Lo más interesante del caso de Karina Mujica, que se presentaba en los medios
como la principal cara visible de un movimiento denominado Argentinos por la
Memoria Completa, no es lo breve de su liderazgo ni tampoco su abrupto final
tras una cámara oculta que la sorprendió “in fraganti” ejerciendo la
prostitución.
Reconozco que casi nadie puede resistirse a ver una "cámara
sorpresa" (a proposito, recomiendo la que Luis D’elía le hizo a Raúl
Portal y que mientras escribo estas líneas puede verse en el sitio de la
revista Noticias) y es cierto que la degradación y decadencia llevadas
al máximo constituyen un espectáculo que nadie quiere perderse cuando se
transforma en esa mezcla de voyeur y animal que es un espectador de
television. Sin embargo, lo que es
realmente espectacular y que, sorprendentemente ningun medio se planteó, es
observar y analizar hasta qué punto el autoritarismo se ha hecho carne en la
sociedad argentina.
Y soy consciente de que digo esto en una epoca de crecientes
turbulencias políticas, donde la política hace rato se limita al juego de la
constante descalificación y el púlpito presidencial puede ser utilizado para
amedrentar a periodistas que no piensan como uno. Sin embargo, el caso de Karina
Mujica podría ser emblemático porque, al margen de que la prostitución no es
de las actividades “profesionales “ mejor ubicadas socialmente, tampoco es
menos cierto que la aparente contradicción de que una prostituta sea “de
derecha” demuestra que los amigos de Mujica pueden quedarse tranquilos, porque
el pensamiento autoritario es, a esta altura, casi como un reflejo, una reacción
automática.
Una pregunta obvia: ¿Por qué una prostituta no podría ser
de derecha? ¿Por qué no podría acaso ser fascista? ¿O es que acaso se espera
que las prostitutas sean “progres”?
Así como en ciertas épocas se asociaba el pelo largo, el
ser estudiante de psicología -o cualquier otra ciencia social- con “el
zurdaje”, el regocijo por el derrumbe de Karina Mujica hace que quienes se
regocijen por el tema de la prostitución y demás, pasan por alto que las
conductas privadas de los hombres no deberían ser juzgadas. ¿O acaso no
sobran argumentos racionales y datos suficientes como para rebatir las
afirmaciones de quienes sostienen la teoría de los dos demonios y todo ese tipo
de ideas? Es irónico que la izquierda, que se arroga el monopolio de las ideas
y la actividad intelectual, no cuente hoy en día con exponentes que puedan
asumir posiciones de liderazgo desde las cuales debatir. Pero con dirigentes
sociales encaramados a cargos desde los cuales cortan alambrados y aprietan
gente, uno no debería sorprenderse por esto.
Indudablemente, la calidad institucional y el funcionamiento
de las instituciones democráticas viene en franco descenso desde hace mucho.
¿Plural o Singular?
El Presidente Nestor Kirchner ha expresado más de una vez
su idea de respeto por el disenso, pluralidad de ideas, etc, pero en la práctica
muchas veces pareciera que la pluralidad se limita a las distintas formas en las
que se debe coincidir con los actos de su administración. En este sentido, es
justo decir que la actual presión por parte del Gobierno sobre los medios de
prensa independientes, con acciones que van desde el manejo a piacere de
la publicidad oficial, los llamados a periodistas para impedir la publicación
de notas o, en el peor de los casos, el “apriete” presidencial ejercido
desde el púlpito (caso Morales Solá) superan por lejos cualquier intento de
comparación con hechos anteriores de algun otro gobierno.
Si se presta atención a ciertos detalles, la famosa
“servilleta de Corach” o cualquier otro episodio de corrupción de la Argentina
menemista, se volvería algo así como una "fiesta de quince"
comparado con lo que vivimos estos días. Y no es que no falten escándalos de
aquella época, sino que lo interesante es la ambigüedad del discurso actual:
si antes se decía “roban pero hacen”, hoy en día no se dice
absolutamente nada. Si Pagina/12 se vanagloriaba de haber descubierto el Swiftgate
y Horacio Verbitsky era una especie de cruzado incorruptible, hoy en día,
parece que estuviéramos ante un cruzado en proceso de renovar la Argentina en
forma inédita.
Sin embargo, los métodos utilizados (el no-dialogo con la
oposición en forma constructiva, la ausencia de reportajes con agenda abierta
al Presidente y el ejercicio del poder en un sentido absolutista y despojado de
la necesidad de rendir cuentas), son algunos de los rasgos autoritarios que -como
decíamos al principio- demuestran que los setenta, estan vivitos y coleando,
aunque no tal vez como le gustaría al presidente.
Disgresión: lejos de Chávez
Ante la constante avanzada del Ejecutivo contra la
libertad de prensa, no son pocos quienes han sugerido que Kirchner sería una
especie de Hugo Chávez. Sin embargo, es interesante notar que esta comparación
no es válida por varias razones: Chávez ha logrado consolidar un modelo
autoritario apoyándose por un lado en las patotas de civiles que amedrentan a
la población e impiden cualquier manifestacion antichavista. Kirchner, por el
contrario carece de capacidad de movilización popular. Con "panchos, cocas
y micros" incluidos, la contramarcha a Blumberg fue paupérrima. Pero además
hay otro detalle que los separa. Chávez es militar, una especie de
“carapintada” venezolano y constantemente alaba al ejército de su país al
que intenta fortalecer. Kirchner no goza de popularidad entre los uniformados y
una de sus primeras acciones públicas como Comandante en Jefe de las FFAA fue
hacer que su máximo jefe militar descuelgue un cuadro de una pared.
Finalmente, mientras Chávez puede "nadar" en petróleo,
el caso de la Argentina es opuesto.
Bueno, hasta la próxima porque llego tarde a la clase de
Pilates en lo de Tamara Di Tella...
Ana Grillo