Este virus altamente contagioso que no cuenta aún con una vacuna eficaz para combatirlo se está extendiendo más y más en las Américas, poniendo en peligro las democracias del continente.
Pensábamos que nuestros países habían desarrollado una cierta inmunidad a las dictaduras, satrapías, mafias corruptas que se apoderaron de diferentes países, como es el caso en Cuba, Venezuela, Nicaragua, y hasta hace poco tiempo en Bolivia, pero lamentablemente estamos atravesando una peligrosa recaída. Lo demuestran los riesgos existentes en México bajo el gobierno de López Obrador, en Argentina con el binomio mafioso Kirchner-Fernández, en Nicaragua con los criminales Ortega aún al frente del país y en Chile, Colombia, Perú con sus endebles democracias donde multitudes confundidas, engañadas, manipuladas son ya víctimas del virus político del socialismo del siglo XXI, producto de una fatal combinación de varios factores. Es un explosivo cocktail que contiene ingredientes como la influencia del marxismo cultural, abrazado por tantos grandes medios de comunicación que acuden cada vez más a menudo a utilizar fake news para lograr sus propósitos ideológicos, tanto en nuestro continente como en los EE.UU. A esto se agrega el hecho de que muchas de las renombradas universidades ya no aseguran el libre intercambio de ideas, persiguiendo a aquellos que disienten, con el resultado que se formó una juventud desorientada, mal informada, ignorante de la historia reciente de la humanidad, analfabetos históricos, como muchos de los millenials o la generación Z.
Sumemos a este explosivo cocktail la actitud pusilánime de tantos gobiernos de nuestro continente que no encaran con la valentía necesaria y los instrumentos democráticos con los que cuentan a las fuerzas retrógadas, que los ponen en jaque, llámense estos Piñeira, Duque, etc. etc.. Los efectos secundarios de este diabólico cocktail los observamos en los llamados progresistas, los militantes fanáticos, muchos de ellos miembros de la ultra izquierda caviar, que se caracterizan por sus utopías, sus odios, resentimientos, envidias que los llevan al vandalismo, al terrorismo contra el ultra enemigo, el mundo occidental tal como lo conocemos. Su consigna es que hay que destruirlo a corto plazo, sea como sea. Son seres en el fondo enormemente infelices, nefastos para sí mismos y para su entorno social y familiar, con quienes es altamente difícil poder llevar a cabo un diálogo constructivo.
El gran economista y filósofo austríaco Ludwig von Mises advirtió ya a comienzos del siglo XX en sus brillantes libros y escritos que la tendencia de muchas personas para una militancia de ultraizquierda, anti libre mercado, anti capitalismo no es en el fondo de orden racional, sino el producto de cierta disposición mental generada por dos patologías: el resentimiento, el odio, por una parte y el llamado complejo de Fourier por la otra. “Está uno resentido cuando odia tanto que no le preocupa soportar un daño personal grave con tal que el otro sufra también. Gran número de los enemigos del capitalismo saben perfectamente que su situación personal se perjudicaría bajo cualquier otro orden económico. Propugnan sin embargo, la reforma, es decir el socialismo. Cuantas veces oímos decir que la penuria socialista resultará finalmente soportable ya que, bajo tal sistema, todos sabrán que nadie disfruta de mayor bienestar“.
El otro componente fatal detrás del socialismo de acuerdo a Mises es la ideología del socialismo utópico del pre-marxista francés Charles Fourier, cuyas elucubraciones socialistas se centran quizás en la simple frase "si me va mal, es solo culpa de la sociedad”.
La oposición al capitalismo, al libre mercado, de acuerdo a Mises no proviene de la razón, sino de una actitud mental patológica del resentimiento, del odio y de una condición neurasténica que bien podría llevarnos a afirmar que las raíces del socialismo se encuentran en la neurosis. Hoy en día, el exitoso psicólogo Jordan B. Peterson también caracteriza al socialismo como impulsado por el resentimiento y el cultivo del mismo. “Hay un lado oscuro en esto del socialismo que se traduce en que todos los que tienen más, lo tienen porque te lo han robado”. Esta afirmación nos lleva a recordar otra frase famosa de Mises: “Para el hombre moderno, el socialismo se ha convertido en un elixir contra la adversidad terrenal. El socialismo equivale a un mecanismo de defensa contra un complejo de inferioridad”. El profesor de psicología Jordan Peterson ofrece un tipo de asistencia para ayudar a los ideólogos fanatizados a salir de las tendencias neuróticas que los hacen adherirse al socialismo extremo y otros credos tóxicos: “Mira, nos gustaría tanto que prosperaras como individuo. Deja tu afiliación de culto, sal de las sombras demoníacas de posesión ideológica y da un paso adelante como una persona completamente desarrollada camino a la luz. El antídoto contra el socialismo y el resentimiento y odio es la reflexión y la acción individual, ese resentimiento comenzará a desaparecer y sus vidas mejorarán. Y dejar el socialismo, tendrá un maravilloso efecto secundario”.
Nuestras democracias occidentales están en estos momentos en grave peligro con la aparición de este nocivo virus, el corona virus político, acarreado tanto por el Socialismo del Siglo XXI, como el llamado New Green Deal del vecino del norte, que más que Green es simplemente Red, y abrazado fervorosamente por los dos candidatos presidenciales demócratas a las próximas elecciones de noviembre, en especial por el candidato Bernie Sanders, un irredento viejo marxista, que con su peligrosa ideología destruiría las bases de la prosperidad capitalista del vecino del norte. Las Américas, tanto sur como centro como norte, no han presenciado en los últimos decenios momentos tan desafiantes para sus democracias y libertades.
La paradoja es que nunca antes nuestro mundo había sido tan libre y tan próspero. Jamás la pobreza en nuestro planeta había retrocedido tanto como en las últimas décadas. Nunca antes habíamos presenciado= el fenómeno que miles de millones de personas salieran de una miseria secular gracias al sistema capitalista y del libre mercado que pudo florecer con el marco que le diera la libertad de sistemas democráticos. Y ahora presenciamos estas fuerzas retrógradas que niegan todos estos progresos y tratan de imponer, sea como sea, estos peligrosos virus que nos retraerían a siglos miserables. Los resultados los tenemos ante la vista, y no precisamos presenciar más que las dramáticas situaciones de Cuba o Venezuela o Nicaragua. Tomemos solamente el ejemplo de la evolución en Chile de los últimos meses, y tomemos el ejemplo de lo que serían los EE.UU. en el caso del triunfo del irredento viejo marxista Sanders y su fatal Green New Deal y tendremos entonces ante nuestros ojos dos nuevas Venezuelas. Una en Sudamérica y la otra, a largo plazo, en Norteamérica.
En Chile la situación actual es simplemente patética. Este país era el más próspero de la región, con la menor tasa de pobreza, el 8,36 %, contando con el sueldo mínimo más alto de la región y la mayor posibilidad de ascenso social; pero las violencias desatadas después del 18 de octubre del año pasado han acabado con la estabilidad política trayendo como consecuencia la quiebra de 20.000 pymes y el desempleo de más de 140.000 personas. Los más afectados son obviamente los pobres. Un escenario de gran incertidumbre y de violencia es lo que le espera a Chile en su futuro próximo, luego que se realice un plebiscito en el mes de abril para decidir acerca de una nueva constitución, que bien podría ser una desechable como tantas otras en nuestro continente. Trágico destino el de Chile, víctima del virus del socialismo del siglo 21, el coronavirus de nuestros días. Aquí el brutal levantamiento se produjo con colaboración de elementos foráneos, cubanos, venezolanos que orquestraron y planificaron los incendios en el metro. Los daños en infraestructuras ascienden a 4.500 millones de dólares de acuerdo a primeras estimaciones. Es una guerra que han desatado estos elementos cargados de odios y resentimientos y con una agenda política contra el exitoso occidente, contra el libre mercado Quieren réplicas del modelo cubano, venezolano, quieren destruir el sistema, y es sintomático presenciar la destrucción de decenas de iglesias sean estas católicas o protestantes, en cuyas paredes los terroristas han pintado la sintomática frase “Iglesia Bastarda”. Ni el pusilánime Presidente Piñeira, ni su equipo de gobierno han sido capaces de reaccionar de acuerdo al peligro inminente al que estaban enfrentados.
Una situación bien alarmante es la que también encaran los ciudadanos de nuestro vecino del norte, los EE.UU, con un fuerte candidato a la presidencia por parte del Partido Demócrata, el viejo marxista Bernie Sanders, a quien el gran periodista y escritor Carlos Alberto Montaner lo define como “un clásico representante de los afectados por el síndrome del progre, que se caracterizaría por la relativización enfermiza del juicio crítico cuando se juzga algún fenómeno social en el que quepa una visión socialistoide“. Sanders tiene frondosas credenciales de haber sido siempre un admirador de la revolución cubana, con simpatías abiertas para el chavismo venezolano y para con la satrapía sandinista de Nicaragua. Encuentra siempre elementos positivos en estas criminales dictaduras. Un triunfo de su candidatura representaría el triunfo del llamado Green New Deal, la versión norteamericana del virus del socialismo del siglo XXI, que haría desaparecer el libre mercado, el capitalismo y restringiría enormemente las libertades personales asignándole al Estado potestades extremas.
Un panorama político social muy complejo y peligroso el que estamos enfrentando con este coronavirus político que está afectando grandemente a las Américas y a la libertad. Cumple justamente a la prensa independiente y a los periodistas honestos un rol fundamental para mantener bien informados a la población mundial. Friedrich Hayek, el erudito liberal clásico más prodigioso del siglo XX, expresó en la siguiente frase un enorme compromiso para salvaguardar nuestra libertad individual: “Libertad no sólo significa que el individuo tiene la oportunidad y la responsabilidad de elegir, también significa que debe enfrentar las consecuencias; la libertad y la responsabilidad son inseparables”.