 se produjo una nueva corrida bursátil, aunque en términos menores que aquellos colapsos referidos, y cuyo centro está en la estrepitosa caída de los precios del crudo que no sólo pusieron en jaque a economías de países productores y exportadores como Venezuela, sino a grandes grupos financieros que operaban con bonos a corto plazo (alrededor de unos dos años) vinculados con la cotización del petróleo, por lo que sus adquirentes sufrieron enormes pérdidas.
Esta debacle de los precios producida en los últimos años castigó severamente a quiénes habían comprado esos bonos a grandes entidades financieras como el Bank of América, el Citibank, el Credit Suisse, el Goldman Sachs, el Hong Kong and Shangai Banking Corporation (HSBC), el J. P. Morgan, el Morgan Stanley, la Unión de Bancos Suizos (UBS) y algunos otros; bonos que superaban los 1.300 millones de dólares estadounidenses.
No fue casual, entonces, que en la caída de la bolsa de Madrid el alto promedio haya sido impulsado por una merma en la cotización de las acciones de los bancos Bilbao, Vizcaya, Argentaria (BBVA) y Santander (BS), del 4,7 y del 4,3%, respectivamente.
De todos modos, quién creyera que el petróleo iba a tener a corto plazo una fuerte suba en su cotización podía comprar entonces esos bonos totalmente desvalorizados y hacer un gran negocio. En estos cuatro años la suba no llegó a aquellos más de u$s 100 por barril pero sí a alrededor de un 90% por sobre los u$s 30 que fueron claves en la caída que desembocara, de la mano del dios Marte, el 9 de febrero de 2016.
Pobre Fernando, es grotesco que cada nota suya sea para erosionar al capitalismo y ensalzar al socialismo, siga reuniéndose con Forster, Horacio Gonzalez y Tristan Bauer a soñar con sus utopías afiebradas.
Un sistema de organización racional, ambientalmente sustentable y moralmente aceptable para la humanidad debe superar definitivamente este esquema suicida de usura financiera irresponsable e hiper concentración de riqueza. En el siglo 21se define si triunfa la democracia y la autodeterminacion soberana de los pueblos junto a un modelo sustentable que permita la existencia de la vida y por lo tanto la viabilidad de la civilización humana o bien si triunfa la gran medusa de servidumbre del sistema financiero sobre la humanidad y su civilización. El siglo 21 será un punto de inflexión para la humanidad.